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¿Quién es mas bestia: El Burro o el hombre?

Carlos Hipólito: “Burro cuestiona cómo nos relacionamos con nuestro entorno”

El actor Carlos Hipólito se une a Yayo Cáceres y Álvaro Tato, desde Ay Teatro, para presentar la nueva producción de la compañía: Burro. Una fábula con tintes de comedia que a través del verso, la prosa y de la música, realiza un viaje por la historia y la literatura universal para hablar sobre la relación que mantenemos los humanos con este animal.

Una mañana previa a las fiestas navideñas nos reunimos con el actor en una céntrica cafetería madrileña para conversar sobre esta función que ahora llega al Teatro Reina Victoria, del 17 de enero al 18 de febrero. Una charla que nos confirma el entusiasmo (contagioso), el cariño y el respeto con el que vive su profesión este intérprete.

 

Foto de portada: David Ruiz.

Carlos, ahora estrenas Burro en el Teatro Reina Victoria, pero no es la primera vez que interpretas a este animal…

No, ¡yo debuté haciendo de burro! (Risas) Creo que tenía como 19 años cuando estaba en la escuela de William Layton, y el TEI, el grupo al que pertenecía a la escuela, el Teatro Experimental Independiente, hacía una obra emblemática para ellos que se llamaba Proceso por la sombra de un burro de Friedrich Dürrenmatt; en esa obra había un personaje que era un burro que estaba todo el tiempo en escena sin hablar y al final decía un monologuito. Cuando yo estaba en el segundo año de la escuela, falló el actor que lo iba a hacer y, por suerte para mí, esta gente se nutría un poco de la gente de la escuela para sustituciones y me dijeron si quería hacerlo. Así que sí, la primera vez que yo me sentí como que hacía un trabajo profesional fue haciendo de burro. Y mira, ¡he vuelto! (Risas)

 

De hecho, en algún momento has dicho que esa función fue con la que te diste cuenta que lo que de verdad te gustaba era el teatro, ¿no?

Exactamente, yo estudiaba arquitectura a la vez que estudiaba teatro en esa escuela y, cuando me dieron el primer papel, que tenía que ir al teatro cada día a subirme al escenario, dije: “Es que esto yo no lo voy a dejar nunca, ojalá no me deje ello a mí”, y fue cuando decidí aparcar los estudios de arquitectura.

 

Y ahora la gente de Ay Teatro piensan en ti para que interpretes a un burro, ¿cómo llegas a este nuevo proyecto?

Ha llegado de una manera muy milagrosa y muy bonita, como llegan la mayoría de las cosas en este oficio, por una serie de azares y de casualidades del destino. No te imaginas la cantidad de casualidades que hay en mi trayectoria que han ido llevando al conocimiento de otra persona y a otra y a otra, y que han ido creando mi currículum. Yo conocía el trabajo de Yayo, de Álvaro y de Emilia Yagüe desde hace tiempo y me encantaban las cosas que hacían, tienen un estilo muy personal muy propio y para mí ha sido un soplo de aire fresco. El caso es que siempre he pensado que me gustaría trabajar con ellos y dio la casualidad que fui a ver un espectáculo a Matadero, cuando ellos estaban haciendo Malvivir ahí, entonces me encontré en un pasillo con Yayo y me dijo “con este señor me gustaría trabajar a mi algún día” y le dije: “Pues muchísimas gracias, que sepas que es recíproco”, al día siguiente fui a ver su función y después de la obra nos fuimos a cenar y en aquella cena maravillosa, donde nos reímos mucho, y yo hice mucho el tonto contando muchas anécdotas, de alguna manera me conocieron en otra faceta que no era solo verme en el escenario, y creo que eso sembró en ellos algo como de más ganas de trabajar juntos. Al terminar esa cena me dijeron: “pues tenemos que encontrar algo para hacer juntos”. Y me fui pensando “bueno, pues ya pasarán los años y vete a saber”. Creo que no pasaron ni diez días cuando me llamó Álvaro Tato con un proyecto que se llamaba Burro, nos juntamos y hasta hoy.

 

 

En esta ocasión se ha utilizado este animal para realizar un viaje por el tiempo y la literatura, desde la narrativa, la poesía y el teatro, ¿de qué manera, y por qué, la figura del burro como hilo conductor?

Cuando Álvaro decidió armar ese texto basándose en los textos clásicos que existen sobre asnos, tenía ya en la cabeza la idea de hacer una obra de lamento y también de denuncia, es decir, es una obra, es una comedia amarga como la define él, porque este burro que ha construido Álvaro tiene reflexiones muy divertidas, muy graciosas, tiene mucha ironía y mucho sentido del humor, pero también tiene una parte amarga, de denuncia, de contar por qué hemos tratado a los burros como los hemos tratado los humanos. Álvaro se llevó una gran sorpresa al comprobar que entre los textos clásicos, probablemente, existen muchísimos textos que hablan de asnos, más que de perros o de caballos, es sorprendente la cantidad de fábulas que hablan de burros y cómo está metido en nuestro lenguaje cotidiano: “bájate del burro” “anda que no te caes del burro” “Qué burrada has dicho” “Pero no seas burro”… Es que estamos permanentemente hablando de él, pero ¿por qué les hemos convertido en sinónimo de imbécil? Es algo que a mí se me escapa, no acabo de entender por qué el burro se asimila a lo tonto, a lo torpe, puede que sea terco, pero no me parece que sean tontos para nada, son muy listos. ¿Y por qué los humanos hemos tratado a los burros siempre poco menos que como esclavos? Es un texto que nos interpela, que nos hacen cuestionarnos cuál es la relación de los humanos con los animales en general, y en concreto con los burros; y que nos hace reflexionar sobre algo que el propio dice: “Entre el hombre y el asno, ya sé quién es la bestia”. Tiene algo como de lamento, de denuncia y nos vamos a encontrar con una obra que nos interpela, que nos hace reflexionar, que tiene, como tienen siempre los espectáculos de Álvaro y de Yayo, una primera máxima de entretener al espectador, no aburrirle nunca, pero a través de un vehículo que tenga calidad literaria y profundidad de pensamiento.

 

¿Y quién es este Burro?

Este burro es un personaje absolutamente maravilloso que se ha inventado Álvaro y que es enormemente poliédrico, muy amable, en el sentido de que es fácil quererle porque es un personaje esencialmente bondadoso, que es algo tan difícil de encontrar en la vida y en general. Ahora que está tan de moda y es tan ‘cool’ y tan estupenda la maldad, que la perversidad es lo más admirado, a mí me parece que protagonizar una obra a través de un personaje que básicamente es bueno, me parece maravilloso. Este burro es un burro que no tiene nombre, hasta ese grado es humilde; es un burro que, forzado por la situación, porque está atado a una estaca, abandonado en una parcela, y de repente, un incendio forestal comienza a cercarle, se pone a hablar con su sombra que es su único compañero y su única amiga y con quien como dice él “finge que no está solo”; entonces, se pone a contar la historia de su vida y descubrimos que es un burro que tiene seis mil años, que lleva en el planeta desde mucho antes de que los monos raros esos que se llaman hombres conquistaran el mundo a palos, y empieza a contarnos su relación con los humanos cómo, a través de sus padres, empezó a saber lo que eran, cómo los humanos conquistaron el mundo a palos y, una vez que ya nos sitúa ahí, nos va llevando, desde el Imperio Romano, pasando por la Edad Media, el Siglo de Oro, el Siglo de las Luces, la Revolución Industrial, hasta llegar a nuestra época actual. Nos va llevando a través de su mirada, que es una mirada de alguien que se siente maltratado y nos hace reflexionar sobre la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno, con el planeta, con los animales, a los que sistemáticamente despreciamos y en algunos casos, machacamos como el caso del burro. Este burro es un burro muy simpático además, y descubrimos que es un personaje que no solamente se lamenta, es un personaje que tiene mucha gracia porque nos empieza a contar cosas que son terribles, pero nos las cuenta con un sentido del humor que nos hace reír. Es un personaje que yo quisiera tener en mi casa, yo quiero un burrito como este porque la verdad es que es un personaje entrañable, para mí es uno de los personajes más bonitos que me ha tocado hacer, que me permite pasar por muchos lugares dentro de la interpretación porque hay comedia, drama…

 

Juegas con muchos géneros, ¿no?

Sí, pasamos de momentos terriblemente dramáticos a momentos muy cómicos y eso es un ejercicio muy bonito para hacer y luego, por otro lado, porque a mí personalmente interpretar a un animal, pues me conmueve mucho porque me hace recordar a todos mis amigos perros que han vivido conmigo, sus miradas, su nobleza, su entrega. Me enternece muchísimo. No te digo nada cuando me toca entrar ya en la parte de Juan Ramón Jiménez y ‘Platero y yo’, probablemente es quien humanizó más al burro a través de su literatura y nos hizo verle como una criatura tierna y amable. Entonces, ¿Quién es este burro? Pues un amigo ya para mí.

 

Por lo que me cuentas, tu trabajo en Burro tiene un tono muy juglaresco.

Sí, tiene algo de la tradición de los juglares, de cómo relatar historias. Hay una cosa que se dice también en el texto, que es preciosa, “contar y escuchar fábulas es no morir del todo”, esa es una frase de Álvaro Tato que a mí me parece tan bonita también y yo estoy muy de acuerdo con eso, yo siempre he sido muy de escuchar historias de los mayores, por ejemplo, en el oficio. Me gustan las anécdotas porque, de alguna manera y más allá de la gracia que tenga una situación, me parece que son reflejo de una época, de la historia de nuestro oficio. Entonces, esa tradición de contar a los demás haciendo vivo el relato, teatralizándolo, que era un poco lo que hacían los juglares, pues eso es muy bonito y es verdad que tiene mucho que ver con el trabajo que estoy haciendo aquí.

 

 

¿Quién es mas bestia: El <i>Burro</i> o el hombre? en Madrid
Escena de Burro, de Ay Teatro, protagonizada por Carlos Hipólito. Foto de David Ruiz.

 

Dentro de la función se abordan temas muy ‘humanos’ como el miedo a la libertad y hace un retrato a la sociedad actual a través de figuras que aparecen en la función como esa yegua que pasa corriendo sin auxiliar al burro y de la que él comenta: “Demasiado sorda, demasiado ciega, demasiado deprisa”.

Absolutamente, y después de esa frase que es hermosa y que desde luego es una semblanza clarísima de nuestra sociedad actual, el burro dice: “como la vida, una yegua encendida que pasa galope”, o sea, ¿se puede definir mejor lo que es nuestra vida? Dentro de la aparente ligereza te encuentras estas reflexiones que reflejan la altura literaria que tiene este texto, esa es la grandeza de Álvaro como autor.

 

Hablando del texto, Álvaro Tato entreteje textos de diferentes autores, jugando mucho con las épocas y los estilos. Esto, además, supone tu reencuentro con el verso con el que tanto has trabajado a lo largo de tu carrera.

Sí. Aparte de los fragmentos que son literalmente textos clásicos que están en verso, hay composiciones de prosa poética escritas por Álvaro para la función, y es que Álvaro, aunque escriba en prosa, escribe poesía todo el tiempo. Esto hace buena una frase absolutamente hermosa de un maestro de teatro que yo tuve que decía: “Cuando un texto en prosa es bueno, lo tiras al aire y caen versos”. Fíjate qué bonita imagen, pues eso es lo que pasa con los textos de Ávaro Tato, con todos, pero especialmente con Burro. Así que para mí es un placer también poder revisitar el verso que es una disciplina que siempre que siempre me ha encantado.

 

¿Podríamos calificar este espectáculo como un monólogo?

Yo creo que la estructura es de monólogo porque la figura principal, la del narrador, digamos que va contando toda la historia, pero efectivamente estoy acompañado en escena por tres músicos: Manuel Lavandera, un guitarrista excepcional, Fran García, que toca la percusión y los teclados, e Iballa Rodríguez que toca la flauta travesera, pero que estos dos últimos además son actores e intervienen conmigo en varios momentos de la función. Es verdad que es el burro quien va contándolo todo, pero al hilo de esa narración se van representando escenas, algunas las resuelvo yo solo haciendo todos los personajes, pero en otras intervienen ellos conmigo, cosa que a mí me facilita muchísimo el trabajo porque son estupendos y me alimenta mucho y también porque, cuando haces un monólogo, quieras que no, pues estás tú y el público nada más, pero si tienes compañeros, siempre tienes unos ojos a los que mirar.

 

¿Cuántos personajes interpretas en la función?

Un día los contamos por curiosidad, e interpreto catorce personajes diferentes. Una vez que me encontré con mi amigo Carlos Latre le dije que le iba a quitar el puesto (Risas). Es muy divertido como actor hacer esto.

 

Hablando de tus compañeros y de la música interpretada en directo, algo que Ay Teatro lleva intrínseco en su personalidad. Me gustaría que me hablaras de cómo habéis trabajado este aspecto.

No es un musical porque no tiene estructura como tal, pero es una obra de teatro con canciones compuestas originalmente para la obra, es decir, sí tiene una partitura original para la obra que ha compuesto, por cierto, Yayo Cáceres que, además de dirigir, es un gran músico; él ha querido hacer un recorrido a través de distintas músicas del mundo, hay música que recuerda más a la música española, hay partes que son más sudamericanas, hay momentos que suena un joropo, en otros un tango… Es una música bellísima. Hay mucha música a lo largo de toda la obra y el mismo texto nos va llevando a las canciones. En ese sentido, sí tiene algo que ver con los musicales porque determinadas canciones de esta obra no son sólo canciones ilustrativas, sino que son pensamientos del personaje principal puestos en música.

 

Eso es muy del estilo de Sondhiem, ¿no?

Cierto, él decía esto de que los personajes cantaban cuando ya no podían seguir hablando. Entonces, claro, imagínate para mí, que me encanta cantar y que me encantan los musicales, la posibilidad de tener un texto tan glorioso como este y encima música en directo que es enormemente evocadora… Yo siempre he dicho que estar en el escenario acompañado de música en directo es un acelerador emocional porque la palabra tiene un gran poder evocador, pero la música nos lleva directamente a un lugar de nuestra memoria emocional, así que música y texto unidos, imagínate las posibilidades que, como intérprete, te da para poder conectar emocionalmente con el público.

 

¿Quién es mas bestia: El <i>Burro</i> o el hombre? en Madrid
Carlos Hipólito junto a Iballa Rodríguez en una escena de Burro. Foto de David Ruiz.

 

Después de todo el bagaje profesional que llevas a tus espaldas, ¿qué es lo que más te apasiona de esta profesión?

La posibilidad de comunicarme emocionalmente con los demás, es que yo creo que la esencia del trabajo del actor es esa: Poder vivir situaciones diferentes, situaciones que yo nunca viviría, poder entender comportamientos de personas que yo nunca permitiría que me acompañaran en la vida porque detesto, pero sin embargo tengo que interpretarlos y por lo tanto tengo que entender cómo se sienten. En ese sentido, yo siempre he dicho que el trabajo del actor nos hace más tolerantes y mejores personas, porque tenemos más capacidad de entender a los demás, no de compartir sus comportamientos, no hay porqué justificarlos, pero sí entender qué lleva a alguien a ser un asesino, o un violador, o lo peor que te puedas imaginar. Entonces, la posibilidad de vivir de una manera ficticia, ese tipo de vidas, me parece el trabajo más apasionante del mundo. Porque además descubres cosas de ti que nunca hubieras llegado a pensar. Eso sí, sin mitificar para nada el trabajo, cuando leo entrevistas de otros actores que dicen que el personaje les invadió en su vida privada y lo que les costó quitárselo de encima… respeto muchísimo las maneras de ser y de opinar de todo el mundo, pero yo siempre pienso “Qué poco interesante soy como actor porque a mí eso no me ha pasado nunca”. (Risas) Esta cosa de llevarte el personaje a casa, a mí no me ha pasado nunca, sí es verdad que cuando estás haciendo algo muy dramático durante mucho tiempo, pues estás más sensible. Pero eso de que los personajes te invadan en tu vida privada no me ha pasado nunca. Pero eso no quita para que me apasione mi trabajo y me entusiasme. Del trabajo de interpretación me entusiasma probablemente todo, todo lo que tiene que ver directamente con la interpretación, o sea, todo lo demás como la promoción probablemente no es para nada lo que no me interesa, pero intento disfrutarlo igualmente. y te disfrutaron lo que estoy disfrutando tanta vista contigo sí no, no, claro.

 

Tú que eres un actor que prácticamente no se ha bajado de los escenarios, ¿cómo ves la situación del teatro en estos momentos?

La evolución del teatro yo creo que es muy cíclica. Esa frase de siempre, de que es un enfermo terminal con salud de hierro… Nunca morirá, pero sí llega a estar en momentos muy dañado y muy enfermo. Hemos tenido azotes terroríficos últimamente como la pandemia, por ejemplo, que para un oficio como el nuestro fue un batacazo terrorífico que provocó un colapso enorme, el cierre de muchísimas pequeñas empresas que no pudieron sobrevivir a un año de inactividad, pero estamos saliendo adelante. En el terreno creativo, que es el más importante, yo creo que el teatro goza de buena salud, hay muy buenos autores jóvenes, y no tan jóvenes, porque no hace falta ser jóvenes para revolucionar las cosas, pero si están haciendo una labor de rejuvenecimiento de las historias que se cuentan, de la manera en que se cuenta, y todo eso creo que está acercando al teatro a gente joven también, porque conecta más directamente con su problemática que no es la de la gente más madura y entonces en ese sentido, yo creo que sin ser teatros excluyentes, porque ni el teatro para que gente más adulta o, teóricamente enfocado para gente más joven, excluye ni a los adultos ni a los jóvenes en un sentido o en otro, pero sí creo que enriquece y ayuda a que el teatro siga vivo, porque el teatro, no nos olvidemos, podríamos tener magníficos textos, extraordinarios profesionales, gente muy preparada, pero si no tenemos público, el teatro desaparece; entonces que todo esa forma de revitalizar el teatro se esté produciendo, creo que está ayudando a que cada vez tengamos espectadores más jóvenes que se acercan al teatro, que les interesa el teatro. A ver, estamos en una situación, yo creo, de transición. ¿Está cambiando la forma de ver cine? Sí; ¿está cambiando la forma de entender la televisión? Por supuesto, ¿está cambiando la forma de ver teatro? Pues, de alguna manera también, porque ya el teatro no sólo se ve en tres o cuatro lugares emblemáticos, el teatro se está produciendo en montones de lugares que en teoría no son salas de teatro, ni siquiera salas alternativas, o sea, ya se está produciendo en otros muchos espacios y a mí eso me parece maravilloso. Entonces, en ese sentido, creo que estamos en una transición en la que determinados espectáculos tienen dificultad para conseguir visualizarse o ser programados porque hay nuevos espectáculos que, a lo mejor, mezclan danza con teatro y la gente no sabe dónde colocarlos, o sea, los programadores, y tienen dificultades para conseguir tener una vida a través de una gira que finalmente es de lo que se nutre nuestro trabajo. No se puede decir que las alas están llenas, que están mejor que nunca porque no todas las salas están llenas, pero, sin embargo, sí es verdad que tenemos más público que hace pocos años y la esperanza grandísima en los nuevos profesionales y, desde luego, un nivel de interpretación y de dirección, con una gente con una preparación muy superior a la que teníamos nosotros.

 

Siendo Burro una fábula, ¿qué moraleja sacas de todo esto?

La moraleja que saco yo de esto es… ¡que qué suerte tengo de poder hacer un espectáculo como este! (Risas). Yo creo que es que este texto no quiere tener una moraleja, no quiere decir quiénes son buenos o quienes son malos, yo creo está implícito en el propio texto, pero no de una manera doctrinaria, entonces en ese sentido, cada uno que reflexione y saque la conclusión que quiera cuando vea el espectáculo, por eso no hay moraleja porque las moralejas imponían una manera de interpretar y de leer los textos.

 

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