SUSCRÍBETE

¿Cómo dejar de mirar para llegar a ver?

Jorge Usón: «El odio y la rabia son una amenaza real que hay que combatir de manera urgente».

A Jorge Usón le conocemos por su trabajo como actor y cantante, además de haber sido uno de los presentadores de la última gala de los Premios Godot, pero esta vez acudimos a él para que nos presente su debut como director y dramaturgo con La Tuerta, un cuento tragicómico sobre una doncella del s. XVI, interpretada por María Jáimez, que queda tuerta en su primer encuentro amoroso y que lanza un maleficio sufrido siglos después por una joven bailarina.

Hablamos con el creador de este espectáculo que abre la temporada del Fernán Gómez CCV y que podremos ver del 7 al 24 de septiembre en la Sala Jardiel Poncela.

 

Foto portada: Pedro Anguila

 

Normalmente estamos acostumbrados a verte, Jorge, subido al escenario. Sin embargo, en esta ocasión debutas como dramaturgo y director. ¿Qué inquietudes te han llevado a ponerte al frente de este proyecto?

Te diría que fueron dos empujones, el primero trabajar con José Troncoso en Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban) –Espectáculo que vuelve a Madrid el próximo mes de octubre en el Teatro Pavón-. Me voló la cabeza y me puso a soñar. El segundo fue la propuesta que me hizo María para trabajar con ella interpretación. Aparecieron materiales tan bonitos que había que organizarlos y darles forma.

 

Esta es una producción de Nueve de Nueve, ¿cuáles son las líneas en las que se mueve la compañía?

Nos movemos por el placer de emprender con libertad proyectos que nos desafíen como actores. Aquellos que nos abran campo expresivo. Carmen Barrantes y yo trabajamos de mil amores en otras producciones pero cuando la oportunidad de producir se presenta nos juntamos. En el fondo lo hacemos porque nos queremos mucho.

 

La Tuerta es una obra de largo recorrido, nació antes de la pandemia y llega ahora a Madrid para estrenar la nueva temporada del Fernán Gómez, ¿cómo fueron aquellos pasos y de qué manera han evolucionado a lo largo de estos años?

La Tuerta vio la luz en Zaragoza y la tuvimos que recoger en el confinamiento. Luego vino el subidón de la ‘Ferretería Esteban’ y tuvo que esperar su tiempo. En este caso la espera, lejos de perjudicar, le ha venido de maravilla porque la obra crece con la actriz que la sostiene y María se encuentra en su mejor momento personal y expresivo. Arrancar la temporada del Fernán-Gómez es un premio maravilloso a la paciencia.

 

 

¿Dónde habitaba esta obra antes de que la dejaras salir a escena?

Aprendí que todo existe antes de ser escrito y representado, que somos canales de los personajes. Por eso decimos que la Tuerta nos encontró a nosotros. Y cuando se nos puso delante nos resultó extrañamente familiar. Ella nos indicó el camino que debíamos seguir y no deja de sorprendernos.

 

En su historia encontramos poesía, humor, esperpento, folclore, envueltos en una especie de cuento gótico, ¿de dónde bebes para la creación de este proyecto?

Cuando leímos el verso de Anne Sexton, «vive o muere pero no lo envenenes todo”, se nos puso delante un punto de partida. Después algunos personajes en el Museo del Prado nos empezaron a guiñar: La Infanta María Teresa de Velázquez, El Saturno de Goya, los esqueletos de El Triunfo de la Muerte, los cielos de Patinir… También nos encontraron Schubert,  La Niña de los Peines, Chopin, el doctor Caligari, La Novia de Frankenstein… y para terminar vino el “cuentito” tragicómico.

 

La violencia que supone la pérdida de la inocencia, el despertar del amor, la ilusión truncada en plena eclosión, la tradición en sus tonos más sombríos y luminosos, incluso el machismo, asoman por la trama, ¿qué te llevó a hablar sobre ello? ¿qué otros temas descubriremos dentro de la obra?

Me parece importante el tema de la compasión, de poder ver a los demás tal y como son. El odio y la rabia son una amenaza real que hay que combatir de manera urgente. El odio te pone la venda en los ojos y la rabia te mantiene en lucha mientras te mata por dentro.  La Tuerta es una manera de alejar de nuestras vidas tanta toxicidad. Es una carta a la deportividad y al amor.

 

El amor, sus heridas, el hueco que deja y la manera en que nos afecta, son algunas de las claves de la función, unos sentimientos que son universales y atemporales, la propia función nos lo demuestra viajando por el tiempo, ¿de qué manera La Tuerta nos ensaña a dejar de mirar para llegar a ver?

Todos tenemos dentro una Tuerta que nos tienta constantemente, que trabaja para mantener viva la insatisfacción y extraer la de los demás. Rencorosa, roñona, desconfiada… hasta machista. Existe porque la vida nos mancha y nos decepciona. Para mí la valentía contemporánea consiste en desoír a esa Tuerta, inscribirnos en el amor y perseguir esa “serenidad” que defendía Antonio Gala.

 

¿Podemos amar arrastrando el rencor de historias pasadas?

Debemos. Vivir es cicatrizar. Y cuando toca reirse, reirse con todo.  ¡Ojo! que La Tuerta es una tragicomedia con mucha guasa.

 

¿Cómo dejar de mirar para llegar a ver? en Madrid
Escena de La Tuerta, espectáculo escrito y dirigido por Jorge Usón.

 

La máscara y el gran guiñol se apoderan de la puesta en escena donde María Jáimez es dueña y señora, con un trabajo exigente donde interpreta a todos los personajes en un escenario desprovisto de elementos, ¿cómo ha sido el trabajo actoral?

María no sólo es una actriz-bailarina excelente sino que es incansable, precisa y se arriesga a “cagarla” constantemente. Ahí está la enjundia y la comedia de esta obra. Ha sido un trabajo largo y exhaustivo, a veces desesperante pero al final el teatro provee y todo va cuadrando con alegría.

 

¿Qué pasos os han llevado a elegir este tipo de lenguaje y de estética?

Nos han iluminado muchos personajes, imágenes y situaciones y en La Tuerta hay referencias al teatro que nos gusta ver. Los gremios han sido determinantes: el trabajo de caracterización y posticería de Ana Bruned; el de Alejandro Andújar en el vestuario y escenografía (un lienzo en blanco) y la iluminación del maestro Juan Gómez Cornejo. Se dejaron la piel y completaron el cuadro y la luz. Esta obra no tiene objetos en escena más que una venda y todo está dispuesto para que no se interrumpa la imaginación del espectador.

 

La música tiene una gran importancia dentro de la propuesta, marca ritmos, enfatiza situaciones y en muchos momentos hace que la propia protagonista exprese lo que no puede con la palabra hablada. ¿Qué nos puedes contar sobre este aspecto?

Primero Torsten Weber nos diseñó una atmósfera y luego Mariano Marín hizo otra. La colisión de ambos mundos nos dio la fricción que necesitábamos y el hilo conductor entre la demonia barroca y la bailarina contemporánea. Los temas centrales de la representación fueron apareciendo en las pruebas iniciales y no había quien los quitara después: Schubert, Chopin, Vivaldi… la guitarra flamenca de Adán Carreras…

 

Siendo un cuento, ¿qué moraleja esconde La Tuerta?

Cuando empezamos a ensayar estaban delante todos los asuntos que hemos comentado pero conforme avanzaba el proceso todo fue  evolucionando y mutando. La gente no se imagina lo complicado que es hacer una sinopsis.  Ahora, no sé, espero que cada espectador concluya el cuento con lo suyo.

 

¿Esta experiencia te anima a que en el futuro conozcamos nuevos textos y direcciones tuyas?

Yo espero que sí. La cuestión es estar a gusto, hacer familia, camino y no repetirse. Veremos a ver…

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Comparte este post