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Una mujer para la historia

Mónica López: “Carmen Díez de Rivera fue una mujer muy valiente y es muy emocionante darle voz”

Mónica López, la actriz protagonista de la popular serie Rapa estrena en el Teatro Español Carmen, nada de nadie. La obra recrea los meses en que la aristócrata Carmen Díez de Rivera, jefa del gabinete de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez, luchó por la legalización del Partido Comunista durante la Transición.

Es una obra creada por Francisco M. Justo Tallón y Miguel Pérez García, dirigida por Fernando Soto, y protagonizada por Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Víctor Massán, además de por nuestra interlocutora, que comparte con nosotros cómo se siente al dar vida a una mujer tan importante en nuestra historia reciente.

 

Fotos: Sergio Parra

 

Qué pedazo de personaje que te ha tocado…

Sí, siempre da respeto hacer un personaje así, y cuando es real, más, porque va a venir gente que la conoció. Eso da mucho respeto. Pero con ganas porque, como mujer, ha sido muy acallada por la historia. Está muy bien rescatarla.

 

Con este papel interpretas a Carmen Díez de Rivera, que fue jefa de gabinete de Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez (un cargo que ocupó por primera vez una mujer) y más tarde sería eurodiputada. ¿Tú qué crees que ha significado esta mujer para la historia de España con todo lo que ahora estás sabiendo de ella?

Era como un bicho raro porque tenía clarísimo lo del progreso y la democracia y, claro, toda la gente que estaba alrededor de ella continuaba siendo franquista, con los comportamientos de la otra época. Le costó muchísimo, tuvo que picar mucha piedra para disimular lo franquistas que eran y luego para convencerles. En la función nos centramos sobre todo en los meses frenéticos en los que ella insistió hasta lo indecible para que se legalizara el Partido Comunista -porque sabía que, sin la legalización de todos los partidos, era imposible una democracia creíble para el resto de Europa- hasta que abandona el gabinete cuando llegan las elecciones y por fin se ha conseguido la legalización. Pero ella significa muchas más cosas. Hablaba de ecología antes de que se pusiera de moda.

 

¿Cómo es ese proceso en que una mujer de origen aristocrático acaba convirtiéndose en una mujer libre, feminista, independiente y arriesgada?

Como decía Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”. Estoy convencida de que le afectó la tragedia que le pasó en su juventud más temprana, y eso la marcó para toda la vida. Gracias a eso, se fue a África, vio cómo era el mundo real, el del Tercer Mundo, y quiso devolver a la sociedad todo lo que ella había tenido de joven. Y creo que también hay, no una venganza, pero poner a la clase a la que pertenecía en su sitio. Ella luchó toda su vida, y esto me parece preciosísimo, por que todos fueran iguales. Le interesaba toda clase de personas. Nadaba como pez en el agua en las fiestas de la aristocracia, pero también en la universidad estudiando y haciendo su tesis sobre La Pasionaria. Nunca fue comunista, pero realmente sentía una simpatía hacia el Partido Comunista, no como partido, sino por la ideología humanista, de igualdad y de libertad. En la España de los años 60-70, imagínate, era una extraterrestre.

 

Dice el director de la pieza, Fernando Soto, que Carmen Díez siempre tuvo el propósito de guiar al país hacia la democracia y que luchó por un mundo más justo, una sociedad más empática. ¿Cómo lo hizo?

Lo hizo hasta que se murió y eso es fantástico. No estamos haciendo un biopic. Lo que nos interesa, sobre todo, son sus motivos, sus razones. Fue una persona crítica, incómoda, y queremos hablar de ello. Por eso somos cuatro actores, no solamente ella haciendo un monólogo. Aparecen Adolfo Suárez, el Rey, su madre… para hacer ese juego de espejos entre su vida privada y su vida política.

 

Decís en la documentación sobre el espectáculo que Carmen Díez de Rivera era tan excepcional que tenía paralelismos con Antígona o Ariadna. Palabras mayores.

Antígona quiere salvar a su hermano y pasa por encima de la ley. Ella busca las razones y es recalcitrante, hasta decir basta, para encontrar la verdad por muy incómoda que sea. Lo comentó Fernando un día en un ensayo y te coloca en un sitio para actuar. Y para no ser solamente naturalistas, que no sea un teatro de sillón, sino que sea un teatro donde las ideas resuenen.

De todas formas, es tremendo, porque escuchar estas palabras hoy en día… Qué poco hemos aprendido, qué marcha atrás estamos dando. Es curioso porque resuenan más actuales de lo que deberían. Así que da bastante gusto decir según qué cosas. Igual a alguno, en esta sociedad tan cínica, le van a parecer ingenuas. Pero hemos de decirlas: buscar la parte buena del ser humano, la verdad, la igualdad, la libertad, la dignidad, la memoria histórica… Todo esto que la derecha siempre nos critica, que somos unos pesados, está muy bien oírlo en un teatro en Madrid hoy en día.

 

 

El elenco lo completan Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Víctor Massan. ¿Con qué personajes de la Historia reciente se va a encontrar Carmen en el escenario?

Oriol Tarrasón hace de Adolfo Suárez; Víctor Massan, de nuestro rey emérito en su juventud y Ana Fernández, de la madre [de Carmen Díez], la marquesa de Icaza, con la que tuvo unos problemas bastante intensos, casi de tragedia griega, diría yo.

 

Se dice que Carmen Díez De Rivera renunció a los privilegios para vivir en libertad y lo pagó con soledad e incomprensión. ¿Queda reflejado en la obra ese triunfo en lo profesional que contrasta con la desdicha que arrastraba desde su nacimiento un tanto rocambolesco, producto de la relación extramatrimonial que tuvo Ramón Serrano Suñer, cuñado y ministro de Franco, con Sonsoles de Icaza y de León, esposa del marqués de Llanzol?

Totalmente. Pero creo que era una mujer tan inteligente que sus triunfos no los valoraba como tales. Era ambiciosa, por supuesto, pero lo que más le ponía era seguir, seguir. Conseguía por fin lo del Partido Comunista, entonces quería otra cosa. Iba más allá. No se ponía medallas. De hecho, la quisieron condecorar varias veces y siempre renunció a cualquier aplauso exterior. La lucha continuaba siempre. Fue una persona muy atormentada. Creo que eso también la hacía huir hacia adelante, y siempre por sus causas, y lo que creo que la hace una mujer tan excepcional.

 

¿Pero no le pesó todo lo relativo a su nacimiento?

Era hija del cuñadísimo, y de hecho se parecía muchísimo a su padre. Hay una cosa muy curiosa, ella perdonó a su madre. Decía que el amor no se puede juzgar, su madre se enamoró. Lo que no perdonó nunca, y llevó muy mal, es que no se lo dijeran, y que llegara a ese extremo de enamorarse de su hermano, Ramón Serrano Suñer Polo, que anda que no es casualidad. Pero eran tan hipócritas en esa sociedad, que se siguieron viendo, normalizaron la relación, se iban de vacaciones juntos. Ella era súper religiosa, se iban a casar, sacaron los papeles para el matrimonio y, entonces, se lo dijeron. Estaba enamoradísima de su hermano. De hecho no se volvió a enamorar nunca más. Eso la destruyó por dentro.

 

¿Cómo te recuperas de eso?

Se fue a un convento en Ávila. Lo pasó muy mal porque fue durísimo para ella. Luego estuvo en el extranjero. Tuvo curas de sueño porque no podía dormir. Y, por suerte, esto es lo que le cambió la vida, en el convento conoció a alguien que la puso en contacto con unos cooperantes en África, en Costa de Marfil, y allí es donde yo creo que le pasó lo mejor de su vida porque descubrió que no le gustaba cómo funcionaban las cosas, cómo era el mundo. Y lo quiso cambiar. Volvió a España, estudió Políticas, hizo su tesis sobre La Pasionaria, aunque nunca fue comunista como ya te he comentado, porque ella era monárquica. Era amiga del rey, por eso llegó a donde llegó también, no nos podemos engañar, siempre caía sobre algodones. Pero usó muy bien su influencia y su poder. Otros lo hubieran usado para enriquecerse; en cambio, ella vivió siempre austeramente. Creo que fue una persona muy consecuente y es muy emocionante darle voz en un teatro.

 

No parecía una mujer acomodaticia, teniendo en cuenta que en el cargo del gabinete de Presidencia del Gobierno estuvo muy poco tiempo hasta que dimitió.

Sí, fueron unos meses muy frenéticos. Nos gustaría que se entreviera cómo se hizo la Transición, todo muy improvisado, que se hacía lo que se podía al momento. Y esta mujer era muy valiente. Recibió a los comunistas en su despacho, con los militares en el Consejo de Ministros al lado. Era muy peligroso lo que se jugaban, pero ella tenía clarísimo que había que hacerlo y que era la única manera de devolver a España al primer mundo, al mundo democrático y progresista.

 

¿Te ha seducido el personaje? ¿Crees que hubieras podido ser amiga suya o irte a tomar unas cañas con ella?

Pues mira, me hubiera encantado. Aunque dicen que era una amiga difícil de querer, ¿eh? Era muy dura con los demás porque primero era muy dura consigo misma. La acusaban de arrogante. Seguramente sólo le interesaba la gente inteligente o interesante, y podía ser cruel con la gente que no lo era. Era una persona real, con lo cual tampoco nos gustaría convertirla en una heroína. Nos encantaría que se viera que era una persona poliédrica, contradictoria, que hizo muchas cosas muy buenas que vale la pena recordar. Creo que al ser mujer, se la ha olvidado con mucha más rapidez que a otras personas de la época que tuvieron mucha influencia en la política española.

 

Una mujer para la historia en Madrid
Mónica López y el resto del equipo artístico de Carmen, nada de nadie

 

Mucho de atractivo y fascinante debió tener cuando personajes como Paco Umbral la llamaban ‘musa de la Transición’.

Sí, pero ella odiaba esa palabra porque la convertía en un florero. Ella decía que quería formar parte, ser motor de la Transición, no simplemente una guapa, rubia, aristocrática que le daba un toque aperturista a la Transición. Le gustaba la acción, estar mojándose en el barro. Esto es otra cosa interesante que le pasa a las guapas, que todo el mundo se la quería tirar. He leído unas cartas que escribió que decía: “Estoy harta de que todos los hombres me quieran follar”.

Y luego está esa relación de amor-odio con su madre que al final se arregló. Su madre acabó estando orgullosísima de ella porque fue una de las mujeres más poderosas de este país. Todo son contradicciones, por eso es un personaje tan teatral.

 

Los autores de Carmen, nada de nadie, Justo Tallón y Miguel Pérez García, dicen que han usado la técnica de construcción dramática “todo en este texto es mentira y a la vez absolutamente verdadero”. ¿Qué quieren decir con esto?

Ellos están documentadísimos. Saben qué pasó, cuándo y cómo. Pero claro, los momentos personales entre Carmen y su madre, Carmen y Adolfo Suárez, y Carmen y Juan Carlos no los hemos oído nunca. Todo eso está recreado como ficción para acercar al espectador cómo pudo ser el resultado que sí conocemos históricamente.

 

La obra recrea un determinado contexto histórico con momentos recogidos en imágenes, audios, canciones, sintonías que confieren a la escena un carácter cinematográfico. ¿Cómo es esa puesta en escena?

Sí, se usarán imágenes y música de la época que darán un aire cinematográfico porque hoy en día estamos usando mucho los audiovisuales, pero también será muy teatral. Estará apoyado sobre todo en nosotros, en los cuatro actores que estamos en escena. Lo demás será para darle un toque documental a toda esta parte tan emocional. No paro de discutir con Adolfo Suárez. Parecemos un viejo matrimonio.

 

¿Y cómo has compaginado el rodaje de la última temporada de la serie Rapa con esta nueva propuesta teatral?

Yo empalmé. Acabamos de rodar un viernes por la noche en Ferrol, y el sábado estaba cogiendo un tren y aterrizando en Madrid para empezar los ensayos. La verdad es que me pilló un poco cansada. Pero bueno, como esta mujer está cansada, pues digo, úsalo. También hemos hablado de dónde puede venir su cáncer: de lo que le pasó, del agotamiento, de no cuidarse nada, de fumar mucho, de no dormir, de estar sola, de no tener otra vida aparte de eso. Todo cuenta para la salud.

 

Pues ya sabes, cuídate tu también. Por cierto, al hilo de Rapa y su promoción, ¿te han traído consecuencias tus declaraciones sobre el programa de televisión El Hormiguero en las que decías que la gente de la cultura no puede ir ahí “porque ese señor blanquea el fascismo”?

Bueno, han aparecido muchos ‘haters’, que dicen hoy en día. A ver, tengo que decir que yo pienso eso y tengo toda la libertad del mundo para decirlo. Pero también tengo que reconocer que no lo hice bien porque mencioné a terceras personas. Cuando uno dice una cosa como esa, tiene que ser más inteligente y tener más sentido del humor. Yo fui vehemente y estoy harta de la gente que dice las cosas sin pensar, y caí en ese mismo saco. Entonces muy orgullosa no estoy, pero es lo que pienso y lo he dicho siempre en mis círculos cercanos. Me dolió porque mencioné a personas que no tenía que haber mencionado. Me llamaron la atención algunas personas por encima y pedí disculpas hasta la saciedad. Nunca me había pasado nada así. Por otro lado, me di cuenta de algo maravilloso que tiene que ver con los tiempos que corren: se encendió como un fósforo y se apagó igual de rápido. Ahora voy a ser mucho más discreta. No voy a dejar de decir lo que piense nunca, pero cuando diga algo así, voy a decirlo bien. Más inteligencia y más sentido del humor.

 

¿Y tienes proyectos encima de la mesa o descansas después de Carmen, nada de nadie?

Tenía una cosa de teatro en Barcelona y he dicho que no porque me he dado cuenta de que no hay que ser tan avariciosa. Vengo de cuatro meses de una serie de televisión estupenda. Ahora voy a estar tres meses en Madrid, y descansaré cuando acabe. Y así se reparte el trabajo, no se puede hacer todo siempre. A veces nos entra el horror vacui, no sabemos si de repente se va a acabar todo y ya nunca más. Y cuando salen cosas, lo coges siempre porque piensas que es la última oportunidad. Pues no. Hay que saber decir que no a veces y ahora estoy muy contenta porque sé que acabo esto y podré descansar. Aparte, ojalá esto salga de gira, tengamos bolos y pueda dedicarme full time a esto. Y no estar como siempre, con tres cosas a la vez.

 

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