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Un diálogo entre víctimas y verdugos

Mariano Llorente: “Con esta obra nos metemos en todos los charcos, no evitamos ninguno”

La compañía Micomicón estrena su último montaje en Cuarta Pared. La pieza llamada Nuestros Muertos, está atravesada por las violencias que más han definido este país a lo largo de su historia: la del terrorismo de ETA y la de la represión franquista.

Mariano Llorente, Premio Nacional de Literatura dramática 2015 confronta en este texto a una anciana que ha perdido a su padre a manos de la represión franquista y a su hijo a manos de ETA con el asesino de este. Víctima y victimario tendrán un diálogo a 4 voces interpretado por María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera y Javier Díaz.

Hablamos con su autor y director que nos cuenta que el texto está inspirado en los encuentros restaurativos que se produjeron en la vía Nanclares de Oca en 2011.

 

Fotos: Javier Naval

 

 

¿Qué te llevó a querer contar una historia como esta para subirla a un escenario? 

Nuestra compañía ha trabajado mucho el tema de la guerra civil y de la represión por muchos motivos. Tenemos historias familiares duras y desgarradoras y, aunque no fuera así, es un tema que afecta a este país de una mera brutal por mucho que haya gente que no lo quiera ver. Hay miles de desaparecidos asesinados, pero sobre todo es que están desaparecidos. Esa es la palabra clave. Eso es un desasosiego terrible. El tema de ETA me ha obsesionado desde que tengo uso de razón, que se pudiera matar con un coche bomba o un tiro en la nuca en un país que ya votaba democráticamente, aun con todos sus defectos, me parecía algo descabellado, y fue algo que tuvo continuidad hasta el año 2011 en el que ETA desapareció. Esos dos temas, que han formado parte de nuestra vida, decidí meterlos en el mismo saco, ya que conozco casos de personas que han sido víctimas de ambas violencias.

 

¿Cuál es la clave para contar una ficción de esta envergadura sin que se etiquete de panfletaria?

Bueno, ya veremos. La verdad que el texto es duro, seco y tiene poco espacio para la poética y para el ejercicio plástico. Lo que ocurre es que ambos personajes, la anciana que es la madre del hijo asesinado y el etarra, tienen un recuerdo en forma de narrativa de una manera tan amplia y aparecen dos actores más jóvenes que cuentan y viven esos recuerdos de una manera que le da un vuelo al espectáculo y al diálogo. Son cuatro intérpretes para dos personajes. Les hago hablar pero no estoy de acuerdo en todo lo que dicen. Creo que panfletario no es. Creo que lo que puede ser un mérito del texto es meterse muchos charcos. No evitar ninguno. No evitar el terrorismo de estado, no evitar las torturas, no evitar cosas de las que se han hablado poco como el desprecio de las víctimas de ETA, al principio, que luego ya sí fueron atendidas como tal, el distinto tratamiento de esas víctimas de ETA una vez que ya se han considerado como tal y de lo cual me alegro, el distinto tratamiento que sean víctimas del terrorismo de ETA a víctimas de la represión franquista, esa distinción me parece crucial también. Que me caiga la que me caiga.

 

El texto está inspirado en los encuentros restaurativos que se produjeron en la Vía Nanclares, ¿por qué decides abordarlo desde la ficción y no como un documental?

Creo que para que el lector de esta entrevista tenga un contexto es que sepa que esta historia es una ficción. No hay ningún rasgo que lo clasifique como documental porque lo traté de evitar. Si el preso etarra fuera real ya determina la historia que quería contar. Si la víctima de ETA fuera real también me habría condicionado todo. Quise huir de eso porque no era esa mi intención. Espero que desde la poética de la ficción la historia llegue igualmente a la verdad. Tanto es así que hasta el nombre del pueblo donde asesinaron al padre de la anciana, que yo quería situarlo en Extremadura, me lo invento porque si elijo un pueblo real, hay un alcalde o un concejal asesinado realmente por la represión franquista. Si tomamos un nombre real, uno debe respeto y muchísimo cuidado a esa persona, a esa historia y sus familiares.

 

Un diálogo entre víctimas y verdugos en Madrid
Mariano Llorente

¿Qué interés tienes a la hora de confrontar estos dos tipos de violencia?

Laila Ripoll y yo nos hemos metido ya en muchos fregados con otras piezas. En este caso, la violencia que está más cerca, teníamos que afrontarla y estaba muy bien confrontarla. Hay un momento en el que la violencia a la que someten al padre de la anciana y la violencia a la que someten al hijo que se mira a la cara en el espectáculo. Y se confronta, se pregunta, se interpela, se interroga… Y en medio está la anciana, que creo que tiene una dignidad moral tan potente que no se le puede toser. Además, ella no agrede, simplemente pregunta.

 

¿Qué espera cada uno escuchar del otro?

No lo sé, porque la violencia franquista está evocada, está traída a la conversación, por lo tanto a la escena, pero esos responsables no están. A esos responsables ya no se les puede pedir cuentas. El etarra arrepentido sí sufre una conmoción al escuchar el relato de esta madre. No sé que le dice una violencia a otra pero yo creo que para el etarra es una conmoción.

 

¿Has conocido historias de represores franquistas arrepentidos?

Pues no lo sé y sería interesantísimo rastrear eso. Si hubiera memorias de gente así sería interesante pero debe ser una cosa muy excepcional. Creo que el tema de la represión franquista es que unos pensaban que había que acabar con media España porque esa España republicana y de izquierdas, no tan roja ni tan comunista porque el comunismo era una parte muy pequeña. Además, se habla de la república como si fuese la hoz y el martillo y era un sistema democrático donde estaban las gentes de derechas también. Esa represión fue indiscriminada y atroz incluso después de la guerra, cuando ya no había ninguna necesidad, hubo mucha gente que fue fusilada después de la guerra y sobre todo el escarnio al que se sometió a los vencidos, a las mujeres, a los hijos… prácticamente durante toda la dictadura. Arrepentirse de eso me parece que no está en el ADN de la gente que asumió ese rol. Hay gente de VOX que dice que el Golpe de Estado del 36 fue cívico. El levantamiento contra la República fue un golpe cívico entonces, a partir de ahí, entras a justificar todo. Supongo que en todas partes hay matices. Habrá gente que no esté de acuerdo pero ese tema también habrá que abordarlo.

 

Hace un tiempo Jordi Évole abría un Salvados preguntando a un grupo de adolescentes vascos qué sabían de ETA y me sorprendió que no tuvieran memoria sobre ella. ¿Cómo crees que este tipo de público al ver un montaje de estas características?

Esto sería para hablarlo en un tiempo cuando el espectáculo tuviera un bagaje y un recorrido porque para mí es una incertidumbre total. Eso que dices es muy real. Hay gente de 18/20 años que no sabe muy bien sobre ETA y ocurrió hace nada. Creo que hay una especie de manto. Este tipo de violencias, como otras muchas, generan un trauma en las sociedades. De la misma manera que el nazismo fue traumático y hacer toda la lectura de lo que pasó fue terrible para las generaciones inmediatas. Cuidado aquí, no trato de comparar el nazismo con el terrorismo de ETA, ni por envergadura, ni por contexto, ni por raíces, ni por nada pero sí estoy hablando de situaciones traumáticas. Creo que en Euskadi hay una situación traumática que ahora mismo está tapada porque duele, porque las heridas están abiertas, porque hay gente que ha perdido a sus familiares hace 15, 20, 30 años y está viva, hay gente que se ha ido y no ha vuelto o lo ha hecho y no se hablan entre ellos porque lo que ocurrió fue muy duro. En esta entrevista ni tú ni yo podemos abarcarlo todo. Yo no sé que hablan en los institutos, en las ikastolas y en la universidad de los jóvenes del País vasco, no sé hasta dónde entran los profesores pero me temo que hay que hacerlo con mucho cuidado. Lo que nos duele, nos preocupa y nos incomoda lo tratamos de evitar. Ese miedo a posicionarse, a que te señalen con el dedo, eso es una cosa que todavía perdura en el corazón del País Vasco aunque lo nieguen. Cuántas enemistades se debieron tejer en esos años posiblemente irreversibles. Más allá del acto brutal de quitarle la vida alguien, toda esa sociedad está traumatizada y no le gusta hablar de este tema. Ahora bien, hay una literatura floreciente en euskera y en castellano que está lógicamente recogiendo ese trauma. Se me ocurre por ejemplo Harkaitz Cano, Jokin Muñoz, Ramón Saizarbitoria, Edurne Portela… Estos autores y muchos más están hablando de aquello, ahora que ya existe un poquito de perspectiva. Lo que es increíble es lo de los muchachos jóvenes, ojalá podamos confrontar con ellos.

 

¿Cómo ha sido para ti el acercamiento a esa realidad?

Bueno, yo vivo en Madrid y ETA fue un fenómeno de España con el punto caliente en el País Vasco, pero en Madrid han matado como nadie. Madrid era el corazón del opresor. Cómo no sentirme afectado por esto que ocurre en mi país. Lo que he hecho es documentarme, leer mucho y no es el primer texto que escribo relacionado con esto pero no se estrenó y ahora sí. Mi acercamiento ha sido por preocupación además, de que tiene tintes tremendos lo atávico, la patria… que luego al final te das cuenta de que muchas veces mataban porque no sabía muy bien por qué lo hacían. ETA también va cambiando a lo largo de la historia. No es igual la ETA de los 70 que nace en dictadura que la de después.

 

Siendo dos personajes ideológicamente en las antípodas (o no), ¿qué crees que les impulsa a sentarse a hablar o cómo se pasa de matar a sentarte con tu víctima?

Eso es tremendo. Ahí estuvo precisamente el impulso de escribir el texto. Yo me preguntaba de qué iban a hablar o qué iban a decirse. Ahí estuvo el gozo creativo porque si hubiese sido más documentalista como en la película Maixabel, que me parece magnífica, hay que recoger más esas conversaciones que fueron reales. Yo no he hecho eso y fue un desafío creativo maravilloso. Creo que estos encuentros nunca pudieron hacerle mal a nadie, en todo caso, al contrario. El camino de arrepentimiento de muchos de estos etarras es tan grande que desandan de tal manera el camino que realizaron que cualquiera que le escuche o le vea sentiría al menos rechazo a toda esa experiencia. Esos encuentros me parece que son una manera de luchar contra el terrorismo de ETA de la más potente. Me parece un error que con la llegada del PP de Mariano Rajoy se acabara el apoyo institucional a estos encuentros.

 

En las entrevistas que dio Icíar Bollaín cuando se estrenó Maixabel citó a Shakespeare: “La compasión es como la lluvia que cae de arriba a abajo y que bendice tanto al que la da como al que la recibe”. No sé si coincides con ella en que no se habla tanto del perdón sino de la compasión al sentir el dolor del otro…

Pues claro que sí, estoy completamente de acuerdo. El perdón es un elemento inaprensible, tiene un áurea de mitificación, exactamente no se muy bien qué significa. En nuestra función escuchar al otro y cuando el preso se somete al dolor que le ocasiona a la mujer que tiene enfrente, puf es una situación tremenda. Hay que tener valor para someterte a esto. La palabra empatía tampoco es exacta en este caso. Está un poco ahí todo, es difícil ponerle palabras a este terreno. El escuchar al otro diga lo que diga y le pase lo que le pase es una experiencia tremenda para los presos.

 

 

¿Todo el mundo se merece una segunda oportunidad?

No lo sé. No tengo ni idea qué hubiera hecho yo en un caso similar. No sé si hubiera tenido el coraje y las ganas de verle la cara. Nadie puede exigirle eso a una víctima en absoluto. Máximo respeto a ese tema y también para quién sí ha querido. Creo que el hecho de encontrarse es muy bueno porque las conclusiones de ese encuentro son un poner un espejo a la violencia  fanatizada, atroz, incomprensible, imperdonable que al final se cae. Creo que lo interesante es respetar mucho.

 

¿Por qué has elegido reparto y no otro?

María Álvarez, que es la persona que hace de anciana, tiene 60 años pero está muy bien caracterizada es una actriz de la casa. Había trabajado antes con Micomicón y se tiró a la piscina cuando se lo propusimos. Necesitábamos una actriz que estuviese en plenitud de forma porque someter a una actriz muy mayor a esta hora y media de texto pobrecita mía. Carlos Jiménez Alfaro, que es el preso arrepentido, es el tercer espectáculo de la compañía en el que trabaja y cuando decidimos abordarlo lo tuvimos muy claro. Clara Cabrera había trabajado con Laila en Tea Rooms y nos pareció maravillosa y Javi Díaz fue alumno mío en el estudio de Juan Codina, le había visto trabajar en otras cosas y siempre me fascinó. En esta compañía siempre consensuamos estas decisiones pero no tuvimos dudas.

 

La pieza se estrena en la Sala Cuarta Pared, ¿cómo afrontáis qué posiblemente haya lugares donde la pieza no se vaya a exhibir la censura que están poniendo en práctica los por la cultura los gobiernos de extrema derecha?

Lo tenemos más que asumido. Esto no es nuevo. Hace años hicimos un espectáculo, que mal está que lo diga yo pero era maravilloso, que era el Cancionero republicano en el que mediante una orquesta hicimos un repaso por los temas esenciales de la República, pues hubo ayuntamientos del PP que bloquearon nuestros contratos y en otros muchos tampoco se nos contrataba. También es verdad que el salto hacia el abismo de la barbarie que se ha dado con VOX es tremendo. Hay sitios a los que efectivamente va a ser mejor ni mandar la propuesta porque no lo van a programar. El problema esencial es la autocensura que estamos padeciendo. Los propios programadores se autocensuran con los dirigentes políticos que tienen. La labor de nuestro distribuidor Joseba (García) es complicada. Nos va a costar. Al final, este tipo de espectáculos los haces porque necesitas hacerlos. Si se hacen muchas funciones bienvenidas, de algo tenemos que comer, pero contamos con esa realidad, así de tajante como tú dices. Es una barbaridad. Algo que se me olvidaba comentarte es que la Comunidad de Madrid no nos ha dado subvención a Micomicón que es una de las compañías más importantes de Madrid junto a otras, con una antigüedad de más de 30 años, somos una compañía con cierto prestigio en esta comunidad, Premio Nacional de Literatura, por ejemplo, pero la Comunidad de Madrid nos ha denegado la subvención y también está bien decirlo. Es un hecho objetivo.

 

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