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Altsasu, la controversia de una herida cerrada en falso

María Goiricelaya: “Cuestionar nuestras certezas y posicionamientos es muy sano”

La compañía vasca La dramática errante presenta Altsasu, pieza finalista en la última edición de los Premios Max, con la que abordan el controvertido altercado que tuvo lugar en 2016 entre vecinos de la localidad navarra y dos miembros de la Guardia Civil y sus parejas. Un caso que sigue levantando ampollas y que nos invita al debate y la reflexión.

Hablamos con la dramaturga y directora María Goiricelaya sobre esta producción que cuenta en el reparto con Aitor Borobia, Nagore González, Ane Pikaza y Egoitz Sánchez, y que ahora llega al Teatro de La Abadía, del 18 al 28 de enero, acompañada por cierta estela de escándalo debido al (enésimo) intento de cancelación de un espectáculo por parte de la ultraderecha.

 

En diciembre estrenaste Play! en el CDN, en enero llega Altsasu a La Abadía, en febrero Yerma estará en el Fernán Gómez, Festen en Naves del Español en junio y rematas en verano con el Festival de Olite… María Goiricelaya, si alguien no te tenía identificada en el circuito teatral madrileño, esta va a ser la temporada que te va a poner en el mapa.

Sí, he pasado de no llegar a Madrid a, de repente, tener cuatro cosas en cuatro sitios diferentes. Yo de estos círculos madrileños soy muy ajena, porque sigo con mi base en Bilbao y soy muy feliz aquí, me encanta ir a Madrid o a Barcelona, pero me encanta ir, para momentos puntuales. Esto va como por olas, no sé cómo ha pasado. Es la primera vez que entro en Madrid y llevo trabajando mucho tiempo. No sé, pasan como pequeños milagros y este yo creo que ha sido uno de ellos.

 

Imagino que las nominaciones y los galardones en la última edición de los Premios Max han ayudado a abrir algunas puertas.

Si eso es bonito para la gente de periferias, que siempre estamos un poco más en la sombra. Yo creo que al final es un reconocimiento al trabajo y de ver que fuera se están haciendo cosas que pueden resultar interesantes. Es bonito que Madrid también abra las puertas de esta forma.

 

Algo tan necesario e interesante que ayuda a romper esa burbuja de un panorama escénico en el que parece que lo que no sucede aquí no existe.

Sí, a mí también me pasa un poco así con los premios y las nominaciones, siempre hay algún año que aparece alguien que digo “Uy, ¿por qué no conocía yo a esta creadora o ese creador?”. Creo que para eso sirven los premios, para visibilizar y para poner en el mapa cosas que de otra forma no estarían, porque el propio mercado es muy selectivo y cuesta mucho. Las grandes producciones públicas o los grandes recursos están en Madrid y en Barcelona, cuesta mucho más producir en ciudades pequeñitas porque no tienes fondos, no tienes recursos, entonces la producción se queda resentida, no teniendo la factura necesaria para pasar por ciertos espacios, entonces la gente no te ve. Es un poco la pescadilla que se muerde la cola. Sé que se hacen cosas maravillosas con pocos recursos, pero la realidad es que, si vemos el listado de premios, todos los grandes teatros que tienen dinero para producir, tienen algo ahí, sin embargo, las compañías más pequeñas vamos un poco al rebufo, así que sí, está muy bien.

 

Pues para todas aquellas personas que te están descubriendo en este momento, ¿quién es María Goiricelaya como creadora? ¿Qué es lo que te interesa contar y desde dónde?

Bueno, en realidad María es un ente también un poco apegado a otra creadora que es Ane Pikaza, que es mi socia y la otra directora de La Dramática Errante, las dos creamos este sello porque pertenecíamos a otra compañía que es Kabía Teatro con la que trabajamos durante muchos años y llegó el momento en el que teníamos como la necesidad de crear nuestras propias historias y de contar aquello que nos movía, entonces generamos, allá por el 2017, este sello artístico que no se constituyó hasta el 2021. Ane y yo estamos muy volcadas en todo lo que tiene que ver con temas sociales, lo que nos gusta es un tipo de teatro que genera preguntas, que genera reflexión, que está muy pegado al presente, a lo que está ocurriendo en el mundo en este momento, que puede ayudar de alguna manera a generar diálogo y, con esta voluntad, pues hemos ido tratando diferentes temas. Tenemos las producciones que son propias de La Dramática Errante y luego trabajamos en otros sitios, pero siempre con un sello parecido. Todos los temas que tratamos tienen como un eco social, para nosotras trascendente y con voluntad o con posibilidad de movilizar al cambio, y esto es un poco el tipo de teatro que nos interesa. Hemos sido mucho a la parte documental también, a la parte de ficción, pero siempre está muy fundamentado en el texto y esta es un poco nuestra línea: un teatro comprometido, arriesgado, sin grandes alardes de escenografías ni cosas así; porque hasta ahora nos hemos defendido bien en este formato mediano. Y nuestra apuesta va un poco por esta línea que tiene que ver con el uso de nuevos lenguajes y nuevas dramaturgias, sobre todo reivindicando mucho la creación de nuevos textos, también aquí en el País Vasco, apoyando un poco eso, y reivindicando también por supuesto, la autoría y dirección de la mujer, que para nosotras es crucial, y con esta voluntad de empujar al debate a la crítica y al diálogo.

 

 

Altsasu fue el primer espectáculo de La Dramática Errante, ¿qué os llevó a querer ponerlo en escena?

Me llamó José Sanchis Sinisterra por teléfono, con la sorpresa que eso supone para una directora de Bilbao a quien Sanchis no conocía previamente, y me invitó a participar en un programa de dramaturgia contemporánea internacional que se llama ‘Cicatrizar’, un proyecto en el que diez autores y autoras teníamos que escribir sobre una cicatriz; entonces, José nos propuso que pensáramos en una cicatriz dentro de nuestro territorio, que fuera de nuestro interés, que pudiera ser susceptible de ser llevada a las tablas, es decir: una cicatriz que esté abierta o que haya sido cerrada en falso, y en ese momento lo que estaba muy en los medios de comunicación aquí en el País Vasco y a nivel estatal era el caso Altsasu, y me parecía que era una oportunidad bonita para contar ese caso desde el mayor prisma posible de visiones y de miradas, y ver qué pasaba ahí y cómo el público entraba a lo que me parece que es un debate muy sano. Por eso elegí esta historia, porque me parecía que era importante.

 

La obra es una dramatización de los hechos construida a partir de noticias, comentarios en redes sociales, transcripciones de declaraciones judiciales. ¿Cómo has trabajado esta dramaturgia?

Sí, fue difícil de hacer. Yo trabajé mucho con la transcripción judicial, que eran como unos 350 folios, la parte que atañe más a la parte judicial está extraída directamente de ahí. Y luego hacía falta de ficción para darle vuelo al hecho teatral y, para buscar esos otros momentos o esas otras relaciones, esos sentires que no están escritos, o que no llegan al público mayoritario porque no lo recogen los medios de comunicación, he jugado mucho con retazos de extractos extraídos de diferentes periódicos, revistas, de informativos, de redes sociales también, hay parte también de cosas que pasaban en Twitter, que son interesantes para ver este juego, para ver qué filtraciones se producen antes de que al público nos llegue una información y como esto va mutando de un lugar a otro. Y así, con esta amalgama de informaciones, es con la que yo voy construyendo la dramaturgia de la pieza.

 

<i>Altsasu</i>, la controversia de una herida cerrada en falso en Madrid
María Goiricelaya, autora y directora de Altsasu.

El caso nos plantea dos posicionamientos totalmente enfrentados, ¿de qué manera te has adentrado en el caso y cómo has plasmado este conflicto?

Altsasu lo que hace es coger a estos personajes, a los que yo les tengo tanto cariño, que van 100% a la defensa de su relato y eso es interesante. Teniendo en cuenta que en este tipo de casos lo que hace falta es una multiplicidad de miradas y de que no hay un relato único, ni unívoco, porque sería, además de imposible, indeseable, lo que hace es jugar a llevarlo al límite de cada personaje. Para mí lo que genera esa almendra, es este conflicto al que el público llega con ciertos prejuicios o ciertas ideas preconcebidas y, desde ahí, te reta a ver hasta dónde llega tu empatía, cuánto eres capaz de asimilar el ponerte en el lugar del otro y cuánto no, y para mí eso es, a nivel social, muy interesante. El decir: “Bueno, mira, pues yo llego con esta idea y cuando veo el espectáculo llego hasta aquí y esto no lo compro. Esto quizás sí. Aquí me ha dado un giro y, de repente, puedo entender algunas cosas”. Dentro de que es un espectáculo que a veces nace con posicionamientos quizá polarizados, otras veces no, lo que sí que genera es ese debate posterior, del que tú estás hablando, una vez que sales a la calle y te vas a tomar un café o lo que sea y ahí la gente empieza a hablar; y creo que eso es lo ideal dentro del teatro de reflexión o del teatro de cuestionamiento que Anne y yo nos planteamos, o sea, que la gente salga y tenga ganas de juntarse y hablar, debatir, criticar. Yo creo que el debate y la crítica son superpositivas en una sociedad democrática y que hace falta para que la sociedad avance. Cuestionar nuestras certezas y nuestros posicionamientos es algo muy sano. La pieza yo creo que habla por sí misma y desde ahí interpela al público. Sí que es verdad que la acogida que ha tenido por cada sitio que ha pasado ha sido muy emocionante y muy bonita, precisamente por esto. Casi todas las funciones han tenido público en pie, a pesar de ser un tema que es delicado y que es incómodo, y, sin embargo, después cuando ha habido coloquios, todo el mundo se queda porque tiene ganas de seguir hablando sobre qué ha visto, sobre lo que piensan y eso es salud dentro de una sociedad, o sea, el que seamos capaces de sentarnos a dialogar y a reflexionar y hablar sobre cosas de las que quizá no estemos de acuerdo, me parece que es absolutamente sano.

 

Y a ti, como creadora, ¿qué conflictos te ha supuesto? ¿en qué lugares te ha colocado crear Altsasu?

Yo he vivido Altsasu como el resto de procesos. No sé si llamarlo una ‘pequeña cruzada social’ donde Ane y yo rescatamos un tema que nos parece que puede tener sentido para el acercamiento, para la reconciliación, para el perdón y vamos a por él desde la mayor honestidad, desde el mayor respeto a todas las partes implicadas, y con esa voluntad arranqué la dramaturgia de la pieza. Luego es verdad, que en el proceso de ensayos también fue mutando porque había actores y actrices implicados dentro de la propia pieza con sentires y pensamientos diversos y eso también es muy enriquecedor, ver cómo esos personajes defendían su relato, lo hacían propio e iban con él hasta el final.

Yo estoy muy agradecida a Altsasu porque, siendo el primer proyecto de la compañía, nos está llevado a sitios que nunca esperaríamos. Yo nunca pude imaginar que este espectáculo acabase en el Grec, en el teatro Lliure o acabase cruzando el charco dos veces para presentarse en Montevideo, y en Medellín con público en pie, son cosas que no te esperas, pero creo que hay algo, a nivel de conexión humana, que trasciende al propio hecho. Es verdad que aquí, en España, Altsasu lleva ya una etiqueta muy concreta, pero es muy bonito ver también cómo salta el charco y, de repente, te das cuenta de que hay algo ahí que es muy común y que activa las emociones y las ganas de expresarse y de dialogar más allá de una pertenencia concreta. Podría haberse llamado cualquier otra cosa y seguiríamos estando en esta especie de tesitura donde a veces la pieza nos es gratificante y otras veces nos es muy incómoda, nos produce cierto rechazo. A mí misma me lo produce y eso es lo que tiene que pasar, que yo vea cosas y también diga: “Uf, esto no o esto sí”, pero a la vez dando voz yo creo que a todas las partes que estaban implicadas ahí.

 

Era de esperar que la llegada de Altsasu levantara ampollas en cierto sector político, imagino que no es la primera ni la última vez que os tenéis que enfrentar a ello, ¿qué puedes aportar desde la compañía y qué dirías, como creadora, a estas voces que quieren cancelarla por el simple hecho de abordar el tema que trata la función?

Yo creo que cada persona que viene a Altsasu ya tiene los prejuicios muy activos, todo el mundo venimos con una clara percepción o un claro posicionamiento de lo que pensamos sobre ese caso. Nosotras estamos muy agradecidas a La Abadía por darnos esta oportunidad de llegar a Madrid con esta pieza y ofrecer, desde esta voluntad de convivencia, este espacio de reflexión que, para mí, es este espectáculo. En cuanto a polémicas, la verdad es que, como nosotras no nos dedicamos a la política y lo que hacemos es Cultura y es Arte, no podemos más que ser firmes en esta voluntad de defender la libertad de expresión, que es lo que ha hecho igualmente La Abadía, con Juan Mayorga al frente, e invitar a todo el mundo a que pase a ver la pieza y, por supuesto, a dialogar después, que creo que es de lo que se trata. Creo que tenemos que ser firmes en los tiempos que corren con lo que significa la palabra censura o prohibición dentro de un proceso democrático; y yo creo que el debate y la crítica son parte del proceso, pero la prohibición no. Esto es lo que te puedo decir respecto a cualquier tipo de polémica que tenga que ver con cuestiones no artísticas. Para mí lo que prevalece es lo artístico, es una mirada diferente sobre un tema y toda mirada diferente es positiva para la construcción de una sociedad libre. Nosotras hemos funcionado con una mirada limpia, honesta, respetuosa y con la mejor de las intenciones. El público es quien está avalando lo que sucede con este espectáculo, las nominaciones a los Max como Mejor Espectáculo y Mejor Autoría, creo que también reflejan un poco el valor artístico de esta pieza y no tenemos mucho más que contar.

 

¿Para vosotras cuál es el lugar y el valor del teatro dentro de la sociedad actual?

A mí me encanta el teatro en sus diversas formas, multiplicidades y objetivos. A mí, como creadora, me parece que tengo necesidad de un teatro que genere reflexión, que sacuda, que conmueva, que sea incómodo y que sí, que nos haga avanzar en sociedad, el resto para mí ahora sería crear un teatro muerto. Creo que hace tanta falta, a nivel social y humano, generar esta mirada a las contradicciones que tiene el mundo, y también esta necesidad de juntarnos, de darnos la mano y de compartir, que crear desde otro sitio, creo que ahora me costaría mucho. No sé si sabríamos hacerlo. Entonces, desde esta visión restaurativa, de convivencia y de intentar despertar en el público nuevas visiones, o nuevas posturas, ante certezas, creo que es lo que lo que nos identifica, un teatro que quiera provocar la autorreflexión, la mirada, esta mirada en el espejo que, a veces, nos es incómoda y que hay que atreverse. Estamos tan cómodos en algunos sitios y tenemos cada uno tantos pilares tan asentados, tan bien agarrados, tan bien asumidos que, a veces, nos es muy difícil mirar al espejo para decir: “esto también somos nosotros y hay cosas de nosotros que quizá no estén tan bien”. Hace falta modificar, o por lo menos repensar, y yo creo que el teatro ahora tiene que servir para eso, para cuestionar muchas cosas, para mirar al mundo y decir: “Bueno, tenemos mucha tarea por delante como sociedad, ¿qué hacemos? ¿seguimos de forma polarizada? vamos a buscar cuáles son los puntos comunes, cuales no, y que cada uno intente mejorar desde ahí. Aunar fuerzas para que este mundo en el que vivimos sea cada vez un poquito mejor”.

 

<i>Altsasu</i>, la controversia de una herida cerrada en falso en Madrid
Escena de Altsasu, de La Dramática Errante.

 

Al comienzo de la entrevista comentábamos que en febrero también llega a Madrid, al Fernán Gómez, la versión que La Dramática Errante ha hecho sobre la Yerma de Lorca. Me gustaría que me dieras algunas pinceladas sobre esta producción.

Sí, Yerma nace un poco de mi entorno, de ver a unas cuantas mujeres amigas de mi cuadrilla, aquí en Bilbao, pasar por diferentes tratamientos de fertilidad, en esta carrera hacia la maternidad biológica que se hace tan dura y de la que la gente todavía sigue hablando muy poco y es entonces cuando me aventuro y, hablando con Ane, decidimos que hacer una Yerma coetánea sería una buena opción para reivindicar este mundo en el que las mujeres retrasamos la maternidad por estas ansias de, laboralmente, llegar a un sitio, estar cubiertas económicamente, etc… para luego tener que pasar por un proceso que es absolutamente duro, en el caso de que esta imposibilidad biológica se venga, que es cada vez es más frecuente. Hay muy poca información sobre cuáles son las edades en las que la fertilidad empieza a disminuir de forma radical y Yerma nace con esa voluntad, la de hablemos de la infertilidad. Hablamos de las distintas formas de maternar que existen, de este negocio, hablamos del duelo perinatal, de todos estos temas que no nos han vendido dentro de la maternidad porque no son tan bonitos y, sin embargo, son mucho más frecuentes de lo que pensamos. También desmitificamos la infertilidad en la mujer, cuando también hay una gran tasa de infertilidad en los hombres, y nosotros los alzamos por eso. Es una Yerma que también nos parecía que iba a tener un difícil recorrido porque es muy localista, tiene un punto de esta familia, o esta pareja, ella es artista y también jugamos un poco con esta doble visión laboral que tiene Ane, porque además de actriz es una de las ilustradoras más importantes aquí en el País vasco, entonces decidimos hacer esta Yerma desde esta visión de una mujer que aparentemente lo tiene todo, una clase alta, artista, un marido con un gran puesto, la vida les sonríe, todo va muy bien y, de repente, pues sucede esta cosa, y es que ser madre no es un derecho, y la biología a veces tiene otros planes y, desde ahí, ver cómo la vida de esta mujer se ve afectada, y hasta dónde es capaz de llevarnos un deseo que también cuestionamos como algo socialmente inoculado, y quizá no tan real.

 

Quisiera despedir la entrevista con otro de los proyectos que compartes con Ane Pikaza que es la dirección del Festival de Olite, ¿cuáles son las señas de identidad de este festival y el camino por el que lo habéis querido llevar desde vuestra dirección?

Olite, al ser codirigido por Ane y por mí, casi bebe un poco la filosofía de la compañía, es un festival donde tenemos una línea roja que es la paridad que decidimos desde la el momento en que nos presentamos al concurso de la dirección artística, para nosotras es inamovible. Más del 50% de los espectáculos están escritos o dirigidos por mujeres, es un festival que mira a los nuevos lenguajes y las nuevas dramaturgias y está centrado también en toda la parte social. Estos tres pilares, que son un poco los pilares de La Dramática Errante, están trasladados a la dirección artística del Festival de Olite y, además de eso, también hacemos un esfuerzo por la normalización del euskera, en la medida de lo posible. Yo diría que estas son las señas, un festival también muy volcado con toda la parte de inclusión y que cada vez está cogiendo más peso en la formación, que quizá es algo que en las direcciones artísticas anteriores se había implementado, y que nosotros estamos agrandando bastante, digamos que en nuestra primera dirección había un taller de dramaturgia con Paco Gámez y esta segunda ya había tres talleres, uno ya para público juvenil e infantil con Carla Rovira, hicimos otro con María Velasco de dramaturgia y otro de creación con las Teatro en Vilo y, creo que esta parte de formación, está funcionando muy bien. Desde luego tenemos mucha gente acercándose a Olite desde muchos rincones de España, así que es algo que nos parece que es reseñable, que el festival está volcado en la exhibición, sí, pero también en el trabajo con la comunidad, en la formación, en la pedagogía y creo que esto es lo que Ane y yo hemos percibido, y este último año hemos constatado que necesitaba.

 

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