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Los entremeses de Cervantes en el Corral de Comedias

“Cervantes se atrevió a experimentos que hoy nos siguen pareciendo vanguardistas”

Tras su estreno el pasado mes de octubre, el Corral de Comedias de Alcalá de Henares recupera Enmudecer con hablar, un díptico cervantino dirigido por Abel González Melo, responsable del Departamento Artístico de este espacio teatral, que nos regala la oportunidad de descubrir dos entremeses como El vizcaíno fingido y Los habladores firmados por Cervantes.

Abel nos desvela las claves de esta producción y nos lleva de la mano a través de esta propuesta que llega para conmemorar el 25º aniversario de la declaración de Alcalá de Henares como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, qué mejor manera que recuperando el trabajo teatral de tan ilustre vecino.

 

Foto de portada: María La Cartelera

 

Cuando hablamos del teatro del Siglo de Oro, parece que siempre dejamos a Cervantes relegado a un segundo plano. ¿Por qué sucede esto con su teatro?

En el mundo entero se conoce y admira a Cervantes como novelista. La estela del ‘Quijote’ es enorme. Por otra parte, resulta una evidencia el patrimonio dramático del Siglo de Oro, lleno de voces extraordinarias y prolíficas. No es sencilla la convivencia con Lope, Calderón o Tirso. Por eso toca, de vez en cuando, desempolvar su excelente dramaturgia y llevarla a escena.

 

Para quien no lo conozca, ¿cuáles son los puntos que destacarías del teatro de Cervantes?

Ante todo, su asombrosa diversidad y su capacidad para arriesgarse. Es un autor que se atreve a todo: tragedia, picaresca, alegoría, comedia hagiográfica, caballeresca, de costumbres y enredos, entremés… En sus obras, el drama convive con el humor, la concreción con la subjetividad, lo dialógico con lo narrativo, la exaltación patriótica con el tono coloquial. Se atrevió a experimentos que hoy nos siguen pareciendo vanguardistas, como el delirio de arquitectura dramática que es La casa de los celos y selvas de Ardenia. No se contuvo a la hora de probar, de hacer de cada viaje dramático un nuevo mundo, de batirse con las innovaciones en boga, de aspirar a escenarios que otros calificarían de imposibles. Fue un hombre atravesado por experiencias sorprendentes: la vida militar, el prolongado cautiverio en Argel, sus múltiples intentos de fuga, su etapa como comisario de provisiones y recaudador de impuestos, sus relaciones amorosas… Todo ello envuelve su obra de un prodigioso ímpetu.

 

¿Qué te ha llevado a recuperar sus entremeses?

El Corral de Comedias (1602) se ubica, acaso no por azar, en Alcalá de Henares, tierra natal de Cervantes, primera ciudad universitaria planificada en la Edad Moderna. Justamente en este 2023 se están cumpliendo 25 años de su declaración como Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Junto a Juan Mayorga, director artístico del Corral y de la Fundación Teatro de La Abadía (que lo gestiona desde 2005), y Juan Jiménez, gerente de ambas casas, pensamos que la mejor forma de sumarnos a la celebración era esta: volver a traer a escena el teatro del vecino más ilustre de la villa. Sus entremeses, en particular, han sido una presencia continua en el repertorio de La Abadía, así que nos sumamos a esa tradición y ofrecemos una nueva oportunidad al público de adentrarse en el fascinante universo cervantino. Hemos contado, para este propósito, con el apoyo del Ayuntamiento de Alcalá.

 

 

Los dos entremeses que componen Enmudecer con hablar son El vizcaíno fingido y Los habladores. ¿Por qué esta selección? ¿Cuál es el motivo del título del espectáculo? 

Quisimos trabajar con textos que no hubiesen sido estrenados aún en La Abadía: la emblemática producción de Entremeses de 1996 (dir. José Luis Gómez y Rosario Ruiz Rodgers) incluyó El viejo celoso, La cueva de Salamanca y El retablo de las maravillas, y veinte años después, Dos nuevos entremeses, nunca representados (dir. Ernesto Arias) unió La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos. Además, El vizcaíno fingido y Los habladores, a diferencia de los mencionados y otros, pueden representarse, sin mayor problema, con un elenco de cinco intérpretes, que aquí son Betiza Bismark, Antonio Dueñas, Georbis Martínez, Rey Montesinos y Yanet Sierra; ello ha hecho más viable la producción. Ambos están escritos en prosa y contienen partes cantadas. El espectáculo combina un entremés legítimo (El vizcaíno fingido, incluido en la edición príncipe de 1615) y uno atribuido, lo cual le otorga al díptico cierto perfil apócrifo, que me encanta. A Los habladores pertenece el verso octosílabo que titula la función, suerte de paradoja u oxímoron, guiño al estilo lingüístico de la época.

 

Abel, además de la dirección, firmas la dramaturgia. ¿Cómo se trabaja la dramaturgia para un espectáculo como este?

 Ha sido una aventura filológica divertida, que se ha completado en el trabajo de mesa y el proceso de montaje. Hemos utilizado diversas ediciones críticas, y el texto final conjuga elementos de varias. Sentimos que el espectáculo debía tener una obertura, y recordé la bellísima estrofa incluida en El curioso impertinente (capítulo XXXIII de la primera parte del ‘Quijote’): «Busco en la muerte la vida…». Luego, por una cuestión práctica, para que el elenco pudiera cambiarse entre un entremés y otro, surgió la necesidad de un entreacto. Nos valimos del prólogo de Cervantes a sus Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615), que gana especial resonancia de la forma en que Georbis Martínez lo interpreta en un espacio como el Corral, donde se respira la historia y la artesanía de nuestro oficio.

 

¿De qué manera has querido acercar los entremeses al espectador del siglo XXI?

 Permitiendo que la palabra cervantina, tan rica en estímulos escénicos, tenga el protagonismo que merece. La hemos estudiado a fondo, hemos jugado con ella desde un amplísimo espectro fonético, nos hemos adentrado en su desparpajo y en la libertad que rezuma, atendiendo siempre a su rango teatral, a su capacidad para propiciar sorpresa y para excitar el oído. El elenco es hispanocubano, y nos ha entusiasmado encontrar en Cervantes términos o estructuras sintácticas que en el castellano peninsular han caído en desuso, pero que en América siguen siendo muy comunes. Que su palabra vibre y seduzca a la audiencia es nuestro deseo.

 

En cierto modo el entremés es un reflejo de la sociedad del momento. ¿Qué vigencia poseen en la actualidad? 

Cervantes es un punto cumbre en la tradición del entremés. Captó lo mejor de Lope de Rueda (de quien, en su adolescencia, fue espectador, según propio testimonio) y supo transformar esa herencia en una maquinaria inquebrantable donde se mezclan coloquialismo y estilización. Surgen de ahí personajes palpitantes, desde la palabra y las situaciones que desatan, a los cuales el autor observa generosamente, mostrándolos en su desaforada humanidad, permitiéndoles actuar sin juzgarlos éticamente. En un mundo como el de hoy, tan dado a los juicios inmediatos, a los lugares comunes y a la moralización extrema, Cervantes nos sorprende con la honestidad, la frescura y la insolencia de sus personajes. Lo he dicho antes y lo repito con absoluta convicción: él no es solo el más actual de nuestros escritores, sino que es nuestro autor del futuro. Disfrutándolo en escena, volvemos a percatarnos de tanta libertad perdida.

 

Los entremeses de Cervantes en el Corral de Comedias en Madrid
El elenco de Enmudecer con hablar. Foto de Lucía Romero.

 

La picaresca, la burla, el costumbrismo de la época, el juego de espejos, entran dentro de los temas recurrentes del teatro de la época y más concretamente de los entremeses. ¿De qué manera son tratados en esta pieza y qué otros temas son los que se abordan?

Se trata de dos piezas de ámbito urbano, doméstico: El vizcaíno fingido toma como punto de partida el timo que dos caballeros pretenden hacer a una dama, y en Los habladores, la incontinencia verbal recibirá su merecido. Nos gusta la sensación de conflicto, de lucha de contrarios que la paradoja del título plantea: Enmudecer con hablar, silencio y ruido, pausa y movimiento, acción y reacción, apariencia y realidad. Es la clave de ambos textos, que se articulan mediante engañifas y fingimientos. La idea del juego de espejos, además, promueve una dinámica de roles muy específica en el espectáculo, con la que perseguimos afinar la perspectiva de género sobre materiales que tienen cuatro siglos, sin cambiar una palabra al texto.

 

Habéis cuidado la puesta en escena, respetando los lenguajes y las maneras del Siglo de Oro. ¿Cómo has desarrollado la propuesta?

 No estoy seguro de que los hayamos respetado en demasía, pues toda nueva lectura implica una transformación, pero sí hemos partido del imaginario de la época para soñar la visualidad de la obra. El vestuario y el espacio escénico han sido diseñados por Javier Chavarría, y la iluminación, por Agustín Maza. En el marco de una sociedad, como la de estos entremeses urbanos, organizada en torno al comercio y la justicia, predominarán aquí la madera y los tejidos: proponemos una simbiosis entre los espacios, trajes y objetos reales, que se aprecian en la pintura de la época (Vermeer o Teniers), y una elaboración más poética y simbólica. También aspiramos a una síntesis escenográfica: telones pintados, tablado que enmarca la acción principal y luz de candilejas.

 

Los arquetipos, las maneras o las máscaras que vemos en el espectáculo nos llevan a la Commedia dell’Arte, y Enmudecer con hablar está muy influenciada por esta escuela. ¿De qué manera te has apoyado en ella y qué conexión posee con el teatro cervantino?

 Una escritura tan concreta como la de los entremeses, basada ella misma en arquetipos, requiere una codificación escénica a la altura. Para mí, ante todo proceso de montaje, es esencial ofrecerle un camino al intérprete. En este caso vi claro, desde el principio, que la clave estaba en sumergirnos en la gran escuela actoral del Renacimiento y el Barroco: la Commedia dell’Arte italiana, que hasta hoy ilumina nuestro oficio. En estrecho diálogo con nuestro maestro en esta técnica, Mariano Aguirre, ha sido desafiante y hermoso ir imaginando y descubriendo cómo el pícaro Solórzano podría aparecer fundido con la máscara de Scapino, el viejo Sarmiento con la de Pantalone, el hablador Roldán con la del Dottore, o el Platero-músico con la de Pulcinella. Cómo las prostitutas Brígida y Cristina, o la singular Beatriz, serían ‘signore’ de estilos muy diferentes, o Inés se convertiría en ‘servetta’. Nos damos, además, un lujo: las siete máscaras de cuero que se utilizan en el espectáculo han sido especialmente diseñadas y confeccionadas para la ocasión por el prestigioso maestro italiano Antonio Fava.

 

La Commedia dell’Arte conlleva un trabajo actoral muy concreto. ¿Cómo ha sido este proceso?

Una parte amplia del proceso de ensayos se dedicó al minucioso estudio de la técnica. Partimos de la improvisación, del juego, de los personajes clásicos que han pervivido por siglos, y fue entrando el lenguaje cervantino. No pocas veces sentimos contradicciones, dificultades, dudas en ese viaje que buscaba fusionar una escuela tan física con una dramaturgia de tal exuberancia verbal. Por suerte, contamos con un elenco magnífico, entregado, de mucha trayectoria escénica, que fue cociendo a fuego lento los arquetipos mixtos que hoy pueden disfrutarse en el espectáculo. El corsé de la técnica se ha ido sedimentando para dar paso a nuevas y particulares criaturas en las cuales habita ese aroma ancestral. Las herramientas que el entrenamiento de la Commedia dell’Arte ha ofrecido al elenco son notables, no solo en el plano individual, sino sobre todo en el trabajo colectivo.

 

Los entremeses de Cervantes en el Corral de Comedias en Madrid
Escena de Enmudecer con hablar de Cervantes. Foto de Lucía Romero.

 

La música corre a cargo de Antonio Dueñas. ¿Cuál es el papel que juega dentro de un espectáculo como este?

 No puedo entender el teatro del Siglo de Oro, y menos aún el entremés, sin música en directo. Además de un estupendo compositor, Antonio es un mandolinista de primer nivel, y la mandolina, instrumento de origen italiano, se aviene a la perfección con la naturaleza de este proyecto. Él ha concebido un universo sonoro que toma prestados recursos estilísticos del Renacimiento y el primer Barroco. Se utiliza en alguna pieza vocal la polifonía contrapuntística imitativa típica del Renacimiento, pero atendiendo, de forma consciente, a la comprensión de la palabra más que a los ornamentos musicales. En otros casos, la composición juega con melodías populares de la época, muy rítmicas, con partes polifónicas a modo de estribillo, pero que en general tienen un carácter monódico. La mandolina, que Antonio tañe en directo, acompaña la acción, acentúa intenciones y matices de los personajes, dota al espectador de una percepción complementaria a la dramaturgia.

 

 La función ya pudo verse a comienzo de temporada. ¿Cómo ha sido recibida por el público? ¿Cómo encaráis este regreso?

 Estrenamos, efectivamente, en octubre, en el marco de la Semana Cervantina de Alcalá. Tuvimos dieciocho funciones, entre vespertinas y matinales, con una gran respuesta por parte del público, que en la mayoría de los casos realizó también la visita guiada a ese precioso teatro-museo que es el Corral, ofrecida una hora antes del espectáculo. Nos acompañaron cerca de tres mil personas entonces. Nos ilusiona una acogida tan cálida, y nos alegra tener nuevas fechas para celebrar sobre el escenario al genio de Cervantes.

 

¿Cómo entiende Abel González Melo el teatro?

Un lugar de encuentro y disfrute. La oportunidad para reconocernos en presente continuo, para suspendernos ante el misterio de la interpretación teatral, del oficio actoral. Una pausa, en medio de tanta agitación, que nos permite saborear las palabras y nos devuelve el privilegio de la escucha, tan adulterada a veces. Darnos tiempo para compartir. El regalo milenario más actual y más humano de todos.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

 

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