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La omisión de la familia queer

“El Orgullo es la respuesta política ante una sociedad que nos pide que nos callemos”

“Me la lloré entera”, fue el mensaje que le envié desde Buenos Aires a la agitadora cultural y activista política Ka Penichet el 27 de septiembre de 2022. La obra en cuestión era El mecanismo de Alaska, una pieza donde la compañía de teatro Los Pipis (pareja sentimental y artística en la vida real) disertan sobre la historia (argentina), el amor (homosexual), y el teatro (universal), a través de la adopción de una gatita (la Alaska del título). Después de multitud de mensajes de whatssap e instagram entre Ka y Los Pipis, compuesto por Federico Lehmann (autor, actor y director) y Matías Milanese (director y actor), se fue gestando la representación de este lado del charco, de una pieza que se convertiría en el punto de inflexión de la escena queer porteña.

Tras su estreno en Timbre 4 en la Ciudad de Buenos Aires ahora llega a España en el mes de junio. Las salas donde podrás verlas: El Umbral de la Primavera en Madrid (18, 24 y 25 de junio) y La Badabadoc Teatre en Barcelona (28 y 29 de junio).

¿Qué significa para ustedes El mecanismo de Alaska?

Matías Milanese: Para mí es una obra que todo el tiempo le digo a Fede que, desde el primer momento, como que algo pasó, que nos daba la pauta de que nos iba a ir bien. Una boludez. La obra empieza porque gana el Premio Estímulo del Complejo Teatral de Buenos Aires. Era una obra que no existía, ni estaba en nuestros planes.

 

¿Vos ganaste el premio antes o a partir de la obra?

Federico Lehmann: A partir de la obra. Enviamos el proyecto de la obra y ahí ganó el premio.

Matías Milanese: Gana eso y fue como ahora tenemos que hacer la obra. Ahí fue cuando empezamos como a estudiar mucho sobre la homosexualidad y sobre toda la disidencia en Argentina.

 

Tras ganar ese premio, ¿sobre qué cimientos se construye la obra?

Matías Milanese: Teníamos ganas de hacer algo desde nuestra vida y lo más cercano que teníamos. Veníamos un poco de una época en la que veíamos mucho teatro tocando temáticas más lejanas a las nuestras y nosotros teníamos ganas de hablar sobre lo que tuviéramos muy cerca. Por eso, es que la obra toma la decisión de hacer nada, de hablar sobre la gata (Alaska), algo que parece muy pequeño desde un principio, después se traiciona, se vuelve enorme y habla del fin del mundo, de un futuro…

 

El texto habla de muchísimos temas, empieza con la historia de Argentina, con la historia de ustedes, la historia política, cultural e incluso televisiva del país, hace muchísimos análisis, sobre todo, yo ceo un análisis del teatro, del hecho argentino en el teatro universal o el teatro universal en Argentina…

Matías Milanese: Es que era un poco lo que nos venía pasando. Como algo de preguntarnos dónde estamos nosotros en todo este teatro y había un lugar en el que tampoco nos sentíamos totalmente representados.

Federico Lehmann: Por un lado, siento que lo primero que sale de la obra es nosotros dos haciendo teatro, como tomar ese hecho para generar una obra de ficción. Ahí empezamos a pensar algo como en esta idea de dejar algo, de crear un hije, lo que se pretende sobre el vínculo… y siento que, poniéndolo en paralelo con la forma de criarnos, para mí el teatro, cuando era muy chico, fue una salida y un lugar donde podía ser lo que no podía ser en la vida, y me parecía lindo ese juego de poner a disposición nuestras familias la manera de criarnos y una familia como la nuestra haciendo teatro, cómo saldría ese experimento, poner en paralelismo esos dos tipos de familia, y de ahí, aparece la Historia como temática de la obra, aparece el teatro y sobre todo la representación.

Matías Milanese: Es gracioso porque ahora mismo está en Timbre 4 La omisión de la familia Coleman

 

Justo eso iba a preguntar yo, porque me llamó mucho la atención leyendo las notas que les hicieron en prensa que hablaban mucho de una relación homosexual, pero para mí también habla de los nuevos tipos de familia, yo lo vi como la versión queer de La omisión de la familia Coleman…

Matías Milanese: Re, la nuestra es la familia queer y La omisión… es la familia disfuncional. Lo gracioso es que en un momento entrábamos en batalla dentro del teatro.

Federico Lehmann: Yo siento que cuando surgió La omisión de la familia Coleman ponía en crisis la institución de la familia y eso era lo interesante. Yo no sé si nuestra obra pone en crisis la familia, pero sí como la idea de buscar representación política para construir un país o buscar representación y verse en alguien y decir yo puedo ser de tal forma.

 

La omisión de la familia queer en Madrid
Federico Lehmann, Camila Marino Alfonsín y Matias Milanese

 

Lautaro Perotti me contó que La omisión de la familia Coleman en Sarajevo tuvo un éxito rotundo, ¿creen que esta obra se puede entender fuera de los países de habla hispana?

Matías Milanese: ¡Ah, mirá! ¡Wow! Yo creo que sí. Creo que lo más particular a nivel más argentino es el momento de la representación porque una escena entre un padre viejo, una hija que viene por obligación y alguien que murió en una guerra, tristemente es algo universal.

 

Ustedes presentaron esta obra para la CABA que tiene un marco político que no sé si va con la línea política de ustedes…

Matías Milanese: Bueno, de hecho, en El mecanismo de Alaska aparece Cristina Kirchner, porque es la que posibilita el matrimonio igualitario gay en el 2010.

 

No obstante, donde gana el premio es en la Ciudad de Buenos Aires donde gobierna el PRO (Propuesta Republicana), yo creo que en España esto no ocurriría…

Matías Milanese: ¿En qué sentido?

 

En Madrid, por ejemplo, con el Gobierno del PP se ha censurado una obra sobre Santa Teresa de Jesús porque en teoría iba contra los valores por la actualización de la santa, ahora encarnada como una DJ, okupa y yonki.

Matías Milanese: ¡Ah, mirá! En ese sentido, acá creo que se da algo como políticamente interesante. Para mí hay algo que las líneas del PRO son muy vivas y que no dan puntada sin hilo, pero sí creo que hay algo de que hay un valor. Se entiende que el teatro en Buenos Aires es un suceso, se entiende que es una cuestión internacional, que la gente viene a ver teatro acá, que es un fenómeno, es uno de los polos teatrales. Lo que a nosotros nos pasó, es que dentro de esta convocatoria había un jurado que estaba bueno, había gente de la danza, gente del teatro más biodramático… que nosotros respetamos mucho y estuvo bueno que esas personas fueran las que decidían porque, además, también quedaron muchos colegas nuestros que, nos encanta lo que hacen y creo que estuvo muy orientado a encontrar gente que no era tan conocida en su momento, pero se veía un germen, no sé si de algo nuevo, pero de particularidad. No encontramos ningún tipo de censura y también, nosotros fuimos muy inteligentes en el sentido de entender de que lo gay está en agenda, que no significa que las políticas, en realidad, sean para fuera y para fomentar el turismo. Hay algo como de entender eso, pero usarlo a nuestro favor. A nosotros nos gusta como la metáfora de Caballo de Troya, esta obra es sobre la gatita (Alaska) y dos gays y, de repente, terminas escuchando un monólogo que habla sobre el futuro y la destrucción del mundo. Hay algo como esa idea de Caballo de Troya de llegar desde el lugar pop, colorido, bueno, nos llamamos Los Pipis, ¿no?

 

¿Por qué Los Pipis?

Federico Lehmann: Es una forma cariñosa de llamarse. No tiene mucha mística el nombre y también surgió todo muy de la nada. Si bien, venimos de hacer teatro por separado y tenemos ganas de hacer cosas y tenemos idea, Los pipis salen de la cuarentena con el proyecto de lecturas performáticas en Timbre 4 y que no tenía una perspectiva de futuro sin las obras, pero en relación como a ese momento del mundo porque estábamos todos en una.

Matías Milanese: Además, es divertido porque no tiene un género, es una forma cariñosa de tratarse en un mundo que es bastante hostil, además, desde el principio de nuestra relación que él me decía Pipi y a mi me pareció muy tierno. Cuando pensamos cómo llamarnos, yo dije: “Pará, si vos me vas a llamar Pipi a mi y yo a vos…”

 

Entonces lo creaste vos, Fede

Matías Milanese: Ché, pero yo lo puse en valor (risas). Era como parte de nuestra historia.

 

Cada vez que se presentan, siempre dejan claro que son una pareja, ¿por qué siempre lo ponen por delante?

Federico Lehmann: Creo que tiene que ver con la forma de producir El mecanismo de Alaska. Siento que tenemos mucha conciencia sobre que el medio de producción altera o determina lo que se vaya a hacer. Como en cualquier relación laboral con nuestros elencos, es como el hecho de compartir algo más que una relación que sea que trabajamos juntos y mañana ni nos vimos, siento que hay algo de eso que es importante, más allá del rótulo de pareja que cada uno define qué significa. Siento que todo el tiempo se está contaminando, en el buen sentido, el trabajo y la forma de relacionarnos. Que también suceda con Cami (Camila Marino Alfonsín), que es la actriz y nuestra amiga, o con el resto de los elencos, es algo que me parece importante, pensar que el proyecto más allá de eso es nuestra relación. Y así con todo.

Matías Milanese: Para mí, es interesante decir automáticamente que somos pareja porque te pone en un lugar de partir. Todo lo que se produzca acá es parte de una disidencia y un lugar que no es el más habitual que, quizás es el de los varones blancos heterosexuales que deciden. También me parece que decir que dos personas están tomando las decisiones es un poco entender que esa decisión partió de un debate y para mí hay algo un poco más seguro en eso, o esto de que no es una cosa unilateral. Nosotros somos los que tomamos las decisiones en nuestra compañía, pero siempre hay un debate. Fede ve el teatro de una manera muy diferente a como la veo yo.

Federico Lehmann: A su vez eso fue el germen de todo.

 

Bueno, El mecanismo de Alaska es un poco eso, tiene mucho de teatro físico, de teatro clásico cuando recitan en verso, luego hablan en inclusivo…

Matías Milanese: Re. Es como un poco la identidad de la compañía como algo de: “Esto nació porque nosotros nos pusimos de novios”. Quizás no hubiéramos hecho Los pipis si esto no hubiera sucedido.

Federico Lehmann: Para mí, pareja tiene que ver, por ejemplo, con salir de ver una obra de teatro en Buenos Aires, en invierno, abrigados, volver y ponerse a debatir, por ahí se hacen las tres de la mañana y nos encontramos hablando sobre eso… Entiendo que es muy romántico y pasional. Hay algo de esa situación que no lo hubiésemos vivido de otra forma y creo que ese es un poco el motor para hacer.

Matías Milanese: Porque también todas esas noches de hablar, y todas esas obras que fuimos a ver, que él amó y yo odié, nos dieron la fuerza para animarnos a hacerlo. Hay una instancia medio bisagra en la que uno tiene que pasar de mirar a hacer. Creo que se encontró una fuerza en el otro, yo aprendí mucho debatiendo con Fede y calculo que viceversa. Creo que hay algo de poder encontrar a alguien con quien hablar y debatir que ayuda a la fuerza del teatro. A mí me parece que es importante que el teatro nazca de un lugar de debate, al menos con una persona, pero que no sea una cosa en la que uno se enfrasca, uno es el que toma las decisiones y tenga la razón siempre. Es como medio político también.

 

Con el lenguaje inclusivo, ¿hubo algún tema de cuestión?

Federico Lehmann: Sí, de hecho hubo una sola crítica que nos llegó de la obra de una persona que estaba muy enojada con el lenguaje inclusivo. Pero, pensando que es una obra que dura dos horas, está llena de texto y en el único momento en el que se dice lenguaje inclusivo son dos palabras, linde e hije de pute, es muy gracioso porque la crítica fue como que la obra la venía pasando bien y, de repente, cae en el final y se le desconfigura todo. 

Matías Milanese: La única crítica mala, que está buenísimo que haya pasado, no critica la obra ni lo que se habla en la obra, sino que empieza diciendo que debería avisar de que había lenguaje inclusivo en la obra, así yo decido si verla o no. Si pudiera responder, le diría: “Vos deberías avisar que te molesta el lenguaje inclusivo y así yo veo si la hago para vos o no”. Me parece muy interesante que una letra haya molestado tanto.

Federico Lehmann: De hecho, en la obra se dicen mal las palabras, se dicen groserías y palabras que no están dentro del diccionario y sólo le molesta el lenguaje inclusivo. Entiendo la crítica, entiendo lo que molesta pero me llamó la atención a esos niveles. 

Matías Milanese: La obra está plagada de guiños a la disidencia más pura y no apareció nada de eso. Si lo que te enoja es eso y no que la obra se caiga, que le falte ritmo, que no actúe bien, que la música esté muy alta… a mí me gusta eso. Supongo que la respuesta estará en terapia no en mi obra de teatro. Está bien que pase, no todos tenemos que pensar lo mismo.

 

¿La obra va dirigida a un público concreto?

Federico Lehmann: Para mí no, sí va mucha gente joven, tipo estudiantes de la UNA (Universidad Nacional de las Artes).

Matías Milanese: Hay un público muy claro nuestro de 18 a 35 años, pero yo creo que en nuestras obras lo que pasa es que la gente grande viene a verla y sale sorprendida.

Federico Lehmann: Esa gente vuelve pero lo hace con sus familias. 

Matías Milanese: Fue lindo porque esa persona que volvió con su familia nos dijo: “Traje a mi familia porque quiero que entiendan en qué ando”. Me ensancha el alma.

 

Si vos tuvieras que definir a Fede como dramaturgo, ¿cómo lo definirías?

Matías Milanese: Para mí, Fede es un genio. Me pasó que cuando recién estábamos saliendo, en plan un mes, él me contó que había escrito una obra cuando era chiquito y le pedí que me la leyera pensando que iba a ser realmente una huevada y bueno, qué tierno. Cuando la empecé a leer, me acuerdo de que te lo dije, debe estar el mensaje por algún lado, no pude creer lo que leí y le dije: “Para mí sos un autor que la gente va a estudiar”.  Me pasa que, incluso dentro de Los Pipis, además de dirigir, me pongo como en una cosa muy productor porque siento como que hay como una materia prima que, de repente, Fede produce, o una primera imagen que él ve que creo que es lo más difícil del teatro, que es mirar algo y decir bueno, acá podría pasar otra cosa, que es la que no está, y eso que él ve, yo no lo puedo ver, o no me sale verlo así y eso a mí, me genera mucha admiración. Para mí él es como el germen. Yo después veo la forma de que se haga, o le busco la vuelta para que también sea diferente, pero para mí Fede, dramatúrgicamente, es como realmente incomparable. También siento que nos combinamos muy bien porque hay cosas que escribe que son inentendibles y le digo: “No, vamos a tierra un segundo”.

 

Te toca a vos ahora Fede…

Federico Lehmann: Yo creo que a mí lo que me pasó con Mati es que… (pensativo)… lo tengo muy claro, pero lo tengo que bajar a palabras. Siento que me enseñó y aprendí de él una forma de pararse en el escenario y, por lo tanto, actuar, que me cambió la vida y la forma de ver las cosas y el mundo. A mí, que me gusta tanto el teatro y también compartir con colegas, como que deja de ver solamente la superficialidad de la escena y empieza a apuntar que todo es performático. Es un camino un poco loco, pero como que hay un ejercicio que es lindo. Yo siento que la forma que tiene Mati de actuar, de presentarse y de encarnar un personaje o de agarrar un micrófono y hacer algo más performático desde él y no tanto de un personaje, tiene un nivel de sinceridad, de arrojo y también de empatía que es muy difícil de aprender cuando uno intenta aprender a actuar. Creo que eso tiene que ver, por un lado, con este carácter mucho más popular, como de entender que los que están mirando no tienen por qué comerse tu viaje del mambo actoral, y como una liviandad para poder bajar y entregar al público y de poder estar con el público y hacerle un guiño, como de mediador entre el público y la obra de teatro. Me parece muy difícil y conmovedor de ver porque es alguien que agarra tanto la propuesta, que confía tanto y la quiere tanto, que con su tarea y sus herramientas, se va a encargar de hacer que todo el mundo la disfrute. Siento que hay algo de eso, que si lo pienso en términos políticos es como tratar de hacer todo menos vertical y más horizontal en ese momento. No sé si lo hace de manera consciente o inconsciente que yo digo: “Wow, mirá como maneja esta energía”.  Siempre pienso que nunca me gustó el deporte y siempre me sentí muy afuera y siento que Mati es un deportista del teatro y de la actuación. No sé si me expliqué.

 

¿Cómo recibieron sus familias la obra cuando vieron que se hablaba de ellos en la representación?

Federico Lehmann: Cuando invité a mi mamá, que vino al estreno, ellos son de Córdoba entonces viajan para venir a ver la obra, no le había dicho nada de nada y justo antes de entrar pensé: “Ché, esto la tenía que haber avisado”, pero le resultó muy conmovedor, sobre todo con la imagen de mi abuela que vino después del estreno y que mi mamá le lleva el  libro para que lo lea y ella se puso muy orgullosa, sentía que estaban hablando de ella en el libro y quería mostrárselo a la gente. Siento que a ella le hizo bien verse reflejada, o sentir que su vida estaba siendo parte de algo de ficción, una obra de teatro, no hubo ningún reclamo.

Matías Milanese: A mí, mi vieja me dijo: “¿Cómo vas a hacer que mi vida sea interesante para alguien?”. Y ahí pensé que había que hacerlo. ¿Cómo no va a ser interesante una mina que puso un quiosco en la casa y cuidó a su papá, que estaba cuadripléjico? Lo interesante y la potencia de lo cercano y de lo común. Desde el primer momento pensé, bueno ché mi familia no tiene nada de extraordinario, lo voy a volver algo hermoso. Mi papá no paraba de llorar cuando la vino a ver. La obra habla de mi abuelo que estuvo en cama 8 años y mi vieja lo cuidó. Mi mamá me daba de comer y después le daba de comer a mi abuelo. En la obra creo que hay algo muy fuerte con respecto al homenaje en todos los aspectos. En todo eso que nos crió, esos iconos que nos ayudaron a estar hoy acá, en nuestras familias, en nuestras madres, en nuestras abuelas, en las mujeres de nuestra familia, en las maestras que aparecen… todo es un homenaje. El homenaje tiene una potencia muy grande. Dedicar toda una obra a toda esa gente, es un poco también como una marcha del orgullo. Nos preguntaban por qué nuestras obras tienen ese tinte tan alegre y es un poco por eso, porque la primera marcha del orgullo a la que yo voy, escondiéndome un poco de mi familia con miedo a que una cámara me agarrara me enseñó que sí, obvio, durante el año habían cosas peligrosas que nos pasaban a los gays, el compañerito del colegio te quería agarrar a trompadas por ser puto e ir de la mano con un varón y que te puteen, pero hay un momento en el que se celebra y el Orgullo es una respuesta política ante una sociedad que nos pide que nos callemos. En el reivindicar, en el estar, en bailar al principio e invitarte a esta fiesta, que no es casual.

Federico Lehmann: Y la posibilidad de la fantasía. Yo no sé cómo fue el casamiento de mi mamá pero se le imagina ahí en el texto. Fantasear cómo serían los colores.

Matías Milanese: Y lo que dice Lady Gaga, que para mí es una gran referente: “Yo tengo esta historia, yo elijo cómo la cuento, yo soy la artista de esta pintura que es mi historia”. Yo veo cómo volver lindos los agujeros de la pintura.

 

La música que pasan al principio, ¿siempre es la misma o van cambiando dependiendo de cómo se sienten?

Matías Milanese: Las canciones del principio son las mismas siempre, hemos agregado alguna pero hay una curaduría. No hay nada improvisado, de hecho, está Stevie Marinaro, que es el músico que creó la música y que la toca en vivo en cada función, que para mí es un cuarto intérprete. La música va a ir a Madrid pero va a ir grabada. Para mí, hay una potencia en esa música, en esa creación, o sea, el pibe se puso a crear la música de la obra en base a lo que nosotros hacíamos. Hay como una cosa de servirnos de nuestro cuerpo, del texto y de la música que está pensada como para generar justamente esta situación de envolver al espectador y estar juntos en una.

Federico Lehmann: Sí, es como una partitura larguísima la obra, la música está todo el tiempo opinando, intentando agarrar protagonismo. Stevie, qué capo. Es un gran músico. Zarpado.

Matías Milanese: Hay momentos que es una coreografía y que simplemente estamos bailando al ritmo de la música que hace Stevie que también es una metáfora de la crianza y del aprender. Es un pilar muy grande en esta obra. Esta obra no sería lo mismo sin esta música y no sería lo mismo haber puesto pistas de ‘temones’ de piano. Hay otra sensibilidad en el que el pibe esté aplastando teclas para generar algo, que en el monólogo de Cami, se vuelve muy protagonista en el sentido de todo eso que puja detrás de la actriz.

 

Para traer esta obra a España, ¿han llevado a cabo algún proceso de adaptación de la pieza?

Matías Milanese: Hay una adaptación pensada, primero desde el lugar más espacial por una cuestión de que la Sala México en Timbre 4 es muy grande, quizás en El Umbral o La Badabadoc no podamos hacer algunas cosas, pero sí hay como unas vueltas de tuerca lindas para volver algo más chiquito, que no pierda esa belleza que, de repente, irrumpe de la nada. En cuanto al texto creo que no va a haber cosas que saquemos porque también me parece lindo el ejercicio de que vos te quedes con alguna frase y quieras buscarlo, por ejemplo, en YouTube. Agarrar otras referencias como Alaska, La veneno, Física o Química, y sumarlas me parece que sí es algo que se puede hacer y que me gustaría hacer. A mí me gusta mucho también que la gente no entienda todo.

Federico Lehmann: Habíamos pensado como extender un poco esa parte que se habla de las referencias y la representación y también como generar una especie de bitácora para quienes vayan a acceder y completar la información.

 

¿Van a aprovechar el viaje para realizar alguna actividad paralela?

Matías Milanese: No, pero a la vuelta hemos acordado con el Centro Cultural de España en Buenos Aires hacer una exposición sobre nuestro viaje y cómo es llevar una obra de teatro. Vamos a filmar momentos, a recolectar materiales físicos para poder adjuntar y de repente tener una red distinta. Hacer una entrevista española es un montonazo y la aportaremos a la exposición.

 

La omisión de la familia queer en Madrid
Los Pipis

 

¿Qué recepción esperan del público español?

Matías Milanese: Creo que voy a encontrarme con un público entusiasta. Lo digo porque tengo una amiga que vino a vivir a acá de Madrid y ahora se volvió y cuando publicamos que nos íbamos a Madrid me dijo que no se lo podía creer, que tenía muchas ganas de ver la obra. Me parece como el antecedente medio Tolcachir, que en su momento rompió con algo acá en Argentina, soy uno de los que se recontra banca a Tolcachir porque para mí el dijo: “Esto lo hago así y conmueve”. Tengo entendido que allá en España lo quieren bastante, creo que en Italia también. Esto viéndolo desde afuera, por ahí medio me reequivoco, desde la ignorancia, hay una cosa española linda que es como que abro la puerta y quiero ir a ver, porque puedo pensar que quizás lo que viene es nuevo, algo lindo como de decir, me intereso, le doy ese lugar, pero creo que hay algo de que el teatro argentino está visto como un semillero de cosas nuevas. Para mí habla como muy bien de eso.

Federico Lehmann: Yo tengo la sensación como de la oportunidad de hacer por primera vez algo y siento que la posibilidad de llevar la obra a un espacio donde quizás nadie te conoce, nadie va con una expectativa, está bueno eso de como recuperar ese germen. Volviendo a la pregunta, también espero que desde España me inviten a entender un poco más la forma y participar de los rituales de allá. 

Matías Milanese: Esperamos que sea más un diálogo. A mí me interesa mucho saber qué le pasa a la gente que ve mi obra. Para mí, la experiencia se completa con el público. Me interesa la mirada del otro, principalmente, porque creo que el teatro es un hecho colectivo desde cómo se hace hasta cómo se representa. No tiene sentido hacer una obra de teatro si nadie la ve.

Federico Lehmann: Es una de las pocas cosas que requiere que estemos todos en el mismo lugar, que no es un super recital y como de aprovecharlo más todavía. 

 

¿Han recibido feedback de gente de fuera de Argentina?

Matías Milanese: Bueno, hace poco hicimos una función justo en el marco del FIBA y terminamos yendo a comer con unos chilenos que les había fascinado la obra y que hablamos horas. En el FIBA se genera una convivencia total. La obra está en una instancia igual en la que ya no vienen a verla amigos. Yo veo la platea y no conozco a nadie y para mí, es doble mérito que a la gente le guste esta obra sin tener ningún compromiso afectivo conmigo. Hay gente muy afectada por la obra que nos escribe y eso me gusta mucho porque siento que no fue una obra que los entretuvo un rato un jueves, o un domingo y ya está. Eso nos pasa mucho.

 

¿En cuántas proyectos a la vez han estado trabajando acá en Buenos Aires?

Matías Milanese: Hemos estado los miércoles haciendo Perritos de porcelana en el Espacio Callejón, que es el teatro de Javier Daulte, que es un espacio como Timbre 4 que tienen un lugar muy lindo dentro del teatro en Buenos Aires y es la 4ª temporada. Los jueves y los domingos estábamos con El mecanismo de Alaska en Timbre 4 y los sábados y domingos estamos con Las jóvenes promesas en el cultural San Martin.

 

En Las jóvenes promesas, ¿qué hacen exactamente?

Matías Milanese: El cultural San Martín nos convocó para hacer una residencia artística, crear una obra en sus instalaciones. Nosotros veníamos de El mecanismo de Alaska, Perritos de porcelana, Fede me dirigía a mí, yo a Fede… Teníamos ganas que no se diera algo que se da mucho en Buenos Aires, que es que a veces el teatro lo terminás haciendo siempre con las mismas personas y, en ese afán de que no pasara eso, hicimos una convocatoria a la que se anotaron 300 personas, pudimos seleccionar a 10, terminaron siendo 13 y creamos la obra a partir de lo que íbamos dirigiendo en ese grupo como primeros acercamientos de gente que no se conocía entre ellos. Ahora se hace en la Sala Alberdi, que es una sala muy histórica acá en Buenos Aires porque fue tomada, hubo personas viviendo 3 años en esa sala y lo hacemos porque la sala no tiene técnica, no tiene iluminación, no tiene sonido, no tiene escenografía y la obra está sostenida por los cuerpos de los chicos. Eso también para mí, además de hacer una obra en el cultural San Martin con mucha gente, es una sensación política. Si no hacemos nosotros esta obra, esta sala no va a tener ninguna obra este año y eso me parece terrible. Esto es algo que empezó siendo una charla después de una obra de teatro de dos novios y ahora moviliza mucha gente. Para mí, es una locura poder estar, no sé si es apropiado el término, dándole trabajo a gente, porque viste que el teatro es algo que medio vas a borderó (cantidad de dinero en bruto recaudada con la venta de entradas a un espectáculo), no termina de ser algo que te paga las cuentas, pero sí como la posibilidad de que alguien se ocupe de su actor y su actriz. Es una locura y hay entre 35 y 40 personas que forman nuestro equipo.

Federico Lehmann: Yo lo veo más como ese punto de vista primario, como que ahora está siendo compartido por mucha gente y no solamente compartido, sino llevado adelante.

 

¿Y ya están pensando en la próxima creación?

Federico Lehmann: Sí, es la tercera parte de esta trilogía. Se llama Pasión. Está el proceso con muchas ideas. La segunda es un montaje site-specific que se llama La conquista de Alaska que se representó en el Festival Temporada Alta de la Fundación PROA.

 

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