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Elektra, by Lucía Trentini

Lucía Trentini: “Esta obra es un homenaje a esas luchas cotidianas y diminutas, a las tragedias que no se escribieron de las mujeres que nos preceden”

Tras el éxito cosechado con sus dos anteriores trabajos, Criaturas domésticas y Música de fiambrería, la dramaturga, actriz, cantante y directora, Lucía Trentini, regresa a la cartelera con Elektra, una propuesta muy libre inspirada en la tragedia de Eurípides.

La propia autora y directora interpreta, junto a Gloria Albalate, este montaje que aborda temas como la justicia, la sexualidad, el paso del tiempo, la feminidad… Bibiana Cabral es la creadora del impactante espacio escénico que acoge esta opereta, una cocina en la que nuestras dos protagonistas ironizan sobre el lugar que se le ha adjudicado a la mujer a lo largo de la historia.

La propia Lucía nos cuenta cómo ha abordado este proyecto que podrá verse los jueves de abril y mayo en Nave 73.

 

Fotos: Marta Mora

 

¿Por qué Elektra? ¿Qué has encontrado en ella que te ha motivado a revisitar su historia?

Interpreté a Elektra en mi carrera de actriz en Montevideo, era una estudiante que venía desde una ciudad muy pequeña del interior, tenía 18 años. Desde entonces tengo un sueño recurrente: llego al teatro como espectadora, un teatro independiente que queda por 18 de julio en la capital uruguaya, y me dicen que la función se suspende porque la actriz que interpreta a Elektra, está enferma. En el sueño, yo, con mucha espontaneidad y calma, digo que me sé la obra y que puedo hacerla. Para mí Elektra es eso, es un abismo, tiene un gran vértigo. Con esta pieza quería volver a transitar estos tiempos, estos sueños. Elektra es una excusa, esta es una obra para actrices.

Siempre, antes de embarcar un proyecto, me gusta conectar con una parte física, muy íntima y personal. Tratar de ir al punto más honesto que hay en mí y preguntarme que quiero. Lo que siempre me respondo, es que quiero partirme la boca actuando, abismarme, sorprenderme, jugar, crear lenguaje, darlo todo. Tengo una gran admiración por Gloria Albalate, me fascina su carácter manchego, su potencia escénica y voz. Queríamos estar en escena juntas, enfrentarnos en combate y quedar agotadas contando esta historia. La obra nos toca, nos cuestiona, cantamos, discutimos, nos desdoblamos continuamente, es la explosión de energía que queríamos lograr.

 

¿Qué lugares comunes hay en este texto de la Grecia clásica y nuestros días?

Lo que sobrevive, o la esencia que queremos conservar es el vínculo entre madre e hija. Una hija, encerrada como esclava entre muros, esperando la llegada de su hermano para vengar la muerte de su padre. Este último asesinado por la propia madre de Elektra, Clitemnestra. En este caso, nos vamos al otro extremo, nuestra Elektra es una anti heroína, que debe asesinar a esta madre, como lo impone el mito, pero ella, hundida en la depresión, apenas puede con su propia vida. Vive encerrada en casa de su madre, porque no tiene posibilidades de independencia con sus 37 años, una realidad con la que convivimos a diario. Una situación de precariedad donde los eternos jóvenes compartimos piso y luchamos por sostener nuestros trabajos vulnerables y precarizados.

Yo entiendo a Elektra como una mujer rebelde, como una tipa con deseo de justicia, pero atrapada en una tragedia, escrita por hombres, donde lo justo parece ser vengar a un padre que idolatra. En la pieza, en este texto que creamos, aparecemos las actrices y nos preguntamos qué pasaría si las dos mujeres hablaran y se pusieran de acuerdo. Apenas puedo imaginar la Grecia clásica, mucho menos intentar llevarla a escena, pero habían madres e hijas en esos tiempos, y esos vínculos, ese cordón y ese desgarro es un material potente, universal y atemporal.

 

Has hecho una versión muy libre del texto original de Eurípides. ¿Qué es lo que has dejado del original?

La consigna es descuartizar el mito, del texto original nos quedamos con el perfume. Algunas frases de Elektra maldiciendo la sagrada luz del sol, el comienzo de un nuevo día, que nosotras los resignificamos con el peso de vivir que sufre nuestra protagonista. Ponemos a Elektra en el día de su cumpleaños, en una cocina y un encierro agobiante en que se enfrenta con su madre. Lo que se respira de la tragedia es la pulsión exacerbada de las pasiones y la violencia.

Elektra es, según su madre, una pésima poeta que amenaza constantemente con la idea del suicido, una hija que será un peso para ella, ya que no tiene las mínimas para poder casarse e irse de una vez. Por otra parte, Clitemnestra lleva todo el bagaje de la tragedia, el dolor que acarrea su historia, la muerte de su hija Ifigenia e intenta con mucha torpeza alentar a Elektra a romper con las imposiciones del mito. Son personajes muy contradictorios, muy humanos, y están absolutamente perdidos.

 

¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?

Teníamos previamente algunas premisas. Estaba el mito de Elektra, y como nos posicionábamos frente a él, encontramos el boxeo como un juego, la idea del combate, en un plano dialéctico y físico, metafórico y real.  La música y la cocina como dispositivo. Las actrices y los personajes, como cuerpos comunicantes. Me gusta trabajar desde la escena, desde la acción, llego con bocetos a los ensayos, los re escribo, vuelvo a escribir.

La obra era para Gloria y Lucía, con la mirada de Bibiana (Cabral) y su sensibilidad. Construimos una triangulación sólida, basada en el ensayo y el error, en la búsqueda de aciertos y en la diversión. Creamos una puesta en escena con mucha dinámica, con cambios arbitrarios de códigos. Una tragedia irónica, triste, oscura y hasta cómica, que refleja lo que somos, nos atraviesa, parte de nosotras.

 

<i>Elektra</i>, by Lucía Trentini en Madrid
Gloria Albalate y Lucía Trentini

 

¿Qué simboliza esa cocina en la que sucede la acción?

La cocina, el espacio adjudicado a la mujer y a la servidumbre desde siempre, como mujeres nos parece importante transitarlo. La cocina es un cuadrilátero, con muchos planos de significado. Es la tierra de Micenas, la tierra del terror donde se derrama sangre, donde Elektra se lamenta encerrada, y paralelamente es una cocina en un apartamento céntrico de 25 metros cuadrados, donde conviven madre e hija, dónde el vínculo es agobiante y se hace insoportable. Un espacio que asfixia. Pero la libertad se expande, cuando esa misma cocina se transforma en un ring, un campo de batalla en el que la palabra es el arma, donde los cuerpos se abren. Ese ring, es un espacio escénico donde las actrices se ponen en la piel de dos personajes complejos y tratan de dialogar a través de ellos.

 

¿Por qué has decidido contar la obra a través de una opereta?

Soy una apasionada de la música, parte de mi trabajo se vincula directamente a ella. Desde que me metí en el universo teatral con una mirada más externa tengo una obsesión por escuchar. La palabra es ritmo, la palabra es música. Los cuerpos cantan en el espacio. Las cocinas son sonoramente formidables. La idea de introducir la opereta como un elemento bizarro y doméstico en la pieza, por una parte, nos daba la posibilidad de extremarnos en la ironía y en la burla, permitirnos todo, hasta como por ejemplo hacerle una cumbia a Agamenón. Por otro lado, la música, el canto visto como algo inherente a las personas, como un viaje ancestral, un elemento que nos habitaba en tareas cotidianas y fundamentalmente femeninas, ir a lavar la ropa al río, y cocinar. ¡Un poco de música y a cocinar!

La opereta fue otro de los puntos de partida, opereta que no ópera, un género chico, una producción teatral pequeña. Una cocina que suena, que luego llega a una síntesis, en la que las canciones nos permiten contar cosas muy duras, con otro lenguaje que rompe los límites del habla.

 

En ese juego que hacéis entre personaje y actriz… ¿os interpretáis a vosotras mismas cuando salís del papel o es otro tipo de juego el que ponéis en escena?

Las actrices somos nosotras mismas. En el reparto de obra se enuncia: Gloria, actriz manchega que interpreta a Clitemnestra. Lucia, actriz latina que interpreta a Elektra. No es en vano el mencionar especialmente nuestro origen de procedencia, creo que el origen nos define, como también define a los personajes que habitamos en la escena. También este elemento nos sirve para hablar de diferencias culturales, una Elektra sudaka a la que su madre le quiere convencer de su origen griego, como si eso le diera un poco más de status a una mujer hundida en la depresión. La diversidad y el contraste de las lenguas es otro matiz que opera en la pieza, donde por ejemplo actúo con mis eyes, mis “tà”, “che”, “vos” y “boluda”.

 

¿Cómo ha sido el trabajo previo a la puesta en escena? ¿Dónde habéis buscado para dar vida a Elektra, en tu caso, y a Clitemnestra, en el caso de Gloria?

Ha sido de mucho estudio. No sólo lo que implica el estudio previo para la escritura, o la búsqueda de referencias, que hay infinitas. Sino también una búsqueda personal con el objetivo de hallar puntos que nos acerquen en humanidad estos personajes. Hay una revisión también de las mujeres en la familia, nuestras madres, abuelas, tías, generaciones pasadas de nuestras matriarcas, sus roles en las familias, sus sufrimientos y sus silencios. Es justo ahí, en el silencio donde aparecen un montón de tormentas. Creo que hablamos mucho de esto y llegamos a muchísimos puntos en común en nuestras historias, pese a las distancias etarias y geográficas. Es también un pequeño homenaje a esas luchas cotidianas y diminutas, a las tragedias que no se escribieron de las mujeres que nos preceden, de los silencios que murieron silenciosamente.

 

En Elektra vemos muchas de las presiones con las que tiene que lidiar una mujer en su vida: El amor romántico, el paso del tiempo, la maternidad, la sexualidad… ¿Son esos los ejes principales sobre los que gira tu texto o hay más juego subterráneo?

Se supone que deberías ser una heroína, es lo que reclamamos a Elektra en la escena y sentimos que se nos reclama también en la vida. Sí que la obra aborda esas temáticas como cuestiones realmente trágicas. Envejecer en las grandes ciudades, las dificultades para lograr una vida independiente. Estabilidad. estabilidad emocional, económica y psíquica, son los deseos que pide Elektra a la hora de soplar la velas el día de su cumpleaños. Cada asalto en la obra refiere a una temática, donde también aparecen los vínculos familiares, y como una constante el peso del deber ser. Estamos cansadas de ser heroínas a veces, de tener que poder con todo, de no permitirnos la posibilidad hermosa de derrumbarnos, de llorar. La vorágine, nos arrastra, y allá vamos de ojos cerrados. Clitemnestra permanece en una constante evasión, y busca refugio en fármacos y alcohol. Yo soy Elektra, también estoy presa, encerrada en un sistema del que me cuesta salir o donde se me mira mal si lo intento.

 

Imagino que Lucía Trentini también ha tenido que hacer frente a esas mismas presiones que Elektra. ¿Cómo te has enfrentado a ellas? ¿A cuántas de esas presiones has sucumbido y a cuáles has vencido?

Hace poco recibí un burofax en el que me expulsaban de casa. Un fondo de inversión compra el edificio entero en el que vivimos y nos tenemos que ir. Mi madre, está a unos 10.000 km como para meterme en su cocina en este momento. Tengo 38 años, no tengo hijos, soy extranjera, me dedico al arte… mi vida es un ejercicio de militancia diaria, un esfuerzo hermoso, de pasión y convicción por mi trabajo, por la constancia y perseverancia que implica. Afronto el reto con felicidad, estoy llena de contradicciones y necesidad de expresarme, de gritar lo que veo, lo que siento, lo que vivo. A veces me canso, otras veces grito y nadie me oye.

Soy Elektra, muchas lo somos.

 

Las heroínas de vuestra obra tienen un funesto final… al igual que les ocurre a muchas mujeres hoy en día. ¿Resulta complicado ser una heroína contemporánea?

Ya lo dijo Mafalda: “Paren el mundo que me quiero bajar”. Creo que los resultados de nuestras luchas hoy, no los veremos en el presente, sino que estamos construyendo futuro. Creo que nuestra perseverancia y ejercicio en cambiar determinadas estructuras son un bien para las mujeres que vendrán después.

 

¿Cómo podemos proceder frente a la tiranía del poder?

Creo que la única manera es revelarnos, imponer resistencia y seguir vivas. Soy una enamorada de la vida. Uno de los principales temas que atraviesan a nuestra Elektra en la pieza es su deseo constante de autoeliminación. Todo aquello que la rodea la supera, y su deseo más inmediato es desaparecer. Estar vivas es una manera de dar batalla.

 

Tres curiosidades tontas… ¿en cada ensayo hacíais también un pastel? ¿El pastel que hacéis en la obra se comparte con el público? ¿Siempre es la misma receta?

En realidad, empezamos haciendo ensayos y cocinando esta tarta para que la obra durase lo que tarda en hacerse un pastel, fue la consigna. Luego, los propios personajes estuvieron de acuerdo en abandonar el proceso (Elektra detesta cocinar y a Lucía se le da muy mal) y discutir de otros temas interesantes. Por lo que, sobre el final del combate, la madre sale hasta el Mercadona y trae una tarta pre-cocinada para que Elektra pida su deseo. Clitemnestra es una madre muy moderna.

Lo de compartir la tarta con el público podría ser un final precioso, pero esta es una tragedia con final funesto.

 

<i>Elektra</i>, by Lucía Trentini en Madrid
Gloria Albalate, Lucía Trentini y Bibiana Cabral, las tres creadoras de Elektra.

 

Este proyecto se ha compuesto gracias a tres ejes principales: Gloria Albalate, Bibiana Cabral y tú. ¿De dónde viene esa sinergia personal y creativa?

Hemos forjado un equipo de trabajo del cual estoy enamorada. Somos seres muy diferentes, pero nos complementamos muy bien. Con Gloria venimos en un mano a mano artístico desde que estoy en Madrid, la pandemia fue crucial en nuestras vidas, porque nos acercó y ella fue un sostén muy grande en una situación que para mí fue especialmente desoladora. De esa situación surgieron conciertos, cantatas en la calle, obras y el deseo de seguir indagando y trabajando.

Bibiana, es Uruguaya como yo, y nos cruzamos en Madrid porque amigas en común me enviaban cosas para ella, nos hicimos amigas y es imposible no admirar su trabajo artístico, su mirada estética. Su tenacidad en el trabajo.

Pero por sobre todo somos un equipo comprometido con el que nos divertimos y nos damos confianza. Si me ves de afuera, así medio rápido, parezco una topadora, pero hay una fragilidad ahí escondida y la grandeza de mis compañeras es el motor más lindo para ir sin miedo. Conseguimos una coproducción con la compañía portuguesa Lendias dencantar y estuvimos residiendo en un pueblo muy pequeño al sur de Lisboa. Casi un mes de convivencia, ensayos y obsesión. En ese pueblo de unos 800 habitantes no teníamos más que hablar de Elektra, ensayar Elektra, cruzar el pueblo de una punta a otra en las mañanas pensando en Elektra, y a la noche mirar cine, en referencia a Elektra también. Ese tipo de cosas hoy, para mí, son invaluables. Con este trío nos hemos regalado algo que es infinitamente valioso: tiempo y confianza. No tenemos mucho más.

 

En Elektra también vamos a poder ver tu faceta de cantante. ¿Qué tipo de música interpretas o has creado para la obra?

Esta pieza es bizarra, es una mezcla, un rico pastiche sonoro. La instrumentación se concentra en elementos de cocina, como batidora, algún recipiente metálico, cristalería afinada con nuestras voces. Un güiro que es un rallador. Usamos una guitarra y un bajo, para acompañarnos, pero no siempre de manera convencional, a veces simplemente creando atmósferas. Utilizamos como ley motiv La cabalgata de las valquirias, el primer acto de Richard Wagner en su versión clásica, pero también en su versión ‘chicha’, ritmo musical peruano. Incorporar a Wagner, es simbólicamente muy potente, ya que su posición política ha sido siempre muy cuestionada y su música fue adoptada por dictadores como Hitler. Sus composiciones a lo largo de la historia han sido banda sonora de la guerra, especialmente de la Segunda Guerra Mundial. “Cuando escucho Wagner me entran ganas de invadir Troya”, dice Agamenón recurrentemente, aunque en realidad sabemos que estamos parafraseando una expresión muy conocida de Woody Allen, en la que hace alusión a Polonia.

En la obra es Elektra quien canta y no yo, y podríamos decir que no canta especialmente bien. Canta desde la desesperación y el dolor, a veces sus alaridos son canciones que la ridiculizan.

 

He visto que en tu país sí que has dado numerosos conciertos. ¿Aquí es una faceta que también desarrollas de forma habitual?

Sí. Parte de mi trabajo artístico está centrado en la música. Si bien compongo música para teatro y he tenido alguna experiencia en el mundo audiovisual, yo me considero una artista escénica y por lo tanto hacer conciertos y música en vivo es algo que me apasiona. Trato de compatibilizarlo con la actividad teatral, y la música es siempre un respiro un bálsamo, otra forma diferente de crear y compartir arte.

En Uruguay formaba parte de una banda, siempre estuve vinculada a proyectos como cantante. Una vez aquí comencé un crecimiento diferente en una línea más individual, ya que cuando uno se mueve del país las redes cambian y es como empezar de cero nuevamente.

Aproveché este impulso para crecer y desarrollar el proyecto que llevo adelante ahora, Elektrofolcròrica. Es un proyecto musical donde fusiono la música originaria de Latinoamérica con música electrónica. Desarrollo composiciones personales y originales y versiones de artistas mujeres latinas como Chabuca Granda, Violeta Parra, Soledad Bravo, Mercedes Sosa, Chavela Vargas, introduzco en este tipo de espectáculos recitados, rap y poesía de autoras nacionales uruguayas, como una gran referente para mí que es Idea Villariño.

En este tipo de shows abordo una diversidad amplia de géneros musicales que van desde el tango, el candombe, la cumbia, landó peruano, alguna chacarera o incluso rock and roll. Con un pedal de ‘loop station’, sintetizadores, simples y cajas de ritmos voy creando la música en vivo, generando una música de raíz a la vez que eléctrica. Hay pasajes de mucho más despojo, como pueden ser canciones a pelo, voz y bombo legüero. En estos shows me presento sola y me gusta jugar a entrar en trance. Cuento siempre con muchos amigos colaboradores que aportan sus sonoridades con sus instrumentos, como puede ser el handpan, sitar, clarinete, violín, guitarras y otros. Cada show es diferente y varían bastante los colores de cada uno.

Ahora estoy consiguiendo grabar materiales de a poco. Mi último disco, Cicatriz, lo grabé en Uruguay antes de venir, y lleva por primera vez mis propias canciones, que, si bien se diferencian mucho de lo que he empezado a construir ahora, considero que es una joyita que quiero mucho.

 

¿Cómo ves la salud de las Artes Escénicas de nuestra ciudad?

La salud de las Artes Escénicas está siempre en jaque en todas partes del mundo. Tenemos una profesión muy vulnerable. A veces, como trabajadora de las artes, me siento a la deriva, otras la persona más afortunada del mundo. Entiendo que Madrid tiene una plataforma de teatro oficial con buenas producciones y medios, programaciones que se hacen cada vez más diversas, con nuevas y potentes voces. Pero si nos movemos de ahí, la realidad del teatro independiente es muy dura, o al menos a mí se me hace difícil visualizar un camino como creadora en una brecha alternativa.

 

¿Y nos puedes hacer una pequeña radiografía del teatro uruguayo? ¿Cómo es la escena teatral allí?

En Uruguay en ese sentido es bastante distinto, además de ser un país muy pequeño, tenemos un único elenco estable, que es del municipio y todo el resto somos artistas independientes, por lo que no hay medios para nadie, entonces es regla general hacer mucho teatro y muy bueno, desde mi perspectiva, con escasa producción.

Amigos y referentes como Gabriel Calderón, que monta su Ana contra la muerte en un tablado construido con madera de palets, o Marianella Morena con quien nos tiramos ensayando un año sobre un colchón. Vamos, lo de miles de euros en recursos sobre el escenario no estaría siendo posible allí, por lo que sí o sí, tiene que ser solido el discurso, la actuación, el ingenio. Hay algo de la imaginación que se activa en el ejercicio de esconder o evidenciar la pobreza, y un compromiso tan grande con el trabajo, que creo que ningún resultado termina por sernos indiferente.

 

 

¿Qué relación tiene la población uruguaya con las Artes Escénicas? ¿Notas muchas diferencias con la que tenemos aquí?

Uruguay tiene una comunidad teatral muy grande, para los poquitos que somos. Con la música pasa igual, se suele decir que en Uruguay levantás una piedra y sale un músico. La gente se junta a hacer, sin más, y después se ve. Formalmente, podríamos decir que es una precarización total del trabajo, sí, pero no nos importa, hay que hacer, urge. La burocracia mata al arte. He venido a hacer un Máster en creación escénica y he aprendido a hacer muchos dossiers, eso me parece por un lado triste, por otra parte me adapto a las reglas del juego, pero sin dejar morir lo que me mantiene viva: crear.

 

Y a nivel personal, ¿cómo está siendo la carrera de Lucía Trentini? ¿Estás satisfecha con el camino recorrido? ¿Te faltan muchas metas que alcanzar?

Lucía Trentini es una montaña rusa, un bichito escénico con mucha iniciativa. Mi viaje artístico es hermoso, es construido desde mi más profundo amor, con mucha responsabilidad y exigencia, así es como me entrego a él. Me gusta trabajar, me gusta inventar, crear y siempre hay cosas por hacer. Cuando hay pausas, compongo canciones, cuando viajo llevo mi música y hago conciertos. Tengo una voluntad muy grande para liderar equipo, para llevar adelante proyectos que, aunque a veces con escasos medios de producción, confío plenamente en ellos y entonces los produzco. Me abrazo de gente con la que tengo afinidad creativa y humana y vamos para adelante. Me apoyo mucho en el equipo, dirigir algo cuando uno se coloca dentro de la escena es muy complejo, y cuando no tenemos medios, es agotador, pero se hace, y el sabor es delicioso. Me pongo en escena porque amo la escena, y me gusta desde dentro, porque empecé a escribir y a dirigir, cuando me fui de una banda de rock bastante popular en Uruguay en la que estuve muchos años y para volver a actuar, porque el cuerpo me pedía un escenario de teatro y tuve que reinventarme y eso hice.

Cuando me llaman para trabajar a una obra soy una actriz entregada y me fascina ese rol, me da respiro. Si bien siempre ando buscando el camino difícil, cuando me abren puertas o me convidan a otros viajes, acepto con felicidad y crezco.

Llegué a Madrid con una beca del Ministerio de Cultura de mi país para hacer un Máster. Había estado ya por acá en gira en unas ocasiones y Madrid me sedujo, me atrajo. Me fui quedando, y empecé de cero, de nuevo. Mi segunda migración, una primera desde mi Durazno natal a la capital, y luego desde Montevideo a Madrid, Trentini siempre acomodando el cuerpo. Mandé mails que nunca me respondieron, los volví a enviar. Escribí, actué donde me hicieron hueco, fui. Lloré a escondidas y volví a salir. Rendirme jamás. Participo de proyectos que me encantan y vivo enormes desafíos cada vez, aspiro a seguir haciendo caminos, con un ancla en esta ciudad, pero también recorriendo y trabajando en otros países como hasta ahora. Hay proyectos muy cercanos e interesantes en Finlandia, en Portugal, Francia y por supuesto mi Latinoamérica querida.

Sí que deseo aspirar a poder brindar más a quienes me rodean, trabajar con mejores condiciones. No es mucho pedir tener un poco más de presupuesto para que Bibiana pueda materializar con mayor libertad sus ideas, para que podamos decir no a un casting de publicidad que no nos interesa y que coincide con el ensayo pero al que no podemos renunciar porque necesitamos el dinero. A veces me toca hacer extra de camarera en el bar de unos amigos, jamás en Uruguay había sido camarera, siempre había vivido bien de mi profesión, con altibajos, aunque también es verdad que empecé muy chica, y durante mi edad temprana me ayudaban mis padres. Tengo un sueño, o varias aspiraciones, que al final siempre se reducen a seguir creando y compartir.

Aquí me gustaría tener un espacio, anhelo una pequeña nave donde ensayar y poder montar historias creativas, lecturas, residencias, trabajos en intimidad, una sala de grabación, un lugar, cuidado, con personalidad. Me gusta mucho eso, en mi país lo tenía en mi propia casa y era un espacio de tránsito conde coincidían mucha gente que luego se confabulaba a inventar nuevas cosas, eso hace bien. Refresca, anima, nos ubica en una horizontalidad que creo que el arte debe tener.

Claro que también deseo, alguien que confíe en mí, y me impulse, aliente y me acompañe y me ayude, para poder seguir adelante más livianos, y poder concentrarme en las tareas que hago bien, aunque no me importe tener que salir a pegar los carteles de nuestras obras por las calles de Lavapiés, que es hasta divertido y ameno.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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