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Corresponsabilidad y deconstrucción masculina

Laura Rubio Galletero: “La transformación social no viene solo del cambio individual sino que solo pasa por el cambio colectivo”

 

¿Cómo se construye y se rompe un hombre? La obra Homo Ausente (Cosas que un hombre nunca haría), a través de la comedia, la crítica y referentes pop, nos invita a asistir a la lucha de un hombre contra la herencia machista y violenta que sigue imposibilitando el camino hacia la corresponsabilidad y la igualdad real entre mujeres y hombres. Hablamos con Laura Rubio Galletero, autora del texto, sobre este proyecto de la compañía Señora_Rojo, que cuenta con Íñigo Rodríguez-Claro en la dirección y Pablo Huetos como protagonista, y podremos ver en la sala Cuarta Pared del 14 al 30 de marzo.

 

Fotos: Javier Naval

 

 

¿Crees que ya estamos en el punto de que sea completamente normal poder disfrutar de textos escritos por mujeres con protagonistas masculinos, hablando, además, de cómo se sienten como hombres y lo que conlleva? ¿Ya era hora después de que los hombres hayan puesto voz a tantos personajes femeninos?

En la pregunta está implícita la respuesta, por supuesto que no. La Historia oficial del Arte, e incluyo a las Artes Escénicas, es la historia de los artistas hombres para un receptor hombre en una industria masculinizada. Da igual que la Cultura la consuman mayoritariamente las mujeres, se siguen escribiendo, produciendo y exhibiendo ficciones de hombres dirigida a sus iguales o para una idea general de lo que le gusta a las mujeres. Productos de feminismo mainstream.

Por supuesto que hay dramaturgas, si hablamos específicamente del teatro, que están modificando el relato o cuestionando el discurso tradicional pero todavía supone un esfuerzo añadido y un riesgo el que se siga etiquetando de “femenino” (como si fuera peyorativo) una obra creada para toda la sociedad.

Da igual que escribamos sobre personajes masculinos, no estamos autorizadas a meternos en el terreno pantanoso de lo emocional entre hombres y menos si no se limita a la comedia. Por eso, más que nunca, ya es hora de que las mujeres escribamos personajes masculinos y lo hagamos con el mismo rigor que nuestros compañeros. Nos autorizamos con nuestra escritura a pesar de la penalización que ello implica. Es la única manera de provocar el cambio.

 

¿De dónde te surge la necesidad de poner sobre el escenario a un personaje como Esteban y sus dudas de cómo debe vivir su masculinidad en diferentes ámbitos?

De la ausencia afectiva de los hombres que me rodean. La mayoría de ellos se han hecho cargo de los cuidados cuando no les ha quedado más remedio y siempre empleando excusas del tipo: es que no sé hacerlo, no tengo tiempo, no me corresponde…  Esta situación siempre me ha generado unos conflictos tremendos que con el tiempo he logrado nombrar, se llaman privilegios patriarcales. Ninguna mujer escoge por gozo la doble o la triple jornada. Lo hace porque el abuelo, el perro, el hijo necesitan atención. Pero la auténtica urgencia de escribir este texto nace a partir de nuestra ma/paternidad. Pablo Huetos es un hombre al que le gusta cuidar, que da sentido a su vida a través del afecto, la atención y la escucha. Y en estos años de vida en común he comprobado el juicio tan grande que ha recibido de una parte de la sociedad masculina, y por otra, la extrema valoración desde el lado femenino en detrimento de mi función como madre. Si él cuida, y disfruta de cuidar, es porque quizás yo no sepa hacerlo o no quiera, lo que es peor.

¿Por qué Pablo no puede cuidar sin dejar de “ser un hombre”? ¿Por qué yo soy una mala mujer- madre- pareja si ambos compartimos los cuidados por igual? Seguimos recibiendo este mensaje.

 

¿Por qué al comenzar la función primero se presenta Pablo como actor para luego meterse en el personaje? ¿Por qué no empezar directamente mostrando la historia de Esteban?

Porque la ficción nos arrastra. Llevamos miles de años contando el viaje del héroe y empatizando con su peripecia. En este momento el antihéroe ha ocupado su lugar, pero sigue siendo el mismo protagonista, un poco más díscolo, al que le creemos todo.

Y en Homo Ausente no se pretende resolver en escena los conflictos de Esteban para que nos vayamos a casa satisfechos de nuestra experiencia. Queremos mostrar, como en un juego de muñecas rusas, a los otros hombres que habitan en él, a su padre, a su abuelo y los modelos de masculinidad que ha heredado. Y los conocemos a través de Pablo, un modelo más de hombre, que nos alerta de que la transformación social no viene solo del cambio individual sino que solo pasa por el cambio colectivo y  el teatro es un buen espacio para que se plantee la situación.

 

Corresponsabilidad y deconstrucción masculina en Madrid

 

Durante la función vamos a ver todas las dudas de Esteban sobre cómo le gustaría ser como hombre o cómo le han dicho que debe ser. ¿Podremos saber al final quién es realmente? ¿Podrá descubrirlo él mismo?

No me atrevo a responder por el público porque, al final, el descubrimiento no es para el personaje de ficción sino para cada persona que se sienta en el patio de butacas. Esteban está muy perdido, pero no más que la mayoría de los hombres que me rodean, hombres sensibles e inteligentes que se resisten a involucrarse en los cuidados, a conciliar y a establecer vínculos más sanos porque les supondría una pérdida de poder. Esteban necesita creerse que el cambio mejorará su vida más allá de las circunstancias puntuales y si lo conseguirá por sí mismo es lo que nos preguntamos con él durante la obra.

 

El texto pone muy en evidencia a los hombres que están perdidos, superados e, incluso, indignados cuando les toca asumir el rol de cuidador -de sus hijxs, de sus parejas, de sus padres…-, un papel infravalorado que las mujeres llevan haciendo toda la vida. ¿Qué efecto causa esto en el público, en los hombres en particular?

Me gustaría creer que genera incomodidad, y esto me satisface porque la incomodidad es motor de cambio. Hay momentos muy brillantes, tanto por la trama como por la interpretación, que te arrastran a la alegría y al humor pero estamos hablando de un tema muy serio, hablamos ni más ni menos, de nuestro futuro como sociedad.

 

En la obra se ve claramente que, ante el avance de la igualdad, existe para los hombres una línea demasiado fina entre el esfuerzo por encontrar su nuevo lugar y la aparición del odio hacía quien está encabezando este cambio. ¿Querías que también la función fuera una llamada de atención sobre este peligro? 

Mencionamos la igualdad como si se hubiera conseguido, y como si fuera un derecho universal. Lo es en términos humanos, aunque no es real en este país, ni fuera de nuestras fronteras.

Lo llamados “derechos humanos” no lo son tal para otros, otras y otres en contextos diversos. Podemos perder nuestra mal llamada libertad a la que nos descuidemos, o mejor dicho, en cuanto no nos cuidemos y no cuidemos nuestras redes de apoyo. Era importante alertar en esta obra sobre la violencia que habita en nuestra manera de relacionarnos y que se activa en períodos críticos como el actual.

 

Corresponsabilidad y deconstrucción masculina en Madrid

 

¿Cómo ha sido el trabajo con el director Íñigo Rodríguez-Claro y con Pablo a la hora de llevar el texto a escena? ¿Ha costado que entendieran lo que buscabas al escribir la obra?

El texto ha pasado por innumerables reescrituras. Comencé con una extensa fase de documentación teórica; luego antropológica, con un grupo de hombres e incorporé algunas vivencias reales del propio Pablo. Después, ya en el proceso de ensayos empezamos la reescritura escénica a partir del trabajo con Íñigo y con el resto del equipo.

Como explicamos en el espectáculo, hemos formado un grupo de diez hombres y dos mujeres para hablar de los hombres con perspectiva feminista. Y eso, queramos o no, es un polvorín. Ha habido ensayos con debates intensos, malestares compartidos y muchas dudas. Iris Muñoz y yo hemos respirado hondo en más de una ocasión para replantear una determinada cuestión porque una cosa es querer cambiar el mundo, y otra bien distinta, mirarse por dentro. Esta es la apuesta del espectáculo, una ficción que sea un espejo.

No obstante, trabajar con Íñigo, Pablo, Polo, Fernando, Alessio, Juanjo, Sergio ha sido estimulante y enriquecedor. Íñigo es un director muy abierto a lo inesperado y sabe atrapar lo que funciona en escena.

Yo llegaba a los ensayos y les decía: «Chicos, no sé cómo acabar esta escena porque no sé cómo habláis entre vosotros cuando estáis en grupo», y de esa pregunta tan simple surgían múltiples posibilidades sobre las que indagábamos.

 

¿Crees que el tono y las situaciones cómicas que ya habías introducido al escribir se ven potenciadas en escena?

Indudablemente. Tanto Pablo como Íñigo tienen un gran olfato para la comedia y hemos trabajado para que la comicidad desengrase la situación dramática. Creo que en esta obra podemos tararear grandes hits de los ochenta y reírnos a gusto, casi tanto como nos hemos reído durante los ensayos.

 

¿Cómo veremos sobre el escenario los diferentes personajes que van apareciendo durante la obra ?

De una manera muy limpia, desde un mínimo de caracterización y con pura presencia escénica. Pablo es un titán y es capaz de hacernos llorar de risa y de tristeza en una misma escena. Además, Íñigo ha generado una dinámica muy interesante de planos de ficción a partir del espacio sonoro que genera en directo José Pablo Polo / Fernando López Andújar. Además, Esteban no está solo, está con todos nosotros, sus amigos del fútbol 7.

 

En tu opinión, ¿podemos los hombres reeducarnos realmente o hay mucho de aparentar que lo estamos haciendo? Y, para hacerlo, ¿por conviene empezar?

Recupero la respuesta de antes. Los hombres os podréis reeducar si queréis hacerlo y no porque las circunstancias lo exijan. Sino, a la mínima, externalizaréis los cuidados y volverá a ser una mujer, probablemente más pobre, la que los asuma. También depende de que nosotras, las mujeres, no cedamos ni un milímetro en los derechos conquistados y por supuesto, depende de que las instituciones se dejen de hablar de agenda y de igualdad y garanticen con leyes el bienestar de las madres, de la infancia y de la tercera edad.

No sé por dónde podéis empezar, pero a mí como mujer, nadie me ha regalado nada. Todo lo que sé lo he aprendido leyendo, lo he puesto en común con mis grupos de apoyo y lo he pasado por mi propio cuerpo. Mis logros y mis fracasos forman parte de una apuesta vital. Yo me esfuerzo en deshacerme de mis privilegios o al menos, de usarlos para aportar algo positivo a mi comunidad. Y hacer esta obra es una muestra de ello.

 

Corresponsabilidad y deconstrucción masculina en Madrid

 

Ese ‘no dejar de ser un niño’ o síndrome de Peter Pan que se ve claramente en muchas personas, ¿es un lastre para poder conseguir crear una sociedad igualitaria? Por ejemplo, para Esteban los referentes fundamentales que recuerda y le han marcado son de los 80.

Han bautizado como “síndrome de Peter Pan” al egoísmo de un individuo con el que se romantiza una conducta perversa. La obra de Barrie es una de mis favoritas de todos los tiempos, pero llevado a la sociedad contemporánea no deja de ser un tipo talludito que quiere una Wendy en casa, una Campanilla como secretaria y una princesa india en la cama. Ahora nos encontramos con la versión Peter Pan 4.0 es decir, los que se nombran “aliados”, hablan de responsabilidad afectiva y, a la hora de la verdad, enarbolan la bandera de la libertad individualista para evitar cualquier compromiso.

Si algo nos ha quedado claro en este proceso es que para alcanzar la igualdad hay que mirarse por dentro y compartirlo con los demás. Creo que los hombres no hablan demasiado entre ellos y se posicionan poco con el feminismo.

Esteban es hijo de su tiempo y los modelos que le han marcado son los modelos que han marcado a todo un país a través de la música y el cine. Si yo os pido que penséis en un Don Juan español, un galán al uso, seguro que pensamos en alguno de los personajes que aparecen en esta obra, y eso es porque los hemos asimilado como modelo de hombre, muy hombre y muy macho y ahora, aunque los nombres hayan cambiado son del mismo tipo reformulado.

 

Hace poco salieron los Candidatos a los Premios Max 2024 y estáis seleccionados para el Premio Mejor Espectáculo Revelación por esta obra. Ya con En Tránsito conseguisteis ser finalistas. Desde la compañía Señora_Rojo, que habéis montado Pablo y tú, estáis satisfechos de que vuestros intereses artísticos estén siendo bien recibidos por público y crítica.

En Señora_Rojo estamos muy contentas con esta Candidatura. Creamos esta compañía después de muchos años de experiencia teatral para hablar de aquellos temas de los que se habla poco o nada. Queremos hacer un teatro feminista, crítico y político como mejor sabemos, con la palabra encarnada en un escenario y planteando más preguntas que respuestas. ¿Qué sé yo del mundo? Poco o muy poco, pero siento que hay heridas en nuestra sociedad que necesitamos revisar en conjunto para poder sanar. Y en eso estamos.

 

 

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