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Blanca Portillo da voz al Silencio de Mayorga

“Juan Mayorga y yo somos dos compañeros enfermos de teatro”

 

La actriz Blanca Portillo es un espíritu inquieto, mientras los reconocimientos a su trabajo en cine con Maixabel siguen sucediéndose, vuelve a unir fuerzas y talento a su amigo Juan Mayorga para llevar a las tablas una teatralización, en forma de monólogo, de Silencio, el discurso que pronunció el propio Mayorga el 19 de mayo del 2019 al tomar posesión de la silla M como miembro de la RAE y que ahora podremos ver en el Teatro Español, del 7 de enero al 11 de febrero.

 

Contar el Silencio

 

Por José Antonio Alba

Foto portada: Javier Mantrana

 

Antes de nada, Blanca, desde Godot queremos felicitarte por el reciente premio Forqué y por la nominación a los Goya. ¿Qué lugar ocupan los premios en tu trayectoria?

¡Muchísimas gracias! Nunca los espero y cuando llegan me dan mucha alegría. Significa un reconocimiento que conmueve.

 

Hablar de reconocimientos nos viene que ni pintado para adentrarnos en Silencio, la función que ahora te ocupa. Ya que el grueso de su texto es el discurso que Juan Mayorga escribió y pronunció con motivo de su ingreso en la RAE, ¿cómo se ha dramatizado el discurso para que acabe siendo un espectáculo?

Digamos que el discurso es el eje sobre el que se construye la función. Para que exista Teatro ha de existir conflicto. Eso nos llevó a crear una situación que permitiera que ese conflicto se mostrase. Partimos de un recién nombrado académico que pide a una actriz pronuncie ese discurso en su nombre. A partir de ahí, la situación es absolutamente teatral.

 

O sea, que no es a Mayorga a quien interpretas en escena, ¿verdad?

No, no interpreto a Juan Mayorga. Interpreto a una actriz que interpreta a un recién nombrado académico que es amigo suyo. Hay muchas vueltas de tuerca en el montaje. En cualquier caso, tuvimos claro que no seríamos ni él ni yo, sino personajes.

 

¿Qué diferencias puedes desvelarnos que hay entre el discurso en sí y lo que finalmente podremos ver en el Teatro Español?

El discurso está, al menos en gran parte, pero también está el texto de la función, que no corresponde al discurso, aunque está impregnado por él y por la situación anómala a la que la actriz se enfrenta.

 

Esta es la segunda vez que trabajas a las órdenes de Mayorga y la tercera que lo haces sobre un texto suyo, ¿cómo nace vuestra relación profesional?

Le conocí cuando entré a trabajar a las órdenes de Andrés Lima con Animalario en el montaje de su obra Hamelin. Después participé en obras en las que él había hecho la versión. ¡Después supimos que habíamos ido al mismo colegio! La relación fue creciendo, así como el entendimiento y el entusiasmo.

 

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Blanca Portillo y Juan Mayorga. Foto de Javier Mantrana.

 

Te acabas de bajar de un espectáculo tan coral como Mrs. Dalloway y te metes en un monólogo, ¿no da cierto vértigo encontrarte con la soledad sobre el escenario?

Ya lo hice con Testamento de María y dije que no volvería hacerlo… Realmente me gusta mucho más poder tener compañeros y compañeras a las que mirar en el escenario, pero este proyecto me apetece tanto que no he podido negarme. Sé que habrá momentos en los que me sienta sola, pero también me ofrece la posibilidad de mantener un diálogo casi permanente con el público. Ellos serán mis compañeros de viaje.

 

¿De dónde nació la idea de llevarlo al escenario?

Juan me dijo desde que lo escribió que pensaba que yo podría haberlo pronunciado, me pareció un piropo, sin más; un día, durante la pandemia, nos lo planteamos seriamente: «¿y si lo hacemos?» Y nos pusimos a trabajar a distancia, sin saber cuándo y cómo podríamos hacerlo. Empezamos a soñarlo, con el deseo de convertirlo en realidad y… aquí está.

 

Comentas que el texto lo comenzasteis a trabajar en un momento en el que, debido al confinamiento, el silencio era lo que reinaba en las calles, ¿cómo fue el trabajo en esos días?

¡Tremendamente estimulante! Volver a tener un deseo, un sueño, una meta; investigar, dialogar, construir… A mí personalmente me hizo mucho bien. Y mi enamoramiento del proyecto creció y creció. Apasionante. Nos encontrábamos una vez por semana a través de la pantalla del ordenador y eran horas divertidas, creativas, llenas de reflexión y de amor por el teatro. Maravilloso.

 

Ya que no es un texto dramático en origen, ¿qué sensaciones despierta pronunciar las propias palabras de quien te dirige?

Me gusta mucho trabajar con Juan porque mantenemos un diálogo de tú a tú, y más en este caso. Somos dos compañeros enfermos de teatro, que comparten ideas, reflexiones, puntos de vista comunes o diferentes. ¡Pronunciar sus palabras siempre es maravilloso porque escribe como los dioses! Tiene inteligencia y poesía, ingenio, secreto y emoción. Un festín para cualquier intérprete.

 

Leyendo el discurso, no puedo dejar de admirar la sencillez con la que escribe Mayorga y la enormidad de cuanto dice. Tiene algo que hace que su altura intelectual acabe siendo accesible e interese a espectadores de cualquier nivel. ¿Dónde crees tú que radica ese hecho unificador que es casi “mágico”?

Creo que hay algo enorme en él: a pesar de su inteligencia, no pretende dar lecciones. Desea compartir, comunicar, expresar lo que piensa, siente y desea. Eso hace que no le sientas como alguien lejano o incluso inalcanzable. Es un hombre de teatro y un hombre de vida. Lo que plantea siempre te pertenece de alguna manera.

 

Es inevitable, en estos momentos en el que el ruido es una constante en nuestras vidas, preguntarte, ¿qué importancia tiene para ti el silencio?

No es que sea importante, es que lo necesito. Lo busco. Es el territorio donde conecto conmigo misma, donde puedo escucharme sin interferencias.

 

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Blanca Portillo. Foto de Javier Mantrana.

 

 

Pensando en la infinidad de formas de silencio que abarcan el texto de Mayorga, ¿en qué momentos crees que el silencio es apropiado y cuándo hay que romperlo?

Creo que eso es algo muy personal. En cualquier caso, creo que no hay que temerlo porque es una forma de expresión. Y deshacerte de él cuando te resulta doloroso.

 

Para mí, uno de los silencios más importantes en el teatro es el que se produce en el instante previo a la subida del telón, al inicio de la función. Siempre digo que ahí tiene cabida todo lo esperado y lo inesperado. Hablando de teatro, ¿cuáles son los silencios que más te han marcado?

Los que me marcan son, sobre todo, los que surgen de manera imprevista, los inesperados, los no ensayados.

 

¿Qué reflexión personal te llevas de este texto y cuál querrías que se llevara el público tras ver la función?

Las reflexiones son muchas ¡y diarias! Pero me conmueve esa vinculación entre el teatro y la vida. Y eso es lo que desearía que sintiese el espectador. Es un canto al teatro que camina de la mano de nuestras propias vidas si estamos atentos para percibirlo.

 

Hace un par de años trabajaste en una película de Gracia Querejeta, Invisibles, donde se hablaba de la invisibilidad de las mujeres llegadas a la madurez. Si lo extrapolamos al mundo de la interpretación, ¿crees que esto sigue sucediendo? ¿cuál es la forma que tienes de combatirlo?

No sé si soy la persona más indicada para hablar de invisibilidad, pero es cierto que el mundo de las mujeres maduras no es precisamente el tema número uno a tratar, ni en el teatro ni en el cine ni en la televisión. Creo que estamos en desigualdad de condiciones frente a los hombres maduros. En ellos, la madurez es signo de atractivo, con nosotras no sucede. ¿Mi forma de combatirlo? ¡Trabajando! Mostrando lo que somos, dándonos voz.

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