"Las formas de amar son eternas, aunque vayamos cambiando los nombres que las señalan o etiquetan."
Los Amores Feroces abre la nueva temporada del Teatro de La Abadía -del 18 de septiembre al 12 de octubre-, invitando al público a explorar las relaciones humanas a través de la poesía y las vivencias del Nobel de Literatura, Octavio Paz. Conversamos con su directora, Rosario Ruiz Rodgers, y el dramaturgo, Jorge Volpi, sobre esta obra que plantea cuestiones sobre el amor y el erotismo y que está protagonizada por Leonardo Ortizgris, Isabel Pamo, Lucía Quintana y Germán Torres.
En el marco de la celebración de su 30 aniversario, el Teatro de La Abadía alza el telón a su nueva temporada con una propuesta que se anuncia como «un audaz viaje a las complejidades del erotismo y las relaciones humanas en el siglo XXI»: Los Amores Feroces. Un juego escénico, con dramaturgia de Jorge Volpi y dirección de Rosario Ruiz Rodgers, que se adentra sin tapujos en los dilemas del amor, la identidad y el papel de la cultura en nuestro tiempo a través de los versos y la vida amorosa de Octavio Paz. Rosario Ruiz Rodgers, figura esencial en la trayectoria de La Abadía y coordinadora de su área de creación y formación artística, señala la «satisfacción y responsabilidad» que implica esta efeméride. Reflexionando sobre las tres décadas, destaca la voluntad de La Abadía de ser un «referente artístico en el lenguaje teatral», no solo en el resultado final, sino también en el propio proceso creativo. La institución ha impulsado una mayor «conciencia del entrenamiento y la búsqueda del lenguaje teatral» en los intérpretes, y ha contribuido a visibilizar el teatro como un «oficio enriquecedor, vocacional y que conlleva mucha disciplina y rigor».
El compromiso de La Abadía se expande más allá de sus paredes. Rosario detalla el programa La Abadía cruza la calle, una iniciativa que, a lo largo de casi siete años, ha llevado las herramientas del arte escénico a su comunidad vecinal: Residencias con infancia y juventud tutelada, y colaboraciones con centros de día para usuarios con problemas de salud mental. Ejemplos de cómo «trabajamos con la comunidad desde otras áreas para colaborar en asuntos de concordia, gestión de emociones, salud, identidad, campos que como espacio cultural podemos acoger y desarrollar en aras de una mejor convivencia en nuestra sociedad». Un «trabajo de educación artística fundamental en nuestra sociedad», que Ruiz Rodgers anhela ver reconocido como «patrimonio oral» y con una inversión que asegure su «conservación y relevancia en una sociedad contemporánea… un sueño».
Al preguntar a la directora por su opinión del estado de salud actual de las Artes Escénicas, no evade la realidad del sector. Percibe un panorama «muy variopinto», donde una «generación más preparada» se encuentra con escasos «espacios físicos ni de pensamiento ni estéticos para proponer y avanzar». La falta de «dinámicas de acceso para presentar proyectos y que esos proyectos al tomar forma también tengan seguimiento a largo plazo» genera una frustración palpable: «Solemos hacer muchos ensayos para tener solo unas 2 o 3 representaciones». Ruiz Rodgers advierte sobre una «saturación, tendencia a repetir fórmulas, necesidad de agradar e ingresar en la taquilla… poca exploración, poca reflexión». Una tendencia marcada por «la comercialización y el marketing (el mercadeo)» que colisiona con «las escasas oportunidades laborales para la mayoría de los artistas escénicos que salen de escuelas con una larga formación», resultando en «índices de desempleo alarmantes» que empañan la imagen de Madrid como ciudad cultural referente: «La precariedad laboral en este momento choca con la imagen que quieren dar de ciudad referente para el turismo, el ocio y la cultura».
LA GÉNESIS DE LA FEROCIDAD
Los Amores Feroces tiene su origen en la obra y la figura del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz. Jorge Volpi, quien conoció al poeta en una ocasión que califica como «uno de los grandes encuentros de mi vida», explica cómo la poesía amorosa de Paz siempre ha formado parte de su universo. La obra es, en sus palabras, «un juego sobre el amor, el erotismo y la libertad», que explora «cómo Octavio Paz vivió tres amores cruciales en su vida que lo llevaron a escribir algunos de sus mejores poemas». Volpi explica que estos amores son «tres épocas que podrían ser no solo las suyas, sino las de cualquier espectador»: desde la relación «tóxica» y violenta con Elena Garro, pasando por la «mayor pasión erótica» con la «mucho más libre» Tibertelli Bona, hasta el «amor sosegado y pleno» con Marie-José Tramini. Unas etapas que para Rosario Ruiz Rodgers son, citando a Paz: «la exploración de toda una vida… de la llama doble de mi vida: erotismo y amor». La obra se presenta, así, como un juego en el que «cuatro amantes desempeñan todos los papeles posibles y al mismo tiempo disertan sobre el amor», entrelazando la narración de los amores de Paz con su propia poesía y teoría del amor, culminando en La llama doble.
LA HUELLA LATINOAMERICANA EN LA ESCENA MADRILEÑA
La creciente visibilidad de voces hispanoamericanas en los escenarios madrileños, reflejada en la programación, genera un análisis matizado. Rosario Ruiz Rodgers, desde su perspectiva geográfica, sugiere que esta presencia se debe más a «decisiones políticas relacionadas con el trauma de la colonización» e «intereses económicos» de empresas latinas, que a una disolución profunda de barreras. Subraya que la representación aún es limitada a pocos países de los treinta y cinco que conforman América Latina, y que «no existe aún ninguna reflexión sobre el hecho teatral occidental (que es Europa) y la comunidad latina que se nutre de Oriente, de su origen indígena y africano».
Jorge Volpi, por su parte, lo relaciona con la «masa crítica» de población latinoamericana en Madrid, donde «uno de cada siete habitantes de la Comunidad de Madrid ha nacido en América Latina». Cree que el trabajo de teatros como La Abadía, especialmente bajo la dirección de Juan Mayorga, «advierte y se preocupa por mostrar esos vínculos ineludibles entre un lado y otro del Atlántico».
AMAR Y DESTRUIR
Los amores feroces invita a la reflexión sobre si «es posible que estemos volviendo a una época donde el amor y la sexualidad de nuevo se han convertido en temas incómodos o estigmatizados». Rosario lo ve «posible», citando cómo «El amor se presenta, casi siempre, como una ruptura o violación del orden social». Jorge Volpi, aunque reconoce una «época más conservadora y más puritana» por influencia de Estados Unidos, contrapone una «era más consciente de lo que significa el amor y de las violencias que muchas veces lo rodean».
Ambos creadores coinciden en que el amor, a pesar de las complejidades del mundo actual, sigue siendo una fuerza transformadora. «Cuando lo reconocemos y lo acogemos en nuestro ser, lo ocupa todo. Gracias a esa asunción del amor, el mundo se transforma y nos pone en el lugar de la resistencia frente a la destrucción», afirma Ruiz Rodgers. Volpi añade que es «la gran invención humana y, en esa medida, una de las fuerzas más poderosas para transformar el mundo». Desmienten también la idea de que el amor genere debilidad, argumentando que ser vulnerable «es algo a favor, nos quita corazas, somos porosos, flexibles a la par que fuertes».
UN COLLAGE DE SENTIDOS
La construcción de la dramaturgia de ‘Los Amantes Feroces’ fue un diálogo entre la visión poética y la realidad escénica. Rosario Ruiz Rodgers soñaba con «imágenes abstractas y sensoriales», y Jorge Volpi le «regaló un relato real, algo donde enraizar las imágenes». Los textos provienen directamente de la vasta obra de Paz, así como de escritos y entrevistas de los personajes femeninos y masculinos que transitaron sus amores, como Elena Garro, Bona Tibertelli, Marie-Jo Tramini, Adolfo Bioy Casares, Francisco Toledo o André-Pieyre de Mandiargues.
Rosario explica que el proceso de montaje ha sido eminentemente colectivo: «la dramaturgia que con los intérpretes hemos ido escribiendo sobre la escena». Se nutre de «conversaciones, improvisaciones, esbozos» con todo el equipo artístico, donde cada persona aporta puntos de vista. «Vamos mapeando antes de poner en pie o decidir que así es el montaje», comenta. Su propósito es «despertar los sentidos del espectador, su ingenio y conmoverle», sin caer en la mera ilustración del texto. Para Rosario, la «totalidad de las artes» converge en el teatro, un «organismo vivo, delicado y complejo» donde la música, la luz y la fisicidad de los actores son elementos vitales: «Sería imposible imaginar unas palabras poéticas sin un cuerpo que las habita y una luz o un color que lo envuelve».
El proceso de investigación con los actores ha sido «muy enriquecedor, arduo dentro de lo gustoso», un tránsito por lugares «resbalosos, inciertos» donde «temes, te exaltas ante un pequeño descubrimiento, vuelves a dudar, te preguntas, te quedas ciego y caminas». La madurez profesional del equipo ha sido clave para que el proceso «cunda».
El mayor reto durante el proceso de ensayos es «transmitir al elenco mis percepciones, mis apuestas estéticas y el código teatral o lenguaje que hemos de transitar». La obra se construye como un collage a descifrar, siendo la historia con Elena Garro, por sus «múltiples violencias», la más compleja de integrar, abordándola con honestidad. También destaca la importancia de contextualizar los amores del siglo XX junto a los del XXI, reconociendo que las formas de amar «son eternas, aunque vayamos cambiando los nombres que las señalan o etiquetan». La obra no reivindica directamente el derecho a amar fuera de las convenciones, pero «lo atraviesa», con preguntas sobre el «libre albedrío».
UNA NUEVA ETAPA PARA CONDEDUQUE
Más allá del estreno de Los Amores Feroces en La Abadía, Jorge Volpi asumió a comienzos de 2025 el rol como director artístico de Condeduque, que califica como «un honor y un desafío enormes». Su primera programación en este espacio madrileño, que dio a conocer el pasado día 10 de septiembre, mantendrá el «espíritu contemporáneo» del espacio, con un «énfasis mayor en el diálogo con América Latina» y la integración de nuevas áreas, como la relación entre ciencia, literatura y arte, y los lenguajes ficcionales de los jóvenes. Para Volpi, la visión es una apuesta por, «la continuidad y la ruptura», una máxima que, como diría Paz, define su enfoque.
