Corría el año 1583 cuando el Corral del Príncipe acogía por primera vez una representación teatral, un texto de Lope de Rueda que resultó ser el pistoletazo de salida en la historia del Teatro Español; un edificio que acabaría convirtiéndose en el teatro más antiguo de Europa, permaneciendo en activo de manera continuada, y en el mismo lugar, durante casi cinco siglos, a pesar de los acontecimientos sociopolíticos, problemas estructurales e, incluso, incendios que amenazaron su existencia.

Ahora, 440 años después, el Teatro Español quiere rendirle homenaje con una serie de actos, una exposición, un libro y, por supuesto, una producción teatral. Pero lejos de apostar por la sobriedad que habitualmente se busca en estos actos, la dirección artística ha recogido el testigo que les ha tendido la compañía Grumelot, junto al dramaturgo Jose Padilla, y se han puesto en sus imaginativas manos, de donde ha nacido Arder y no quemarse.

Para aquellos que no sitúen a la compañía Grumelot, deben saber que ellos hacen un teatro que se desborda, que va más allá del escenario, utilizando todos los medios que haya a su alcance, inspirándose en lo clásico y apoyándose en las nuevas tecnologías, para encontrar la teatralidad allá donde otros ni se la plantean. Así que, para los que ya los conocemos, la sola idea de ver cómo van a aflojar el corsé tanto del Español como de su público, nos parece una idea excitante. Ellos nos plantean la posibilidad de viajar por el tiempo al más puro estilo de Regreso al futuro. Pero vayamos por partes porque todo tiene su porqué.

 

Un Ave Fénix de 440 años en Madrid
Momento de un ensayo de Arder y no quemarse. Foto de Carla Maro.

 

LEGAJOS, PLANOS Y MUCHA HISTORIA QUE ABARCAR

Me reúno con Íñigo, Carlota y Javi en una terraza del barrio de Carabanchel, tras presenciar una sesión de ensayos y atisbar qué se traen entre manos, y lo primero que les pregunto es por qué Grumelot quiere hablar de la historia del Teatro Español.

“Porque la historia del Teatro Español, el edificio, es la historia del teatro español -dice Iñigo Rodríguez-Claro, quien en esta ocasión se encarga de la dirección- y, al ver su antigüedad, dije: ‘Tenemos que hacer aquí un espectáculo sobre el paso del tiempo’”.

Han sido cerca de dos años inmersos en un proceso de investigación que, gracias a las residencias artísticas de exlímite y Pueblos en Arte, sumado a la generosidad de Noelia Burgaleta Areces, investigadora y asesora histórica responsable del libro y la exposición que el Teatro Español tiene previstos para conmemorar estos primeros 440 años, han podido llevar a cabo. “Ella ya es parte del equipo, viene todos los días a los ensayos con nosotros y nos continúa asesorando” comenta Javi Lara.

“Nos hemos dado cuenta que, más allá de que hay figuras que nos resultan más representativas en cuanto a la evolución de los derechos de los trabajadores, la evolución de la dramaturgia o la dirección – continúa explicando Íñigo-, leyendo todas las épocas, nos aparecía una constante en el Teatro Español que era la precariedad, de cómo la gente que nos dedicamos a las Artes Escénicas sacamos los proyectos adelante y mantenemos los teatros en pie de milagro, y después de muchas cosas que hemos estudiado del Español, que siga ahí ha sido gracias a una serie de ‘catastróficas dichas’; y eso es por la gente que lo ha mantenido”.

Nos dice sobre este edificio que ha sobrevivido a guerras, constante amenazas de derribo y a tres grandes incendios que, sin embargo, no han podido con él. “A pesar de todo, ha sido capaz de sobrevivir -Explica Carlota-. Y ha habido mucha gente, las gentes del teatro, no solo los artistas, sino también los técnicos, los acomodadores, etc… que han peleado para que se mantuviera porque también era su manera de sobrevivir” apunta con emoción. “Es como la seña de resiliencia del propio teatro- Añade Javi Lara-. Arder y no quemarse no es solamente cuestión de la combustión, sino arder por la pasión por el teatro. ¿Qué acto de amor hay más grande que el de hablar sobre 440 años de historias de personas que han hecho posible que el edificio siga en pie? Somos la herencia de esas personas y la falta de memoria es una enfermedad que tiene este país”.

 

 

HERENCIA Y TERRENOS MOVEDIZOS

Una historia de supervivencia que habla de la inestabilidad de un edificio construido sobre terreno acuoso, el mármol de su entrada posee ese aspecto rojizo porque la humedad sigue calando su piso, “esa misma tierra que pisaron los espectadores del s. XVII para pasar al Corral rezuma por el mármol”, y que establece una conexión con la historia del teatro patrio, de un terreno ciertamente movedizo, pero que sostiene a las Artes Escénicas impregnándolas de su pasado. “Jose (Padilla) siempre nos dice que no se nos olvide, porque a veces se nos olvida, que donde vamos a hacer la función estuvo Margarita Xirgu, Isidoro Máiquez, María Guerrero, Lope de Vega, Lorca, Valle… Tiene esa cosa de la energía de un espacio en el que se está haciendo teatro todos los días de manera ininterrumpida desde hace 440 años”.

“Nosotros procedemos del teatro contemporáneo -explica Carlota-, pero siempre lo hemos intentado mezclar con los lenguajes del teatro clásico, son nuestra escuela y nuestra base, nos fascina la comedia del Siglo de Oro español, y los grandes autores del siglo XX, somos una compañía con formación clásica y por intereses por lo clásico, a la vez que nos interesan los lenguajes contemporáneos, pero nos encontramos con la necesidad de reconocer los logros del pasado y reconocer que nuestro trabajo fundamentado sobre los logros de esas otras personas que pudieron llevar a cabo su visión, que la visión es dar un pasito más, ofrecerle al público del presente algo que no están recibiendo, es como una constante que los artistas que hacen teatro están diciendo: ‘el público de ahora ya no es el de antes’, porque el teatro también cambia con las épocas, todas las artes lo hacen, pero el teatro más por la inmediatez con la que se recibe por parte del público la obra”.

 

Un Ave Fénix de 440 años en Madrid
Foto Carla Maro.

 

BRECHAS INCANDESCENTES EN EL TIEMPO

“Y todo esto, ¿cómo se traduce en la práctica? ¿Qué es lo que vamos a encontrarnos cuando acudamos a ver Arder y no quemarse?”, les pregunto porque soy el primero al que le mata la curiosidad por saber cómo han traducido al lenguaje de la compañía estos 440 años de historia.

Para ello han contado de nuevo con la dramaturgia de Jose Padilla. “Ha sido precioso el reencuentro con Jose, hacía muchísimo que no hacíamos un espectáculo juntos. Justo necesitábamos la mirada fresca y la capacidad que tiene Jose de convertir la historia en algo ‘Grumelotero’”, alejándose radicalmente de lo que podría convertirse en una clase de historia del teatro. Padilla es un dramaturgo que cuenta con una inmensa capacidad para lograr transformar las situaciones en algo inesperado, trepidante y lleno de emoción, cargando sus historias de referencias que todo el mundo conoce, acercándolas al gran público, haciéndolas accesibles para todo el mundo y dejando un reguero de pildoritas, en forma de referencias inesperadas, para mayor disfrute de quien las reconoce. “Vimos que el incendio era la manera de transitar por el tiempo dentro de la función, -nos explican y aquí llegamos a Regreso al futuro, ¿ven como la referencia no era gratuita? La compañía ha seleccionado aquellos momentos más relevantes en la historia del teatro, transitando por diferentes siglos, ¿pero cómo?- cada vez que en el espectáculo asoma la amenaza de una catástrofe se abre una brecha en el tiempo y eso nos permite llegar hasta ahí, llegando a los momentos de más riesgo del edificio, a los momentos más emocionantes, más decisivos, donde han sucedido los grandes cambios, y eso lo hacemos aprovechando las brechas que abre el tiempo y la posibilidad de la desaparición o de la destrucción. Para nosotros el éxito es que el público tenga la sensación de tener la experiencia de ir atravesando el tiempo con nosotros. Y sentirse un espectador del XVII, del XVIII, del XIX, XX, desde el s. XXI”.

Como curiosidad, contaremos que gran parte del vestuario y la utilería que veremos en escena son piezas originales propiedad del Español que formaron parte de producciones históricas. “Estamos haciendo un espectáculo que, como el título indica, trata sobre sobrevivir a la catástrofe, a la adversidad. Es un poema a la resiliencia que está en la esencia de lo que significa hacer teatro para nosotros”.

“Nos cuesta quedarnos en la caja escénica como concepto. Queremos utilizar todos los recursos a nuestro alcance, el espectáculo es 360º”. Nos desvela Íñigo sobre la puesta en escena con la que se han propuesto hacernos recorrer el teatro sin movernos de la butaca. Jugando con todas las posibles estéticas, Elisa Sanz, ha creado un espacio donde se recuperará el espíritu primigenio del Corral de Comedias, la complejidad de maquinaria del s.XIX, contando con todas las virtudes escénicas que nos ofrece la tecnología del s.XXI. “Como en todos los espectáculos de Grumelot la tecnología juega un papel fundamental, para ofrecer al publico un espectáculo excitante en términos de experiencia visual, sonora. Nos interesa mucho el trabajo actoral, sobre el texto y la dramaturgia, pero también aspiramos a crear un espectáculo audiovisual super excitante”. remata Carlota guiñándome el ojo y alimentando mis ganas de ver en marcha este DeLorean teatral.

 

Un Ave Fénix de 440 años en Madrid
Foto de ensayo de Carla Maro.

 

UNA FORMA DIFERENTE DE HACER TEATRO

“Estudiando las compañías a través del tiempo, nos hemos dado cuenta que se han enfrentado a problemas muy parecidos a los que nos enfrentamos hoy y creo que eso puede resonar mucho a nuestra generación, a las compañías del presente, que están enfrentando tantas dificultades y sienten tanta presión. -Apunta Carlota-. Luego te pones a mirar hacia atrás y ves que es un poco la naturaleza de este arte que también es una especie de industria y que también es una especie de oficio. La naturaleza de esto que hacemos es precaria, inestable, efímera, se enfrenta a que no se puede hacer teatro solo en el pensamiento”.

Es por eso que poner en pie un proyecto como Arder y no quemarse no solo ha supuesto un reto para la propia compañía, también para la institución que representa el Teatro Español, por el encuentro con artistas que tienen métodos y tiempos de creación que van más allá de los cuarenta y cinco días de ensayos habituales. “Se puede hacer teatro colaborativo, en un entorno de producción tradicional, no es una fantasía. Lo que pasa que a veces genera una fricción con las administraciones, no porque no se pueda, porque está claro que se puede, lo hemos hecho muchas veces, sino porque la incertidumbre a veces genera ansiedad -Explica Íñigo sobre las maneras de trabajar dentro de Grumelot y que en esta ocasión han encontrado un aliado en el Español gracias a que la dirección artística está compuesta por creadores en activo que conocen los procesos-. Entonces, creo que es súper importante decirles a las administraciones públicas que la gente que hacemos este tipo de espectáculo somos igual de profesionales, pero tomamos las decisiones más tarde. Quizá sería interesante crear otro tipo de estructuras para sostener a este tipo de creadores”.

Una reflexión más que añadir a este viaje de evolución y reinvención de un teatro, el español, no el edificio sino el nacional, que comenzó encontró un punto de inflexión hace 440 años con la llegada del Corral del Príncipe, esta vez sí el edificio del Teatro Español, y que no ha dejado de avanzar y adaptarse al paso del tiempo a pesar de (y, posiblemente, gracias a) la inestabilidad y la catástrofe que siempre lo hace resurgir de sus cenizas.

 

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