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Andrés Lima y su mirada a la juventud

Andrés Lima: “Hay mucho de mis 15 años en Asesinato y Adolescencia

Quedamos con Andrés Lima para mantener una conversación telefónica sobre Asesinato y adolescencia, la obra que se acaba de estrenar en las Naves del Español en Matadero, con dramaturgia de Alberto San Juan. El director aprovecha el trayecto en taxi hacia los ensayos de Shock, que llevará a Uruguay en el cincuentenario del golpe de Estado y la muerte de Allende, para charlar con esta revista.

Durante la entrevista, muestra su preocupación por el incremento de suicidios entre los adolescentes, recuerda las posfunciones con Animalario, aplaude el hito de las ganadoras del Mundial de fútbol femenino y reconoce su interés por lanzar desde el escenario preguntas sobre las violencias y las enfermedades que genera una sociedad caótica y radicalizada.

Nos aprovechamos de su entrega a la charla para preguntarle también por el estreno el 12 de octubre, en los Teatros del Canal, de La comedia de los errores, una versión sobre el texto original de Shakespeare que cuenta con el trabajo de actores como Pepón Nieto, Fernando Soto o Rulo Pardo. Lima ha puesto en escena esta obra inspirada en Los gemelos de Plauto, del siglo II a. C., con un guiño juguetón hacia el colectivo LGTBIQ.

 

 

Foto de portada: Lucía Juárez, una de las protagonistas de Asesinato y adolescencia. ©Esmeralda Martín

 

¿Qué te ha impulsado a poner ahora el foco sobre la adolescencia?

Podría ser porque pasa el tiempo, tenemos hijos y, cuando empecé con todo ello, mi hija estaba en plena adolescencia. Y pensé que, al igual que hicimos con Prostitución, que era un sitio desde donde mirar el mundo, la adolescencia es un periodo fundamental en nuestro crecimiento. Es el primer cambio grande hacia el ser adulto. Pensé que es un buen un sitio donde colocarse para mirar qué es lo que hacemos.

 

Has comentado que tomaste como inspiración la película de Fritz Lang, M, el vampiro de Düsseldorf, sobre el caso de un asesino en serie de niños. ¿Qué viste ahí?

Esa fue una película que yo creo que marcó artísticamente en su momento, y lo sigue haciendo. Recuerdo haberla visto cuando tenía 15 o 16 años, y me dejó una impresión potente. Con el paso del tiempo, se ha reafirmado. Creo que es un thriller de tensión, de terror incluso, pero no deja de lado el hacerse preguntas de por qué se da la violencia en una sociedad.

Esa era la pretensión cuando le propuse a Alberto [San Juan] que hiciéramos este montaje, es decir, hacer una obra donde el hilo argumental fundamental es un thriller, donde haya suspense para ver qué sucede con el asesino y con la víctima, pero que esté enmarcada claramente en un entorno social que es España, concretamente en Carabanchel, en Madrid, hoy. Y dentro de un ambiente de adolescentes con el cual podemos contactar, conocer sus problemas, sus angustias sus posibilidades, e intentar retratarlo lo mejor posible a través del teatro.

 

¿Cómo ha sido el proceso de investigación previo para construir la propuesta que llegará hasta el público?

Ha sido muy hermoso. Desde hace un tiempo siempre procuro pasar por el trabajo de talleres, y creo que es el momento del proceso más emocionante y rico. El equipo está ya súper afinado, llevamos mucho tiempo trabajando juntos, y poder desarrollar el proyecto a través del estudio, de las entrevistas, de la investigación que hacemos, da lugar a un trabajo teatral muy afinado.

Y en este caso te lo comento porque estábamos hablando del M, el Vampiro…, que está enmarcado en una especie de expresionismo tardío, empieza ya el realismo con Fritz Lang. Y esa manera de retratarnos interesaba mucho. Entonces, a la vez que intentamos saber más cosas sobre nuestros adolescentes, sobre la gente que se ocupa directamente del asunto de la violencia en relación con la adolescencia, esa traducción a una manera especial de retratarlo ha sido muy muy bonito.

Los talleres se han desarrollado durante todo este año pasado y hemos trabajado con un grupo de adolescentes medios, aunque también hemos trabajado con gente que ha tenido una adolescencia más conflictiva. Pero a mí me interesaba no partir del caso excepcional, sino de la media. Hay un grupo de adolescentes de burguesía media-baja, media-media, porque ahora ya la burguesía media es toda media-baja, que nos cuentan sus inquietudes y sus problemas. A partir de ahí, también hemos trabajado con abogadas laboralistas -con Patuca [Fernández] que trabaja con MENAS-, con gente que ha pertenecido a bandas -ex Latin Kings-, con abogadas de asesinos en serie, con gente del Proyecto Hombre -más en el ámbito de la psicología y la psiquiatría-. Toda esta documentación e investigación sirve para dar lugar a la obra.

Este caso se diferencia del resultado de Prostitución o de Shock en que no tiene una pretensión documental. Es decir, todo lo que hemos hecho basado en la realidad ha sido sencillamente trabajo para construir la historia. Y la historia que contamos es particular porque sí que está muy teñida de todos los testimonios reales que hemos obtenido.

 

 

¿Ha sido esa una forma de combatir el riesgo de construir un relato desde la experiencia del mundo adulto y al tiempo permitir que los adolescentes pudieran sentirse reflejados?

Lo has expresado bien, sí. Yo no tengo más remedio que ya ser adulto (risas). El tiempo ha pasado, y por mucho que conserves un espíritu joven o adolescente, a veces a tu pesar incluso, no lo eres. Y sí, claro, hay que estar pegados a la realidad. Yo creo que es muy interesante, por eso les preguntamos a ellos. Y, de todas maneras, fíjate, en el fondo yo creo que hay algo de recuperar esa adolescencia. Es decir, no solamente un interés frío por ellos, sino que es posible que, al llegar a una edad, los ciclos se van cerrando y te vuelves a acordar. Hay mucho de mis 15 años en esta obra también.

 

¿Qué has aprendido de los adolescentes con los que has trabajado? ¿En qué te has visto reflejado?

Pues me he visto reflejado en la soledad, sobre todo, cosa que se olvida fácilmente. He recordado que para mí fue una época de angustia también. Y comprender que vas a nacer a un nuevo mundo y que normalmente chocas, sobre todo, si el mundo al que naces es este que estamos generando, un mundo caótico y violento. Y ahí sí que aprendo de ellos. No todo es tan fácil, ni socialmente, ni psicológicamente, ni políticamente. Hay un choque, hay un no futuro de nuevo en la adolescencia que surge ahora, que es comprensible con el cambio climático, con el paro, con la radicalización de la sociedad y con la presencia de la guerra continua. Todo esto genera muchas cosas en la adolescencia.

 

Algunos consideran que ser adolescente hoy es más crítico que en generaciones anteriores, mientras que otros abogan por que lo tienen todo mucho más fácil. ¿Dónde te posicionas?

No me interesa demasiado eso. Pero no creo, ni mucho menos, que lo tengan más fácil. No sé quién opina eso, pero vamos, tiene que pertenecer a una clase holgada, porque la brecha de la desigualdad, posiblemente en este país, lo único que haya hecho es crecer, es decir, los pobres son cada vez más pobres, y los ricos, cada vez más ricos. Entonces, si te toca pobre, adolescente, mujer y migrante, te digo ya todo el pack, es algo muy muy muy difícil.

Y precisamente, esto que te acabo de decir, es lo que está demonizado, fundamentalmente por la derecha, con la lucha contra el MENA, con que nos quitan el trabajo, con que son grupos violentos… No hemos recogido de ninguna estadística que la violencia adolescente suponga un grave problema. Lo que sí supone es una fuente de alarma muy grande para seguir diciéndonos que necesitamos más seguridad.

 

Autolesiones, trastornos alimenticios, consumo de pornografía a muy temprana edad, adicciones, agresiones sexuales, suicidio… Por fin comienza a ser frecuente en la agenda (y en los teatros) el reflejo de estas violencias del universo adolescente que gritan estadísticas escalofriantes. ¿Llegamos a tiempo?

Sí. Yo creo que hay mucho de alarma innecesaria, a veces, en todo esto. Lleva sucediendo mucho tiempo. Y lo que está bien es que miremos a nuestros adolescentes y les hagamos caso, que los escuchemos. Cuando aumenta la tasa de suicidios de adolescentes, algo quiere decir muy fuerte. Creo que, dentro del espectro de la violencia, la violencia contra ellos mismos es algo que sí que hay que tener en cuenta porque es indicativo de algo muy angustioso que sucede dentro de la cabeza y del corazón de nuestras adolescentes. Creo que no solo de los adolescentes, pero ellos tienen toda la vida por delante y hay que mirar por ellos.

Siempre hablo de los adolescentes en las entrevistas, pero hay un tema que es vital en la función, y es el asesino. En el estudio de la función nos interesaba, más que la personalidad de cada uno de ellos, el caso; es decir, la violencia que existe en una sociedad eminentemente violenta. No hay más que ver cómo se normaliza, en pocos meses, una guerra como la de Rusia y Ucrania. Forma parte del ADN de nuestra sociedad contemporánea y del modo que hemos elegido para vivir, que no es precisamente centrarse en los problemas, para que todo sea más productivo.

Pero este hombre ya en sí mismo es alguien digno de estudio. Hay una infantilización del mundo, y este caso es un buen ejemplo. Un tipo, que posiblemente tenga una enfermedad, y que está estancado en una época. Nos ha servido para ver psicológicamente qué sucede con la gente que de repente toma esa deriva tan peligrosa para los demás y para ellos mismos. Está siendo apasionante. He de decirte que no hay ninguna respuesta, como buen thriller, pero sí muchas cuestiones que normalmente no atiendes.

 

Leyendo el texto, precisamente, te encuentras con uno de esos finales abiertos.

De hecho, era importante para Alberto y para mí no dejar un final que tranquilice al público. Esto sale de una cuestión que nos sucedió hace muchos años. Hacíamos una obra de Juan Mayorga que se llama Hamelin, que es un caso basado en la realidad de abuso de menores por un adulto. Y se suponía que podía haber hasta una red de abusos en el Raval de Barcelona. La hicimos en Madrid, en La Abadía, y después nos fuimos al Romea. La función fue un éxito y era bonito hacerla. Yo salía en escena, hacía el personaje del acosador. Era cuando estaban Willy Toledo, Alberto San Juan, Blanca Portillo, Nathalie Poza, Javier Gutiérrez, Roberto Álamo… Y normalmente Animalario siempre se tomaba algo después, éramos y somos muy amigos.

El caso es que siempre íbamos en frente del teatro y la gente lo sabía, nos esperaba y comentábamos. Hamelin era una obra con la que se estaba tanto tiempo en el bar comentándola como viéndola porque generaba muchas controversias y muchas preguntas. Tenía mucho que ver con esto que estamos haciendo ahora. El caso es que cuando estaba en el bar, se me acercó una mujer y me dijo: “Mira, gracias por la obra, me ha gustado mucho, pero tengo una pregunta. En el colegio de mi hijo se ha detectado que el profesor de gimnasia ha abusado de toda una clase más o menos, entre ellos mi hijo. Nos hemos enterado por los testimonios de los chavales. Se ha montado un pollo enorme. Nos hemos reunido los padres en el gimnasio y ha sido una situación muy fuerte. No sabemos qué hacer. Unos querían ir a lincharle… Cuando estábamos en plena reunión, con los chavales por allí indignados diciendo lo que les había pasado, apareció el profesor”. Esta señora me contó que el profesor se presentó y les dijo a los padres que era verdad y que hicieran con él lo que quisieran. Entonces se produjo una situación brutal, la persona de repente te pasa el testigo. Ahora eres tú, no estás amparado por la venganza ni nada, eres tú el que hace justicia. Y te lo propone la propia víctima.

Esa pregunta era la que queríamos que quedara en el aire. “¿Y ahora qué?, ¿cómo ayudamos a esta chica, desprotegida en muchos casos por la violencia, y qué hacemos con nuestros violadores?”. Y digo ‘nuestros’ voluntariamente, asumiendo que es nuestra sociedad la que genera también esa enfermedad o esa delincuencia.

Eso me preocupa desde hace mucho, en muchos sentidos. Si te fijas, Shock también tiene que ver en cuanto que es una pregunta sobre la violencia. Prostitución, en el fondo, también.

 

Andrés Lima y su mirada a la juventud en Madrid
Andrés Lima. ©Valentín Álvarez

A estos dos grandes temas, la adolescencia y la violencia, se suma también la política. ¿Qué papel entra a jugar en la obra?

Hay un discurso muy maniqueo sobre esto, algunas veces desde la prensa, otras no sé desde dónde: No se debe hacer política, sí se debe hacer política. Es absurdo. La política es la relación de los ciudadanos con la ciudad. El asesino está haciendo política, los adolescentes están haciendo, el alcalde, tú, yo. Y todo es sociología, que tiene que ver con cómo nos organizamos para vivir. Y todo es psicología, que tiene que ver con lo que pensamos y con nuestra propia enfermedad, con nuestra propia psicosis. Vivimos un mundo lleno de psicosis.

Todo esto hace que sea un compendio de cosas. Negar que la política está incluso en el deporte, es absurdo. Como dicen los futbolistas: “Qué pena que se haya empañado el Mundial con esto”. No, qué bueno, es un hito para la selección española femenina: reivindicar sus derechos y a la vez ganar el Mundial.

 

¿Qué espejo vamos a encontrar los espectadores en Lucía y Luis, los protagonistas del montaje a los que dan vida los actores Lucía Juárez y Jesús Barranco?

Eso me lo tienes que decir tú cuando la veas. No lo sé, yo espero que un espejo veraz de lo que sucede. Y en el de Lucía nos vamos a reconocer muchos. Lo más inquietante es ver qué sucede, en una escena que precisamente la llamamos ‘El espejo’, cuando se mira el personaje que interpreta Jesús Barranco y nosotros vemos ese reflejo. Eso va a ser interesante, porque es fácil ponerse en el papel de la víctima; es más difícil ponerse en el papel del agresor.

 

Para Asesinato y adolescencia recurres de nuevo a Alberto San Juan como colaborador (en este caso autor) y al equipo artístico de Prostitución. Repites colaboraciones. ¿Qué buscabas en esa reincidencia?

Bueno, no es que busque nada, es un equipo. Yo sin Beatriz San Juan no sé hacer teatro. Sin Valentín Álvarez, sin Pedro Yagüe, sin Nick Powell… Llevamos muchos años. Este equipo se genera a raíz de Animalario y se va completando con los años. Somos como un pulpo, cada uno es un brazo.

De hecho, en otras ocasiones, el texto ha mandado y nos ha dictado el camino por donde seguir. En este caso, no ha sido así. Alberto ha hecho un texto súper brillante, a raíz de los talleres. Pero cuando lo lees, te das cuenta de que está acotado para que la narrativa no solamente sea textual, sino que también fluya a través de lo que expresan las pantallas, la iluminación y la música. La música está siendo parte de la escritura de la función. Y es posiblemente el montaje más complicado que estoy haciendo en comparación con otras que llevan mucho más aparato, siendo una obra con solo dos actores. Artísticamente, el ajuste de todos esos elementos es de lo más bonito que he hecho nunca, y de lo más complejo para llegar a expresar lo que quieres.

Estoy disfrutando como un enano. Pero sin un equipo así, con tanta complicidad de años, y sin un taller previo, son cosas que no salen. Tenemos un lenguaje común. Yo soy el director, pero la obra es de todos. Clarísimamente. En este caso más que nunca.

 

Cambiando totalmente de tercio, simultáneamente a Asesinato y adolescencia en las Naves del Español en Matadero, se representará en los Teatros del Canal, del 12 al 22 de octubre La comedia de los errores, de William Shakespeare, que también diriges. ¿Necesitabas desengrasar mientras creabas?

Y estoy ensayando estos días porque después del estreno nos vamos a Chile, a hacer Shock, en el cincuentenario del golpe de Estado y de la muerte de Allende, que va a ser súper emocionante. En realidad, ha sido uno después de otro. Sí es verdad que la investigación ha sido paralela, de hecho, ha sido una especie de maratón un poco excepcional. Normalmente no me pasa esto, pero me fui a finales de mayo a Uruguay, a dirigir Edipo Rey, y fue llegar, dirigir La comedia de los errores, después dirigir Asesinato y adolescencia, y al terminar y nos vamos a Chile. Son cuatro meses sin un día de descanso, pero eso se puede hacer por los talleres, o sea, la investigación es paralela. Nosotros llevamos un año trabajando en Asesinato y adolescencia. Ahora lo cerramos con el espectáculo, pero se va gestando antes todo. Si no, sería una especie de locura esquizofrénica. Aunque un poco lo es.

 

¿Cómo llegaste a este proyecto impulsado por el Festival de Teatro Clásico de Mérida y la productora de Pepón Nieto, Mitxolobo?

Pues por Pepón Nieto, que es un tipo muy activo y muy artista. Pepón llevaba tiempo proponiéndomelo, porque ya habíamos trabajado alguna vez juntos. Él tenía una idea muy clara de la compañía que quería y me propuso un par de títulos. Cuando cayó en mis manos La comedia de los errores, que la recordaba muy vagamente de lectura de juventud, pensé que ahí había base para hacer un divertimento teatral enorme. Llamé a Albert Boronat, y se lo propuse para que con el texto hiciéramos una locura teatral. Está basada en Shakespeare, pero le hemos dado un empujón y la hemos hecho muy nuestra. Y yo estoy contentísimo con el resultado.

Pepón, aparte de actor, es un gran productor, y me fue proponiendo el equipo actoral. Mira que el casting de una obra define la dirección de la obra y, sin embargo, aparte de los que ya conocía, como Antonio Pagudo o Fernando Soto, hay gente que no conocía, como Avelino Piedad y Esteban Garrido, que son increíbles cómicos e idóneos para esta obra. Y después, Rulo Pardo, que es una maravilla.

 

¿Qué enseñanzas nos deja hoy Shakespeare a través de este texto, que a su vez está basado en la comedia de Plauto Los gemelos, del siglo II a.C.?

Es teatro eterno, de toda la vida, y seguramente Plauto se basaría en algo más antiguo. El equívoco de los gemelos es un clásico maravilloso. Y habla de ponerse en el lugar del otro, que es la base del teatro.

La enseñanza que nos deja es la del teatro, educa por defecto sin pretenderlo. Creo que pretende entretener. Esta obra es muy divertida. La risa es el elemento más inteligente que tiene el ser humano a su disposición, y en este montaje te ríes mucho.

Después, hay algo interesante. Viene de Shakespeare, pero hoy en día tiene otra resonancia. La compañía, como en la época de Shakespeare, la conforman solo hombres, que también interpretan a mujeres. Pero en este caso, hay también un elemento LGTBIQ muy interesante. Hay algo de reivindicación, de que cada uno sea lo que quiera ser, con tal de que se autoperciba como tal. Y de una manera muy juguetona y muy divertida.

 

¿Es la comedia de enredos un buen formato para trasladar al gran público mensajes que no calarían si no es a través del humor?

Te voy a poner un ejemplo nada más, El gran dictador, de Charles Chaplin, y eso lo dice todo.

 

 

¿Podríamos decir que Shakespeare entra aquí en defensa del error frente a la mentira? Por acotar mucho. No te voy a hacer que resumas la trama, que es complicadísima.

Shakespeare juega con las palabras y, más que nada, esto es un juego de palabras continuo. Nada es lo que parece, eso sí que lo sabe Shakespeare. Es el autor ambiguo por naturaleza, tanto sexualmente, como que nadie sabe qué pensaba Shakespeare realmente de sus obras. Lo que sí sabemos es que profundiza en intentar descubrir, es un espeleólogo de las emociones y del teatro. Él juega, pero tiene claro que nada es lo que parece, descaradamente.

 

¿De qué recursos de la comedia echaste mano para dar forma a la propuesta?

He tirado de los 40 años que llevo haciendo teatro. No hay nada especial, es puro teatro, y por eso lo he disfrutado tanto. Pero sí es verdad que me he acordado mucho de Pepe Estruch, que es uno de mis maestros, que dominaba la comedia del arte y que me dirigió en una obra que se llama Medora, de Lope de Rueda.

Y luego, de toda mi inquietud. Yo empecé a hacer teatro prácticamente por Arlequín, por el personaje, por el momento en que Strehler lo hizo famoso y el juego que tenía con la comedia del arte. Y claro, todo ese entusiasmo y todo lo que aprendí sobre ello, pues se ve reflejado, yo creo.

Hubo otro montaje que hice hace tiempo también, con versión de Alberto San Juan, que se llamaba Argelino, un juego de palabras con Arlequino, y ahí hice otra incursión. Pero esta última, ya con los años, la abordo, con más sabiduría, espero, y con más libertad.

 

Ahora que coinciden en cartel dos propuestas tuyas con registros absolutamente opuestos, ¿podrías decir con cuál te sientes más cómodo?

Cómodo no sería la palabra. La comodidad no la relaciono mucho con el teatro: ni en comedia, ni en tragedia, ni en drama. ¿Identificado? Con los dos, claramente. Tengo la oportunidad maravillosa de poder retratarme en las zonas más oscuras y en las más claras con los dos montajes. Eso es un privilegio.

 

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