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Transitar el duelo a través de la danza y el humor

La Ribot: “Siempre me ha interesado mucho hacer que la danza contemporánea sea accesible a todxs”

 

El día 15 de marzo se estrena en cines Nuestro último baile, la nueva película de Delphine Lehericey, una reflexión en forma de comedia en torno al duelo y al trato infantilizado que damos a nuestros mayores, al tiempo que realiza un alegato en favor de la vida y la danza. Hemos querido hablar con la reconocida artista madrileña La Ribot, que ejerce de coreógrafa del film, al tiempo que se estrena como actriz, junto a François Berléand, Kacey Mottet Klein, Déborah Lukumuena, Astrid Whettnall y Dominique Reymond.

 

Foto destacada: La Ribot junto al actor François Berléand, que interpreta a Germain, el protagonista de la película.

 

 

Hacía tiempo que no abríamos una ventana al cine desde Godot, pero la película que os presentamos en estas líneas entra con pase de oro en nuestra publicación principalmente por un nombre propio: María La Ribot. La creadora madrileña -decir coreógrafa es quedarse muy corto-, afincada desde 2004 en Ginebra (Suiza) con su compañía La Ribot-Genève, es una de nuestras artistas más internacionales y una de las protagonistas de la comedia Nuestro último baile, el film escrito y dirigido por la suiza Delphine Lehericey (que nadie sume dos más dos, porque es un país pequeño, pero no todo el mundo se conoce). Con 62 años, y más de cuatro décadas sobre las tablas, La Ribot encarnará en la película a una curiosa versión de sí misma: una coreógrafa que introducirá a Germain (François Berléand), un jubilado de 75 años que intenta cumplir una promesa hecha a su esposa recién fallecida, en el mundo de la danza contemporánea.

“Conocía su trabajo como coreógrafa, pero no sabía si La Ribot sabía actuar -cuenta la directora Delphine Lehericey-. Resulta que es una actriz excelente. Durante todo el rodaje se mostró extremadamente generosa: no sólo adaptó y creó coreografías para la película, sino que se reinventó a sí misma para las necesidades de su propio papel”. Lehericey, que trabajó de escenógrafa de teatro y danza en sus inicios, también destaca la labor de la madrileña “en la formación de todos los actores y actrices que no eran necesariamente bailarines”, para lo que contó con miembros de su propia compañía.

 

Transitar el duelo a través de la danza y el humor en Madrid

 

Nuestro último baile supone también un reto para Lehericey, ya que en sus anteriores films, Puppylove y El horizonte, y en la serie Les indociles, se había especializado en reflejar el mundo adolescente desde un punto de vista donde el drama predominaba. Ahora, sin embargo, se embarca en una comedia sobre los problemas con los que lidian los más mayores. “Mi familia me decía a menudo: ‘¿Por qué no haces una comedia? Eso motivaría a la gente a ir más al cine’. En mi mente la risa y el llanto expresan emociones que tienen el mismo valor; veo esta película como una obra que sigue en gran medida los pasos de las anteriores. No es una comedia pura, sino una mezcla de emociones tristes y vitales, lágrimas y sonrisas, combatividad y resistencia”. En cuanto a retratar una realidad, a priori, tan alejada de la de los jóvenes, encuentra cierta similitud: “La adolescencia y la vejez son etapas de la vida en la que nos enfrentamos a transformaciones irreversibles. Mientras que la adolescencia nos hace dejar atrás nuestra infancia, cuando somos viejos, simplemente somos viejos, y nuestro cuerpo y nuestra mente pueden empezar a hacernos trastadas. ¡Germain es probablemente el adolescente más viejo de mi filmografía!”.

Recién comenzada su carrera en el circuito comercial y profesional, esta comedia vitalista que cuestiona el trato infantilizado que damos a nuestros mayores, ya ha obtenido el Premio del Público en el Festival de Cine de Locarno. A nuestro país llega de la mano de LAZONA (productora de éxitos como la saga Ocho Apellidos o No Habrá Paz Para los Malvados), en lo que supone su debut como distribuidora.

 

LA RIBOT ENSEÑA A BAILAR A FRANÇOIS BERLÉAND

Hemos querido aprovecha el estreno en España de la película para hablar con La Ribot sobre su participación como actriz y coreógrafa en este proyecto.

 

¿En qué momento te llegó esta colaboración con la película?

No sólo a mí, a todos nos pilló en un momento muy bueno. Creo que fue un efecto post COVID, ya estábamos saliendo de lo peor de la Pandemia y había ganas de mucha marcha. Todos teníamos pendientes de hacer muchas cosas y queríamos sacarlas adelante. Quizás por eso todo el proceso fue tan rápido, no sólo para los tiempos de una película, sino también comparado con un proyecto de teatro. En 2 años y medio, más o menos, ya estaba todo hecho, con postproducción incluida. Yo conocí a Delphine en octubre de 2022 y en junio ya habíamos rodado todo.

 

Tampoco es que tú estuvieses parada cuando te lo ofrecieron, tuvo que coincidir cuando estabais montando la obra DIEstinguished (2022). ¿Qué te hizo aceptar la propuesta?

Sí, no me acordaba, fue por la misma época porque DIEstinguished se estrenó en septiembre. Cuando me lo ofrecieron, me pasó lo que pasa con los proyectos que te apetece hacer, que los consigues encajar tengas lo que tengas. Además, acababa de forma un grupo joven en mi compañía y como para la película podía contar con bailarines propios, todo cuadró.

 

Delphine es Suiza, país donde llevas más de 20 años trabajando con tu compañía, pero esto no quiere decir que os conocieseis. ¿Quién os puso en contacto?

Nos presentó su productor, él también había producido alguno de mis proyectos cuando se dedicaba a las Artes Escénicas. Me pasaron el guion antes de reunirme con ella, pero cuando nos vimos todavía no lo había terminado.

 

Transitar el duelo a través de la danza y el humor en Madrid

 

¿Desde el principio se planteó la posibilidad de que tú también actuaras dentro del film, aparte de hacerte cargo de las coreografías?

Sí, a mí me pareció extraño, pero ella tenía claro que tenía que hacer yo el papel de la coreógrafa, que al final es hacer de mí misma, pero con algunas diferencias.

 

Nunca te habías lanzado a hacer ficción, pero el mundo de la interpretación, incluso en el medio audiovisual, es algo que no te es ajeno.

Es cierto que no había hecho ficción, pero acababa de estrenar hacía muy poco una pieza donde hablaba a cámara durante unos 40 minutos. No es algo realmente nuevo para mí. Quizás, la mayor dificultad fue actuar a la vez que me encarga de todo el trabajo coreográfico en un medio que no es el mío. Pero bueno, confiaba mucho en Delphine y me puse mucho en sus manos, con confianza y tranquilidad, y curiosidad también.

 

Llevas años siendo la máxima responsable de los proyectos que haces, ¿cómo llevaste el hecho de quitarte ese peso de tener que decidir todo y, a la vez, tener que seguir las directrices de otra persona?

Hasta el hasta el rodaje en sí, digamos que trabajábamos en paralelo las dos, yo estaba en mi parte de las coreografías y ella con la preproducción. Hablábamos y decidíamos las cosas juntas. Me acuerdo que, cuando iba a empezar el rodaje, alguien me comentó: “Ahora ya tienes que cambiar un poco, lo que ocurra a partir de aquí ya no es responsabilidad tuya”. Eso me calmó bastante y me permitió centrarme en hacer mi papel de actriz. En todo caso, la directora me dio mucho espacio en todo lo que íbamos haciendo. A lo mejor me decía: “Ponte a dirigir este ensayo del baile y vamos a filmarlo durante unos minutos sin cortar”. Estuve muy cómoda, al final estaba interpretando a una versión de mí misma, sólo tenía aprenderme ciertas partes de diálogo tal cual estaban en el guion. Ahí me ayudaba mucho François (Berléand) si tenía alguna duda.

 

Transitar el duelo a través de la danza y el humor en Madrid

 

Para ti, ¿cuál es el tema central que baña todo el film?

El proyecto tiene 3 componentes que me parecen interesantes: es un proceso de duelo por la muerte de la mujer del protagonista, contado por medio de la danza y, todo ello, con un tono cómico. Es algo realmente difícil de llevar a cabo. Hay muchos momentos maravillosos, pero sobre todo hay uno que me parece muy relevante donde como coreógrafa, dentro de la historia, mientras Germain baila veo algo especial en él y tengo que hacer que sus compañeros bailarines, y los espectadores también, sientan lo mismo por medio del cuerpo y de la danza. Personalmente, fue complicado diseñar unos movimientos que expresaran eso y que fueran entendibles. Ahí es donde más me comí el coco y me pareció más difícil de sacar. Además, teniendo en cuenta que François, que interpreta a Germain, y otros intérpretes que aparecían en esas escenas, no eran bailarines profesionales.

 

No sé si esto enlaza de alguna manera con esa dificultad que tiene la danza contemporánea a la hora de llegar al gran público. Parece que es constante, alrededor de ella, escuchar esa coletilla de: “Estas cosas no las entiendo”.

La danza contemporánea puede ser muchas cosas, no siempre hay que entenderla. Puede ser metafórica, poética, conceptual, abstracta… no tiene un acceso tan fácil como la palabra o el texto, como el teatro, que es mucho más directo. Muchas veces en la danza no está tan claro que lo que ves, es lo que está pasando. Es otro lenguaje, uno lenguaje muy específico y sofisticado. Jugar con diferentes elementos, como el humor, por ejemplo, puede facilitar que llegue más fácilmente al público. Es una cuestión que siempre me ha interesado mucho: cómo hacer que la danza contemporánea no sea solo crítica, poética, metafórica… sino que sea accesible a todas las personas y a diferentes cuerpos y miradas. No sé si popular sería la palabra, pero es esa idea.

 

Lo que, sin duda, sí transmite esta aventura en la danza de una persona tan mayor como Germain, es mucha emoción desde el primer minuto.

Cuando la danza la haces más emocionante, es uno de los casos en la que se hace accesible a todxs. Si a eso le sumas la comedia, más todavía. El guion tiene ese recorrido poético y muy cómico, y lo que intenté es que las coreografías fueran en esa misma línea.

 

¿Cómo funcionó mezclar en el rodaje el trabajo de miembros de tu compañía, que también aparecen en la película, con los actores y actrices?

Eso, como dice Delphine, fue la parte más difícil del rodaje. Son universos diferentes, con tiempos de ejecución diferentes. Ella, hacía una comparación que es muy bonita: que los actores son spinters y los de la danza somos maratonianos. Nosotros todo el tiempo que se está trabajando resistimos concentrados, no sabemos hacerlo de otro modo. Los actores, por su parte, son capaces de conectar y desconectar rápidamente. Eso me pareció fascinante. Son dos formas de funcionar completamente opuestas. Fue difícil de casar, nos costó muchísimo a todas las partes.

 

Transitar el duelo a través de la danza y el humor en Madrid

 

¿Cómo fueron los primeros encuentros y ensayos con François?

Llegaba muy motivado, interesado y abierto, y eso es fundamental, porque si no hubiera sido muy difícil. En todo momento sentí que estábamos muy conectamos. Fue capaz de estar al 100% desde principio hasta el final, supongo que es algo que lleva consigo ser un actor tan experimentado y facilita mucho el trabajo a los demás gracias a ello.

 

Hay algo muy gracioso en la película y es que tu personaje, esa versión distorsionada de ti misma, es visto como una gurú o alguien que ve más allá que los demás.

(Risas) Fíjate que no es algo que recuerde especialmente. Cuando me vi, sí que pensé que estaba bastante exagerada a veces y me decía: “Aquí te has pasado de apasionada”. Es verdad, que soy un poco así, pero le metí más fulgor que habitualmente, me da un poco de vergüenza. Para el público, supongo que todo juega a favor de esa comedia que alberga el film.

 

Las escenas de los ensayos y el espectáculo en sí se filmaron en el Théâtre Équilibre de Friburgo. ¿Conocías el espacio antes de rodar?

No he actuado nunca allí, pero conocía el teatro porque se celebra unos premios de danza. No todo se rodó en ese espacio, muchas escenas de los vestuarios o una de las escaleras son de otro teatro de Ginebra en el que sí he estado con la compañía.

 

La historia también nos demuestra que no hay una forma correcta de llevar el duelo por la muerte de un ser querido, que cada persona tiene su propio proceso.  

En el caso del protagonista consigue que ese duelo atraviese su cuerpo y se termine expresando a través de la danza, a la vez que muestra el deseo por seguir viviendo y encima con sentido del humor. El arte es una de las facetas que tiene, que se puede convertir en un motor vital muy poderoso.

 

 

Al ver la película, ¿te faltó más danza? En mi caso, por ejemplo, me faltó ver más del resultado final del proceso de ensayos que vamos siguiendo.  

A mí me pasó lo mismo, pero claro, si preguntas a Delphine, te dirá que hay demasiada (risas). Ella tampoco quería mostrar completamente la función final, prefería dejarlo todo más abierto. Obviamente era una decisión suya y creo para el público funciona muy bien haberlo hecho así porque juega a favor del gran ritmo que tiene la película.

 

Aparte de promocionando Nuestro último baile, acabas de pasar en febrero por Teatros del Canal con DIEstinguished, con la que estarás en el Teatre Nacional de Catalunya en abril; podemos disfrutar de la exposición fotográfica de LaBOLA en la Galería Max Estrella, con imágenes de uno de tus proyectos anteriores dentro del Museo del Prado; y sigues girando con Happy Island. ¡No paras!

Es cierto, se han juntado muchas cosas al mismo tiempo, pasa a veces. Hago una entrevista todos los días y tengo que pararme a pensar de que me toca hablar en cada una. Además, también ya estoy sumergida en una cosa que estoy preparando para estrenar próximamente en Conde Duque.

 

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