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Ficciones con apariencia de verdad

Fernando Delgado-Hierro: «El Yo es lo más intervenido por la ficción que hay»

La_Compañía exlímite, haciendo honor a su nombre, cruza las fronteras de su espacio para estrenar Ficciones en mayo en Teatros del Canal, un texto firmado por Fernando Delgado-Hierro que dirigirá su ‘partner in crime’ Juan Ceacero.  El elenco, formado por Javier Ballesteros, Ángela Boix , Leticia Etala, Beatriz Jaén y Macarena Sanz/Belén de Santiago, subirá al escenario, entre otros, a personajes como el poeta Jorge Luis Borges o la escritora Mariana Enríquez para cuestionar cuáles son los límites de la ficción y cómo se construye. Para ahondar sobre estos temas y sobre el proceso de creación del texto hablamos con el autor sevillano.

La obra está concebida, creada y dirigida por Juan Ceacero, ¿quiere esto decir que la idea inicial surgió directamente de él y este texto sería como un encargo para ti?

No, lo que sucedió es que él presentó a Teatros del Canal un dossier con algunos temas y después nos reunimos y hablamos, pero la verdad es que a partir de ahí la escritura y el texto es creación mía. Creo que hay algo que él está tratando de nombrar con respecto al trabajo de compañía que no tiene que ver con el texto en sí, sino con lo escénico, que creo que él siente que no se ve reflejado sólo en la palabra de dirección. Al final, también desarrolla un proceso creativo con los actores a nivel escénico, a nivel no sólo textual, sino también de creación de personajes, gestual, una serie de cosas que no se ven reflejadas muchas veces. Lo que no es, es un proceso tradicional en el que el texto está primero y después se monta. Como el proceso de creación es todo en paralelo, pues yo entiendo que Juan ha querido nombrarlo así, pero no es un encargo.

<i>Ficciones</i> con apariencia de verdad en Madrid
Fernando Delgado-Hierro, autor de Ficciones.

Pero él ¿te da unas pautas a raíz de esas ideas que presenta a Teatros del Canal?

Bueno, había un punto de partida sobre el tema de la relación entre la realidad y la ficción y otro con respecto al relato, cómo los relatos están construyendo y modificando la realidad. Estaban muy presentes ideas como la conspiranoia, de muchas verdades construidas hoy en día desde el fake o las mentiras que consumimos a través de las redes sociales o cómo la frontera entre la verdad y la mentira es cada vez más difusa. De estos temas de partida, que es una cosa que nos sentábamos y hablábamos, pues después se va desarrollando otra cosa. Empecé a escribir con libertad e íbamos probando cosas y llevamos a la sala de ensayos con los actores y trabajamos ahí con ellos.

 

¿Cuáles son esas ficciones de las que habla el texto y cómo se articula la pieza?

Todo sucede en un salón de bodas, inundado por la ficción, donde se desarrolla la acción y es un lugar en el que entra gente y cuenta cosas. Escribí como cinco o seis cuentos que al presentarlos al equipo seleccionamos tres. Estos cuentos  se van narrando, hay personajes dentro y vamos viendo como fragmentos de estos cuentos que se van entrelazando entre sí. Por un lado, está la gente que cuenta estos cuentos, los narradores, los personajes que aparecen a raíz de estos cuentos y por otro lado, hay personajes que entran en este espacio, que son personajes de la pura ficción, a veces son referentes literarios, como Borges o Mariana Enríquez pero puede entrar cualquier referente público o incluso algún familiar. Todo lo que está rodeando el paso de la escritura y que muchas veces cuando se escribe es susceptible de entrar por ahí, se cuela y entra en escena, incluso entra un sucedáneo del director, Juan Ceacero. También, trabajando con los actores, hablábamos de personajes que a ellos les apeteciese encarnar. Con esa información, escribí también alguna escena. Además de lo que está escrito hay un trabajo paralelo o posterior de creación de personajes que entran y que no tienen texto en sí, pero que por el propio placer de los actores y sus influencias forman parte de la función. En la obra hay mucho de la angustia de las influencias de Harold Bloom. En este camino de volverlo todo ficción y de trabajar con la pura ficción, pero también con lo que está alrededor de la ficción, que se vuelve ficción al ser tocado por la ficción, se abre el camino a toda la angustia de las influencias. Toda la ansiedad que nos genera tener detrás a estos grandes referentes que llevamos a veces como una como una carga, está plasmada en la obra. Dios mío, cómo escribo algo si está ya Borges. ¿Cómo me voy a sentar a rellenar esta página en blanco si hay tantos libros por ahí escritos tan maravillosos? ¿Qué tengo que aportar y cómo me relaciono con todo esto? ¿Qué tengo yo que decir con todo lo que hay? A la hora de escribir esto a veces es una especie de losa y lo mismo sucede con los actores. En ese sentido, es un territorio para la ficción en el que hay relatos que tienen una trama y luego está como mechado por todo lo que influye y por el espacio de juego que surge en torno a la propia creación. Lo describo a veces como si unos niños hubieran cogido un libro de cuentos, hubieran arrancado las páginas y lo hubieran tirado como a su espacio de juego, donde hay muñecos, hay disfraces y de todo. Ese es el espectáculo. Tiene algo salvaje.

 

Pero todo esto que estás contando, ¿cómo negociáis entre vosotros, como compañía, este proceso de creación?

Es bastante abierto al final. Evidentemente, el último responsable en la dirección y en la guía del proceso de creación es Juan, pero después hay una parte de la filosofía de la compañía que tiene que ver con la horizontalidad y con aceptar las propuestas de todos los creadores que están ahí. Todas las personas son creadoras del espectáculo. El elenco es creador, Juan es creador, yo soy creador, hasta Ikerne con el vestuario, Pablo Menor Palomo con la escenografía, Daniel Jumillas con el espacio sonoro… Todo el mundo participa de la creación. Vamos encontrando un cierto equilibrio entre ir asumiendo los deseos que se van poniendo en marcha. Si de pronto un actor tiene muchísimas ganas de que entren Isabelle Huppert o Marina Abramovic, pues vamos a intentar que eso suceda. No todo se puede y hay veces que hay que decir hasta aquí, incluso al propio Juan. Al principio, él tenía mil ideas y le fui indicando qué se podía y qué no. También hay que negociarlo. Al final, el último responsable de cada cosa es cada uno en su área. Soy el responsable del texto y al final tengo la última potestad y la última palabra en texto por mucho que podamos hablar y negociar.

 

Esta horizontalidad a la hora de trabajar se ha bajado también al espacio, el tiempo, el cuerpo, la palabra y la imaginación, ¿qué complicaciones tiene hacerla efectiva?

Tiene sus dificultades sobre todo por la incertidumbre. La manera en que haces algo determina un producto. Un proceso más abierto y horizontal incluye, inevitablemente, el caos que, a su vez, genera en el propio resultado. Si no te importa eso, si vives bien con la incertidumbre y con la posibilidad de la libertad y lo caótico, pues está bien. Hay que tener mucha capacidad de improvisación. Es como estar trabajando en un tren en marcha o en un barco en mitad del mar. En mi caso, escribo en algo que está en desarrollo, escribo cosas antes y durante el proceso de creación. Terminé el texto en diciembre y lo entregué para que los actores tuvieran un tiempo en enero y febrero para estudiar. Luego, empezaron los ensayos y ya el texto está cerrado, se hicieron los mínimos cambios que se podían hacer y mi trabajo, en ese sentido, acabó en un 90 % cuando entregué el texto. Como dramaturgo y como autor, para mí es muy estimulante trabajar así.  Es como una sala de juegos realmente, tiene esa parte que es muy estimulante y luego la parte de la incertidumbre. Siempre atraviesas un momento en el que te preguntas qué estás haciendo.  Sientes miedo y vértigo a la vez, pero hay que matarlo.

 

Una de las cuestiones que trabajasteis fue responder a cómo he llegado a ser la persona que soy ahora. ¿Quién era Fernando Delgado-Hierro cuándo empezó en esto de la escritura y en qué persona se ha convertido? 

Escribir es una cosa como que te enfrenta todo el rato a ti mismo. De hecho, en este texto concretamente, es en el que quizá más se trata la cuestión de la escritura. Es el texto en el que más hablo de cómo escribir es algo que te va construyendo también a ti mismo mientras escribes. Es un proceso de mucha soledad, de mucha desesperación, porque se pasa mucho tiempo consigo mismo. Lo bueno que tiene el teatro y trabajar en compañía es que ese tiempo que pasas contigo mismo, luego puedes arrojarlo y compartirlo con otra gente y te devuelve cosas. El proceso de la escritura se vuelve menos solitario yendo a la sala de ensayos de vez en cuando.

Pero, respondiendo a tu pregunta sobre quién era antes y quién soy ahora es una especie de análisis la escritura también sobre lo mismo. Uno se va reconociendo en lo que va escribiendo y vas viendo partes de ti, cosas que te gustan más, cosas que te gustan menos… y cuando va pasando el tiempo vas tratando de desprenderte de cosas, de pulirte y de aprender algo, pero también nunca sabe uno si está yendo mejor o a peor, es difícil de saber. Es una foto de una época que luego la ves con el tiempo, dices fíjate cómo era, qué me estaba pasando por la cabeza en ese momento, qué estaba leyendo, qué me estaba atravesando emocionalmente…

 

 

Los trabajos anteriores de la compañía partían desde la autoficción pero en esta ocasión es al revés, ¿sientes que estéis saliendo de vuestra zona de confort a la hora de evitar ese material personal?

Me gusta pensar que hasta con la autoficción siempre ha habido algo de mucha ficción. Los Remedios partían de una cosa muy biográfica, igual que en Cluster estaba la biografía de los actores, pero claro eso luego hay que ficcionarlo y elaborarlo. Ficciones se parece más de lo que uno podría pensar, aunque el tono sea distinto, porque el tono a lo mejor es más disparatado. Creo que no hay tanta diferencia como parece, aunque se lea desde un sitio muy distinto. Siempre he visto la filosofía de ver la autoficción como una especie de caballo de Troya, colar la ficción bajo la apariencia de verdad. No me interesa especialmente la autoficción en sí, más que por todos estos temas de la verdad y la mentira. Creo que vivimos en una sociedad que tiene mucho interés por lo documental, por lo verdadero, por las historias morbosas del reality y de las redes sociales. Me parece interesante trabajar desde el yo porque me parece lo más intervenido por la ficción que hay. Nos estamos construyendo a nosotros mismos todo el rato. Por eso hemos hecho estos trabajos con la autoficción, ya incluso desde antes de Los Remedios. Con Juan hice una serie que se llamaba Diplarama en la que trabajábamos sobre esta idea con nosotros mismos de la autoficción. Este recorrido para mí ha sido muy liberador como ir a la pura fantasía y escribir unos cuentos de género. En este caso hay género en la escritura. La obra se llama Ficciones, igual que el libro de cuentos de Borges, que es un libro que trata sobre lo meta y sobre la propia escritura dentro de los relatos. Como actor y como compañía, he trabajado mucho con el cuerpo, pero como actor pienso mucho en el cuerpo. Al final del trabajo del actor, y en el teatro concretamente, el cuerpo es una cosa que está siempre en el centro. Precisamente, en esto de la verdad y la mentira, uno se plantea dónde está. Si lo único verdadero es el cuerpo, lo único que es del todo real, y el trabajo de la ficción que uno hace cuando interpreta, quizá el único límite es el cuerpo porque uno puede trabajar con la imaginación y traer cuerpos distintos, hacer de personajes que tienen edades distintas, incluso que tienen géneros distintos, que tienen voces distintas o distintas disposiciones corporales pero, en el fondo, el cuerpo no puedes cambiarlo del todo. No puedes ser más alto. Puedes trabajar con la idea y que el espectador llegue a verte como más alto pero tú no puedes crecer físicamente, no puedes extender tu cuerpo ni cambiarlo de tamaño, ni tampoco cambiarte la cara. Hay un cierto límite del cuerpo que empieza a ser como el límite de lo real. Trabajar con esa idea, filosóficamente, era uno de los puntos que me interesaban. Si la máscara tiene un límite o encuentra algún tipo de límite en el propio cuerpo el actor. Si el cuerpo nos limita o no como intérpretes y hasta qué punto, este deseo de modificarnos, el cuerpo es a la vez el instrumento principal que tenemos y a la vez una cierta carga. Esa relación tan fuerte con el cuerpo y con lo real y con la posibilidad de imaginarlo de otra manera era algo que estaba muy en el centro de los temas y de la escritura de los cuentos.

 

Siempre se habla de la mentira con una connotación negativa. No sé si tú has encontrado algo positivo en ella o algo de lo que a veces nos puede salvar…

La palabra mentir en sí tiene una connotación negativa porque implica estar engañando a alguien. La mentira en la ficción, por ejemplo, no es mentira en sí, porque uno sabe las reglas del juego. Lo complicado y lo traidor de la mentira es que la otra parte presume que estás diciéndole la verdad. En ese sentido, la ficción nunca es mentira porque está tratando de construir otra verdad en el marco de un juego en el que todos hemos aceptado que vamos a creer en algo. El problema de hoy en día con las redes sociales, con Internet, con este exceso de información y con todas las capacidades que trae la tecnología para inventar, para modificar lo real y para alterar la realidad, es que vivimos en un estado de suspensión raro con respecto a lo que es verdad y lo que es mentira. Es difícil discernir la verdad en mitad de tanta cosa. Incluso, lo más difícil es mentirse a uno mismo. Lo peor. Los mejores mentirosos son los que se creen que están diciendo la verdad y están mintiendo. La mentira puede tener algo bueno buscándole esto que tú decías pero es un tema muy complicado y filosófico.

 

En cambio, la verdad tiene una connotación positiva, pero qué sucede cuando la gente abusa de ella y provoca un sincericidio. Está preestablecido que es bueno ser sincero y malo mentiroso pero en determinadas ocasiones pecar de una o de la otra te puede llevar a justo lo contrario…

Totalmente de acuerdo. Entiendo lo que quieres decir. El problema de la verdad es que a veces, es un poco prepotente. Presuponer que uno tira la verdad también es peligroso porque es difícil saber lo que es verdad y lo que es mentira. A veces, hay gente que te habla con la verdad en la mano y es pura crueldad. Con respecto a la mentira es verdad que a veces es necesaria para atravesar la vida. Las mentiras piadosas a veces son necesarias porque si uno estuviese todo el rato diciendo la verdad también sería muy destructivo muchas veces. Es complicado.

 

¿Cómo distingues la línea tan fina que a veces las separa?

Es muy fácil perderse en esa línea porque muchas veces todos acabamos creyendo lo que queremos creer. Tenemos una tendencia a aceptar la verdad cuando tiene que ver con la manera en que nosotros vemos el mundo, cuando se corresponde con nuestra mirada del mundo y viene a corroborar los sentimientos que tenemos con respecto a las cosas. Es mucho más fácil que creamos un bulo que es beneficioso para nosotros y que está en la cuerda de nuestra línea ideológica o nos es más fácil que nos engañen cuando esa mentira es una mentira que nosotros estamos deseando abrazar.

 

<i>Ficciones</i> con apariencia de verdad en Madrid
Escena de Ficciones de La_Compañía exlímite.

 

A la hora de trabajar esta pieza, ¿habéis analizado por qué sucede esto y por qué que no hacemos nada para cambiarlo?

Es tan difícil. Esto es como cuando el mar estaba contaminado con el chapapote, había un intento de limpiarlo pero hay tanta basura ya flotando en mitad del océano que por mucho que haya conciencia social es muy difícil sortear los bulos porque son muy fáciles generar. Supongo que esto es una conciencia que tenemos que ir desarrollando entre todos y no sé bien hasta qué punto se puede cerrar o no del todo. Vamos a tener que desarrollar una especie de alerta, como un sistema de detección personal para que nos engañen lo menos posible.

 

A la hora de conformar el equipo, me gustaría saber, con todo lo bueno que tiene ser una persona que tiene los pies en la tierra y todo lo bueno que tiene también ser una persona que vive más en el aire, ¿quiénes son más tierra y quiénes más aire?

La verdad es que hay bastante aire en esta compañía, estamos un poco volados. Gente que te diga esta persona es tierra, no sé qué decirte porque pienso en Javi Ballesteros, que es un tipo como muy responsable, como que es un tipo muy serio trabajando y puedo decir que hay algo de tierra, pero la verdad es que luego es aire puro. No sé qué decir. Creo que somos todos muy de aire. Leticia Etala, Belén de Santiago, Macarena Sanz y Ángela Boix igual…Yo creo que todos aire.

 

¿No crees que tú eres un poquito de estas dos cosas?

Es bonito eso porque yo creo que en mi vida que soy una persona muy controladora, a lo mejor, intentando estar con los pies muy en la tierra y a lo mejor el espacio de la creación es un lugar en el que me dejo ir y es un refugio para poder hacer eso.

 

Es un hecho objetivo que el éxito ha avalado a la compañía en cada uno de los trabajos que habéis presentado anteriormente, ¿esto os da cierta tranquilidad u os pone más tensos a la hora de abordar este nuevo proyecto?

Siempre hay un momento en el que te puede pesar el qué dirán, pero luego ese tipo de pensamientos que son bloqueantes hay que quitárselos de encima y entregarse al aire del estamos hablando y ya está. Es mejor equivocarse por todo lo alto que dejarse amarrar por esa sensación de tratar de hacer algo para los demás de una manera un poco tibia. Hay que lanzarse a la posibilidad de que sea un desastre y gozarlo.

 

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