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¿El trabajo dignifica?

“En la obra vemos a unos personajes que son libres porque trabajan cuando quieren, pero al final acaban autoexplotándose”

Hubo un tiempo en el que muchas personas anhelaban formar parte de empresas que aplicaban la filosofía de Silicon Valley. Oficinas divertidas en las que además de trabajar podías jugar al ping pong con tus compañeros, echarte una siesta, jugar a la Nintendo, llevar a tus hijos a la guardería, disponer de almuerzo gratuitos y otras facilidades que se convirtieron en el sueño de muchos jóvenes. ¿Pero qué peaje se paga por trabajar en empresas abanderadas de la conciliación con esta cultura laboral que borra los límites entre el trabajo y la vida familiar y establecen unos ritmos de trabajo frenéticos con jornadas interminables, sueldos precarios, machismo, misoginia y una exigencia de adhesión sectaria hasta dejarnos anestesiados?

El autor y director argentino Brai Kobla nos plantea esta cuestión, en Oveja perdida ven sobre mis hombros que hoy no sólo tu pastor soy sino tu pasto, que ha regresado este mes a la Sala Cuarta Pared tras su paso por este espacio el verano pasado dentro del Festival Essencia. El autor nos propone en esta pieza, asistir a una protesta laboral en directo en la que podemos movernos con libertad alrededor de un dispositivo escenográfico que simula una oficina de estas características y ser testigos de cómo el capitalismo más voraz los atrapa entre sus garras a través de esta trampa laboral. Interpretan a los trabajadores de esta multinacional Luis Sorolla, Esther Sanz, Marina Fantini y Jorge Tesone.

El propio Tesone, al frente de Chamán Producciones es el encargado de levantar esta versión. También es el director del FITLO y aprovechará para darnos un pequeño adelanto de cómo está levantando su próxima edición.

 

Creo que entre tú, Brai Kobla y este texto hay una historia muy curiosa, ¿nos la cuentas? 

En 2019 fui a visitar a mis padres a Argentina y esta obra la hacía una chica que era de mi pueblo, Tres Arroyos. Ella vivía en la Plata, formaba parte de la compañía de Brai y por Instagram veía que posteaba lo de Oveja perdida… Entonces, fui a verla en el CC Recoleta en el marco de la Bienal de Arte Contemporáneo de Buenos Aires y me encantó. Luego me enteré de que el Instituto Nacional del Teatro había publicado el texto y lo pedí para leerlo y me gustó más. La pieza gana la Bienal de Arte Contemporáneo y va al obrador de la Beckett a hacer un trabajo que se pospuso al 2021 por la pandemia. Además, en 2021 progamé a Brai en el FITLO con Mi parte es todo, y tras eso, se va a Barcelona y pasa que en Argentina cierran el aeropuerto por la variante Omicrón. No entraban ni salían aviones hasta nuevo aviso. Brai estaba en Barcelona y no había vuelos de repatriación. A él se le acababa el dinero y le dije que se viniera a mi casa de Madrid. Estuvo 40 días en mi casa. En esos días, mientras llamábamos a Iberia y la desesperación de él yo le dije: “Che, Brai ¿por qué no pensamos en que vuelvas y hacer algo?”. Y recuerdo que me dijo: “Primero quiero volver a mi casa y luego pensamos si voy a volver a España” (risas). Traté de darle ánimo y le dije que por qué no montábamos Oveja perdida… el año que viene con un equipo medio argentino, medio español. Finalmente, me dijo que le daría una vuelta. Después, Brai fue a una clase Pablo Messiez como oyente en la que estaban inscritos Luis Sorolla y Maru Fantini. La clase fue en verano de 2021 en Nave 73 y al acabar fuimos a tomar una caña y le dije a Maru: “Che, Maru ¿montamos una obra con Brai?”, y su respuesta fue: “Ay, sí, dale, me encanta, hagámoslo ya, dale, que sé yo”. Maru siempre es así, buena onda y entonces Brai se motivó y dijo: “Dale, trabajemos con Maru”.

 

Y ¿cómo se formó el resto del elenco?

Para armar un equipo más mixto llamamos a Esther Sanz porque ella es de Logroño y me parecía que tenía potencial al desarrollar un personaje más joven que nosotros y con otra vitalidad. Brai no la conocía pero se fió de mí y me propuso a Luis Sorolla porque le llamó la atención en las clases de Pablo Messiez. En ese momento, sabía quién era Luis pero no nos conocíamos personalmente.

 

¿Qué cambios hay entre la pieza que viste en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires y el montaje que realizáis aquí?

Hay algunos cambios, aunque la partitura de movimiento ha sido similar. Hay algunas cosas que cambian en el texto como las expresiones argentinas, los ritmos y los modos de decir. Hicimos adaptaciones y encontramos el juego de la obra. No hay una réplica vacía. A veces se calcan las cosas pero quedan sin color, sólo queda marcado el contorno pero no está pasando nada. Siento que en oveja empezamos desde ese lugar, pero luego lo fuimos habitando porque la fuimos haciendo muy nuestra. Cada uno le pone su ritmo y Brai ha encontrado una melodía que suena bastante bien. Luego, Brai nos empezó a meter caña, que sé yo la cantidad de horas que ensayábamos todos los días, incluso los festivos. No había un día libre, era un poco era un poco agobiante, ya ves.

 

¿El trabajo dignifica? en Madrid
Jorge Tesone

 

¿Cómo de contradictorio es el haber trabajado a esos niveles en una producción que hace una crítica a los ritmos de trabajo que nos impone el sistema capitalista?  

Tan contradictorio que lo padecemos hasta para criticarlo. Hasta la crítica es sufrida. Si lo criticamos es porque ahí también están las fallas. Si pudiésemos criticarlo desde una entidad pública, trabajando X horas, cobrando un buen salario… sería otro tipo de crítica. Creo en la filosofía, que a veces yo mismo me cuestiono, de que desde la precariedad se construyen otras cosas. Esto es muy contradictorio pero también venimos de un lugar donde hay una sola zanahoria para 30 conejos. Creo que desde ese lugar salen cosas maravillosas y nos apañamos. Por otro lado, ansiamos poder trabajar con otras condiciones. Por eso te hablo de la contradicción que esto supone. Eso no quiere decir que queramos pasar hambre. Al final, esto te lleva a hacerte preguntas que no sé si tienen respuesta. Tampoco sé si tenés que encontrar la respuesta. A veces me pregunto si se puede salir de una forma que no sea rupturista absoluto.

 

¿Qué nos puedes desvelar sin hacer spoiler sobre el título de la obra?

Oveja perdida ven sobre mis hombros que no sólo tu pastor soy, sino tu pastor también, es una cita de uno de los textos de Góngora. Sobre esto, Brai siempre responde que es un texto que le pareció interesante y lo asoció con una sobrecarga literaria. Asocia más ese nombre que lo asocia a Góngora y el estilo de escritura de Góngora con la realidad barroca incluso a veces que se vive en nuestra vida laboral. No porque impacte directamente con ninguna parte de la obra. Igual es una pregunta que me estoy tomando un atrevimiento en responder que quizá compete que la responda Brai.

 

La obra transita sobre temas como la precariedad laboral. Mucha gente nos han inculcado que el trabajo dignifica, ¿qué opinión te merece esta afirmación?

Si estuviese mi padre a mi lado diría que el trabajo dignifica totalmente. He de decir que soy un poco obsesivo del trabajo. Es una cuestión que trato con mi terapeuta porque siempre necesito estar haciendo algo vinculado a lo laboral. No sé si dignifica el trabajo, a mí me parece una frase post Revolución Industrial inmediata. A mí me mantiene ocupado y me gusta ver el resultado de lo que puedo hacer con mis propias manos. Me gustan mucho los trabajos manuales. No sé si dignifica, creo que el trabajo alimenta en varios sentidos. No sé si te hace más digno trabajar. ¿A qué se le llama trabajar, ser asalariado? ¿Qué es trabajar? Uno puede estar trabajando y aparentemente no estar haciendo nada. Hoy en día el trabajo nos ayuda a ser un poco más libres en algunos aspectos, si es que nos ayuda porque muchas veces nos encadena y nos maltrata.

 

La función adquiere un ritmo súper frenético, ¿hay una intención de comparar eso a los ritmos de producción que hay ya preestablecidos en el sistema o simplemente es algo que pedía la pieza?

La obra tiene un latido universal. La adrenalina de la función hace que, a veces, no seas tan consciente de la velocidad que estás llevando hablando en términos técnicos. En términos reales, la obra tiene un ritmo, que no es tranquilo porque simula la vorágine de nuestras vidas. El tiempo para mí cada vez pasa más rápido. He perdido la dimensión del tiempo o ésta se altera mucho. Estamos atrapados en la vorágine de la productividad y la obra tiene algo de eso, de estar metido dentro de un lugar, repitiendo las acciones en una oficina, de la oficina a la mesa de ping pong, de la mesa de ping pong al ordenador, del ordenador al teléfono…

 

¿El trabajo dignifica? en Madrid
El elenco de Oveja perdida. ©Andréa Aragón

 

¿Qué dimensión adquiere, en este sentido, el ver a los intérpretes encerrados en una escenografía que simula las paredes de una oficina?

La obra también habla del encierro. Si te pones a pensarlo, esta cajita en la cual estamos metidos lo que hace es recordarnos que estamos trabajando permanentemente, como quien está trabajando en el edificio de la vela del BBVA, que entran a las 8 de la mañana y salen a las 9 de la noche que tienen hasta peluquería ahí dentro. Tienen de todo para que no salgas de ahí.

 

A mí Oveja perdida… me hizo conectar con la idea de Silicon Valley. Te venden que la empresa es el paraíso en el que debes estar e intentan que te resulte más placentero trabajar que estar en tu casa. ¿Qué peaje se paga por trabajar en estos pseudo paraísos laborales?

Varias empresas funcionan con esa misma metodologías. Te atrapan y parece que estás más feliz allá adentro que en tu propia casa o que te hacen sentir así. En Madrid ya hay un montón: el edificio BBVA, la ciudad del Santander, como otros edificios que tienen toda una estructura dentro con zonas de ocio para meterte ahí y que estés más horas. Ni hablar de Connecticut o la ciudad de Pfizer donde tienen hasta colegios. Ya no hacen edificios, hacen barrios. En la obra pasa eso, como que esa idea del Silicon Valley, de que estar ahí en un espacio de trabajo que te ofrece comodidades, te hace sentir más libre y en realidad está más encadenado. Es una vida conducida, una cuestión de anulación de la capacidad de decidir, de la voluntad… Ese es el conflicto que tienen los personajes pensando que son libres porque trabajan cuando quieren pero al final acaban autoexplotándose.

 

Como intérprete de esta pieza, ¿cómo te enfrentas a ese loop, a esa repetición en bucle en el que entra el texto y qué grado de dificultad tiene a la hora de trabajarlo?

Para mí es muy divertido entrar en el loop. Es divertido y peligroso porque marca el ritmo y, de repente, te subes a un caballo que va a toda velocidad. Nosotros mismos en la función rompemos esos ritmos con algunas pausas que nos van surgiendo en ese momento. Tiene su grado de dificultad. Los pases de texto con lxs chicxs fueron muy divertidos. A mí me parece que el loop es difícil, pero cuando está el texto tan digerido al final es como cantar una canción.

 

Como público de la pieza en algún momento me sentí como parte de un rebaño, ¿qué función juega éste teniendo libertad de movimiento para observar lo que sucede en esa oficina?

No sé si el público es como parte de un rebaño. Por ahí, se puede sentir de esa forma aunque no es la intención. El texto, que tiene que ver más con el estilo de escritura de Góngora, no hace tanta referencia a las ovejas. Es un texto que a veces se usa para asociar la cuestión política. Eso sí, el público se siente como un rebaño y nos sigue a donde vamos y también hace que se plantee que es un rebaño de ovejas que siguen perdidas y están en busca de su pastor. Es una pregunta que se tiene que hacer el público. El título de la obra abre una serie de posibilidades y el hecho del dispositivo de que el público esté de pie tratando de seguir la obra, tratando de entender también esa posibilidad del movimiento puede que les haga sentir como un rebaño.

 

¿Y qué me dices de esta imagen de gente mirando cómo otras personas trabajan?

Es curioso. Me ha pasado. A mí me encanta detenerme a mirar a los que miran. Me llamó mucho la atención cuando vine a vivir aquí. Qué cantidad de gente, sobre todo mayor caminando por las mañanas, incluso espiando. Y si te fijas la gente está cuchicheando. Seguramente, en un 90 % de los casos, el que mira cree que hay algo que no están haciendo de todo bien. Hay algo cultural metido en esa cuestión. Siento que hay un sentimiento de deseo por el espectáculo, por mirar al otro que trabaja.

 

Cuéntame qué nos puedes avanzar de la próxima edición del FITLO

Salvaje, le vamos a dar la vuelta a algo. De hecho, hemos pensado usar como slogan: “Darle la vuelta a todo”. Estamos repensando el festival y hacernos preguntas permanentemente. Este año va a ir del 3 al 12 de octubre. Estamos cerrando algunas cosas de la programación que tienen que ver con revisitar algunos textos, quizá clásicos. Nosotros no solemos programar clásicos, pero bueno, con la idea de revisitarlos y que sean disparadores de nuevas propuestas. Estamos preguntándonos si nos viene bien ecualizar la programación que queremos desarrollar con el público de la ciudad. Queremos trabajar con más público, queremos llevar a más público joven al teatro, queremos ver si podemos atender la franja que hay o que existe de edad entre el pueblo público infantil y juvenil hasta los 30 años porque siento que a veces acá que el público está mayor. Me gustaría conocer qué cantidad de público juvenil viene al teatro y no está vinculado con alguna rama teatral. Y a estos preguntarles qué les motivó a ver esa obra de teatro. Creo que aquí, en general, ese público está muy desatendido. Estamos viendo si podemos colaborar con el Bachillerato de Clavijo, que es como el bachillerato de Artes Escénicas, con la intención de que estén formando parte del equipo del festival e incluso de la programación y que decidan parte de la programación, porque a saber qué les interesa ver a ellos. Yo tengo 41 años y capaz que no entiendo lo que quieren o no estoy en la movida de lo que quiere una persona de 19 años o qué le gusta. Estaría bien desmitificar el teatro de los telones rojos y todas estas cosas que a la juventud la aleja. Desde luego que no está todo cerrado pero aún así creo que va a ser una edición interesante, que va a salir adelante. En esas vías creo que se va a desarrollar esta edición del festival.

 

Y como director de un festival, ¿cómo valoras la iniciativa de la Revista de Godot, que ha creado la primera Web de Festivales de Artes Escénicas de España?

La vi, aunque todavía no me la estudié. Eso si, cuando la vi dije: “¡Che, tenemos que estar ahí, en Godot!”. Yo colecciono las revistas y las voy guardando. Me viene bien recordar qué se progamó, o en qué año se vio tal cosa. A veces busco revistas anteriores para ver qué había en esa época. La iniciativa de hacer un espacio para los festivales me parece súper interesante. Está bueno, que no sé si es así o no, que también dentro de los festivales sea ON/OFF. Me refiero a que hay festivales magníficos y maravillosos y después tenés mega factorías de festivales. No sé qué entra en el ON y que entra en el OFF, pero presupuestariamente te digo que hay unas que son ON y otras son OFF. Rotundamente. Hay festivales que tienen 3,5 millones de presupuesto y hay otros que nos llegan a los 50.000. Son esos festivales que no crecen económicamente en relación al esfuerzo que hacen y a la retribución o al retorno social que generan con su actividad. Luego tenés Mérida, eso es una factoría, que es muy interesante en muchos aspectos pero que es otro cantar. Si, de repente, en una revista de festivales que nunca van a tener igualdad de visibilidad, vas a estar al lado de alguien que es un pulpo, olvídate, más vale estar con tus pares. Es una sugerencia, si no lo pensaron así.

 

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