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Explorando la realidad y la ficción del universo teatral

Inma Nieto: «¿Qué pasa si regeneramos la tradición desde un lado más igualitario?»

Lady Anne es el primer texto escrito y dirigido por la actriz Inma Nieto, intérprete salida de las primeras promociones de alumnos formados por La Abadía, al igual que su cómplice escénica Elisabet Gelabert; juntas plantean con esta propuesta darle la vuelta a un clásico como Ricardo III para explorar los límites que separan la realidad de la ficción a través del mundo del teatro, los ensayos y de las propias palabras de Shakespeare.

Una tarde cualquiera, justo después de haber pasado por la ‘sanzoliana’ versión de La casa de Bernarda Alba que hemos podido ver en el CDN, conversamos con esta actriz que deja patente que es posible encontrar nuevos terrenos que explorar tras tres décadas de carrera sobre los escenarios.

Lady Anne es tu primer proyecto como dramaturga. Utilizas este personaje creado por Shakespeare para Ricardo III para darle título, ¿cómo nace la idea de utilizar este personaje como centro de la acción?

Este proyecto ha partido de una necesidad por recolocarme, reubicarme y jugar desde una manera global en los proyectos. Llevo siendo actriz desde hace 30 años, y ahora ha aparecido ese gusanito que me ha hecho armar esta propuesta. Me apetecía jugar con el tiempo, con el presente, con el pasado. ¿Qué sucede si descolocamos las piezas en Ricardo III y colocamos en el centro a Lady Anne? ¿Cómo se juega esa partida a día de hoy, en presente? Eso me ha apasionado, me sentía como cuando era pequeña y estaba montando las piezas del Tente, poniendo una pieza aquí y otra allá. Ha sido un juego maravilloso que ahora todavía sigo haciendo, porque el texto con el trabajamos es la espina dorsal, pero sigo cambiándolo. Ahora, cuando llega los ensayos y le digo a Carla (Cabané), mi ayudante de dirección, o a Eli (Elisabet Gelabert): “ya está, ya no se cambia nada”. Ya no me creen (risas), porque siempre encuentro una pieza más para remover un poco y agitar la situación.

 

Explorando la realidad y la ficción del universo teatral en Madrid
Inma Nieto.

Es muy shakesperiano eso de escribir a pie de escenario.

Sí, es verdad. Sirve para ir ajustando y te confieso que, a veces, también desajustando. Y hay que asumirlo y aceptarlo, forma parte del proceso de investigación, que es maravilloso. Pero es verdad que es fantástico testar en el escenario, ponerlo en acción, aunque luego vayas a casa y reubiques y reescribas. El Teatro y el Arte forman parte del presente que estamos viviendo y posiblemente eso tenga que ver también. Es cierto que necesitas momentos de soledad e introspección para escribir, pero me gusta escribir a pie de escenario.

 

Y siendo tu primera creación, que además diriges e interpretas, ¿cómo vives el hecho de verla sobre el escenario?

Lo vivo con mucha pasión. Lo de estar en escena es algo que me resulta inevitable, hubo un momento en que no iba a ser así, pero me resulta inevitable. Es verdad que Elisabet Gelabert lleva más el peso interpretativo, ella es Lady Anne, lleva el vuelo de la función. Pero yo estoy en escena, soy El Director, y juego la escena con ella. Escribir mi primer texto lo llevo muy bien y con mucha sorpresa. Lo que también es nuevo es lo de dirigir. Ya había dirigido trabajos más de investigación, llevo desde hace años también volcada en la pedagogía, pero eran trabajos con menos ambición de resultado.

 

El mensaje que recibo con tus palabras es que nunca es tarde para reinventarse y explorar nuevas facetas de tu profesión.

Creo que la vida es maravillosa y te brinda estas cosas. Las mujeres que hemos pasado los 50 tenemos también derecho, y posiblemente una libertad ya bastante conquistada, de reinventarnos, de hacer cosas diferentes y de plantearnos retos. Yo siempre he hecho las cosas a destiempo, o siempre he tenido esa sensación, y eso me fascina. Lo llevo muy bien, con un sentido del placer muy intenso y en algún momento también de preocupación, de fracaso, no voy a negarlo, pero pertenece a todas estas cosas que conllevan un proceso de creación.

 

¿Es posible que “hacer las cosas a destiempo” dé libertad y afloje la presión por llegar a dar un resultado?

Sí, estoy absolutamente de acuerdo. A todos nos han dicho durante nuestra vida que hay un camino trazado y, de repente, el salirte un poco de lo habitual te produce una libertad que permite conocerse a uno mismo. Es un camino maravilloso, pero es un fracaso continuo. Quiero decir que también te hace sorprenderte con lo que a uno le motiva, le inquieta, y eso está muy bien. Es como nacer y renacer. Te otorga libertad porque no hay nada establecido.

 

¿Sacarse el corsé de lo establecido es una batalla ganada?

Es una gran batalla ganada porque muchas veces el enemigo lo tenemos dentro y hay que plantarle cara a través de una batalla creativa y decir: “Quiero hacer esto, lo voy a intentar hacer, no pasa nada”. Y pienso que una de las cosas que te otorgan los años es la valentía y un poquito más de confianza.

 

Tanto tú como Elisabet Gelabert pertenecéis a las primeras promociones del Centro de Estudios de La Abadía, ahora estrenáis este proyecto tan personal en este mismo espacio que ha marcado vuestra carrera. ¿Cómo se vive este momento de reencuentro?

Para mí regresar a La Abadía es volver a casa. Yo empecé en La Abadía y es donde tengo los mejores recuerdos de mi profesión. Tengo ahí prendadas muchas cosas, empecé ahí, estuvimos muchos años, fueron muchos montajes y vivimos situaciones de todo tipo; y que, de repente, mi primera creación lo pueda hacer aquí para mí emocionalmente es maravilloso. Estoy muy agradecida porque cuando les propuse esto enseguida dijeron que sí. Es muy emocionante todo el apoyo que estamos teniendo. Y luego, pues todo el equipo que se ha ido formando, donde siempre ha habido un sí, eso es muy emocionante.

 

La función muestra una parte de vuestro trabajo como intérpretes que normalmente el público no tiene acceso como es un ensayo y, además, pone el foco en una escena clave de Ricardo III, cuando este trata de seducir a Lady Anne en presencia del cadáver de su esposo. ¿De qué manera está construida la propuesta?

A mí Shakespeare me fascina, y esta es una de las escenas que siempre me ha taladrado la cabeza. Me parecía un imposible de siempre, desde la primera vez que la leí. Pero como dices, Lady Anne no solamente habla de esa escena, arranca con una actriz que llega tarde a su primer día de ensayos, el actor con el que tiene la escena ha perdido un vuelo y se va a retrasar, y tiene que trabajar a solas con el director. A partir de ahí se van mezclando el universo de un ensayo con el mundo de Shakespeare. Me fue inevitable en mi primera dramaturgia hablar del mundo del ensayo y del mundo del teatro y hacer ese símil de realidad y ficción que me ofrecían esas dos situaciones. Hay una figura que es el director que, en el teatro es casi un padre, forma parte de una jerarquía, es un reflejo, un espejo en el que te miras. Yo lo utilizo para llegar al mundo de Ricardo, al igual que utilizo la figura de la actriz para llegar al universo de Lady Anne. Luego cuando se van juntando todas las piezas, las cosas explotan.

 

 

 

Planteas el espectáculo como una mezcla de tradición y juego, invirtiendo el sentido de la escena original, ¿de qué manera te sirves de ello para establecer paralelismos entre realidad y ficción, entre teatro y vida?

La escena está ubicada dentro del marco de un ensayo, aunque luego sí que es verdad que se hace, y se hace entera, porque también a mí me apetecía hacerla entera, con la particularidad de que es una escena que tiene una dinámica que me apetecía jugar al revés, pero mantener el origen, ahí está ese tanto el juego como la tradición. No se cambia nada del texto, se hace entera, pero con una dinámica absolutamente opuesta. Pero no es solamente la escena, es el universo de los actores, del director que me sirven para hablar también de temas tan establecidos a día de hoy como es la violencia, la venganza, la ficción, la realidad y algo tan frágil como es una actriz, un actor. Esa fragilidad que un actor necesita para trabajar, que necesita desnudarse, necesita ofrecer, pero que en su vida privada le da a veces bastantes problemas.

A mí me gusta abrir puertas y creo que eso es lo que he intentado hacer durante todo el tiempo, crear expectativa, hacer preguntas sin dar respuestas. Si tengo que dividir la función, la dividiría en tres escenas con estilos diferentes. La primera es la de una actriz que llega a un ensayo. La segunda es la relación que mantiene con el director y la tercera es Shakespeare. Digamos que, si lo dividimos por personajes, el primer estilo sería Amy, que es la actriz. El segundo sería el director, Nadia, y el tercero serían los personajes Lady Anne y Ricardo. Así está establecido el camino y luego descubrir las capas ya va a depender del espectador, de hasta donde quiera llegar.

 

Hablas de que te gusta más lanzar preguntas que dar respuestas. ¿Cuáles son esas preguntas que planteas en este espectáculo?

En concreto planteo las preguntas que hace ella cuando está a punto de ejercer la violencia, cuando piensa: “¿Le perdono o me lo cargo? ¿Qué harías si alguien mata a tu marido?”. Esas son las primeras preguntas, las literales. Ese es el tipo de preguntas que creo que quedan más establecidas. Luego, lanzo otras preguntas que pueden estar más soterradas, como qué pasa si regeneramos la tradición desde otro lado, de un lado más igualitario. Pero también se plantea si lo haríamos mejor. A lo mejor no, a lo mejor tampoco. Hay un montón de preguntas sin respuestas que me planteo ya de una manera un poco más soterrada.

 

Aprovechando esa mirada igualitaria que apuntas, ¿de qué manera la percibes en nuestras Artes Escénica?

La mirada siempre ha sido masculina, en general, en la vida, en la historia, en el arte, la mirada es masculina. Es masculina porque así se ha establecido. Ahora está cambiando y está cambiando muy rápido. Es maravilloso ver cómo está la cartelera teatral en España, cómo se está facilitando el movimiento de las mujeres. Pero esa mirada generalmente ha sido masculina. El arte es el reflejo de un momento y ahora estamos viviendo otro momento. Creo que las cosas han cambiado mucho, muy rápido y en muy poco tiempo. Yo sí me pongo a pensar cuántas directoras me han dirigido a mí y por suerte llevo 30 años trabajando todos los años, pues sacó una codirección y a Laila Ripoll. Los demás han sido directores. Y eso está cambiando ahora mucho. Pero tenemos unos referentes ahí que yo creo que es importante también asumirlos, maravillosos directores y hombres facilitadores. No es hablar mal porque sí, por ejemplo, ahora nosotros somos un equipo y no somos todo mujeres ni queremos serlo.

 

¿Qué nos puedes adelantar en cuanto a la puesta en escena?

La puesta de escena va a ser muy sencilla, voy a utilizar pocos objetos, pero me gustaría darle una calidad bastante poética, manejarlos de una manera poética. El espacio y los objetos van a tener un símbolo transformador, nada realista. Va a haber un vestuario muy actual, pero también un vestuario que nos lleve muy atrás, meter una chaqueta Adidas con un abrigo isabelino… Quiero jugar también con el tiempo. Agustín García Calvo decía que el teatro es el juego del tiempo con el tiempo. Quiero mostrar cómo la belleza puede causar estos efectos de distorsión y jugar con el tiempo también de una manera espacial.

 

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