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Buscando un lugar en la eternidad

“Decir un ‘te quiero’ a tiempo puede cambiarnos la vida”

Pelayo Muñiz es el autor, director y uno de los intérpretes (junto a Gema Zelarayán y Nicolás Gaude) de Fin, una obra que se estrenó la temporada pasada formando parte del SURGE, y que en todo este tiempo ha ido conquistando al público con su estructura poco convencional, el gran trabajo de los tres intérpretes y su interesante premisa: ¿Y si esta fuera la noche del fin del mundo?

Ahora están programados en Nave 73 y Pelayo nos cuenta cómo está siendo este viaje con la obra y sus sensaciones al ser candidato a llevarse un Premio Max 2024 en la categoría de Mejor Autoría Revelación.

 

Tú vienes del mundo audiovisual, principalmente. ¿Qué te movió a escribir y dirigir tu primera obra de teatro?

Nunca me había atrevido a escribir o dirigir teatro, pero estoy bastante vinculado a ese mundo por la gente que me rodea/rodeó a lo largo de mi vida. Además, sí que había dirigido la parte audiovisual para una obra de teatro, Tres Historias del Mar, había hecho cursos en el CDE (Centro de Directores de Escena) y participado como ayudante en varios de sus montajes. Fin sale del CDE, precisamente, de un laboratorio que propusieron de desarrollo teatral. Me animaron a unirme, nos presentamos al SURGE Madrid y hasta aquí. Y gracias a mi trayectoria y a Fin pues ahora llevo un laboratorio de creación dramática colectiva, para escribir, dirigir o interpretar textos breves, que se llama La Comuna en el CDE, precisamente.

 

¿Hay muchas diferencias a la hora de escribir para teatro que para cine?

Para mí no mucha, si te soy sincero. Al final estás jugando con los mismos elementos: estructura dramática, creación de personajes, diálogos… Creo que los ingredientes son los mismos, si acaso cocinados de diferente manera. Para mí la única diferencia es el lenguaje, que creo que en teatro puede alejarse de lo realista, de lo más pegado al día a día, para convertirse en algo mucho más poético, más evocador, jugando más con las palabras y su musicalidad, pero más allá de eso no.

 

¿Y de dónde te nace hacer una obra como Fin?

Pues de una anécdota real, un encuentro fortuito hace mucho tiempo con un chico con el que yo había tenido una historia muy intensa pero absolutamente fugaz y que me dejó un poco tocado. Ese fue el arranque de la historia, que me lo llevé a lo esperpéntico, imaginarme a alguien bajando la basura con la nariz llena de sangre que ve a alguien en la calle con quien tuvo un ‘algo’ y le sigue hasta un after improvisado donde la gente está fuera de control. Y tirando del hilo, pues llegué al fin del mundo y a esos 3 personajes que sin conocerse comparten sus últimas horas de vida juntos, de fiesta, sin saber que sus vidas están muy relacionadas entre sí.

 

¿Qué referencias tomaste para construir a los personajes?

En el dossier de presentación de la historia incluí fotos de Gregory Crewdson, que a mí me fascina, esa cosa de los personajes hieráticos, mirando algo que no vemos, con una energía entre sueño y pesadilla, con esa cosa como de congelados en el tiempo… De hecho el primer ejercicio del laboratorio era llevar una imagen que de alguna manera contara tu propuesta. De Neon, que así se llamaba Fin inicialmente, llevé una imagen de 3 personajes: uno con luz roja, otra verde y otra azul. Y esa imagen también generó muchas ideas por los tonos de la luz, ya que la roja podía ser la de una sauna, la verde de un hospital, la azul de un coche de policía… Las piezas se fueron así encajando, no sé si antes o después, pero se fue generando una historia y qué unía a esos personajes. Durante la escritura y los ensayos mi pareja de aquel momento y yo rompimos, y de alguna manera ese ‘fin’ también aparece en la obra, hasta el punto que he leído alguna crítica que comenta que es ambiguo, y no importa que lo sea, si ese Fin es del mundo literalmente o del mundo de Mauro, por cómo vive él las relaciones y su inestabilidad mental… Y la verdad es que si fuera así, también me parece una lectura preciosa. Que todo lo que se ve en Fin sea esa mezcla de fantasía y realidad en la mente de Mauro durante una noche de fiesta extrema tras una ruptura, me maravilla como posibilidad.

 

Buscando un lugar en la eternidad en Madrid
Pelayo Muñiz

 ¿Y cuánto hay de Mauro en ti?

Mauro no soy yo, pero podría haberlo sido. Comparto muchas cosas con él y le entiendo más de lo que me gustaría. A mí a veces es que Mauro me produce una ternura inmensa porque sé que en algunos momentos yo podría haber tomado los caminos que tomó él. Le comprendo. Sería genial poder darle un abrazo y decirle que todo está bien, que lo deje estar. Y gracias a Mauro yo he podido decir en escena cosas que jamás me atrevería. Por él y por mí. Algo por lo que le estaré eternamente agradecido.

 

Te he escuchado decir que esta obra sólo tenía sentido si tú formabas parte como intérprete. ¿Por qué lo sentías así?

Precisamente por lo que te comentaba antes. Primero, porque el proyecto era tan personal para mí, que quería tirarme en plancha en él, revolcarme en la obra con todas las consecuencias. Y además, había hecho interpretación cuando llegué a Madrid y había hecho cursos así sueltos a lo largo del tiempo y me apetecía mucho volver a ese trabajo, al cuerpo, a ese vértigo del público. La verdad es que ha sido un viajazo y madre mía la de cosas que me hubiera perdido de no haber tomado ese decisión. Siendo sincero, me hubiera dado una envidia horrible ver a un Mauro que no fuera yo en escena.

 

¿Cómo te has sentido al tener que abordar los papeles de autor, director e intérprete? ¿Cómo son esos diálogos contigo mismo a tres voces?

Bueno, yo es que he tenido la suerte de tener a un montón de gente talentosa ayudándome desde el principio. Primero, Nicolás Gaude y Gema Zelarayán (Ángel y Alba en Fin). Yo tenía esquemas, apuntes, una línea temporal de la historia, algún texto escrito… pero aprovechando la residencia en Teatro Lagrada, la sala capitaneada por Miguel Torres a quien nunca agradeceremos bastante todo lo que ha hecho junto con su equipo (Olga, Diego, Antonia, Cris), hicimos mucho trabajo de improvisación para encontrar quiénes eran y qué había debajo de los personajes. Y eso fue una experiencia brutal. Luego, Nico me echó un cable con el texto, me ha ayudado con ideas y sugerido alguna reescritura… Sin él Fin no hubiera sido posible. Y siendo honesto, yo fui el director hasta 15 días antes del estreno. A partir de ahí vinieron Ignacio Ysasi y Alicia Rodríguez a ejercer la ayudantía de dirección ‘a tiempo completo’ y a partir de ese momento yo les dije que ya era un actor más y que si alguna indicación que nos deis no me cuadra, lo digo, pero si no, adelante. Y así hicimos. Y fue la mejor decisión posible.

 

La puesta en escena es muy sencilla y muy limpia. ¿Sientes que es lo que pedía la obra, dar más importancia al texto y al trabajo corporal?

Totalmente. No ya por una cuestión práctica, que también, sino porque en una propuesta como Fin creo que el trabajo actoral es tan intenso que no debe haber nada que despiste. Además ese escenario tan vacío, tan ‘descarnado’ creo que va totalmente con la energía y el tono que manejamos y la situación de los personajes, que en realidad están muy solos en el mundo.

 

¿Y esa limpieza en escena no hace que los intérpretes estéis más expuestos? ¿No hay un poco más de vértigo así?

Sí, claro. Lo comentamos a veces… Nos suele pasar que al principio cuando no estamos ‘activos’ en escena estamos como más concentrados en lo nuestro. Pero siempre pasa que llega un momento en el que estamos dejándonos llevar por la escena del compañero, por su energía, y a veces incluso nos emocionamos ahí sentados en la semi-oscuridad… O a veces ocurren imprevistos que no puedes ocultar al público porque sigues estando en escena. Así que hay que enfrentarse a ellos de la mejor manera posible aunque por dentro te estés cagando en todo.

 

También hay un trabajo muy importante fuera del foco. Yo recuerdo ver una obra llamada Elling, y darme cuenta de lo buen actor que era Javier Gutiérrez porque estaba todo el rato metido en personaje, incluso en lo oscuro, cuando no le tocaba estar en escena. ¿Habéis buscado mantener esa energía constante durante la función?

Sí, pero también porque creo que Fin no te permite entrar y salir de la energía de la función constantemente. Bueno, yo no me siento capaz. Más que nada porque la trama alcanza cierta intensidad que si no has ido trabajándola y dejándote llevar ahí a lo largo de la obra veo complicado llegar… O vas a llegar desde una cosa ‘forzada’ que tampoco le veo sentido. Además creo que el público también tiene ese viaje con nosotros. Y eso es muy bonito.

 

Es una obra construida de una forma poco convencional, ¿se puede decir que tiene una estructura más de película?

Sí, no lo había pensado inicialmente, pero sí. Es una historia cortada en trozos que se ponen en escena de manera no lineal. Es una especie de 21 gramos teatral: cruces de vidas de unos personajes pero no contados según la estructura clásica de principio, medio y fin, nunca mejor dicho (risas).

 

Y dentro de esa estructura, ¿qué papel juegan lxs espectadorxs?

Pues una muy importante, sólo ellxs pueden unir las piezas y entender qué pasó en la historia y qué papel jugó en ella cada uno de los personajes, lo que significa que van a tener que estar muy atentxs… Una cosa muy curiosa que pasa es que el público a veces establece paralelismos o ‘links’ entre escenas que no estaban previstos o no se escribieron con esa intención. Vínculos preciosos, de hecho, que hemos agradecido mucho porque le dan cierto ‘salvavidas’ a los personajes.

 

¿Cuáles son los temas principales que se abordan en la obra?

Pues así de primeras serían la culpa, la redención y el perdón, pero también hablamos de la soledad y la salud mental, y sobre el amor y la falta de él. Creo que sin ser consciente de ello las relaciones entre padres, madres e hijxs también están muy presentes.

 

¿Puede un encuentro fugaz cambiar la vida de alguien?

Quiero pensar que sí. A cualquiera creo que haber dicho, o que nos dijeran, un “te quiero” o un “ya no te quiero” en un momento determinado nos hubiera cambiado la vida para siempre.

 

¿Por qué somos incapaces de hacer ciertas reflexiones importantes sobre nosotros mismos en nuestro día a día y sólo lo hacemos en situaciones desesperadas?

Porque llevamos un ritmo de vida absurdo que no impide sentarnos, sentirnos y pensar en el aquí y ahora. ¿Cómo estoy? ¿Qué quiero? Pero de verdad. Como se dice en un momento determinado somos como hámsters de nuestra propia vida, incapaces de bajar de la rueda en la que giramos sin parar aunque no seamos felices.

 

Cuando aceptamos nuestra incapacidad de ser perfectos, ¿conseguimos llevarnos mejor con nosotros mismos?

Creo que sí. Ni perfectos, ni ‘normales’, ni nada que nos digan que tenemos que ser. Somos lo que somos. Terribles, maravillosos, absurdos y contradictorios seres humanos. Sin más. Y no pasa nada por ello.

 

¿Cómo vas con ese mantra al que nos ‘invitáis’ en la obra de: ‘Find your hapiness’? ¿Tú te aplicas ese consejo de Mr. Wonderful?

Bueno, en Fin pretende ser ironía total porque ese tipo de mensajes así ‘buenrollistas’ de psicología positiva me dan un poco de grima. En todo caso yo me diría más ‘find yourself’, que a veces cuesta más de lo que debería. Y en ello estamos…

 

¿La soledad y la falta de cariño son los dos grandes miedos a los que nos enfrentamos como seres humanos?

Yo siempre me acuerdo de aquella canción de la Cabra Mecánica que decía lo de “es la falta de amor la que llena los bares”. Pues tal cual. Los bares. Y las consultas de psicólogxs y psiquiatras. Y la de lxs tarotistas, y los gimnasios, y las saunas, etc… Y hablo no ya del ‘cariño’ de otras personas, que también, sino sobre todo y en primer lugar del amor hacia unx mismx.

 

Al final, ¿escribir es juntar palabras para construir una ficción que nos haga justicia?

Siempre. No sé si justicia como tal, pero al menos sí creo que la ficción nos permite darle un sentido a las cosas, cosa que en la vida real no ocurre. Y eso nos permite digerirlas de otro modo, que hagan menos daño.

 

¿Quiénes sois Nylon y qué tipo de teatro os interesa?

Nylon nació en el 2015 y nos dedicamos sobre todo a la producción audiovisual, pero a raíz de Fin también a la teatral, poco a poco. En general, todo lo que sea independiente o dramaturgia contemporánea nos parece interesante, la mezcla de lenguajes, cierto componente experimental, el cuerpo…

 

Desde tu mirada, ¿cómo ves la escena teatral independiente de Madrid?

Pues en ebullición en cuanto a gente haciendo cosas con unas propuestas súper interesantes y con unos talentazos increíbles… Pero es cierto que al final es complicado encontrar la rentabilidad económica, o al menos algo que impida la precariedad sistemática, porque hablamos de salas con un aforo muy reducido, con canales de comunicación limitados, con pocas ayudas… Me parece complicado.

 

 

Eres candidato a los Premios Max 2024 como Mejor Autor Revelación, es la antesala ya de ser finalista. ¿Cómo te ha hecho sentir estar en ese listado?

Pues con tal ataque de nervios que estuve 2 horas y pico hablando con gente que me llamaba al saber de la candidatura, paseando por mi casa incapaz de sentarme. Literalmente.

 

¿Una parte de ti se imagina ya viajando en julio a Tenerife a la gala? ¿En los ratos muertos estás esbozando un posible discurso? ¿De quién te acordarías?

Qué va, qué va… Suena a tópico total pero yo no me esperaba bajo ningún concepto estar en ese listado. Así que ahora a dejarse llevar y disfrutar del momento sin gastar tiempo y energía en ‘futuribles’.

 

¿Si hoy fuera el fin del mundo terminarías en paz contigo mismo?

Creo que sí… Al menos mucho más en paz que en otros momentos de mi vida, que ya es. Pero también tengo esa conclusión sobre Mauro, Ángel y Alba. Creo que los tres, cada unx a su manera, terminan perdonándose y en paz consigo mismxs. Y me parece el mejor fin que cualquier persona puede tener.

 

¿Pero habría alguien a quien te gustaría decirle algo que en su momento no pudiste o no te atreviste?

Sí, claro. En la obra Mauro llama a alguien cuando se hace oficial que realmente estamos ante el fin del mundo. Alguien con quien no consigue hablar porque las líneas están colapsadas. Alguien a quien yo creo que necesita decir “te quiero” antes de que todo se acabe. Y hasta ahí puedo leer. Eso se lo presté a Mauro, que seguro que también lo sentía.

 

Y si ya no hubiese nada que perder… ¿qué harías?

Buscaría la manera de llegar al Pantano de Valmayor con mi perro Bruno. Ahí es feliz y se puede pasar horas jugando con los palos y a entrar y salir del agua. Una vez, al poco de que Bruno llegara, tuve un sueño con él y ese pantano. Y en el sueño descubría que ese pantano no era tal, sino que en realidad era ‘el cielo de los perros’. Pues ahí me gustaría quedarme para siempre. Con Bruno en el cielo de los perros, que me parece el mejor sitio donde estar por toda la eternidad, ¿no?

 

 

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