Ramón, después de 62 años que lleva Els Joglars sobre los escenarios, ¿en qué momento se encuentra la compañía?
En plena forma, es decir, con las mismas ganas y con la ilusión de hacer esto que nos gusta tanto que es el juego del teatro, de construir espectáculos. Los años, que han transcurrido de una manera rapidísima, es como que nos mantienen despiertos, alerta, en cuanto a estar al tanto de los temas y volver a ponerte en la aventura de construir otro espectáculo y de hacer giras. Pero es algo que te tiene que gustar, tiene que ser tu vida, tu manera de entender, tu existencia. Es casi un proyecto vital, lo más importante. Este juego del teatro a veces empieza, como en mi caso, de una manera casi azarosa o aleatoria, yo no tuve interés en hacer teatro desde niño, no vino así, sin más. Yo empecé con Teledeum (1983) porque era joven y quería viajar, pensaba estar un año, y hace cuarenta y dos casi que estoy en Els Joglras. Y ha sido como escoger una manera de vivir sin proponérmelo, dejándome llevar por los vericuetos de la vida.
Son seis décadas de recorrido profesional, pero siempre hay gente, sobre todo público joven, que puede que esta sea su primera vez con la compañía, ¿cómo definiría Ramón a Els Joglars?
Como una compañía que intenta plasmar un poco la realidad envolvente de la sociedad. Se dice que a través de muchos espectáculos de Els Joglars se podría entender la historia de este país, porque con nuestros espectáculos ejercemos un poco como notarios del momento, de una situación determinada de España, o del mundo, que marca un referente en un tiempo determinado.
Nos hemos dedicado a inspirarnos en la realidad que nos envuelve y hacer reflexionar al público a través del juego teatral para hacer ver la otra cara de esa realidad oficial que, digamos, por mecanización, prejuicios, pereza, o por lo que sea, el público no se atreve a manifestar desde otros ámbitos. Somos una compañía que se dedica a plasmar la realidad de las circunstancias de la época sobre un escenario para que el público reflexione sobre lo que ve, siempre intentando mostrar esa otra cara, la que no es oficial, tocando todos los temas, desde la religión, el poder, a través de un ritual tan antiguo como es el teatro.
Y utilizando además el humor y la sátira.
Claro, porque el humor, la sátira, son el distanciamiento, el antidogmatismo, el antifanatismo. Alguien dijo que es la manera civilizada de protestar contra algo con lo que tú no estás de acuerdo. Y añadiría también a través de la belleza y de la poesía, que es muy importante. Es decir, hacer con lo mínimo lo máximo. A veces no se necesitan demasiados elementos para contar una historia, con un tío sobre unas tablas se puede contar lo que sea, incluso hacer atractivo hasta el Boletín Oficial del Estado (Risas). Ese es el arte del actor.
Y en este caso todo esto lo plasmáis a través de vuestra nueva producción: El Rey que fue. ¿De qué manera nace poner el foco sobre este personaje? ¿Cómo nace la propuesta?
Forma parte de la tradición de esta casa. Durante 62 años nos hemos caracterizado por construir obras sobre gente relacionada con el poder, en sus más variadas potestades. Hemos puesto a Jordi Pujol, pero también hemos hecho salir a Aznar o a Felipe González, y a un dictador como Franco, por lo tanto, formaría parte de la tradición de esta casa ofrecer un retrato del rey emérito, con esas luces y sus sombras. Dice Albert que es un retrato hecho por un pintor, con claros y oscuros, desde donde observar cómo actúa con sus cualidades y defectos, situado en un momento concreto de su vida, que es el momento actual en el exilio y en una situación natural en él, que es en un velero, pero no en Sanxenxo, sino en el Golfo Pérsico. Este viaje a ninguna parte es un acercamiento de ese rey al público, de una manera realista y también humanística. Entre las situaciones que él ha creado y las situaciones que le ha tocado vivir, se ha formado esa fusión entre tragedia y comicidad.
En algún momento habéis dicho que la vida del rey emérito tiene tintes shakesperianos, ¿cuáles son esas connotaciones a las que hacéis alusión al hablar de su vida?
Nosotros creemos que si Shakespeare hubiera sido contemporáneo de Juan Carlos, le hubiera hecho como hizo con sus innumerables reyes, unas obras extraordinarias. No solo Shakespeare, también Molière o Valle-Inclán, porque su vida da para ello. Él sale de Estoril a los 10 años y su tutor fue un dictador, Franco. Vino a vivir a un país que no conoce. Él decía que era como una pelota de ping pong, cuando las cosas iban bien entre su padre, Don Juan, y Franco, pues estudiaba en España, cuando las cosas iban mal, otra vez a Estoril. Luego el desgraciado accidente matando a su hermano. Además, supera a su padre en la corona. El traspaso del poder absoluto de Franco a la democracia. El 23 F. Luego los líos de dinero, de faldas, el exilio y la soledad. Es casi un final a lo Rey Lear. Shakespeare, tan aficionado a la monarquía, le habría hecho varios montajes.
Me gustaría que me hablaras de ese reencuentro con Albert Boadella que diez años después de dejar la compañía vuelve a dirigirla.
Son esas cosas fantásticas que pasan en la vida. Yo le pregunté a Albert si le interesaría esto y me dijo que sí. Para mí fue miel sobre hojuelas. Dedicarme solo a actuar, tenerte que preocupar solo de ensayar y de trabajar el personaje. Volver a lo de antes, dirigido por Albert, es fantástico. Lo hicimos como se ha hecho siempre en Els Joglars, es decir, en La Cúpula -Espacio en mitad del bosque que posee la compañía desde 1977 donde dan forma a sus producciones-, concentrados y demostrando que en el 2024 se pueden hacer ese tipo de producciones, de cuatro meses de ensayo, partiendo de cero, a través de improvisar situaciones en las que se va colocando al personaje. A partir de ahí, construimos una estructura teatral que sea atractiva. No nos hemos cortado en absoluto, no ha habido en absoluto autocensura, es decir, hemos hecho lo que nos ha dado la gana y hemos trabajado muy bien, con un equipo renovado, con elementos jóvenes y demostrando que, ahora que todo es muy rápido, se puede levantar un espectáculo desde cero. Ha sido una experiencia fantástica. Volver otra vez a esto es un regalo.
¿Cómo ha sido volver a trabajar juntos después de 10 años?
Albert tiene 80 años y no te lo acabas. En La Cúpula nos dejaba a todos hechos polvo. Tiene una energía, una vitalidad a la hora de trabajar, está en plena forma. Y eso es porque tiene esa vida magnífica de artista, de hacer lo que le ha dado la gana, recibiendo, pero aguantando perfectamente. Zola dice que el Arte es la vida vista a través de un temperamento, y creo que Albert es este temperamento. Eso es muy difícil. Una mirada caiga quien caiga, yo lo veo así y eso es magnífico. Y esto a nosotros también nos da mucha fuerza. La vitalidad, la energía, la rapidez que tiene, acabábamos los ensayos hechos polvo, y él tranquilo. Supongo que eso tiene que mucho que ver con este temperamento.
Tú eres quien interpreta el papel del rey Juan Carlos I, pero este no es el primer personaje real que interpretas, también han pasado por ti Josep Pla, Dalí o Pujol. ¿Cómo es la construcción del personaje? ¿Has ido por los aspectos reales o has fabulado sobre la imagen popular que todos tenemos?
Lo primero es intentar absorber los impulsos rítmicos del personaje a través de la observación y del trabajo lento, pero constante. No sé si es muy pretencioso, pero es absorber un poco el alma del personaje, el espíritu de ese hombre. Esta gente, como Juan Carlos, desde niños ya está condenada, no tienen escapatoria, pero tienen a su alrededor unos sirvientes, tienen unos privilegios, tienen impunidad a lo largo de su vida. Todos esos elementos dramáticos son importantes y muy buenos para que ese personaje que tú haces, que todo el mundo lo conoce, pues tenga una cierta credibilidad, aunque no te parezcas demasiado. El elemento principal es la constancia y la observación e intentar que sea lo más creíble posible a través del juego del teatro, de jugar a ser otro. Es fantástico. Es como un gato que, con una pelota o un corcho, empieza solo con a tocarlo con la pata, pero luego brinca, hace arabescos y al final hace unas cosas increíbles. Un poco es ese espíritu de juego.
Estaba pensando en la línea que divide lo que es la parodia de lo que es interpretar a un personaje. Imagino que es jugar un poco en el límite, ¿no?
Claro, la parodia es algo más superficial, son unos rasgos muy gruesos. Lo importante es coger bien los tempos de esos personajes, las pausas o las inflexiones a la hora de hablar, o los tempos gestuales para que tú realmente puedas colar al público que está ante Pla; o ante Pujol; o ante el emérito; o quien sea. La parodia es como un esbozo, en cambio, el interpretar esos personajes es un trabajo más a fondo, más potente y más creíble. El ambiente ya es humorístico, pero no puede ser paródico, tiene que ser profundo, hasta llegar a lograr que la gente salga con la sensación de haber visto realmente al personaje.
Se ha dicho en algún momento que esta función va un paso más allá de la tradición satírica de la de la compañía. ¿En qué sentido?
Bueno, en el sentido de que es una tragicomedia que, como he dicho antes, no es una sátira pura y dura como era Ubú President. Hay situaciones cómicas que lo son porque las situaciones que provocaba este hombre ya lo son. Es esa fusión entre tragedia y humor, pero eso ya viene dado por el propio personaje. No hemos obviado las cosas incómodas que son por todo el mundo conocidas, pero tampoco hemos obviado las cosas positivas, es esa esa mezcla de claros y oscuros, está el aguijón de la sátira, pero también la sombra trágica.
¿Así es como realmente cobra relevancia la dimensión del personaje para que no quede plano?
Exacto. Hubiéramos podido hacer una sátira, evidentemente, pero no hubiéramos profundizado en la vida de este rey que fue, que desde que nace hasta ahora, en el exilio, tiene una vida llena de contrastes y de situaciones muy locas. Uno se pregunta, ¿cómo se puede echar todo a perder? Parece, si miramos a su abuelo, a su bisabuela… casi como que es una familia con mal fario.
¿Cómo se desenvuelve la compañía en un momento en el que las cancelaciones y la censura cobra cada vez mayor relevancia?
Y más en estos tiempos de ahora que hay tanta libertad, es esta la paradoja. Bueno, más que cancelaciones se tendría que decir “castigo”, porque son como castigos. A nosotros este siempre nos ha atacado mucho. Eso de construir obras sobre personajes directamente ligados con el poder, en sus variadas potestades que al verse reflejados en muchas de nuestras obras, han reaccionado con mucha ferocidad. El poder y los cómicos siempre han jugado al juego del gato y del ratón, precisamente porque al poder lo que no le gusta es que se rían de sus dogmas o de sus prerrogativas, y eso siempre ha existido y existirá. Yo empecé con Teledeum, imagínate, ese espectáculo fue un impacto brutal en la España de aquella época. Yo estoy en contra de todo esto, hay que aceptar la libertad de expresión en el sentido más amplio. Aun aceptando cosas, que detestes o no te gusten, pero hay que dar la oportunidad de que se exprese todo el mundo.
Hay formas de censura brutas que dicen: “cancelamos porque sale alguien en calzoncillos”, y todo esto, y hay otras más suaves que también son censura como esos programadores que dicen: “No te cogemos porque no encaja con el ideario de la programación”. Creo que precisamente lo que valora la gente es la libertad del artista, la libertad de expresar cosas que, aunque la gente no lo vea claro, no estén muy a favor, el artista tenga esa valentía de poderlas expresar libremente sobre el escenario. Que se cancele esto es un mal tema, no tendría que pasar.
Antes comentabas que vosotros no caéis en la autocensura, ¿cómo lo lográis?
Yo creo que tenemos que tener un compromiso con lo que ponemos sobre el escenario y aguantar, pase lo que pase. Aguantar las consecuencias. Pero siempre lo más difícil es ir contra el público, eso es lo que siempre dice Albert. En Cataluña el público nos aplaudía mucho porque iban a favor, era cojonudo, pero cuando se empezó a criticar al propio público, la cosa se empezó a torcer. Empezaron a decir que éramos retrógrados, fachas… Y esto pues tiene unas consecuencias, y hay que saber aguantarlas porque la posición del artista sobre los temas que escoge para reflexionar, pero estamos haciendo una ficción, es simplemente esto, estamos detectando los vicios, las costumbres o las malas prácticas de una sociedad y hay que atreverse a decirlo, aunque sea nuestro propio público, pero eso tiene unas consecuencias. En ese sentido, muchos de los espectáculos o producciones de Els Joglars de los años 80 o 90 ahora no se podrían hacer, nos aniquilarían, seríamos crucificados. Había más libertad, quizá porque salíamos de una dictadura o porque tenía ganas de cachondeo, lo que sea, pero no había esos tabúes, no había ese puritanismo que hay ahora no. Ahora todos son tabúes. Antes había sentido del humor, ahora falta. Ya sabes que las cosas en teatro en principio tienen que aumentar de volumen para que lleguen a la gente, pero ahora tienes que vigilar lo que dices, todo está minado, no puedes dar un paso que no explote una mina de que alguien se ha ofendido, tienes que ir con pies de plomo. Evidentemente estamos mejor ahora que antes, pero a veces es realmente un absurdo y van contra el sentido común y la racionalidad.
Y tras El Rey que fue, ¿cuál es el horizonte para Els Joglars?1
“Día a día”, como decían en el fútbol (Risas). Continuar con la gira de El Rey que fue y pensar en otro nuevo y seguir, así llevamos 62 años, seguir con este juego del teatro que nos gusta tanto y con el que nos divertimos, eso es fundamental, que te lo pases bien. Yo aún tengo la misma ilusión de hacer la gira que cuando empecé a viajar. Me gusta conocer los distintos teatros. Viajamos mucho por Europa, por Sudamérica y bueno, pues seguir así, que sigamos teniendo esa ilusión y esa energía.