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El lado oscuro de la actividad creativa

“Lo que he vivido en la danza se ha convertido en una relación tóxica”

Esto iba a ser la oportunidad, pero ha terminado siendo mi primera despedida es el título de la obra de Mauricio Pérez Fayos, un joven creador que ha escrito una carta para decir ¿adiós? a la que ha sido su pasión y su dedicación estos últimos años: la danza.

Hablamos con él sobre este proyecto que podrá verse en Nave 73, dentro de Imparables, los días 21, 22 y 23 de septiembre.

 

Es paradójico que siendo tan joven estés despidiéndotede una profesión a la que quieres dedicarte. ¿Por qué te salió así?

Hubo un momento en el que decidí que lo que quería hacer con mi vida profesional y personal era dedicarme a la danza, sigo sin saber muy bien cómo llegué a esa conclusión. Quizá por inercia, durante 10 años ha sido mi actividad principal. El mundo profesional me ha llevado a vivir experiencias muy buenas, conocer y compartir con compañerxs maravillosxs, disfrutar de los escenarios, las giras, los procesos, etc. Pero esto sucede sólo cuando miras hacia un lado de la carretera. Cuando pones la mirada sobre el otro, te encuentras con la precariedad, la inestabilidad, la incapacidad de hacer este ritmo (‘freelancing’ si se le puede llamar así) sostenible; te encuentras con creadores que ejercen violencia sobre tu cuerpo, sobre la forma de tu estómago, con creadores a los que les importa su puzzle completo y no sus piezas, creadores para los que eres una máquina. Y precisamente la danza es humanismo, es trabajar desde el cuerpo y con otros cuerpos, no sobre otros cuerpos. Y esta concepción del siglo XX, más extendida de lo que pensamos, me provoca una sensación de rechazo hacia la profesión.

Resulta que esta sensación de ‘cumplir tu sueño’ o ‘cueste lo que cueste’ está (o estaba) en mí y la veo también en muchos de mis compañeros/as de generación. Para mí esto se ha convertido en una relación tóxica, y no hay mejor frase que un «amiga date cuenta». El mundo profesional tiene algo perverso, es dependiente de la ilusión, que muchas veces confundimos con explotación, con visibilidad, con oportunidades. La fórmula despedida surge de estas y muchas mas dudas que me siguen acompañando día a día. Supongo que he quemado la mecha demasiado rápido y he perdido ese ‘cumplir tu sueño cueste lo que cueste’ y me hace plantearme si quiero seguir en esto, pero por otro lado pienso que una despedida es poner palabras de amor. Creo que a veces es necesario una distancia para poder echar de menos, poder volver a valorar y generar el deseo, aquel que tuve en algún momento al decir: sí quiero.

 

¿Existe esa sensación entre lxs creadorxs con lxs que te relaciones de haber fracasado antes de empezar?

Creo que es un fracaso invisibilizado. Pienso que la mayoría compartimos mas el «no has sido seleccionadx» que alegrías. No somos conscientes de que solo un 12% de propuestas consiguen un sí en una convocatoria. Y esto de la creación consiste en tener todas las cartas posibles en la manga.

Y también creo que debemos diferenciar dos cuestiones: el artista y el contexto. El/La artista, frente a un panorama desolador y negativo hacia su crecimiento en un medio-largo plazo, se sitúa en una estado de creatividad masiva, es decir, produce piezas como churros. Necesita una pieza al año mínimo para poder solicitar ayudas públicas (y rentabilizar su proyecto) y llenar su trayectoria. En el inicio, desde la nada, el/la primero/a que se precariza es él/ella mismo/a. Abaratar gastos y costes es la actividad principal. La artista Erika Pardo en ya en 2011 planteaba que «nos encontramos ante un paradigmático caso de la pescadilla que se muerde la cola: para producir arte se necesita dinero, si trabajas en otra cosa para ganarlo no tienes tiempo, si no tienes tiempo no puedes producir».

Situar al cuerpo en un estado de explotación y exigencia propia puede derivar hacia problemas negativos sobre la mente, en desmotivación constante o en pérdida de la identidad, imposibilitando todavía más la emancipación hacia el mundo artístico y creativo. Estos procesos de autoexigencia extrema y productividad constante no emergen de la persona, sino del contexto, que le solicita estar en activo, generar contenido anual, etc. Un contexto que no acompaña hacia el crecimiento, sino que establece metas o ‘deadlines’ que lxs artistas deben cumplir para poder entrar en la rueda creativa. El contexto, un mercado cíclico y basado en el corto plazo, nos presiona a estar en constante renovación, a tener más piezas, más adaptaciones, más adaptaciones de dossier, más, más, más.

Bajo mi punto de vista, la antropóloga Lucina Jiménez da en el clavo cuando dice que: «el asunto es que el sistema, de pronto, fagocita la producción artística. Y la fagocita simplemente en el sentido de buscar el estreno del estreno del estreno… para el otro estreno. Y la obra entonces va teniendo corta vida, poca relación con audiencias, poca posibilidad de transformarse en ese nicho de relación con sus públicos, y se va convirtiendo en una cultura de desecho. Suena horrible lo que estoy diciendo, pero hay muchos sistemas de organización de la producción artística que operan en contra de la vida artística».

La negativa constante hace que generemos más dudas, y que muchas creadoras y creadores con un potencial infinito al desarrollo, terminen desistiendo. Y esto es una pena que como comunidad nos perdemos. El fracaso no está sobre el escenario, no está en el éxito de una pieza o sobre la forma de esta, sino que está en el contexto. En todo el proceso de implantar. Y creo que esto también se extiende a todas y cada una de las personas que generan contenidos artísticos, sin importar edad, trayectoria o recursos.

 

¿Qué nos podemos encontrar, a nivel de fondo, en Esto iba a ser la oportunidad?

Me cuesta ponerle palabras precisas a lo que hago o descubro durante el proceso creativo, pero si hay algo que tengo claro es que transformo mi experiencia en el acto escénico. En el fondo del proceso hay un Trabajo Fin de Grado, tutorizado por Agnès López, sobre el factor precario en el emprendimiento creativo en España. Pero de ese trabajo creo que no queda mucho en la superficie de la obra, sino más bien en la construcción personal como artista, en mi manera de trabajar y afrontar el proyecto. Todo el conjunto lo enmarcaría bajo la palabra del deseo y los sueños. En esa propia proyección de uno mismo, en cuerpo, mente y ficción.

 

¿Y a nivel de forma? ¿Cómo ejecutas el trabajo?

A nivel más estructural me guío siempre en bloques. En este proceso el concepto ‘Acto’ ha sido fundamental y he terminado poniendo la mirada en esa parte de la estructura de los ballets románticos, en la relación del repertorio. De ahí, he puesto otro punto de vista en mis referentes de las artes escénicas. En reproducirles, abstraerles e imaginarles en mi cuerpo. Juego en un doble sentido con la aspiración y la copia, pero plantearse crear una obra radicalmente nueva es imposible. Todas estas tendencias, formas, estados, están atravesados en mi cuerpo, y antes de generar la sensación de calcar, prefiero hacerlo desde un punto de vista más amable y agradecido. También miro hacia cada una de las artesanías que construyen una obra, y les doy el lugar y visibilidad que creo correspondiente. En este caso, es fácil porque toda la obra nace desde mi cuerpo y mente, pero sí hay un guiño hacia todos/todas las que hacen posible que una obra esté sobre un escenario. Y también hay mucha incertidumbre, en todo lo que hago. Antes suponía un bloqueo para poder continuar el proceso, pero ahora se traduce en una obra viva y que se transforma.

 

El lado oscuro de la actividad creativa en Madrid

 

¿Qué tiene la autoficción que te resulta tan atractivo?

Como artista todas mis capacidades creativas salen al exterior cuando tienen una necesidad. Creo que la creación y el movimiento son un lenguaje para referirse al mundo al que lanzamos el mensaje. Siempre he pensado que toda obra tiene algo muy personal del autor/a y creo que me cuesta trabajar, hablar o moverme sobre conceptos que no me tocan como persona. La autoficción, además de que está de moda, ha supuesto una herramienta para poder responder a la parte ‘autobiográfica’ pero desde una perspectiva universalista. Es decir, que me interesa mi origen pero tampoco quiero que la pieza termine siendo una terapia en vivo. En este sentido, me interesa la herramienta como un campo de trabajo artístico donde puedo re-imaginar mi contexto, dislocarlo, cambiar de nombre, de apellidos, cambiar de piel; poder narrarme e inventarme en directo dentro y fuera de la obra. No recuerdo muy bien dónde, pero leí que la autoficción sirve para generar un proceso donde trabajar sin reglas, y establecerlas allá donde sea necesario, donde lleve el proceso o donde la intuición te guíe. Hace que una cuestión personal, además de impulsarla a sitios donde en la realidad no llegarían, genere un estado de universalidad que apela a todos y todas.

 

Dices que tu generación y tú mismo sois incapaces de hacer planes a medio-largo plazo, incapaces de pensar en un futuro próximo, de soñar el mañana. ¿De quién es la culpa de que eso sea así?

Si he de señalar a un causante, aunque no es el único, el ritmo capitalista está arriba. Remedios Zafra da en el clavo cuando nos posiciona a las generaciones jovenes como aspirantes o candidatos a una vida mejor, pero que lamentablemente nunca llega. Personalmente, he crecido en aulas donde desde los 10-12 años profesores nos alertaban de que el futuro era para aquellos que tuvieran 2 carreras, 2 másteres, 3 idiomas y un sinfín de aptitudes. Crecer en este contexto de que nunca va a ser suficiente, porque así es, genera también una alerta de que serás tú mismo el que te salve de la condición precaria.

Eudald Espluga, todo un autor guía en mi proceso, habla del término ‘workaholic’, una herramienta capital para que el trabajo te haga sentir realizado y mejor que el resto. Es decir, tu felicidad va a basarse en tu propio rendimiento.

Un entorno repleto de competición por ser la mejor versión de uno mismo, bajo la finalidad de poder alejarnos de la precariedad, no potencia más que negar diferentes planteamientos o soluciones al sistema y hacer que el trabajador se aferre a las condiciones -en ocasiones nefastas- que no le alejan de los estados precarios. «El empresario de sí mismo -que ahora somos todos- tiene por delante la tarea infinita de conquistar una felicidad obligatoria» (Eudald, 2021, p. 121). Ser uno mismo, ser tu propio empresario, se convierte en una de las grandes herramientas del capitalismo que no solo ejercen control y poder, sino que absorben la identidad del ciudadano; les construye en la manera de ser eficientes para el sistema. Se convierten en el producto para el mercado.

Entonces, si somos un producto de mercado, en constante actualización y con un martillo que golpea el presente inmediato, ¿cómo podemos levantar la vista para mirar el medio plazo?

 

¿Eso no impide también que os comprometáis con causas con ‘solución’ a largo plazo como el Cambio Climático, mejoras de las condiciones sociales, recuperación de derechos…?

 Nos comprometemos con la sostenibilidad, la ecología y la comunidad porque es aquello que generaciones anteriores no se han ocupado en un primer grado de importancia. Si algo he tenido presente en todo este proceso, fue la perspectiva generacional. Con esto no desvalido la experiencia de creadores más mayores que yo, porque ellos y ellas también tuvieron procesos precarios, también se enfrentaron a condiciones probablemente menos favorecedoras que las que tenemos ahora, sino que lo que quiero y busco es generar un contexto mejor para las nuevas y nuevos. Una reflexión sobre por qué hacía este trabajo sobre la precariedad y el emprendimiento era tan sencilla como: si en 2022 tengo la necesidad de hacer este trabajo, es porque probablemente en 2005 los creadores no pusieron la mirada en solucionar o entender la condición precaria de la comunidad artística.

Yo no quiero que se solucione mi vida únicamente, quiero que se mejoren las condiciones de vida de toda una generación. Si algo pienso es que, por muy bien que lo hagamos ahora, llegará un momento en el que las generaciones que vienen nos llamen ‘millennial’ de manera negativa como hacemos ahora con los ‘boomers’. Vendrán nuevos problemas,  nuevos retos, y que pienso que más que señalar todo lo mal que lo hemos hecho, será necesario escuchar y atender.

 

A la gente joven se os tacha por este tipo de cosas de individualistas, pero creo que también estáis cambiando ciertos parámetros de esta profesión. Yo siento que estáis introduciendo los cuidados en los trabajos, que hay más horizontalidad, más trabajo en equipo, que hay mucha más diversidad, que hay diferentes miradas muy necesarias. ¿Lo ves así? ¿Crees que hay un cambio apreciable en las Artes Escénicas con respecto a generaciones anteriores?

Creo que desde lo joven y lo emergente no podemos imaginar un espacio de creación basado en metodologías de los 90, 2000 ó 2010. Primero porque nuestro contexto es diferente. Y segundo, porque los intereses han cambiado. Existe más horizontalidad, más trabajo en equipo, más diversidad, porque el contexto actual está comenzando a permitirlo. Hay un compromiso con el discurso intelectual que antes había en menor medida.

En la creación, ya hemos dejado atrás los grandes virtuosismos, las cinco piruetas, el contorsionismo del cuerpo, para dejar paso a lo conceptual y a lo contextual. Las temáticas cambian, ya no hacemos Giselle, sino que reflexionamos sobre todo el contexto de la obra. Ya no surgen piezas de danza ‘bonita’, sino que sale al escenario las preocupaciones del impacto de internet. Ya no existen obras en las que ella termina muriendo por él, sino que vemos a cuerpos moverse entre cuerpos sin importar sexo y género.

Es una repetición de la historia, volvemos al no manifesto, a que sea el cuerpo el núcleo, a que la forma nos de igual. Y probablemente, en un par de años (si no lo estamos haciendo ya) volvamos a los pies estirados, a la belleza y la estética más clásica del movimiento. Pero pienso que el contenido y el contexto seguirán marcando el ritmo de las obras. Si hay algo que el arte busca a día de hoy es desmarcarse del entretenimiento. Yo pienso que esto es imposible, el uno es parte del otro.

 

Aunque esta obra no las has hecho en soledad, sí que es un proyecto muy personal. ¿El enfrentarte al vacío solo no hace que aumenten las dudas y los miedos?

Por suerte he tenido un acompañamiento desde la espera. El proyecto de investigación nace en los parámetros de Trabajo final de Grado, donde desde un principio quise enfrentarme a la pieza desde la soledad más absoluta y rigurosa posible. Esto se tradujo en un proceso hermético, nadie, ni mi pareja, mis compañeras de piso o mi tutora, supo nada durante siete meses sobre la pieza y mi proceso. Fueron unos meses complicados, donde a mi derecha estaban las dudas y a mi izquierda los miedos. Pero creo que fue un proceso necesario para situarme donde estoy hoy. El proceso de aprendizaje y de autodescubrimiento fue maravilloso y me gusta pensar que me obligó a conocer a mis demonios.

De hecho, en esta continuación un año después precisamente he puesto el foco en la carencia de todo ese proceso hermético. He contado con 5 artistas que me inspiran (Paula Serrano, Jon López, Martxel Rodríguez, Rocío Barriga y Sergio R. Suárez) para poder entender mejor mi propio proceso como artista. Es extraño, porque no han entrado a formar parte de las decisiones de la obra, sino que hemos trabajado desde su propia experiencia, desde herramientas que me ayudan a mí a entender mejor mi proceso. Un poco a modo psicólogos de la danza.

Enfrentarte a un proceso (solo o con un equipo) siempre hace que aumenten las dudas y los miedos, pero también te sitúa como artista en una posición de aprendizaje absoluto. Es una sensación que nunca abandonas. Crear sin dudas creo que puede llegar a ser la muerte del artista.

 

El lado oscuro de la actividad creativa en Madrid
Mauricio Pérez Fayos

 En el dossier hablas de las residencias. ¿Este tipo de procesos, de formas de trabajar y relacionarse, son necesarias para crecer como creadorxs, para seguir persiguiendo desafíos intelectuales?

Una residencia influye mucho en el proceso de crecimiento del artista. En un primer momento, valida su trabajo, y le motiva al creador o creadora. En un segundo momento le proporciona medios y recursos (materiales, económicos, de apoyo, etc.) para el desarrollo de la propuesta. En un tercer punto puede hacer que el artista genere conexiones, con el contexto y con el resto de la comunidad de artistas. Como punto cuatro me atrevo a decir que sitúa al artista en una perspectiva de acción: hay que aterrizar todo el proceso mental al cuerpo. Y así, podría seguir un par de puntos más.

Después de incontables cartas de motivación (que no resultaron de manera positiva) entendí que las residencias son un salvavidas. Son la realidad más inmediata para materializar una idea.

 

¿Qué supone para ti formar parte de una muestra como Imparables?

Imparables es esa puerta a la que todos los emergentes podemos llamar sin tener que hacer cola detrás de lxs creadores consagrados. Supone la validación del trabajo desde la confianza ciega y un espacio para probar la maquinaria escénica y equivocarse. Un espacio para seguir creciendo como artistas que empezamos.

 

¿Qué me puedes decir de la labor que hacen espacios como Nave 73 por el teatro de esta ciudad y por las Artes Escénicas en general?

Las salas alternativas creo que cumplen con el compromiso de generar una cultura para todos y todas. Lo alternativo, que siempre ha recogido el margen, a todos aquellos que comenzaban, es un espacio que creo que genera un compromiso con los/las artistas más directo y personal. Siento como que muchas veces la aspiración la tenemos en llegar a Teatros del Canal, sin darnos cuenta de que prácticamente en cada barrio hay teatros a pie de calle. Que no sólo ofrecen programación (y muy buena) sino que ofrecen talleres, compromiso con el territorio, ofrecen su casa. Y lo personal muchas veces pesa más que lo institucional.

 

En el dossier citas unas palabras de Teatro en Vilo: Lo sentimos mucho. Realmente nos llegamos a creer lo de cambiar el mundo desde un escenario, y evidentemente hemos llegado a un punto que ya no se remonta”. ¿Es esta una de las falsas ilusiones sobre la que se construye el Arte? ¿Verdaderamente no se consigue?

Salí de ver Blast en el CDN y estas palabras se me quedaron marcadas y selladas en la mente. Tanto que tuve que conseguir el texto para no olvidarlas. Si vuelvo a la concepción de que la danza (y el arte) es un mensaje de comunicación, pienso que la creación se convierte en una manera personalizada de hablar, de transformar. Yo quiero que todo aquello que considere pueda mutar, pueda llegar a cambiar el mundo. Y en cierta medida sí cambiamos el mundo. No de manera radical ni certera, sino que pienso que el arte trasforma la realidad de las personas. Hace que reflexionemos, que tengamos una actitud crítica frente a la vida, que podamos generar una construcción personal de la identidad.

Para mí, salir de un espectáculo y que me haga pensar durante los tres días siguientes, ha cumplido el objetivo. Ha transformado mi realidad aun habiendo dejado días atrás las paredes de la ficción. Y quizá ese es mi deseo. Que lxs espectadorxs que vengan a ver la pieza, se la lleven consigo, que la transformen, que duden de ella.

 

Dentro de la profesión, ¿qué cosas crees que se necesitan para mejorar vuestras condiciones de trabajo?

Unión que haga la fuerza. Gracias a Graners de creació 23-25 (programa de residencias y de aceleradora de procesos creativos) llevé a cabo una actividad de mediación, donde nos encontramos varias artistas de las artes del movimiento en Valencia. Fue toda una experiencia conocer, generar red y comunidad. Pero lo más importante fue darnos cuenta de la soledad que tenemos los/las emergentes, de que todas pasamos por las mismas dificultades, sensaciones y frustraciones. Y una de las medidas que salieron a propuesta fue una asociación de artistas emergentes. Más allá de la fantasía que supondría llevar a cabo esto, creo que es importantísimo generar comunidad. Generar interés por el proyecto de tu amigo/a, decirle también cuándo las cosas no están yendo bien.

Creo que es necesaria una unión, pero también ser pacientes. Por mucho que queramos, por mucho que las ganas sean elevadas, no podemos ejercer las prácticas precarias que nos han hecho pasar simplemente porque es ‘ley de vida’. Es complicado, pero si verdaderamente queremos transformar nuestro contexto, debemos ponernos estrictxs desde nosotrxs mismxs.

Y también señalar, señalar cuando una situación (precaria, de abuso, etc.) se dé en tu vida profesional. No dejar que la jerarquía de poder genere miedo. Yo mismo, en esta conversación te decía que habían ejercido abuso sobre la forma de mi cuerpo, pero no he puesto que fue Gustavo Ramírez Sansano el que me animó con unas palabras muy directas a bajar de peso y me puso una faja para bailar su pieza por una cuestión estética.

 

¿Sigues reflexionando sobre tu futuro artístico? ¿Qué colores aparecen en el horizonte?

Me imagino un azul degradado. Quizá porque estoy en un momento de transformación. Sé que la danza va estar a mi lado, sea el rumbo la gestión cultural, la creación, bailar para otrxs artistas o trabajar 40 horas en un restaurante. La manera en la que esté es lo que pienso que se definirá por sí misma.

 

¿Cómo de cercano ves que el nombre de esta Muestra defina tu trayectoria como creador?

Supone el inicio. Definirá mi trayectoria hasta ese punto, todo el recorrido que he hecho para llegar a ese día. Definirá toda mi formación, toda mi experiencia breve en esto de la creación, y ojalá que me defina como persona.

 

La sensación que queda al saber sobre tu proyecto es la de darte un abrazo y animarte a creer que es posible. ¿Esto iba a ser la oportunidad… puede ser, finalmente, un abrazo colectivo? ¿Puede ser esa una de las conclusiones, dejas abierta la puerta a la esperanza?

Más que un abrazo, ha reforzado mi pensamiento sobre que lo colectivo es necesario. De que lo importante no es la pieza, sino el cuidado al entorno, a todas las personas que entran y salen del proceso, a todas las que acompañan.  En lo bueno y en lo malo. No sé si la puerta queda abierta a la esperanza, pero definitivamente ese umbral de paso va a estar siempre ahí, disponible para ser cruzado cuando necesite.

 

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