Fotos: Raúl Bartolomé
¿Cómo nace Al Descubierto Physical Theatre?
La compañía nace como un espacio de indagación desde el teatro físico y la danza pero con un importante hincapié en que ese lugar llamado ‘Al descubierto’ sería un lugar donde lanzar puentes hacia cuerpos más vastos, vidas más libres. Cuando terminamos los estudios con las compañeras Marta Cavassa y Alicia Velasco quisimos continuar el proceso: entrenar juntas, seguir buceando en los secretos del teatro y no parar de ensanchar las grietas que se han abierto en los años de formación. Mary Wigman anotó que el motor de la danza es la pregunta ¿Quién soy yo?, Foucault que «no escribió para transmitir lo que piensa, sino para saber lo que piensa». Nosotras queríamos saber más sobre ese ‘otro’ cuerpo aparte del cuerpo que se veía en el espejo y dejarnos invadir por lo que brotaba desde ahí. Las creaciones que vinieron son hijas de esos brotes. No creamos obras como motivación principal.
Dentro de las ramas de la danza, os habéis especializado en teatro físico y danza butoh. ¿En qué momento descubres que ese es el lenguaje con el que quieres expresarte?
El teatro físico, difícil de definir por sus abundantes bifurcaciones, podríamos exponerlo como un territorio donde confluyen lo danzario y lo teatral. Acercar por tanto el teatro físico a la danza butoh es en cierta manera sencillo cuando la investigación se sumerge en una corporalidad prelingüística, ancestral. El lenguaje de la compañía se escapa a las definiciones precisas pero lo que evoco, lo que sueño tanto cuando dirijo como cuando danzo (dirigir es danzar también), es ese cuerpo totalmente engullido por el otro mundo. Un cuerpo que no está aquí entre los humanos parlantes intentando expresar algo o contar algo. Evoco una fuerza lo más alejada posible de la conciencia. En el momento en que sentí que esto era posible, no quise hacer otra cosa en la vida.
¿Qué características tiene la danza butoh?
Decía Tatsumi Hijikata que el ser humano es una ciudadela llena de tiranos que es preciso hacer explotar, y en consonancia, Pascal Quignard pregunta «¿qué es lo que lucha políticamente contra la tiranía en el alma?», y contesta: «los sueños noche tras noche». Danzar butoh es traer oscurecimiento total a casa, al cuerpo, para que los tiranos tengan menos aire y tu vida más. La danza butoh es radical: no hay medias tintas y su propósito es la liberación de los cuerpos. Una parte de nuestra visión tiene que permanecer continuamente en lo oscuro para no perder el vínculo con venir de dentro, con el nacimiento. El butoh recupera el silencio de la infancia que se sacrifica posteriormente en el hablar: va en la dirección opuesta a la producción del lenguaje, a fomentar las ficciones y a la realización del individuo. Hay que potenciar nuestra capacidad de sentir, penetrar en nuestro cuerpo y desintegrar las sujeciones. Viajar hacia el cuerpo como abismo, como espaciamiento, como misterio. Hacen falta esos cuerpos.
La danza en general, y la danza butoh en particular, no suele estar programada de forma regular en los espacios del circuito independiente de la ciudad. ¿Falta educación para aceptar mejor lenguajes expresivos así?
El butoh es un arte ‘underground’, no es una danza para las masas. Tatsumi Hijikata, el creador del butoh, prefirió la oscuridad, la fealdad, danzar con la muerte, lo absurdo, las tinieblas, lo grotesco, las cenizas, el barro, el polvo, las tripas calientes a las luces blancas de los rascacielos, a la belleza canónica, al brillo del plástico, a lo impoluto, a la compostura, a la falsedad de las democracias. El butoh no interesa tanto porque no interesa la oscuridad.
Sin embargo en Madrid podemos contar con el apoyo precisamente del circuito independiente: la sala exlímite, DT Espacio Escénico, El Umbral de Primavera y otros espacios han programado piezas relacionadas con la danza butoh y siguen con interés los caminos de este arte en la ciudad, afortunadamente.
Con el Ciclo A butoh pelao habéis venido a remediar eso, abrís esta disciplina al público de una forma regular. ¿Cómo está siendo esta experiencia?
Nuestro propósito con el ciclo A butoh pelao es generar ganas de danzar. Este ciclo se ha convertido en un portal de belleza a través del cual no solo agitamos y dinamizamos la escena en torno al butoh y a la danza improvisación en Madrid, sino también como espacio detonador de conocimiento artístico y poético. A butoh pelao es un lugar de emancipación y de exposición de la necesidad íntima y común que nos mueve. Este mes de mayo terminaremos la tercera temporada de A butoh pelao junto a mis compañeros Matilde J. Ciria, Jonathan Martineau, Antonio Lorenzo y el equipo de exlímite y estamos descubriendo una escena donde desbordarse, donde arder, donde dejar de corresponder con uno mismo a la vez que afianzar la serenidad en los senderos más vertiginosos.
El ciclo tiene dos líneas de actuación, el Contubernio y la Velada. ¿Qué podemos ver en cada uno de ellos?
El Contubernio es un evento donde bailarines y músicos están entregados a la improvisación. Es el goce de danzar y de tocar sin formalizar, sin necesidad de que llegue a ningún puerto. Nos gusta la definición del contubernio como una juntanza de personas que comparten el espacio de forma ilícita. Como escribe el compañero Jonathan Martineau, improvisamos no porque faltamos el respeto a la escena, ni al público, ni al arte sino por amor profundo a la existencia. Es una celebración e invitamos a músicos y bailarines que conocemos y desconocemos a celebrar con nosotras. En el Contubernio improvisamos con el punto de vista de los espectadores para crear una incubadora psíquica. En cualquier circunstancia de exploración íntima para profundizar en la observación interna hay que poner en juego un punto de vista desde fuera, un agente intensificador. Necesitas de la oscuridad del otro o de otros para que puedan prosperar las fuerzas flamantes, nacientes.
La Velada ex-cénica es un escenario abierto donde artistas de cualquier disciplina vinculada a las Artes Escénicas son bienvenidas a mostrar sus creaciones en formato de piezas cortas. En las veladas presenciamos entre 7 y 10 piezas y el propósito es cohabitar la creación desde diferentes ángulos.
¿El año que viene habrá más Ciclo A butoh pelao?
Nuestro propósito es continuar con el ciclo. Falta reunirnos con exlímite, escucharnos y hacer el balance de esta temporada pero la intención es que A butoh pelao siga el año que viene.
Ahora en abril y mayo volvéis con Sordidísimas, uno de vuestros montajes más celebrados. ¿Qué nos puedes decir de esta obra?
Hay muchos secretos en Sordidísimas. Hay niños, monjes, santas, enamorados. Hay amor, éxtasis y olor a muerte. Para el escritor que inspiró esta obra, el ya mencionado Pascal Quignard, la práctica artística es buscar la existencia del velo. Un velo o telón que oculta algo perdido en la sombra. Ese algo que se sueña o se siente que se había perdido. No superar la sombra sino observar el vínculo intenso de relación con las penumbras que mantienen nuestras vidas. Para Quignard, detrás de cada imagen nuestros ojos sin saberlo buscan la escena originaria, la escena ‘primera’ que nos trajo a este mundo. ¿Qué valores estéticos hay en el coito o en el nacer? Sordidísimas es una oda a la danza como goce, a la danza que se ubica en el territorio de la no pertenencia a los valores como lo bello y lo feo.
¿Cómo ha ido evolucionando vuestro lenguaje desde La Perla hasta Sordidísimas? ¿Qué señas de identidad mantiene la compañía y en qué líneas de investigación escénica habéis profundizado más?
Una posible seña de identidad de la compañía es un fuerte compromiso con la investigación corporal y la apuesta por un criadero escénico insumiso a las prescripciones de las modas. Queremos rescatar el detonante espiritual que hizo que Tatsumi Hijikata entrase en escena en Japón a finales de los años cincuenta. Entró con un pensamiento corporal insubordinado a los mandamientos de la razón y es la línea de investigación que nos interesa. Un cuerpo comprometido con travesías que desafían la lógica. Siento que el lenguaje de la compañía cada vez más viaja hacia este lugar.
La Perla era una obra de teatro más convencional, ahora estamos transitando hacia un lenguaje híbrido entre la danza butoh y el teatro físico donde tampoco queremos marcar fronteras claras que puedan cohibir la creación, estamos descubriendo nuestro arte innombrable singular que al mismo tiempo bebe de una fuente común a todas las Artes.
En vuestra compañía también ofrecéis talleres. ¿Qué tipo de personas se pueden apuntar y qué tipo de formación ofrecéis?
Actualmente ofrecemos clases regulares los viernes de octubre a junio y talleres puntuales de varios días seguidos. En pocas palabras, se trata de una investigación cerca de la médula de los huesos y lejos de la cordura. Entretejemos en danza la somática y la poética ofreciendo un espacio donde potenciar y enriquecer el diálogo entre el mundo interior y los paisajes exteriores. Es un espacio donde cultivamos la capacidad de extendernos, expandirnos, asociarnos, jugarnos, observarnos y explorar tanto cavidades propias como las del mundo sin separar unas de las otras. No son encuentros donde un participante viene a ‘recibir’ una clase sino donde juntas creamos una matriz psíquica donde lanzarnos lejos. En estas sesiones venimos a co-investigar, a poner leña en el fuego de la vida común, a poner de nuestra parte. Son encuentros a los que puede asistir cualquier persona con inquietudes poéticas sin importar la experiencia en el campo escénico.
Y, al final, ¿por qué baila Nataliya Andru?
Nataliya baila porque la vida es danza. Las olas del mar danzan y yo me sumerjo en su movimiento. La tristeza danza cuando me visita y le ofrezco mi cuerpo para que dance más a gusto. Danzo para liberar la planta del pie y escuchar mejor los secretos que me susurran los ancestros. Danzo para deshacer los ovillos de lugares nebulosos, vidriosos, opacos de mi carne. Danzo para conocerme, para con-nacer, para dar las gracias, para ver más claro lo que es turbio. Mi cuerpo es una fuente inagotable de vida y de belleza, bailo para que el animal que habita dentro siga siendo una fiera. Bailo porque soy poesía. Pero la mayoría de las veces bailo sin porqué. Bailar es un gran sí a la vida y no necesita de una razón que lo tenga que justificar.