«Tenemos que hablar del suicidio, tenemos que gritarlo y contar historias, porque el silencio es la peor trampa»
El Cónclave de la Luna es quizá uno de los nombres más bonitos para una compañía de teatro que yo haya escuchado. Las cinco mujeres creadoras que forman esta asociación cultural (Eva Patón, Paula Molina, Ángela Boudet, Olimpia Pardo y Nicole Jobson) estuvieron dos horas para dar con el adecuado. Ese tiempo invertido mereció la pena. Y creo que va a merecer la pena acercarse a descubrir su primer trabajo. En esta primera incursión profesional como compañía se adentran en un tema complejo, silenciado durante mucho tiempo, como es el suicidio y la salud mental.
El espectáculo que nos presentan tiene por nombre ¡Un puto gato! (interesante también). Es una obra valiente y honesta con la que se muestran al mundo, pero no van a parar aquí, tienen claro que han venido para quedarse, que las Artes Escénicas han de ser su modo de vida y aunque saben que no será fácil, no hay otra opción ahora mismo. La dramaturga Eva Patón, la directora Ángela Boudet y Ariadna Bisbe, como intérprete, nos hablan de este trabajo que podremos ver en Bululú 2120 los días 15, 25 de septiembre y 13 de octubre.
Sobre el suicidio y la salud mental
Por Sergio Díaz
¿Qué se va a encontrar el público que se acerque a ver en ¡Un puto gato!?
Ángela Boudet: Se van a encontrar con una montaña rusa de emociones y sucesos. Es una obra muy cortita, pero tanto yo como Ariadna, la describimos como algo cargado de mucha intensidad. Y esto último no en el sentido de un ‘megadrama’, sino que sí que creo que puede llegar a revolver muchas cosas. También diría que se van a encontrar con algo sencillo, realmente puede ser un reflejo del día a día de muchas personas, además de la sencillez del propio montaje. Yo la describo como una obra muy humana, honesta y muy visceral. También diría que tiene sus puntos provocativos.
Ariadna Bisbe: La obra trata de una chica perdida, sin rumbo divagando por la vida, intentando pasar los días, sobreviviendo a su propio caos, a su dolor interno, a su cabeza que le dice que el mundo sería un lugar mejor sin ella. Una chica que busca encajar, busca el cariño desesperadamente pero no lo encuentra y, por eso, decide abandonar la vida.
¿Qué lleva a una persona a querer acabar con todo?
Eva Patón: Cada persona es diferente y lo que a uno le puede parecer un bache en el camino, a otro le puede hundir. Yo diría que llegas a querer abandonarlo todo cuando necesitas huir de la situación que te está provocando esa inmensa pena, apatía o dificultad que no sabes cómo superar y te impide vivir de manera normal. Algunos buscan este escape porque se han quedado sin trabajo, han perdido a un familiar, se sienten profundamente tristes y no consiguen salir de ahí, otro puede estar en un entorno abusivo… las posibilidades son infinitas. Tengo la sensación de que pensamos que solo la gente que está loca o muy desesperada llega al límite, lo vemos como algo externo que jamás podrá pasarnos a nosotros ni a nuestros cercanos. Y creo que empeora al no hablar del suicidio, de silenciar cómo se llega a ese punto, las razones o los sentimientos implicados porque frivolizamos las historias de esas personas. Pensamos: «ah, se ha suicidado porque le hacían bullying, es normal». Pero ese no es el motivo. Esa persona puede llevar meses debatiéndose con un dolor muy profundo e intenso, puede que nadie le haya escuchado o que ni siquiera la ayuda de la gente que quería fuese suficiente. No se llega a esa conclusión de repente, si no que pasa mucho tiempo formándose en tu cabeza hasta que llega un día en el que no ves otra solución y piensas que será lo único que calme el dolor. Aunque no lo sea, te terminas creyendo tu propia mentira porque te sientes perdido y dolorido.
Ariadna Bisbe: Cuando ya no puedes soportar más dolor, cuando el llanto no es una vía de escape y no encuentras nada por lo que sonreír, nadie con quien compartir y nada por lo que valga la pena vivir, en ese momento de oscuridad donde no puedes estar más sola, más triste y desesperada, justo en ese instante ves un alivio en la muerte.
Entonces, ¿la idea preconcebida de que tomar la decisión de suicidarse responde siempre a un patrón asociado con la enfermedad mental no es cierta?
Ángela Boudet: No, no creo que sea cierto tal cual se piensa o se pensaba. Sí que es verdad que hay una serie de enfermedades mentales ligadas a una conducta suicida donde las personas que las sufren son más propensas a hacerlo, pero este tipo de pensamientos pueden venir de otros muchos factores más allá de los psicológicos. Cualquier experiencia trágica puede llevar a una persona a unos niveles de sufrimiento donde al final la única solución que vea es la del suicidio, no como forma de acabar con la vida, sino de acabar con el sufrimiento. Y no hablo solo de experiencias trágicas como un accidente muy grave, la muerte inesperada de un ser querido… es que por ejemplo quedarte sin casa o sin empleo también puede llevarte, a la larga, a tomar esta decisión. Al final una de las cosas que queremos hacer con esta obra es despojarnos de la etiqueta de ‘loco’ o ‘enfermo’. Sentimientos abrumadores por cualquier suceso a cualquier edad, la dificultad de la gestión emocional desencadenada por este tipo de sucesos, puede llevarte a tomar esta decisión o a planteártela en ciertos momentos. Obviamente, el sufrimiento prolongado al final se convierte en una depresión, que es un trastorno del estado de ánimo, pero está puede estar desencadenada por miles de factores y sucesos como los que he dicho, por ejemplo, y no ligada necesariamente a un trastorno mental previa, que también es el caso.
Eva Patón: Para añadir a lo que ya ha dicho Ángela, creo que reducir «suicidio es igual a enfermedad mental» puede llegar a ser peligroso. Como ya hemos dicho, hay miles de razones por las que una persona puede llegar hasta allí. Tener una mala salud mental no es sinónimo de tener una enfermedad, igual que tener una herida no es igual que tener una pierna rota. Una es más apremiante que la otra, pero a las dos hay que prestarles atención, pues una herida puede infectarse y convertirse en algo mucho peor.
Muchas personas, en algún momento de nuestra vida, hemos pensado en acabar con todo aunque sea de una forma vaga. ¿Qué se necesita en ese trance para poder sobrellevar el dolor que nos acorrala?
Eva Patón: Primero y antes que nada, aceptar lo que estás sintiendo y no intentar suprimirlo. Llorar, gritarle a la almohada, patalear si hace falta, pero aceptar ese dolor. Cada persona es diferente, pero hablando de mi experiencia, para mí lo más importante ha sido la terapia. He tenido la suerte de dar con una terapeuta fantástica que me ofrece herramientas y apoyo para superar esos momentos. Pero, desgraciadamente, y como todos sabemos ya, no todo el mundo puede acceder a esto. No sé si peco de inocente con esto, pero a veces estar toda la tarde escuchando tu álbum favorito, dar un paseo, echarte una siesta, beber un vaso de agua fresca o hablar con un amigo viene muy bien. Sobre todo intentad no aislaros, aunque cueste.
Ángela Boudet: Ojalá hubiera una fórmula universal que sirva para estos momentos. Como dice Eva, lo primero es aceptar y sobre todo, permitirnos sentir, sin rechazar las emociones, cualesquiera que sean. Y esto es algo a lo que no estamos acostumbrados, y no sabemos hacer, aunque suene como algo básico. Y como me dijo una profesora mía, no hay ninguna emoción negativa, todas sirven para algo. Esconderlo no es bueno. Te absorbe. Somos seres sociales, así que lo primero es hablarlo con alguien cercano, alguien que pueda ser tu apoyo y si se necesita, por supuesto ir a terapia. Al igual que te rompes una pierna y vas al médico, pues igual estás en un momento donde no eres capaz de gestionarte, emocionalmente hablando, y necesitas a un profesional que te acompañe en el proceso. Normalizarlo totalmente.
Lena, la protagonista de la obra, tiene una voz en su cabeza que no para de hablar y que no le deja escuchar nada más. ¿Cuáles son esas palabras que no deja de murmurar esa voz?
Ángela Boudet: En resumen, estas palabras lo que vienen siendo son lo que se llama pensamientos intrusivos (no solo suicidas, sino de más índole) que sufre Lena durante su vida y que acaban siendo recurrentes. La obra describe distintas etapas de su vida y esta voz, que serían esos pensamientos, surgen en función de sus experiencias personales, en el colegio, instituto, universidad… Son muchos mensajes de odio hacia sí misma, de desconfianza, de querer acabar con todo. Por ejemplo, una de las cosas que más le repite esta voz, y que además se aprecia en la obra, es que es una molestia, que estorba.
Eva Patón: Es como un pepito grillo diabólico, una ‘voz de la consciencia’ retorcida que solo busca darte una paliza. En concreto a Lena la machaca constantemente con que nunca será suficiente, lo suficiente perfecta o guapa y que su personalidad es vomitiva. Mucho de ello está condicionado por ser mujer, ya que vemos cómo busca la aprobación de la gente constantemente y cree en esas palabras y que escuchándolas cambiará y conseguirá ser mejor persona.
Ariadna Bisbe: Esa voz dentro de mi cabeza no me deja de acosar diciéndome que soy un asco de persona, que el mundo sería mucho mejor si yo no estuviese en él. Que todo lo hago mal, que daño a las personas que quiero, que todo el mundo me odia porque soy un puto monstruo, gordo, asqueroso que ahuyenta a todo el mundo y arrasa por allá donde pasa. Me dice que me suicide, antes de que sea demasiado tarde, antes de que siga haciendo daño a la gente que quiero, porque eso es lo que hago, daño todo lo que toco, lo que se acerque a mí se pudrirá. Soy un estorbo.
Puff, qué duro convivir con ese ruido… ¿Cómo se convive entonces con los diferentes ‘yoes’ que aparecen a cada momento en cada una de nosotras? ¿Cómo se encuentra el equilibrio?
Eva Patón: Por decir algo diferente, a mí me ha servido de mucho escribir, hacer ‘journaling’ y hacer introspección, aunque esté como muy manido. Me permite conocerme a mí misma, saber lo que pienso de verdad y sin ningún filtro. En un diario me puedo permitir ser todo lo honesta que con gente no puedo ser. Puedo poner todas las burradas que se me estén pasando por la cabeza y liberarlas. Se ha puesto muy de moda el ‘shadow work’, que es básicamente encontrarte con tus demonios de frente para saber qué te están diciendo, escucharlos detenidamente para no dejar que te abrumen. Es un proceso doloroso que solo aconsejo que se haga cuando se está en un período tranquilo y estable, que si no te puedes hundir con el barco.
Ángela Boudet: Yo creo que es una lucha constante. Estamos contradiciéndonos todo el rato, y según por qué surjan esas distintas partes de nosotros o el momento en el que surjan podría llegar a ser una convivencia compleja y angustiosa. El equilibrio se encuentra con mucho trabajo, sobre todo si estas partes tienen de fondo un suceso trágico. Como ya he dicho antes, lo primero que diría es dejar que esos distintos ‘yoes’ salgan a la luz, que los escuchemos y sobre todo no juzgarlos, y así tratar de escarbar un poco y averiguar de dónde vienen, si es que hay una razón concreta. Y en ocasiones esto debe ser con ayuda.
Otras veces, en situaciones más ‘sencillas’, más cotidianas, diría algo como Eva, al final cada uno tiene su manera de gestionar este tipo de cosas, hay quienes lo escriben, quienes se desahogan con un amigo/a o realizando el ‘hobby’ que más les guste. En mi caso yo hago esto último, desconecto y descanso mentalmente mucho con el deporte y luego veo las cosas con otra perspectiva, digamos que mis partes más ansiosas se relajan.
Que no seamos capaces de evitar la altísima tasa de muertes autoprovocadas no dice mucho de nosotros como sociedad… ¿Es el suicidio uno de los grandes fallos del sistema -junto a la violencia machista, quizás-?
Eva Patón: Sí. Podríamos hacer una tesis solo con esta pregunta, pero en resumen, vivimos en un momento en el que le prestamos poca atención al descanso y al bienestar, solo pensamos en trabajar y producir a un ritmo desenfrenado. Hay mucha precariedad, mucha preocupación por el futuro, y tampoco se nos dan muchas soluciones. El hecho de que no existan apenas psicólogos en la Seguridad Social por ejemplo, ya indica un abandono, por parte del sistema, de todos los ciudadanos que están sufriendo, en mayor o menor medida. Aunque cada vez haya más concienciación, la despreocupación por la salud mental de los ciudadanos sigue existiendo.
Ángela Boudet: Podríamos hablar horas sobre esto, pero solo queremos recalcar que esto no es un beneficio solo para los jóvenes, como a veces parece. Podemos hablar de los veteranos de guerra en Corea del sur, los niños desplazados por la guerra, las mujeres de Afganistán o los abuelos que estuvieron solos durante toda la pandemia del 2020. No reduzcamos el dolor a un sector específico, ya que todos nos beneficiamos de esa ayuda que tanto estamos demandando.
Desde hace mucho tiempo no se hablaba del suicidio en los medios para no generar efecto llamada, decían. Parece que ahora se va hablando más de ello, pero ¿dejará de ser el suicidio una palabra tabú? ¿Hablar del suicidio salva vidas?
Eva Patón: Para mí tiene una clara respuesta, tenemos que hablar de ello, tenemos que gritarlo y contar historias, porque el silencio es la peor trampa. Si no se habla, parece que no existe. Además, también aísla al entorno cercano de la gente que comete suicidio porque no pueden hablar del tema y eso solo empeora el sufrimiento. Voy a aprovechar para recomendar una serie reciente en la que en cada episodio te cuentan la vida de una persona que está a punto de suicidarse. Es una serie que cuesta ver y que duele, pero te ayuda a ampliar la perspectiva respecto al tema. Se llama Tomorrow, es surcoreana y se puede encontrar fácilmente en plataformas de ‘streaming’.
Ángela Boudet: Yo creo que ahora, nuestra generación, estamos consiguiendo hablar más del tema, darle la importancia que tiene, visibilizarlo de una forma honesta y se lucha cada día por evitar que siga siendo algo que ocurre de forma silenciosa y oculta. Se habla mucho además de validar las emociones de los demás, de la responsabilidad afectiva y estas pequeñas cosas ya indican que estamos avanzando en el tema de la salud mental. Pero sí que creo que es un tema muy difícil de normalizar y va a costar mucho que deje de ser un tema tabú, si es que alguna vez se consigue. Al final una persona que sufre este tipo de pensamientos suicidas por ejemplo, seguramente lo esconda durante más o menos tiempo, por miedo, por no querer cargar a un ser querido con ello, etc. Y a mucha gente que tiene alguien cercano que se ha suicidado le da mucho pudor hablar de ello y más si ha sido algo totalmente inesperado donde existe una culpabilización detrás.
Y sí, hablar del suicido salva vidas. No se puede prevenir o evitar (porque evitarlo es posible) algo de lo que no se habla, de lo que no se conoce. Se debe normalizar, tanto para las personas que sufren este tipo de ideas como para sus personas cercanas. Saber identificar qué factores indican que una persona está pensando en quitarse la vida es algo primordial, por ejemplo. No puedes luchar contra algo ‘invisible’. Nadie va a suicidarse porque se hable más o menos del tema, no debería existir el miedo por eso.
¿Para llevar a cabo la obra habéis investigado sobre el tema hablando con asociaciones, por ejemplo, o es más una exploración personal?
Eva Patón: En cuanto a la dramaturgia, fue una exploración personal. No era una obra que fuese a salir a la luz en un principio. Nace de mis experiencias propias, cercanas y de toda la media que consumo respecto a este tema, ya que, sin entrar en detalles, es un tema que me acompaña desde hace muchos años y para lo que quería estar preparada e informada.
Ángela Boudet: En mi caso, yo voy a cursar ahora el segundo año de un máster en Teatroterapia (en resumen, utilizar las herramientas del teatro con fines terapéuticos), por lo que el campo de la psicología es algo que he tenido muy presente este año y he aprendido mucho sobre salud mental a la vez que hacía el montaje de la obra. Me he apoyado mucho en ello para poder comprender a este personaje y su historia y no meter la pata sobre lo que queremos contar. Sin embargo, todas las dudas que he tenido se las he ido preguntando a Eva. Al final, ella era la persona que mejor me podía asesorar y describir qué le estaba pasando (física y emocionalmente) a Lena en algunos momentos en los que yo no sabía cómo afrontarlo desde la dirección.
Alguien que se ha visto en una situación como la de Lena, donde con un paso más acaba con todo… ¿puede llegar a sanar del todo?
Eva Patón: La vida sigue pasando y el proceso de sanación es constante e irregular. Puedes curar heridas, trabajar en tus traumas etc. Pero pueden crearse nuevos constantemente y sin previo aviso, como por ejemplo la pandemia, evento del cual carecemos de control. Pero yo sí que creo que, con trabajo y apoyo, puedes seguir adelante. También creo que tenemos que romper con la creencia del «estar bien completamente», ya que creo que es algo francamente imposible para nadie. Ahora, quizá hay gente que no puede sanar y a lo mejor (no lo sé a ciencia cierta) también tenemos que respetar las decisiones de esas personas, por mucho que nos duela.
Ángela Boudet: Para empezar yo no creo que haya mucha gente que pueda decir que está 100% sana como tal, creo que siempre hay cosas que resolver, aunque sean pequeñitas. Como dice Eva, el proceso de sanación es algo constante e irregular. Para mí, la sanación en alguien como Lena sí es algo posible. Para mí estar sano significa ser capaz de disfrutar del día a día cotidiano, que seas capaz de mantener relaciones afectivas, que puedas formar una familia (si es que quieres), poder ir a trabajar, a los planes que te proponen… no tenerte a ti mismo como obstáculo que te evita hacer esto, o lo que quieras. Siempre hay cosas que trabajar, es inevitable, y etapas más duras que otras, pero no creo que llegar a este límite signifique que no puedas sanar. Hasta personas con trastorno de estrés postraumático por sucesos trágicos, víctimas de abusos atroces… son capaces de sanar en un punto y recuperar el control de su vida, eso sí, con ayuda y mucho trabajo.
¿¡Un puto gato! es un grito de auxilio o un canto a la vida?
Eva Patón: Dos realidades pueden ser ciertas al mismo tiempo.
Ángela Boudet: Pienso como Eva. De hecho, no nos queremos cerrar a que sea blanco o negro. Una espectadora, tras una función nos dijo que esta obra no era un drama, sino que era un canto a la vida de verdad. Pero hay quien dijo, ese mismo día, que era lo contrario. Creo que es algo que cada espectador debe decidir.
Eva, ¿cómo y por qué decides que ¡Un puto gato! tiene que ser tu primer trabajo como dramaturga? ¿Has partido de experiencias cercanas para escribir el texto?
Eva Patón: Lo que sería el primer borrador de ¡Un puto gato! realmente fue un trabajo de clase, no nació con intención de ser llevado a la práctica. Tuvimos que ir a una exposición de una fotógrafa y crear una obra con lo que nos inspirase. Su trabajo era nostálgico y cargado de un aroma de tristeza, pero lo que a mí más me marcó fue que dicha artista se suicidó a una edad muy temprana. Casualmente, yo estaba pasando por una etapa francamente terrorífica, así que su vida resonó mucho conmigo. Ambas experiencias desencadenaron lo que en su día se llamó ‘Ángel caído’. Aquello fue sobre 2020, antes de la pandemia. No fue hasta dos años después que volví a releerla. Ya no me acordaba casi de nada (excepto obviamente de las cosas que están basadas en mis vivencias) y cuando terminé de leerla, algo me dijo que necesitaba compartirla. Tenía la sensación de que era un mensaje que la gente necesitaba escuchar, un bálsamo que, aunque pueda escocer, era vital para empezar a sanar las heridas.
En cuanto a si he vivido experiencias cercanas, aunque siempre digo que es una obra autobiográfica, no me gusta compartir qué es ficción y qué es realidad. Me siento más cómoda sin revelar qué cosas de la obra realmente sucedieron y cuales nacen de mi imaginación por cuestión de privacidad y protegerme a mí mentalmente, ya que es un trabajo de mucha exposición.
Y, hasta donde se pueda explicar, el nombre de la obra hace alusión a…
Eva Patón: Realmente el título de la obra lo puso Ángela, ya que no es mi punto fuerte y en un momento desesperado acudí a ella para que me ayudase. Pero yo diría que ¡Un puto gato! es un abrazo de un ser querido, poder bailar tu canción favorita, esperar la fecha de un concierto con el que llevas años soñando, la sopa de tu abuela, la ilusión de ir a un bosque en otoño y una mirada en el momento justo.
Ángela, ¿cómo afrontas esta primera dirección? ¿Cuál ha sido tu método de trabajo?
Ángela Boudet: Pues al principio me dio mucho miedo, no te voy a mentir. Eva me lo propuso y la obra me encantó, pero a la vez me daba mucho respeto. Mi método de trabajo puede resumirse en algo puramente físico. De hecho, he aplicado todo lo que me han ido enseñando en la carrera y en distintos cursos de interpretación. Lo importante para mí son las acciones físicas. Lo que me interesaba en los ensayos no era el texto, sino encontrar junto con Ariadna qué sensaciones físicas tenía el personaje a través de realizar distintas acciones, a veces tan sencillas como saltar o arrastrarse por el suelo, dependiendo qué parte del texto estuviéramos trabajando.
Una vez que encuentras y decides esa acción, la emoción viene sola. Si estás verdaderamente conectada, realizando la acción al 100%, la emoción puede arrasarte sin que te des cuenta. Esto es una forma (muy resumida) de encontrar un trabajo honesto y una interpretación orgánica, que es algo clave, y sobre todo en este monólogo, donde básicamente vemos a una joven abriéndose en canal. Como ya he dicho antes, cuando tenía alguna duda, la compartía con Eva, que además me ha estado ayudando en la última fase de los ensayos. A partir de lo que ella me decía y teniendo claro qué es lo que yo quería contar, trabajaba con Ariadna mediante una exploración física (nunca dando pautas inamovibles) e investigando qué acciones físicas acompañaban cada frase que Lena expresa en la obra. He querido ir con mucho cuidado y respetando siempre la línea que decidimos Eva y yo, ya que es una obra muy delicada.
He de decir que trabajar con Ariadna, aunque vengamos de métodos distintos, ha resultado muy fácil. Cuando trabajas con alguien que de verdad quiere hacer esto puedes llegar a encontrar muchas cosas, y la confianza que ha puesto en mí ha sido algo clave. Y por supuesto, las ideas en cuanto a iluminación, composición musical y escenografía se las consultaba a mi equipo y cada uno de ellos ha ido creando su parte junto a mí y a Ariadna.
Y Ariadna, ¿qué premisas te han dado para meterte en la piel de Lena?
Ariadna Bisbe: Empezamos a trabajar de una forma muy experimental con acciones, sensaciones y sentimientos que me pudiesen llevar lo más cerca de las emociones que tiene Lena, para poder sentir lo que siente ella, para poder entenderla desde dentro. Poco a poco, a través de crear mil posibles situaciones que ha ido viviendo Lena, desde su niñez, adolescencia y juventud, he ido encontrando el camino de su vida hasta entenderlo y adentrarme en él, metiéndome en su piel.
¿Cómo te sientes cuando terminas cada interpretación? Imagino que tiene que ser muy exigente a todos los niveles…
Ariadna Bisbe: Cada interpretación ha sido distinta y sobre todo muy intensa. Siempre salgo reflexiva, emocionada, feliz, agotada y exhausta, ya que requiere de muchísima energía, esfuerzo físico y mental y una conexión al 100% con cada emoción, ya que la obra va fluctuando por todas ellas desde que empieza hasta que termina. Y, evidentemente, salgo muy satisfecha por mostrar y entender la vivencia de todas aquellas personas que sufren hoy en día estas tendencias suicidas, la depresión, la ansiedad… Y también por la oportunidad de subirme a un escenario a representar algo tan importante y vital con todo mi ser.
Habladme un poco de El Cónclave de la Luna -bonito nombre, por cierto-. ¿Quiénes lo formáis y de dónde vienen vuestras inquietudes artísticas?
Ángela Boudet: Estuvimos dos horas discutiendo el nombre, así que nos alegramos de que te guste. Somos cinco compañeras y amigas de la universidad que necesitábamos construir un espacio donde crear y poder apoyarnos entre nosotras. En cuanto a nuestras inquietudes como asociación cultural, el teatro es uno de los ámbitos más precarios, en concreto para las jóvenes españolas, y nosotras tenemos una ambición artística muy grande, queremos crear y dar voz a nuestras propias historias.
Eva Patón: Salir de la carrera sin la protección de la universidad ha resultado bastante abrumador, y nos ha dado mucho miedo encontrarnos solas. Haber formado esta asociación nos permite tener un espacio donde poder crear y conformar nuestros proyectos de una forma profesional.
¿Cuáles van a ser vuestras líneas de trabajo y qué temas os interesa llevar a cabo?
Ángela Boudet: Por ahora, el único factor común de nuestras obras es que están protagonizadas por mujeres (risas), pero somos 5 creadoras diferentes y con intereses muy variados, literalmente somos cada una de nuestro padre y nuestra madre. Como asociación no estamos cerradas a un solo tema, lo único que queremos es crear, generar esta oportunidad para crecer y compartir nuestro trabajo y en un futuro y, con un poquito de suerte, poder ayudar a otros artistas.
Os lanzáis a esta aventura de hacer algo con facturación propia. ¿Cómo estáis viviendo este salto al vacío?
Ángela Boudet: La verdad que yo he tenido momentos de mucho estrés y confusión. Hay cosas que en clase no se enseñan y de repente te ves con muchas responsabilidades y todo te suena a chino. Y mira que esta obra es un proyecto con una mínima inversión, pero aún así requiere de mucho tiempo y esfuerzo y no solo por la parte de dirección. Más allá de ser la directora de ¡Un puto gato!, dentro de la asociación que tenemos yo soy la secretaria, y he tenido que aprender muchas cosas en relación a qué requiere montar una asociación, tener todos los temas legales en regla, etc.
Seguramente volveremos a hablar en un futuro, cuando vuestra carrera se haya consolidado. ¿Qué lugar queréis ocupar en el ecosistema artístico? ¿Cuáles son vuestras metas y cómo queréis que la gente se acerque a vuestras propuestas?
Ángela Boudet: ¡Nosotras también esperamos volver a hablar pronto! Queremos tener un lugar en el teatro, eso para empezar. Nuestra única meta, ahora mismo, es poder vivir del ámbito artístico y poder permitirnos hacer lo que hemos venido a hacer en este mundo. Sabemos que es un camino complicado, pero no nos permitirnos no hacerlo.
Eva Patón: En cuanto a la gente, queremos crear obras que conecten con nuestro público de manera honesta, directa y que sean recordadas. Creemos que nuestra única ambición ahora mismo es llegar al público, que nos respeten como profesionales tanto ellos como nuestros compañeros/as de profesión. Parece que pedimos poco, pero en realidad estamos pidiendo el mundo.