Érase una vez un creador autodenominado “anarquista” que harto de la condescendencia y la autocensura provocada por un panorama artístico cada vez más temeroso y politizado, decidió meter en una coctelera teatral tres historias que tenía guardadas en un cajón, darles unidad con forma de fábula y ponerlas en escena en un momento artísticamente tibio. “El teatro tiene que reventar, no tiene que ser amable, ahora no puede ser amable -declara nuestro protagonista-. No tengo por qué tener miedo a decir las cosas como las siento, tengo que ser punzante y dar por saco, aunque siempre está esta cosa de que, si
alzas la voz un poco más, puede que ya no vuelvas a trabajar. Entonces dices: ¿y qué hago?”, y de esa agitación y esa necesidad por rebelarse, surge Polar, la nueva creación con la que Rulo Pardo regresa al escenario de Teatros del Canal, donde esta misma temporada hemos podido verle formando parte del
elenco de La comedia de los errores dirigida por Andrés Lima.
ENTRE LO TRÁGICO Y LO DELIRANTE
Esta fábula, contada desde el barroquismo absurdo y poético, sello inconfundible de este creador, viene a denunciar, a través de la carcajada y el ‘What the fuck?’ que generan sus salidas de tono, la hipocresía humana bajo la excusa del cambio climático. “Habrá quienes se mueran de la risa y quienes se molesten porque dirán que ellos no son así, pero es que yo no hablo de un individuo, no hablo de ti, hablo del ser humano y no me puedes negar que somos así”, dice Rulo sobre este dardo en forma de carcajada ácida
con el que ha querido plantear su nuevo espectáculo, donde ha creado unos personajes atrapados entre lo trágico y lo delirante. “Al final, lo trágico de una situación, llevado al extremo, te puede acercar a eso, a que te puedas reír”, apunta este director y dramaturgo que para su nueva propuesta ha contado con Secun de la Rosa, Natalia Hernández, Cristina Gallego y Chema Adeva, junto a la voz en off de Aitana Sánchez-Gijón. “Tengo unos intérpretes que lo que dicen, aunque sea la mayor locura, lo hacen desde un lugar que lo convierten en algo que tiene sentido, y eso es fantástico para la pieza”. Una pieza que, según nos explica Rulo, es la primera en la que ha dejado “huecos” desde donde los actores han podido aportar sus propias ideas durante el proceso creativo. “En Ronejo, por ejemplo, era tal la cantidad de información que había que dar, que había que hacerla de una manera muy concreta, porque esa información se tenía que decir así y no había lugar para los cambios, pero aquí hay huecos para que los actores traigan sus propias propuestas”. Un aprendizaje al que ha llegado a base de, como él mismo confiesa, equivocarse. “Tienes que estar atento a ver qué es lo que has hecho mal y rectificar y no ir como
loco a por la siguiente, sin pensar dónde la has cagado. Creo que ese es el camino que debería seguir cualquier creador”.
Un director de cine vendido al ‘establishment’ y su desquiciada exmujer; una ‘groupie’ indie y vegana junto a un camarero de ideología extremista y cazador; y un activista medioambiental que vive un encuentro inesperado, conforman estas tres historias planteadas como sketches individuales (o no), que nos llevarán a través de su deriva argumental por momentos salpicados del humor burgués de diálogos ágiles inspirados en Woody Allen, situaciones con la aspereza cómica de los Hermanos Coen e, incluso, el absurdo de los Monty Phyton aderezado con jugosas píldoras de ciencia ficción al más puro estilo serie B, son el vehículo con el que Rulo busca desconcertar al espectador con la intención de que llegue a plantearse si es correcto reírse de eso que tanta gracia le está haciendo. “La gente se va a mear de la risa, pero a muchos le va a parecer horrible, pero no horrible de mal, sino horrible porque se están riendo de cosas que realmente les están afectando”.
UN DESHIELO SOCIAL
Desde Polar, Rulo ha querido hablar “de la falta de libertad que sin darnos cuenta nos autoimponemos. La dependencia que tenemos hacia los agentes externos, a lo que piensan los demás -continúa explicando Rulo a la vez que señala que cada cual debe sentirse libre de sacar su propia conclusión, si es que la hay-, es una rabia interna hacia algo externo que nos hace estar andando por la vida sin ni siquiera mirar nada, dejándonos llevar”. Para ello plantea situaciones entre ‘polos opuestos’ que, a través del delirio de situaciones rocambolescas, y frases rebosantes de poesía mamarracha, acaban por provocar una especie de deshielo que deviene en acercamiento de los extremos. “Al final no somos tan distintos”. Es cierto que al planeta le viene terriblemente mal el deshielo, pero a los humanos, en el terreno emocional, el lograr derretir esas capas que nos separan del de enfrente, nos viene de miedo. “No es
una obra amable, pero contamos con el juguete de la comedia que ayuda a disparatarlo todo”, creando esta especie de espejo deformante que nos devuelve el reflejo de quienes no queremos contar que somos, generando una risa que, en realidad, tiene un algo de nerviosismo inquieto ante la posibilidad de que descubran el lado impostor que solemos tener ‘congelado’ a la vista de los demás.