Un triángulo atrapado en el tiempo

El texto parte de un reencuentro aparentemente inofensivo: Anna, una vieja amiga de Kate, visita la casa donde esta última vive con su marido, Deeley, después de veinte años sin verse. Sin embargo, lo que comienza como una reunión entre amigos, pronto se transforma en un juego de sombras, donde la línea entre lo real y lo imaginado se difumina. A través de recuerdos fragmentados y relatos contradictorios, los personajes reconstruyen un pasado ambiguo y manipulable, convirtiendo la nostalgia en una herramienta de poder y confrontación. El reparto de esta producción reúne a tres intérpretes de gran trayectoria: Ernesto Alterio, en el papel de Deeley, Marta Belenguer como Anna, y Mélida Molina en el rol de Kate. Juntos, tejen un entramado de emociones contenidas, en la que el espectador sentirá la tensión en cada pausa y cada mirada. La obra, escrita en 1971 y estrenada por la Royal Shakespeare Company bajo la dirección de Peter Hall, es considerada una de las piezas clave en la evolución del lenguaje teatral de Pinter.

 

La visión de Beatriz Argüello

Para Beatriz Argüello, directora de esta pieza, el principal atractivo de la obra radica en su capacidad de atrapar al espectador en un enigma sin respuesta clara: “El pasado se modifica cada vez que alguien habla de él. Los recuerdos se convierten en un hecho teatral en sí mismos.” Añade que ha apostado por una puesta en escena que refuerza la sensación de atemporalidad y la coexistencia de distintas dimensiones temporales dentro del mismo espacio. «En mi propuesta escénica he querido que los límites entre pasado y presente que nos propone el texto se desdibujen en el ámbito sonoro, musical, escenografía, vestuario, luces… Conviven los pliegues del tiempo de una manera natural, se pasa de uno a otro y eso estéticamente está en el escenario. Hay elementos del pasado que conviven en el salón del presente de los personajes que viven allí. Esos elementos teatrales juegan a favor de la historia que se cuenta».

Desde la escenografía de Carolina González, pasando por la iluminación de Paloma Parra, el vestuario de Rosa García Andújar, y el diseño sonoro de Mariano Marín, cada elemento en la puesta en escena contribuye a crear una atmósfera inquietante y evocadora. La música y los sonidos ambientan los recuerdos de los personajes, mientras que la iluminación juega con las sombras y los espacios para reforzar la sensación de irrealidad que impregna la obra.

 

@LucíaRomero

 

El legado de Harold Pinter

Ganador del Premio Nobel de Literatura en 2005, Harold Pinter es una de las figuras más influyentes del teatro contemporáneo. Su estilo, caracterizado por el uso del silencio, la ambigüedad y los diálogos cargados de tensión, ha marcado a generaciones de dramaturgos y directores. Viejos tiempos supone una evolución en su escritura, alejándose del realismo de sus primeras obras y adentrándose en un territorio donde el lenguaje se convierte en un arma de manipulación y dominio. En definitiva, es un teatro que no busca respuestas, sino que plantea preguntas y deja
que el espectador complete los vacíos con su propia interpretación. Beatriz Argüello, consciente de esta particularidad, ha optado por una puesta en escena que respete la esencia de la obra, al tiempo que potencie su riqueza visual y sonora.

Para Pablo Remón, encargado de la traducción y versión de esta producción, Pinter representa una referencia fundamental en su trayectoria: “Viejos tiempos me ha acompañado desde la primera vez que la leí, hace muchos años. Su escritura es misteriosa y poética, donde la memoria y la invención, lo verdadero y lo falso, el recuerdo y el sueño, se confunden”.

 

Un reto actoral

El texto de Viejos tiempos representa un reto interpretativo excepcional. Pinter exige de los actores un dominio absoluto de las pausas y los silencios, elementos que, lejos de ser meras interrupciones, constituyen la esencia de su teatro. Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina enfrentan el reto de dar vida a personajes cuya verdad nunca es absoluta, sino que varía en función de quién toma la palabra. El resultado es un juego de espejos donde cada gesto y cada inflexión de voz pueden revelar o encubrir intenciones ocultas.

 

@LucíaRomero

 

Un estreno imperdible

La llegada de Viejos tiempos al Teatro de La Abadía supone una oportunidad única para redescubrir a Harold Pinter en una versión que promete deslumbrar por su profundidad y sensibilidad. Con un equipo artístico de primer nivel y una propuesta escénica que explora los límites de la memoria y la percepción, la obra invita al espectador a sumergirse en un misterio que, como el propio tiempo, nunca se deja atrapar del todo. Viejos tiempos es más que una obra de teatro: es una experiencia que desafía la manera en que comprendemos nuestros recuerdos y la naturaleza misma de la realidad a la que os invitamos a asomaros este mes de marzo.

 

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