En apenas dos temporadas, y tras quedar desvinculada del ala protectora del Teatro Español, Nave 10 Matadero ha conseguido hacerse un hueco reconocible en el mapa teatral madrileño. Aprovechamos el final de un ensayo de Filosofía Mundana, adaptación escénica de los microensayos de Javier Gomá, para hablar con su director artístico, Luis Luque, quien también está al frente de esta producción para que nos cuente sobre esta propuesta con aire de provocación tranquila, donde la solemnidad queda desterrada, alejándose de los ladrillos académicos donde solemos situar a la filosofía. Un espectáculo que se presenta como una fiesta vegetal, un jardín habitado por actores que juegan con textos, emociones y plantas vivas, en busca de raíces hondas, pero sin tomarse demasiado en serio a sí mismo.

UNA CASA PARA LA DRAMATURGIA CONTEMPORÁNEA
A lo largo de nuestra charla, Luque lo repite varias veces: “Nave 10 es, ante todo, una casa para la dramaturgia contemporánea en español, con especial atención a los creadores y creadoras de Madrid”. En su primera temporada, el objetivo fue sentar las bases, que el público supiera qué es Nave 10, dónde está y qué tipo de propuestas se pueden encontrar allí. “Lo que más contento me tiene es que hay un público joven, que se llena el cupo de entradas para menores de 30 y que se reconoce el sello de la sala”, explica. Ahora, que ya ha arrancado su segunda temporada, el reto es reforzar esos pilares: Más riesgo, menos apuestas seguras, pero con un discurso más profundo. “Me interesa un teatro que siga interpelando dentro de diez años, no el que se agota en la actualidad inmediata”, dice. De ahí que la programación combine dramaturgos emergentes con compañías como La Zaranda o Agrupación Señor Serrano, y que se abra espacio a conferencias que cruzan filosofía, ciencia y arte.
En tiempos de multiprogramación y exceso, Luque apuesta, desde las once propuestas programadas, por la mesura y por la posibilidad de que cada obra deje huella en quienes la ven, no un legado grandilocuente, sino la huella sencilla de haber compartido cierta belleza, sabiduría y talento.
EL FLECHAZO CON GOMÁ
La historia de Filosofía Mundana comienza en las lecturas personales de Luque, quien confiesa que apenas lee narrativa, alimentándose sobre todo de ensayo y teatro. Un día, Javier Gomá le ofreció montar una obra suya, pero Luque no se vio en ella, sin embargo, decidió acercarse a sus libros, compró varios títulos y, al leer Filosofía Mundana, algo hizo clic: “Era la primera vez que me veía reflejado en un filósofo. Y además me reía. Cuando alguien te habla de las bondades de estar sentado y tú detestas estar de pie, pues claro, te reconoces”, me dice entre risas.
Ese reconocimiento, entre lo cotidiano y lo filosófico, fue el motor para imaginar una adaptación escénica. De los 64 microensayos del libro, Luque y su equipo han seleccionado 22, convertidos en monólogos y diálogos breves. Textos de tres o cuatro minutos que, en escena, más que interpretarse, se habitan. El resultado es una filosofía que baja del pedestal, que se ríe de sí misma y que conecta con lo mundano. “Cuando digo que hago un espectáculo de filosofía, la gente pone cara de ‘menudo peñazo’. Y lo guay es que salgan emocionados, divertidos, reconociéndose en lo que ven. Porque todos, en algún momento, nos preguntamos por el sentido de la vida, aunque sea mirando un atardecer o frente a un féretro”.
UN REPARTO POP
El reto era claro: cómo llevar a escena un material sin trama, sin conflicto, sin personajes al uso. La respuesta de Luque ha sido trabajar desde el carácter y las emociones de los intérpretes. Al elenco, compuesto por Jorge Calvo, Marta Larralde, Pepe Ocio y Laura Pamplona, Luque lo define como “más pop que teatral”. Y me cuenta que no buscaba un plantel de actores de repertorio, sino intérpretes con carácter, cotidianos, capaces de habitar los textos desde su propia personalidad. Por ejemplo, la elección de Larralde surgió de un taller impartido por Luque. “No la conocía trabajando y me encantó. Tiene carácter, es divertida, y encajaba perfecto en esta filosofía mundana”. Con Jorge Calvo y Pepe Ocio ya había trabajado -en Dentro de la Tierra y Las criadas en el caso de Calvo; y Ocio en Marat / Sade-, “me gusta repetir equipos”, y a Laura Pamplona la eligió porque la ve una actriz todoterreno, sin prejuicios.

EL RETO DE EXPLICAR BIEN
Si algo preocupa al director es que los textos no se queden en un discurso abstracto, sino que generen imágenes claras y conecten con el público. “El reto es que la filosofía esté bien explicada, que el actor la entienda y que el espectador pueda seguirla con atención. Lo demás -colocar mesas, construir un jardín- es fácil”. Para lograrlo, Luque trabaja de manera muy directa con los intérpretes, incluso poniéndose él mismo a improvisar en los ensayos. “Aprendí a dirigir actores con Miguel Narros, que se metía en escena y lo hacía. Es divertidísimo y muy útil. Yo también lo hago, aunque luego me dé vergüenza”.
El humor atraviesa todo el montaje, desde la ironía de hablar de “conferencia performática” hasta la risa que provocan los textos de Gomá cuando señalan manías cotidianas, como esa costumbre de empezar frases con “la verdad es que” o la ansiedad de quererlo todo. “Es filosofía mundana porque es del mundo, con el mundo y para la gente del mundo”, resume Luque.
UN JARDÍN EN ESCENA
La puesta en escena refuerza esa idea de filosofía cercana. Luque conoció el trabajo de Covadonga Villamil, artista que trabaja con instalaciones de materia viva, y decidió que la naturaleza debía estar presente. Así nació la idea de construir un jardín en escena; mesas con agua y flores, un invernadero que se despliega, moqueta blanca y plantas que se renuevan cada semana. “Si nos falta la naturaleza, nos falta Dios”, dice Luque. El espacio se convierte en un jardín del filósofo, un lugar donde los actores construyen mientras hablan, doblan mallas de gallinero, cortan papel o colocan flores. Una instalación viva, cambiante, que convierte cada función en única.
El espectáculo también juega con lo plástico y lo sonoro. Luque ha elegido el fucsia, el verde y el blanco como colores dominantes, un contraste que surgió de sus visitas a jardines y castillos franceses. Y en lo musical, conviven Alaska y Dinarama con Kae Tempest, en un intento de mantener el sonido pegado a la tierra, sin estilizaciones.
FILOSOFÍA COMO OPORTUNIDAD
Más allá de la anécdota, la obra se plantea como una oportunidad de reconciliarnos con la filosofía como algo cercano, útil, incluso divertido, frente al miedo a pensar o a estar solos con nosotros mismos, reivindicando esa soledad como espacio de libertad y la filosofía como herramienta para vivir mejor. “Estamos perdidos en la cantidad de estímulos diarios. La filosofía no puede ser otra cosa que una oportunidad de saber vivir mejor, darnos tiempo y disfrutar de nuestro silencio”.
Al final, lo que proponen con esta producción es algo tan simple como reconocernos en la vanidad y en la ansiedad de quererlo todo en la que nos hallamos inmersos y reírse pensando. Un espectáculo de filosofía que no se eleve como un globo inalcanzable, sino que se quede aquí abajo, con nosotros, en lo mundano. Y que, como dice Luque, nos recuerde que todos somos filósofos cuando miramos un atardecer y nos conmovemos.