8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos
REFLEXIONAR
Cuando siento que tengo que “hablar como mujer”, hay algo que me maravilla a la vez que miro con extrañeza… y me pongo obvia y evidente con eso de que “no importa el género, somos iguales, por qué distinguirme, si yo me siento igual que el que tengo al lado”… y empiezo a pensar un montón de cosas que más bien pertenecen a un mundo de fantasía, luz y color que a la propia realidad. Y me pongo muy Marisol, que menuda talla de hembra gastaba la Pepa.
Me cuesta hablar sin ponerme épica, rebelde y luchadora, pero voy a intentarlo.
Desde mi puesto de directora, creadora escénica, actriz, en fin, mujer de teatro, desde que me inicié en esta bendita e infernal profesión, mi experiencia ha pasado por gran cantidad de anécdotas en las que he vivido mi feminidad como un falso privilegio. Escuchas por todas partes los beneficios que tiene ser mujer en el mundo de la dirección, que tanto rigor necesita, escuchas que hay muy pocas (como si esto garantizase algún éxito) y que tenemos una sensibilidad que trasciende (como si no hubiera hombres con esta sensibilidad, ¡y son muchos!), y que sabemos coordinar muy bien un equipo, y una larga lista de cantos de sirenos que de verdad te dan la fuerza y la energía necesaria para poder con todo. Y así es, puedes con todo, pero llevas muy mal estar siempre en la línea de salida. Con ciertos logros, con el público encantado de conocer tu universo, pero en la línea de salida. Y piensas, ¿esto le pasa a todo el mundo? Sí claro que sí, tanto a hombres como a mujeres, es una carrera de fondo, no interesa a los gobernantes, es difícil producir, dirigir, etc, desde la precariedad (siempre acabamos echando la culpa a la precariedad), pero luego ves los porcentajes que al fin están saliendo a la luz y ves la realidad…
Siempre atenta a no caer en el victimismo, decido que no tiene nada que ver con ser mujer. Hay mucha gente buena que tarda en lograr un primer objetivo, yo creo en mí, ¿de acuerdo?, y quizá es que yo voy a tardar…
No voy a hablar del machismo. Pero estamos en este sistema y este sistema es machista así que esta profesión que emana humanidad y “valores”, no se escapa de los tentáculos del macho.
Me apasiona todo lo que hay que celebrar, pero me carga el estómago estar atrapada en esos tentáculos, aunque a veces no sepa si es por esta utópica profesión o porque soy una mujer (a veces me repito eres mujer, eres una mujer, porque me molesta serlo o no serlo, ambas cosas por igual).
Vivimos agradecidas a todas ellas por haberse dejado la piel. Si hoy nos viesen alucinarían, y no celebrarían nada de nada. Ni siquiera celebrarían que se pudiese hablar de feminismo sobre un escenario, ni celebrarían que salimos, como ellas, a la calle y tratamos de apoyarnos aun con matices en los diferentes discursos, ni celebrarían que tuviésemos voz y voto porque no conseguimos con dicho voto que se respeten las leyes de igualdad, porque mejor “no nos metamos en eso”… Demasiada presión, sentimos demasiada presión que debemos gestionar nosotras y los feministas, que haberlos haylos, como las brujas buenas.
Entonces sí, hay algo que celebrar, en primer lugar, yo celebraría la existencia de hombres feministas que apoyan toda acción positiva y están dispuestos a construir junto a nosotras. Celebro también trabajar en la apoteósica profesión de la escena y no haber renunciado a ella después de traer al mundo un par de gemelas. Celebro que se nos esté escuchando. Celebro muy en especial que nos estemos abrazando entre todas las que lo hacemos (me emociona), pero me faltan más abrazos de mujeres, muchos más. Celebro crear y que no tenga que hablar de género en mis creaciones. A la vez celebro hablar de género en otras de mis creaciones.
Pero hay un listado grande y salvaje de denuncia, de antigüedad y las caras se nos ponen muy largas. Es un listado apestoso que va desde la desigualdad salarial, al subimiento de chepa de un actor que te chulea como a su madre porque busca la figura masculina y te niegas a ejercerla.
Tengo que añadir que nunca he cobrado menos por ser mujer, pero no necesito vivirlo para luchar por ese lastre vergonzoso.
Y por supuesto, ha de continuar alzado el reclamo de más puestos directivos en cultura cubiertos por mujeres, algo que ya está siendo posible y que es una gran fiesta. Además, programación equilibrada en la dirección, autoría, actuación. Sólo podemos seguir insistiendo, está pasando algo muy hermoso que a veces toma forma de espejismo, estamos transformando las cosas cada día, con cada acción, pero es una locura bajar la guardia, porque aún está todo en obras, nunca mejor dicho.