«Comenzar esta reflexión por lo obvio quizá sea el camino más apropiado: la pedagogía escénica consiste en la transmisión de conocimientos escénicos. Qué grandísima obviedad.

La pregunta que llevo años poniendo sobre la mesa es: ¿los pedagogos debemos transmitir que lo más importante es encajar en el sistema y llegar al éxito, o mejor dicho, a lo que el sistema premia y valida como éxito? O, por el contrario, ¿los pedagogos debemos apostar por que cada individuo descubra su propio talento? Todas y todos las alumnas lo tienen sin excepción.

¿El éxito consiste en desarrollar las habilidades más profundas del artista y permitir que ese éxito personal resuene en la sociedad de manera orgánica, convirtiéndose en un éxito colectivo? ¿Alfred Jarry es un fracasado?

Mi intención está muy lejos de sentar cátedra o de construir un nuevo dogma. Mi intención es hacer una llamada con esta reflexión en Godot, a debatir con las pedagogas, pedagogos y pedagoges que se cuestionen los dogmas para construir, mediante el análisis abierto a todas las verdades.

Conflicto, conflicto, conflicto. Me pregunto si de verdad el Teatro no existe sin conflicto. ¿Somos capaces de asumir ese dogma tan contundente en el momento social que estamos viviendo?

Podríamos reflexionar si la confusión, y no el conflicto, es el motor nuclear del Arte Escénico. Si jugamos a imaginar en esta hipótesis, la confusión no siempre se desestabiliza hacia el conflicto. La confusión nos guía con la misma potencia hacia la iluminación, la comunión, la fiesta, el encuentro o la tribu.

Por alguna razón hemos olvidado que mostrar al público una conversación sin conflicto es llamar a una colectividad en armonía. Estoy seguro que una conversación que provoque iluminación, descubrimientos, prismas nunca intuidos, alegría, compromiso o realidades utópicas -pero posibles científica y artísticamente- es rabiosamente escénica.

 

Presente y confusión en la pedagogía de las AAEE contemporáneas en Madrid

 

El Arte Escénico conoce este lugar desde siempre, pero la pedagogía teatral tiene un asunto pendiente: proponer herramientas que faciliten este camino que siempre perteneció a nuestro oficio.

No conozco una pedagogía desarrollada, sutil, contrastada y compartida por el público que aborde de manera consciente, técnica, teórica e intuitiva, el misterio, la magia, el caos o lo intangible. ¿Podríamos decir que son inabordables en la pedagogía escénica? Y, por tanto, ¿aceptar que aparecen estos lugares solamente teniendo talento? ¿la pedagogía escénica puede abordar el misterio o lo intangible? No con la intención de desvelarlos, sino de darles el lugar que se merecen.

Parto de una premisa que forma parte de la pedagogía que propongo: el Movimiento es tangible e intangible. Consciente e inconsciente. Sin jerarquía. El Movimiento crea imaginario y viceversa. ¿Es una puerta de entrada al misterio escénico?»

 

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