El Teatro de La Abadía acoge del 16 al 26 de octubre el estreno madrileño de Adolescencia infinita, la nueva creación de la compañía valenciana Pont Flotant, un colectivo con más de veinticinco años de trayectoria reconocido por su teatro profundamente humano, poético y comprometido. La pieza, producida por el Teatro Escalante de la Diputación de Valencia, invita al público a mirar de frente una de las etapas más complejas y fascinantes de la vida: la adolescencia.
El espectáculo, dirigido y creado por Jesús Muñoz, Pau Pons y Joan Collado, surge -como es habitual en la compañía- de un proceso de investigación largo y minucioso, en el que la vivencia personal se mezcla con la observación social. “Nuestros trabajos siempre están ligados a nuestra biografía”, explicaba Muñoz durante la presentación. Si en obras anteriores Pont Flotant reflexionaba sobre la paternidad o la muerte, El hijo que quiero tener o Eclipse Total –Premio Max 2023 a la mejor autoría teatral- respectivamente, Adolescencia infinita nace del deseo de revisitar esa edad fundante desde la madurez, cuando los hijos se adentran en la pubertad y despiertan en ellos un torrente de recuerdos, preguntas y contradicciones.
Lejos de una mirada idealizada o complaciente, la obra aborda con sinceridad los conflictos que acompañan a ese tránsito vital: la incomunicación, la búsqueda de identidad, la tensión entre rebeldía y dependencia. A través de tres personajes adultos interpretados por Joana Alfonso, Yolanda García, Jesús Muñoz y Javi Vega, la pieza ofrece un mosaico de perspectivas que revelan tanto la nostalgia de quien quisiera volver a ser adolescente como el temor de quien preferiría olvidar esa etapa.
Uno de los elementos más singulares del montaje es el uso de títeres de gran tamaño que representan a los adolescentes. Lejos de ser un mero recurso estético, los muñecos funcionan como metáfora de cómo la sociedad a menudo cosifica a los jóvenes o intenta moldearlos, pero también como símbolo de su potencial humano y emocional. A medida que avanza la función, los espectadores dejan de ver objetos para percibir personas, una transformación que refleja el propio proceso de comprensión y empatía hacia esa edad turbulenta.
El montaje combina humor, ternura y crítica social en una dramaturgia fragmentada, con escenas que transitan entre lo cotidiano y lo poético. En el escenario, el espacio, diseñado con «sencillez plástica» por Joan Collado, se transforma en aulas, vagones de metro o discotecas, mientras la música en directo y las proyecciones digitales evocan el lenguaje hiperconectado de la adolescencia contemporánea. “Hay conversaciones de WhatsApp, canciones, risas descontroladas, pero también silencios”, afirma Muñoz. “Queríamos que el público adulto se viera reflejado y se cuestionara su relación con los adolescentes de hoy y con el adolescente que fue”.

El proceso creativo incluyó la colaboración de jóvenes de institutos valencianos, cuyas voces reales se escuchan en la función. De este modo, Adolescencia infinita no ofrece una mirada paternalista, sino una conversación intergeneracional. “Nos interesa que en el patio de butacas haya adolescentes y adultos juntos, porque la obra se completa en ese diálogo”, añade Joana Alfonso. “El teatro permite hablar de lo que cuesta decir fuera: decir ‘te quiero’, pedir perdón o simplemente escuchar”.
Con esta pieza, Pont Flotant reafirma su compromiso con un teatro que investiga, emociona y cuestiona. La función se complementará con funciones matinales para estudiantes y un taller de creación escénica dirigido a jóvenes de 14 a 17 años, reforzando la vocación pedagógica de La Abadía como espacio de formación y encuentro.
“Adolescencia infinita no pretende dar respuestas -resume Muñoz-, sino abrir preguntas. Habla del deseo de no perder la intensidad, la rebeldía y la capacidad de asombro que alguna vez tuvimos. En el fondo, todos seguimos siendo un poco adolescentes”.