Foto de portada: Loren Martín
Hagamos un poco de memoria. Tú, Fidel, eres miembro fundador de Yllana junto a Joe O´Curneen, Juan Ramos, Marcos Ottone y David Ottone, ¿cómo os conocisteis y cómo nace la compañía?
Juan y yo nos conocimos estudiando en una escuela de teatro, Metrópolis C. E., al resto los conocimos en la Facultad de Ciencias de la Información porque un amigo me dijo que una gente quería montar un grupo de teatro y fuimos para allá. Nos juntamos a David y a Joe. Hicimos La cantante calva y luego nos separamos. Nos quedamos Juan y yo en Madrid, y David y Joe se fueron a estudiar cine a Londres. Nos propusieron hacer algo en un congreso internacional para el Club de Amigos de la UNESCO, una obra sin palabras que fuera un poco política, de ahí surgió O, que no se ha vuelto a representar. Nos gustó el no utilizar la palabra y Juan dio la idea de un torero y un toro pequeñito al que mataba con un palillo, y de ahí surgió hacer una obra sobre toreros: ¡Muu! Hicimos la primera media hora y cuando volvió David, en el 91, nos dijo que él dirigiría la obra y ahí empezó todo.
Echando un vistazo a vuestros inicios, da hasta vértigo ver en lo que os habéis convertido. ¿Cómo lo sentís vosotros?
¡Somos una familia que ha ido creciendo! Antes íbamos todos juntitos, durante unos años ni siquiera teníamos técnicos. Aquello era un ‘yo me lo guiso, yo me lo como’, que además es un aprendizaje fundamental, sobre todo, para los actores. Ahí es donde uno se da cuenta del trabajo de los compañeros técnicos, te pone al mismo nivel, no puedes ser más que ellos y aprender eso ha sido fundamental. Luego ya pudimos contratar gente. Después a David le entraron las ganas de dirigir y elegir propuestas, Juan se bajó del escenario, con el tiempo se bajó Joe, cogimos el Teatro Alfil, con lo cual era otra responsabilidad, creamos una especie de templo del humor y una referencia en Madrid, organizamos el Festival de Humor. Ahora, el único que queda en el escenario soy yo, aunque Juan de vez en cuando actúa. De hecho, actuará algún día en 666 y en Brokers, va a ser un lujo.
¿Se echa de menos aquella época?
El foco antes estaba en divertirnos, en pasarlo bien, y encima viajábamos por todo el mundo. Era una compañía que aquí, los primeros 10 años, no conseguía encontrar espacio en Madrid, al final con el teatro Alfil sí que empezamos a colaborar, pero en otros teatros no, así que íbamos por pueblos de España y, sobre todo, viajando por el extranjero. Hemos estado en Francia, Países Bajos, Alemania, Austria, Inglaterra, Italia, Grecia; también en Turquía, Japón, Senegal, Jordania, ¡lo pasábamos como enanos! Parecíamos más un grupo de rock que de teatro (Risas). Luego con el tiempo, pues vas creciendo, cogimos el Teatro Alfil, empezamos a colaborar y crear las escuelas de teatro; y bueno, entonces pierdes algo de la diversión, menos cuando estamos creando, lo maravilloso de nuestra forma de crear es que es una fiesta. Pero es cierto que te vuelves más serio, tienes más responsabilidades. La familia ha crecido y hay que mantenerla.
¿Cómo definirías la personalidad de Yllana?
Yllana, sobre todo, es mucha energía y mucha locura ¡y muy poco sentido del ridículo! Nos gusta mucho el humor negro y nos obsesiona el contar una historia.
¿Cuáles son los referentes sobre los que os habéis inspirado para crear ese lenguaje que os identifica?
Bebes de artistas que vas conociendo y que te dicen algo. Seguimos un poco la línea de las compañías francesas y catalanas que hacían mucho humor gestual, Borrás, Tricicle, Lecoq; evidentemente el cine mudo de Chaplin, de Buster Keaton, también Monty Python o Peter Sellers, Gila, Pepe Rubianes o Leo Bassi.
Ahora llegáis al Teatro Infanta Isabel con cuatro espectáculos: Maestrissimo, 666, Brokers y Greenpiss, ¿por qué, de todo vuestro repertorio, estos cuatro títulos?
La gente del Infanta Isabel es muy amante de Brokers y siempre han querido programarla, así que hemos aceptado volver con ella. Además, por desgracia, sigue siendo una obra muy actual. 666 porque cumple 25 años y Greenpiss porque no se ha estrenado aún en Madrid capital. Y como dices, antes llegamos con Maestrissimo que es la continuación de Pagagnini, en el sentido de que son casi los mismos músicos, aunque está más centrada en la época del barroco.
¿La importancia de la música en la trayectoria de Yllana es consecuencia directa de que vuestro humor sea gestual?
Totalmente. En nuestros espectáculos y en las coproducciones que hacemos. La música define ambientes, define sensaciones, emociones. El inicio fue Rock and Clown, después vinieron The Opera Locos, Pagagnini y Maestrissimo.
Antes hacías referencia al humor negro, volvéis con 666, uno de vuestros títulos más emblemáticos, ¿dónde surge el germen de este espectáculo?
Todo surgió cuando volvimos del festival de Montreal con Glub glub, nos propusieron que diéramos ideas para un programa de televisión e ideamos algo sobre dos ahorcados, ahí surgió la chispa para hacer una obra sobre ejecuciones. Ese fue el momento en el que dimos un cambio radical a lo que era el humor gestual por nuestra parte. En vez de ir a sketches de tono blanco, nos volvimos un poco más oscuros e hicimos 666 que yo creo que es una obra que define cual es la trayectoria de la compañía.
La gran mayoría de los seguidores de Yllana vienen precisamente por este título. Creo que se ha convertido en un clásico para todo el mundo.
Bueno, para todo el mundo no lo sé, ahora mismo con cómo están con el humor… Eso de las prótesis, las violaciones… Yo siempre me hago la pregunta, si en vez tíos hubiéramos sido tías, yo creo que esta obra la hubieran prohibido. Me da la impresión que si en vez de ser hombres con pollas enormes, hubiéramos sido tías las que montaran el lío con coños enormes, nos la hubieran prohibido.
¿Qué nos está pasando con el sentido del humor?
Ahora mismo parece que no te puedes reír de nada. Aunque yo creo que te puedes reír absolutamente de todo. El ser humano, por desgracia, es muy estúpido y creo que la comedia es un arma para reflejar esa estupidez. Habrá gente que se pueda molestar, sí, pero a mí me molesta más la realidad. Yo hago comedia sobre una ideología, una religión, la pena de muerte, todo lo que ocurre en el mundo y que es culpa del ser humano, no hay más. Creo que hay que recuperar el poder hablar de todo y de una manera natural. ¡Es comedia! Yo creo que ahora mismo la gente se está cortando. Menos ciertos autores a los que algunos no les dejan estrenar como sucede con Paco Bezerra y lo de Santa Teresa, que espero que algún teatro privado se arriesgue y la estrene, estamos deseando verla.
Ahora que lo mencionas, ¿vosotros habéis tenido que enfrentaros a algún tipo de censura?
Alguna vez, en un evento con Brokers, no querían que al final yo rompiera un billete y escupir encima. O en Singapur no podía haber nada de tangas, ni armas de fuego. En Turquía lo del tanga tampoco lo llevan muy bien, o lo de las prótesis de 666. Suele tirar siempre más hacia el tema sexual que hacia la violencia en sí, sorprende que seguimos en esas y da mucho qué pensar.
Vuestro humor muchas veces va de la mano de la actualidad y posee cierto componente social, como con Brokers que la estrenasteis en el 2008 con la llegada de la crisis económica.
Sí, justo estrenamos y empezó la crisis. Así que en Brokers hablamos un poco de la realidad. Ver el lado de la gente que tiene mucha pasta, cómo se comporta, cómo desprecia todo, cómo se creen superiores al resto, cómo les importa todo un bledo. Creo que las obras con comedia luego te llevan a una reflexión, y eso es muy positivo.
Comentabas que Greenpiss es la primera vez que se va a ver en Madrid capital, ¿qué nos puedes contar sobre este espectáculo?
Antes de hacer Greenpiss pensamos en hacer una obra llamada War, lo que ocurre es que no estábamos muy convencidos, parte del grupo decía que las guerras ya no son como eran antes, aunque visto lo visto, seguramente retomemos la idea para el 2024. De ahí acabamos pensando en las cosas que hacemos y surgió la idea de un tema interesante: el cambio climático. La naturaleza sigue su curso, pero nosotros nos empeñamos en cambiarlo y todo tiene consecuencias y las contamos con comedia.
Y sin embargo, la comedia siempre acaba siendo una segundona frente a otros géneros.
Es cierto, se le da menos importancia y no lo entiendo. Parece que el drama es mucho más válido que la comedia. Ocurre también en el cine, ¿cuántas comedias se han llevado un Oscar? Yo reivindico la comedia. Y parece ser que la palabra está por encima del gesto o el cuerpo. Creo que dentro de la propia profesión se crea una especie de establishment con los que son ‘actores de la palabra’. Un actor puede hablar muy bien y tener muy buena dicción, no una voz nasal como la mía, pero si no se sabe mover, nunca va a lograr dar con el personaje.
Antes mencionabas que con Yllana habéis recorrido gran parte del mundo, ¿varía mucho el sentido del humor según el país en el que te encuentres?
Generalmente no mucho, son como aquí, muy locos, de carcajadas, de aplauso, de mucha risa. Menos en Japón que se ríen con la mano tapándose la cara y no quieren soltar la carcajada. O, por ejemplo, en Suiza, que son muy aburridos; sí, luego aplauden, pero les cuesta reírse.
Y esa falta de respuesta del público cuando estás haciendo comedia, ¿cómo se recibe desde el escenario?
Mal porque tu referencia es la risa. Si no hay risa, intentas darle caña para terminar cuanto antes (Risas). Ha habido momentos duros, como en Holanda, en un teatro de tres mil personas donde solo fueron treinta. Hicimos la función subiendo al público al escenario, parecía un examen de la Escuela de Arte Dramático, treinta personas mirando, sin inmutarse. Al terminar gritaban “Bravo, bravo”, pero no se reían, estaban muy serios, un ambiente muy frío. Luego en Turquía te ocurre todo lo contrario, allí es una locura. Recuerdo con Brokers, como la obra habla del capitalismo y en la religión islámica es algo que se critica mucho, estaban fascinados. De hecho, quisieron hacer la obra con actores turcos, pero no llegó a cuajar el proyecto.
Después de tanto tiempo girando con estos espectáculos, ¿encontraremos alguna novedad en su llegada al Teatro Infanta Isabel?
Bueno, Greenpiss podrá verse en un formato diferente al que estrenamos, al hacerlo en la época del COVID, decidimos hacer algo sencillo, no estaba el horno para hacer una gran producción y ahora vamos a incorporar imágenes para darle mayor potencia. En Brokers, por ejemplo, hemos incorporado algún detallito que hace referencia a la actualidad, como alguna alusión a las mascarillas y las comisiones, ese tipo de cosas, para que la gente identifique la obra con la realidad en la que vive.
A nivel personal, Fidel, a lo largo de tu trayectoria, ¿cuál es la mayor dificultad con la que te has enfrentado?
Cuando te vuelves empresario, porque no somos ninguno empresarios. En realidad, somos cómicos y claro, llevar cuentas y ese tipo de cosas cuesta mucho. Yo por suerte no estoy metido ahí. ¡Chapó por Juan! Pero eso es lo que lo que más, particularmente, me cuesta.
¿Y qué es lo que te sigue divirtiendo?
Actuar, actuar y crear con los compañeros. Sigue siendo una alegría y una satisfacción ver que las tonterías que tienes en la cabeza se transforman en una obra de teatro. Para mí es un lujo.
No puedo evitar pensar en cuántos sketches se han debido quedar por el camino en esos procesos creativos.
¡Algunos, sí! (Risas) No sé si hay alguno grabado o no, pero muchas veces se han perdido en el tiempo, o se quedan en un cajón. Quién sabe si algún día haremos Lo peor de Yllana y metemos todos los números que no hicimos (Risas) ¡El título me encanta! Seguro que la gente iría a verla.
¿Cuál es el horizonte de la compañía?
Seguir haciendo teatro. Esa es una parte fundamental de Yllana. Y no solo quedarte en grandes ciudades, sino visitar miles de pueblos pequeños, compaginar grandes teatros y teatros mínimos. Es fundamental que nuestro teatro llegue a todos los lugares posibles.