8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos
CELEBRAR
Los datos indican que estadísticamente estamos avanzando: según el estudio de Barraquianos-Tragycom presentado en 2016, en la temporada 1993-94 solo el 10 % de las obras representadas en España estaban escritas por mujeres: 20 años después, ese porcentaje se ha incrementado al 23 %. No hay estadísticas sobre otras categorías, como personajes femeninos principales, directoras, escenógrafas o diseñadoras de iluminación y sonido, pero estoy casi segura de que también ha habido un avance en este sentido. Me gusta ser optimista y pensar que se están dando pasos, que no estamos quietas ni quietos y que el movimiento por la igualdad es imparable. Además, el fenómeno #metoo y el caso Weinstein van a marcar, creo, un antes y un después en esta lucha por la justicia: por fin se está yendo al núcleo de los mecanismos que operan en el acceso a los recursos y la visibilidad. Las mujeres hemos sido capaces de poner en común a nivel mundial una experiencia del mundo, marcada por las reglas del patriarcado, que ya no es desdeñable. El famoso techo de cristal tiene un componente sexual innegable, que si somos capaces de desactivar de manera simultánea en diferentes ámbitos de la vida, puede suponer un paso de gigante.
QUÉ HAY QUE SEGUIR RECLAMANDO
Demasiadas cosas, pero, por empezar por una medida concreta, el siguiente paso sería vincular la dotacion de subvenciones al cumplimiento de la ley de igualdad. No solo en teatro o actividades artísticas, sino en cualquier ámbito. El Estado genera canon, tanto en contenido como en modos, y es una excelente manera de filtrar este principio en la sociedad. Está demostrada su eficacia: Anne Serner, CEO del Instituto de Cine de Suecia, ha conseguido en cinco años que las películas dirigidas por mujeres pasen de representar un 26 % a ser un 50 %. Creo que no debemos tener miedo a ser concretas y traducir nuestras exigencias a medidas con un componente económico: la experiencia de Suecia demuestra que es el camino más corto para que no sean nuestras nietas, o ni siquiera nuestras hijas, las que vivan en un mundo paritario, que a lo mejor incluso nosotras, las artistas del ahora, podemos tener la oportunidad de vivir en él.