8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos

 

 

CELEBRAR

 

Celebrar es necesario, siempre, es una manera de detenerse un momento y recordar, tomar conciencia de algo y, por qué no, felicitarse por ello. Aunque sea internamente durante un segundo fugaz en la delirante vorágine de la vida cotidiana, paradójicamente plagada de celebraciones. Cada día es el “día de”. Aun así, celebremos como manera de tomar conciencia.

 

Conciencia del larguísimo camino de lucha que muchas han recorrido antes que nosotras (y nosotros). Y los logros que se han ido consiguiendo. A este respecto, no nos podemos permitir no estar a la altura (que es mucha y venerable). No nos podemos permitir no tomar el testigo y continuar con la carrera. Con el maratón.

 

DENUNCIAR / RECLAMAR

 

Sin embargo, esta misma conciencia hace evidente una realidad aplastante. ¿Todavía? Después de tanta lucha, del camino, del maratón… ¿todavía es necesario luchar y reivindicar y exigir? Tanto como siempre. Y esa conciencia produce un escalofrío aterrador. Todavía sigue existiendo una situación de desigualdad entre hombres y mujeres. Así, sin fisuras, sin excusas, sin segundas ni terceras ni decimoquintas lecturas. Siempre vuelve a aparecer una razón, una disculpa, un comentario, un acto, una mirada, una mano, una nómina, una burla… que hace retroceder lo avanzado. Dar tres pasos y retroceder dos. Extenuante. Maquiavélico.

 

Tomar conciencia de que existe una situación de desigualdad entre hombre y mujeres (todavía). Punto. Sin fisuras. Y esto hace que tanto como siempre sea necesario denunciar, reivindicar, exigir… desde lo más privado a lo más público. Sin fisuras.

 

 

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