A Muriel Romero nunca se le va a olvidar el día que recibió la llamada que le confirmaba que pasaba a ser la nueva directora artística de la CND, el 9 de julio, “fue emotivo porque ese día, 16 años antes, había fallecido mi madre”, una llamada que llegaba tras un largo proceso de entrevistas y que la encontró dando clases en el club de gimnasia una amiga en un pueblo de Toledo. “De repente, comenzaron a llegarme como trescientos mensajes de WhatsApp y como cuatro mil solicitudes para seguirme por Instagram, ¡fue muy loco todo!”. Una locura que casa perfectamente con su trayectoria profesional y que ahora la ha traído hasta aquí, al frente de uno de los buques insignia de la danza de nuestro país: La Compañía Nacional de Danza.
“Es verdad que alguna vez he pensado que me gustaría ser directora… No alguna vez, ¡varias veces! -Me dice al preguntarle si había soñado con esto en su horizonte profesional-. Pero no es algo que haya buscado como un camino recto”; cuenta mientras declara que ella es “muy de vivir el presente”. Pasó de entrar en la CND de la mano de Maya Plisétskaya, única mujer antes que ella en ocupar este mismo cargo, donde volvió cuando Nacho Duato la dirigía, y de ser primera bailarina pasó a trabajar en la escena independiente en Les Naus de okupas en Barcelona, para después marcharse a bailar a Ginebra, cansarse y volver a Madrid para trabajar con Mateo Feijóo. Breves pinceladas dentro de una dilatada carrera que nos sirven para hacernos una idea de ese espíritu inquieto del que habla. “A mí me gusta mucho conocer el mundo de la danza en diferentes aspectos, trabajar con proyectos más independientes aquí o en Suiza, con coreógrafos más independientes para… bueno, porque si no me aburro, me aburría estar en una compañía”, me explica entre risas y aclarando que esta nueva etapa en la CND no le va a permitir aburrirse. Viene de un camino de investigación que lejos de abandonar, ha intensificado a través del Instituto Stocos, creado en 2008 junto a su compañero, el compositor Pablo Palacio, donde se ha dedicado a estudiar y trabajar la fusión entre el cuerpo, la música y las nuevas tecnologías. “En estos 15 años he investigado mucho con la tecnología a favor del cuerpo, de esa amplificación del cuerpo, de esa traducción de movimientos a luz y a sonido”.
Ese vivir el presente la ha traído de nuevo a la CND donde está aprendiendo a combinar su faceta puramente artística con un lado menos agradecido como es el de la gestión en una institución pública para comenzar a trabajar en los cinco años de programación que tiene por delante. “Todavía me cuesta. La gente me dice: ‘Muriel, controla. Corta el móvil a tal hora. Los fines de semana tómate un respiro’, pero me cuesta. Yo leo muchísimo y me está costando hasta leer, ¿sabes? Porque creo que estoy perdiendo el tiempo, porque tengo cincuenta mails que me esperan o no me he visto algo que tengo pendiente. Pero bueno, yo creo que es un poco aterrizar”.
La salida de Joaquín de Luz dejaba a la CND tan solo con dos citas programadas: las funciones de La Sylphide que podremos ver estas navidades en el Teatro de La Zarzuela y el Don Quijote en el Teatro Real para finales de febrero. Esto ha obligado a Muriel a pasar de 0 a 100 en tiempo récord para encontrar huecos en las programaciones de los teatros nacionales. “No había mucha programación cerrada, no sé por qué, pero bueno, ahora lo veo positivo porque el próximo año ya está todo a ‘full’. Ahora estoy como con todo a la vez, trabajando en el proyecto, en el programa, llamando a coreógrafos…”. Dentro del maremágnum que supone situarse al mando de la CND, también tuvo que poner en marcha un proceso de selección para completar las vacantes de bailarines y bailarinas que habían quedado libres tras la finalización del contrato con la anterior dirección. Un asunto que, en el momento en el que nos encontramos con Muriel para la entrevista, ya está solventado y la compañía se encuentra funcionando a pleno rendimiento con su equipo artístico al completo. Ya están todos y el proyecto de su nueva directora comienza a tomar forma. “Va a haber un poco de todo. Habrá un repertorio nuevo para la compañía y retomaremos piezas. Quiero hacer un poco de hincapié en una serie de coreógrafas y coreógrafos que nunca han coreografiado aquí”, y me enumera una más que apetecible lista en la que cita nombres como los de La Ribot, Marcos Morau, Luz Arcas, Mónica Runde o Kor’sia, “gentes con miradas muy únicas”, eso sí, dejando claro que también quiere “dar oportunidad a gente que de repente puede despuntar” porque como señala en varias ocasiones durante nuestra conversación, “esta es la casa donde puedes darles eso”, sin olvidarse de los grandes repertorios clásicos. “Los bailarines también se merecen el repertorio de gente histórica de la danza, que tengan oportunidad de trabajar esas piezas. Obras de diferentes siglos. Aquí se baila todo. Quiero esa versatilidad, esa mente abierta, ese nivelazo de bailarines e intérpretes, que cuando venga alguien estén abiertos y eso es algo que estoy trabajando desde el primer momento”.
Muriel quiere encontrar una personalidad que identifique a la CND dentro y fuera de nuestras fronteras, partiendo de un proyecto aperturista. “Yo creo que lo que más mola de mi proyecto es el crear muchos vínculos y que la CND sea un lugar bastante abierto para quien quiera venir y proponer hacer cosas. No tenemos un teatro, pero voy a intentar convertir estas salas en un espacio en el que pasen cosas. Para mí es muy importante la comunicación, que haya un nivel de comunicación horizontal, como una especie de laboratorio. Quiero abrir la CND, ya no solo a coreógrafas y coreógrafos, también a diferentes actividades educativas. Me gustaría hacer mesas redondas y debates alrededor del cuerpo en diferentes pensamientos, de cómo la danza converge con otras disciplinas. Bueno, al final eso es el arte escénico en el siglo XXI, aquí no caben compartimentos estancos. Quiero trabajar con ‘creative coders’, con músicos, bailarines, coreógrafos, ingenieros… o sea, abrirnos no solo a profesionales de la danza. ¡Mola mucho trabajar con científicos! Te dan una visión muy diferente de cómo experimentar, de cómo abarcar el trabajo. Los bailarines tenemos una disciplina muy estricta desde pequeños, y siempre es ‘este paso o te sale bien o no te sale bien’, y más dentro del clásico. Pero al final el arte está vivo y esa exactitud a veces te limita. Y ahora, para mí, ya no se puede separar la técnica y el arte. El técnico, el coreógrafo, el bailarín, al final es un equipo de gente que hace que esa obra salga. Las piezas se crean conjuntamente».
¿Podría decirse que uno de los puntos fuertes de tu proyecto como directora de la CND es el diálogo y la relación con el resto de la compañía?
Es que para mí es muy importante, tú no puedes bailar con miedo y con tensión. Estoy reuniéndome y hablando con cada uno de ellos. Porque una cosa es verte bailar y otra sentarme contigo y saber quién eres más allá de tu currículum, mirarte a los ojos y saber qué ha pasado con tu vida, dónde y en qué momento estás, y crear ese vínculo de tranquilidad, de respeto. Cada uno tenemos que cumplir con nuestras obligaciones para que esto funcione, pero siempre desde el respeto, el cariño y el humor. Ya está bien de pasarlo mal y sufrir, ¿no? Ya tengo casi 52 años y no puedo soportar el trabajar con mal rollo. He pasado por un mogollón de sitios, por un mogollón de historias y para mí, como directora, crear un buen equipo y un buen ambiente es esencial.
La Compañía Nacional de Danza, como institución y con todo el aparato burocrático que lleva consigo, ¿permite que todo esto se puede llevar a cabo?
Bueno, es estudiar muy bien los tiempos, saber que las reglas de lo público son así. Estudiar muy bien cómo funciona la máquina, los tiempos de la máquina, luchar por las cosas que quieres. Habrá cosas que consiga y habrá cosas que no consiga, pero no te puedes dar con el muro. Tienes que ser consciente de cómo funciona, como en cualquier lugar que entras a trabajar, da igual que sea una empresa privada o pública, tienes que saber las reglas y tenerlo muy presente. Los tiempos de trabajo, cómo funciona la administración, cómo funciona el INAEM e intentar ser consecuente con lo que hay, trabajar y decir las cosas que se podrían mejorar; y a lo mejor se puede, a lo mejor no, porque con toda esa burocracia… Sé que quieren hacer una reforma en el INAEM, que hay mucho que reformar, que hay unos convenios ya muy antiguos para que tenga más libertad de ejecución, pero nosotros estamos completamente a merced de nuestros jefes, que son el INAEM, y sus condiciones. Tú ya vas ahí intentando manejar lo que hay.
¿Qué punto de tu proyecto piensas ‘sí o sí tengo que conseguir hacerlo’?
Bueno, las cosas que he ido escribiendo en el proyecto, las actividades, las conexiones, la comunicación, toda la parte artística… Voy a intentar dejar un legado, pero siendo consciente de que no estás tú solo. Yo vengo a estar al servicio de trabajar en esta compañía, no la compañía al servicio mío. Llevo muchos años dirigiendo una compañía independiente, sé todo lo que conlleva el circuito, lo que pasa, los problemas que hay en el sector y la gente que he conocido que hace esto y que lucha detrás y que, de repente, consigue el Estatuto de Artistas y consigue que se nos reconozca un poquito más, pues esa conciencia crearla en todos. Tengo muchos objetivos, el artístico, de la gente, de programar, y lo que te decía de la apertura de la CND, que las compañías institucionales a veces son muy endogámicas. Hay cosas que podré cambiar y hay cosas que voy intentarlo trabajando con el INAEM.
¿Como lograr, por ejemplo, tener un teatro que sea la sede de la CND de una vez por todas?
Es duro no tener un teatro. Y mi sueño sería ese, pero no sé si lo voy a conseguir porque lo propuse el primer día, y ya sé que todos decimos lo mismo, y ya me comentaron que era bastante imposible.
¿Pero por qué es tan imposible?
Con la cantidad de teatros que hay, ¿verdad? Aquí en Matadero hay mogollón de naves… Yo no quiero hablar de política porque no hago arte político, mi experimentación es biología, matemática, psicología experimental, eso es lo que interesa; pero ves que tiene que haber acuerdos porque hay espacios que los tiene el ayuntamiento, otros la Comunidad de Madrid, pero que el propio estado no tenga un espacio… todas las unidades del INAEM lo tienen menos nosotros y el BNE. Nosotros se supone que tenemos la Zarzuela, ¡pero no me des solo 10 días! Somos dos unidades que no tenemos una sede y eso no creo que mejore. No quiero ponerme pesimista, yo puedo insistir, pero veo que no se habla desde la otra parte y tiene que ser una cosa desde más arriba. Yo lo puedo decir, de hecho, lo voy a decir en todas las entrevistas. Pero como estamos en un país que está politizado culturalmente, que cuando cambia el gobierno, cambian la Cultura, pues no dejan que los proyectos se desarrollen. Cuando la máquina comienza a funcionar, se deshace todo para volver a empezar. Por eso hay que unirse mucho en el sector. Hay una voluntad de que nos ayudemos entre las unidades del INAEM y hay una voluntad de cambio. A mí me vienen teatros que son del INAEM como Granada, como Santander, pero no son tu casa. Es decir, yo voy a tu casa y tú me dices: “mira, tengo estos días en el programa, ¿qué te parece?”, y evidentemente, al ir a tu casa, tengo que amoldarme, y los bailarines tienen que bailar. Pero no es lo mismo bailar en tu propio teatro… ¡ojo! Que esa diversidad también es interesante, pero la constancia de bailar en tu propio teatro te hace crecer como artista. Yo me he ido a Berlín, a Munich, a Alemania, a Italia y ahí cada uno tiene su casa, su teatro. Si estás en tu casa, solo te tienes que preocupar de bailar, tengo mi ensayo por la mañana, me voy a casa y luego tengo mi espectáculo. Y ahí es donde creces, enfrente del público. En la sala tú puedes hacer un mogollón de cosas, pero con el público es como creces como artista y como compañía. Y no es lo mismo en las giras, el viaje, los teatros diferentes, suelos diferentes, es mucho más machaque para el cuerpo. Y el desarrollo del bailarín se hace con teatro.
En otro punto de tu proyecto hablas de descentralizar la compañía.
Es que estaría muy bien intentarlo. Recuerdo que con Maya bailábamos en todos lados, había mucha más gira. Te hablo, de los años ochenta y tantos. Luego estuvo la época de Nacho, que también fue un boom español, había mucha pasta. Vamos a ver si hacemos más giras, no es fácil organizarlo porque te ofrecen teatros, pero en Madrid, si tienes tres o cuatro teatros, no puedes presentarte con la misma programación. Puedo llamar a cuatro o cinco coreógrafos y programar en cada teatro a uno, pero tienes que crear, tienes que darle mínimo seis semanas a esas personas para que creen. Entonces, entre unos teatros y otros, tienes que ensayar y producir nuevas obras. Ahora mismo sí que ha habido una apertura muy generosa de diferentes teatros de Madrid que quieren a la CND. Lo que más me agobiaba al principio era no tener teatros, ahora tengo teatros, a ver si conseguimos ese espacio de gira. Hay cositas, pero el mundo de las giras, de momento, es algo que estamos viendo y programando. O sea, nacional va a haber, pero quiero que haya más internacional. Y también quiero ir a más sitios pequeños. Ahora hay festivales muy bonitos en espacios rurales, de naturaleza, que son proyectos muy interesantes y ahí sí que quiero también que pasen cosas, me apetece. A mí, como creadora, también me apetece desde hace mucho tiempo experimentar en otros espacios. Es algo que está a la orden del día.
Tú vienes del ámbito de la danza independiente, pero también has estado en grandes compañías, esto te da una visión mucho más amplia de lo que acontece. ¿Cómo ves al sector?
Yo creo que hay falta de creatividad. A ver, hoy en día la gente está muy enganchada a las redes sociales y nos construimos por imágenes, todo está en nuestra imaginación, somos imágenes, pensamos con imágenes; entonces, creo que ese bombardeo de imágenes externas nos está desligando de nuestras imágenes internas, de la reflexión. Tú ahora te vas y yo me cojo el móvil, veo los 400 WhatsApps, y me olvido; y puede que ya no me tome esa media hora para pensar en qué pasa con esta conversación, a qué me lleva. Esos tiempos de esperar un tren tranquila, de mirar un paisaje, de tomarte una cerveza y estar mirando a la gente en la calle… Todo eso lo hemos perdido. El estar contigo mismo, mirando, soñando, deseando, llorando. Y esa desconexión con nosotros mismos seguro que juega algo fundamental en la creatividad. Esa escucha la hemos perdido. Antes era la heroína, el alcohol, ahora es esto. Estamos tan conectados con el mundo que yo creo que falta individualidad, propuestas diferentes. Por suerte no sucede con todo el mundo y sigue habiendo artistas diversos. Pero necesitamos encontrar nuestro lugar. Yo también lo necesito, sobre todo ahora con toda esta locura. Pero bueno, poco a poco lo iré encontrando.
Y nos despedimos con una promesa, la de preguntarle la próxima vez que nos encontremos si ha encontrado ese espacio que está buscando.