8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos

 

 

REFLEXIONAR

 

En este caso confieso que no he podido evitar sabotearme un poco creyéndome que yo, realmente, no tengo nada que merezca la pena comentar. Tal vez sea eso lo primero de lo que deba ocuparme en mi pequeña lucha para el cambio y si quieres contribuir al cambio empieza por ti mismo. Para mí la auténtica revolución hoy en día es la revolución de la consciencia. Pero «esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión» (si, La historia interminable 😉  Así que recurro a otras mujeres que admiro, las vuelvo a leer, hablo con otras compañeras, con mi madre, imagino conversaciones con mis abuelas si pudiera preguntarles estas dos preguntas ahora… ¿Qué celebrar? ¿Qué reclamar? Y presto especial atención a las redes leyendo casos de mujeres que me motivan a finalmente escribir lo que sencillamente me salga espontáneamente del alma (como diría Chejov).

 

¿Qué hay que celebrar? La agitación a veces genera conflictos pero el conflicto lleva a la acción y la acción es importante. La discriminación positiva es todo un conflicto pero para romper una inercia de muchos años, hay que forzar un poquito, ¿no? Así que empiezo por celebrar que al menos nos empecemos a hacer preguntas.

 

No me gusta que el tema de la mujer este de moda. No me gustan las modas. Las modas en ocasiones me provocan rechazo y eso no es bueno para avanzar en la lucha por la igualdad. Tampoco me gusta tener que luchar como un hombre. Quiero luchar con toda mi femineidad. Así que: ¿qué hay que seguir demandando? Empecemos por una mayor sororidad entre nosotras. No nos critiquemos tanto en general y no tengamos miedo a expresar cosas que no pensamos aunque no estén de moda. Pero para expresar una opinión hay que documentarse primero y la única forma de avanzar es profundizar. Leamos más, hablemos menos, reflexionemos de verdad y serenamente.

 

En fin. Que realmente no tengo respuestas para estas preguntas pero pienso seguir haciéndomelas.

 

De momento lo que me da serenidad es esta cita de Tres Hermanas que Chéjov hace a través del personaje de Verschinin: «A mí me parece que todo en este mundo tiene que cambiar poco a poco y que ya está cambiando antes nuestros ojos. Dentro de doscientos o trescientos años -el número no importa- surgirá una nueva vida feliz. Nosotros no participaremos de ella, por supuesto, pero estamos viviendo para ella ahora, sufriendo y trabajando para crearla. Ese es el único objetivo de nuestra existencia y, si quiere usted, nuestra felicidad».

 

 

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