A penas nos hemos sacudido la temporada madrileña de encima y los festivales teatrales de verano comienzan a ocupar nuestra atención. Este pasado jueves 4 de julio dio pistoletazo de salida el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro que ya cumple 47 ediciones, la segunda de su directora Irene Pardo que nos daba la bienvenida con una clara declaración de intenciones: “Llegamos a su cuadragésimos séptima edición con la voluntad de expresar nuestras raíces y orígenes. Heredamos una cultura que tenemos la obligación de transmitir, pero que también queremos reinterpretar y resignificar”. Un preámbulo de lo que estábamos a punto de vivir quienes asistimos a las primeras jornadas de esta edición.
Como ya hemos comentado en alguna otra ocasión, pocas citas estivales hay con la implicación de Almagro, pisar sus calles es respirar festival. “No vas a encontrar una Almagreña o Almagreño que pronuncie la palabra ‘festival’, ellos dicen ‘lo del teatro’ -Contaba Irene Pardo con una cariñosa sonrisa en su discurso de inauguración-. Hay miles de historias que se entrecruzan en este festival, y eso es lo que lo hace realmente único”. Algo que se percibe nada más poner el pie en esta población manchega, vecinos y negocios se vuelcan por hacer de la experiencia del visitante una de las más acogedoras y apetecibles, dándole un aire de familiaridad y cercanía que, sin lugar a dudas, invita a sumergirse en su ambiente.
El Brujo y la mística de la CNTC
El acto de entrega del Premio Corral de Comedias, como ya es tradición, sirve como inauguración. Un galardón que este año ha recaído en la figura de Rafael Álvarez “El Brujo”. El acto, conducido por la emocionada periodista Prado Campos, quiso rendir homenaje al artista por los más de 50 años sobre los escenarios, desde que diera sus primeros pasos profesionales en el T.E.I. (Teatro Experimental Independiente) o la Compañía Tábano, y que este año estrena Mi vida en el arte dentro de la programación del festival, una muestra más del vínculo con los clásicos y la narrativa oral que tiene este gran narrador. Un juglar contemporáneo que, durante el acto de entrega del premio, volvió a demostrar su fantástico poderío para embelesar al público a golpe de anécdotas y chascarrillos, salpicados con su filosofía de vida, tan vinculada al mundo de la meditación y la espiritualidad.
Tras el acto de inauguración, la plaza de Almagro, rebosante de vecinos y visitantes fue el escenario para que la compañía portuguesa Cía. S.A. Marionetas, presentara su espectáculo Lumen una historia de amor. En una primera jornada que nos ofrecía el estreno absoluto de la versión de El gran teatro del mundo por parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirigida por Lluís Homar, desde el Auditorio Adolfo Marsillach. Un auto sacramental con el que su autor nos invita a reflexionar sobre los valores espirituales y materiales del ser humano. Una puesta en escena austera, con una siempre agradecida música en directo por parte de Pablo Sánchez; que resultó algo desigual en sus interpretaciones, donde destacaba la labor de la actriz Carlota Gaviño aportando vuelo a un espectáculo plano en exceso. Está claro que la vertiente mística del Clásico pierde la partida frente a su baza más juguetona, que el público podrá disfrutar con la llegada en los próximos días de El monstruo de los jardines, ganadora de la última edición de los Premios Godot.
Comedias enloquecidas y exposiciones conmemorativas
La segunda jornada la iniciamos descubriendo la frescura de la compañía Teatro a bocajarro con El arte de ser comediante, una aparente visita teatralizada al Corral de Comedias que acaba transformándose en una revuelta artística en la que el Siglo de Oro posee literalmente a la compañía y nos descubre a sus autores y autoras, desde un lugar familiar y divertido, mucho más diverso de lo que nos habían contado hasta ahora, justo el día en el que tenía lugar la manifestación del Orgullo LGTBIQ+ en Madrid. Día perfecto para continuar con la divertida y muy mamarracha versión de La comedia de los errores, en la que Andrés Lima saca su lado más gamberro, y que disfrutamos desde el espacio AUREA. Una fantástica producción protagonizada por unos soberbios Pepón Nieto, Antonio Paguado, Fernando Soto, Rulo Pardo, Avelino Piedad y Esteban Garrido. Atentos porque repiten en Madrid, en el Teatro La Latina, a partir de finales de agosto, después de estar arrasando con su gira nacional.
La jornada acabamos rematándola desde la Casa Palacio de los Villarreal, disfrutando de la versión de El alcalde de Zalamea de Teatro Corsario, una sobria y muy accesible propuesta que servía para abrir boca a la exposición conmemorativa por el 40 aniversario de la compañía que se inauguraba al día siguiente en el Espacio de Arte Contemporáneo. Otra exposición que el visitante a esta edición del festival no debe dejar pasar es la que encontramos en la Iglesia de San Agustín que lleva por título: Calderón, un escenario imaginado. Cuatro siglos de plástica teatral. Un interesantísimo recorrido por los acontecimientos más significativos que han tenido lugar alrededor de los montajes de las obras de este autor. La cuidada exposición está comisariada por Laila Ripoll.
Una mirada internacional sobre los clásicos
Nuestra visita a esta edición del festival la rematamos con dos propuestas internacionales. Por un lado, asistimos a la sorprendente e impactante mirada que la compañía japonesa Ksec Act realiza sobre El burlador de Sevilla que vimos en el Teatro Municipal, interesante aportación que rompe con la mirada occidental sobre la manera de contar el mito de Don Juan. Y por otro, acudimos a la siempre recomendable cita con Companhia Do Chapitô, esta vez los portugueses nos ofrecieron su puesta en escena sobre Julio César. De nuevo volvieron a hacer alarde de su gran talento y mejor sentido del humor que, por supuesto, conquistó al público. ¿Por qué los teatros de la capital se resisten, salvo excepciones, a incluirlos en sus programaciones?
Y esto solo es el inicio de lo que le espera a quienes visiten Almagro hasta el próximo 28 de julio. Una cita que, además de hacer las delicias de quienes amamos el teatro, y en concreto el Siglo de Oro, es un fantástico, y muy seductor, generador de nuevos públicos. Como decía Irene Pardo el día de la inauguración del festival: “En esta era digital de algoritmos que nos retroalimentan de lo que nos gusta y a penas nos deja la oportunidad de descubrir cosas que ni sabemos que nos pueden gustar. ¡Qué apasionante y qué imprescindible vivir la vida con curiosidad!”.