Oriol Pàmies es un creador alicantino que llega a la cartelera madrileña, al Teatro Infanta Isabel los días 20 de Abril, 4, 11 y 18 de Mayo y 1 de Junio, para presentarnos Josefina, un acercamiento a la figura de Josefina Manresa a través de su propio legado, su padre fue íntimo amigo de la mujer de Miguel Hernández.
El teatro y la danza, a través de la interpretación de la actriz y bailarina Natalia Zamora, nos descubrirán detalles desconocidos de esta mujer que vivió para preservar la memoria de su marido y que pudiera llegar hasta nuestros días.
Oriol, eres actor, músico, dramaturgo, director e, incluso, técnico de iluminación…
Si te soy sincero, de lo que me gano la vida es de técnico. Aunque actualmente también estoy en un proyecto como actor junto a Samuel Viyuela –Abiertos en Canal, de la compañía Katsuko Teatro-. Pero es que yo pienso que los roles dentro de una obra de teatro tienen que hibridarse, tienen que dialogar continuamente, y no esta cosa por donde nos lleva la sociedad de tener que especializarse. Pienso en la creación escénica de una manera más amplia, más en diálogo entre todos los departamentos. Por ejemplo, Gordon Craig, decía que para poder ser director realmente hay que haber pasado cinco años por cada rol, interpretación, dramaturgia, iluminación… y yo estoy intentando seguir esa cosa en lugar de especializarme, pienso más en qué necesita el proyecto de mí.
¿Cuáles son los temas que te interesa abordar desde tu teatro?
Es difícil establecer un marco, una línea. Este es el tercer trabajo profesional que hago. El primero fue La vida es sueño en versión con títeres, el segundo era una obra que se llama Forzar el azar, que ere una carta a mi ex, y la tercera es Josefina. Si tuviera que decir algo en concreto, diría que es buscar lo poético de una situación real, la abstracción de una situación cotidiana; no pensar la vida de manera realista ni literal, sino buscar la imagen pictórica, visual, que hay detrás de esa realidad. Y luego la comedia y el absurdo. Para mí es fundamental porque creo que el cuerpo del espectador, cuando ve una comedia, se relaja y no entra desde un lugar intelectual, discursivo, sino desde un lugar más amable desde donde, toda la información que das y la carga filosófica, entra mejor.
Josefina nace porque tu padre era amigo íntimo de Josefina Manresa, de hecho, gracias a él se publicó la poesía completa de Miguel Hernández. ¿Cómo surgió esta relación?
Mi padre conoció a Josefina Manresa, la mujer de Miguel Hernández cuando era un ‘mañaco’, tenía 15 años, y generó una gran pasión por todo lo que Josefina llevaba haciendo para proteger el legado de su marido ante la censura franquista. Mi padre montó la editorial Zero ZYX en Madrid, que luego fue cerrada por el franquismo, desde donde difundían octavillas y poemas de Miguel Hernández a los suscriptores que sabían que realmente no estaban comprando en una editorial al uso. Y bueno, esto mi padre no quiere decirlo porque legalmente no fue así, pero como Josefina confiaba mucho en él, fue el albacea del legado. En la última etapa, del 68 al 86, fue mi padre quien gestionó todo con ella. Fundó la Fundación Miguel Hernández, hicieron la Senda del Poeta, que es un camino a pie que se hace desde el lugar de nacimiento de Miguel en Orihuela hasta la tumba en Elche. Así, ciertas cuestiones que tienen que ver con la divulgación del poeta y dándolo a conocer.
¿Cómo decides que quieres contar su historia?
Mi padre tiene una pasión por Miguel Hernández que le llega desde que era pequeñito y a mí me la ha transmitido. Me llamo Oriol porque él es de Orihuela, y Orihuela en valenciano se dice ‘Oriola’. En la puerta de mi casa pone ‘Silbos’, por Los silbos del pueblo de Miguel Hernández. Yo, por alguna razón, fui al colegio Miguel Hernández y mi hermana al instituto Miguel Hernández. ¿Y sabes qué pasa? Que mi padre se ha peleado con no sé cuántos documentalistas y biógrafos que han asegurado bulos como que Miguel Hernández se había liado con Maruja Mallo o que realmente tenía dinero y que el cura Luis Almarcha le había ayudado. Entonces, yo quería hacer una obra que hablara del propio legado como yo lo conozco. Eso sí, con mucha discusión de cómo creo una obra que tenga tensión dramática y a la vez tenga sentido para un biógrafo como mi padre que se sabe todas las fechas, los meses, los años, todo perfecto. Pero el proceso en realidad ha sido muy bonito porque me llevó a recorrer con él la Vega Baja, yendo por los pueblos a conocer mucha gente. Ha sido muy bonito porque es algo que llevo escuchando toda la vida. Luego el reto, ya metidos en el proceso de creación, viene cuando empecé a investigar y me di cuenta que sobre Miguel Hernández hay lo que quieras, pero sobre Josefina no hay casi nada. Cuando, realmente, fue Josefina quien consigue conservar todo el legado todo como oro en paño. Conserva 340 cartas de 400, una barbaridad teniendo en cuenta que pasaron por censores, y que se escondían dentro de una olla de caldo. Lo que esta mujer ha hecho durante 40 años ha sido una barbaridad.
Es importante destacar la parte de sacrificio de Josefina durante toda su vida, incluso tomando la decisión de dejarse a un lado como mujer, para lograr que el legado de Miguel Hernández haya llegado a nosotros. ¿De qué manera plasmas esto en Josefina?
¿Qué hace Josefina durante toda su vida y en nuestra obra? En el trabajo actoral hay una cosa que se llama buscar verbos, trabajar desde un verbo que identifique al personaje, y Josefina está todo el tiempo recordando, recuerda, esconde, guarda, oculta. Son todo cosas que tienen que ver con la conservación, con la memoria, con el patrimonio; entonces, es hablar de Memoria Histórica. Era hacer un homenaje a Josefina que, al final, es hacer un homenaje a Miguel porque, como dices, sin Josefina igual no nos habría llegado tanto de él. Su vida la dedicó al legado de Miguel. Si te das cuenta, ella habla todo el tiempo de él; en su biografía no habla de ella, habla de Miguel. Así que, hablar de Josefina es hablar de Miguel, porque como tantas mujeres de aquella época, dejaban de tener vida una vez que sus maridos morían. Para contar esta obra me he acordado de ellas y, sobre todo, de mi abuela, porque es una obra que habla de legado y también habla de mi legado. Desde que falleció mi abuelo cuando yo nací, ella no dejó de hablar de él, de cómo era; y yo no he dejado de pensar en qué decía mi abuela, en cómo se reía. La risa, por ejemplo, de Josefina es mi abuela riéndose, no es ni Josefina, cuando escuchaba Natalia me acordaba de ella y quise que estuviera.
El sacrificio, el amor, la tragedia, la entrega. ¿Desde dónde has querido abordar su historia?
Centrándome en una pregunta: ¿Cómo se construye un legado? ¿Cómo puedo hacer un homenaje a mi padre que le hace un homenaje a Josefina, quien hace un homenaje a Miguel? Nosotros interpretamos un legado que habla de mi vida y habla de la vida de Josefina y de lo que hay entre ella y yo. Su vida es una tragedia porque está rodeada de muertes. Muere su padre, su madre, se muere su primer hijo, muere su marido y, cuando parece que ya está, cuando tiene 80 años, se muere su segundo hijo antes que ella. Pero nosotros quisimos empezar desde la luz, dibujar a una Josefina que conectara desde un lugar amable, incluso con algo de comedia. Obviamente la tragedia se va mascando durante toda la obra. He intentado crear un diálogo entre la actriz y Josefina, de cómo va viajando la obra entre estos dos personajes.
La propuesta es un monólogo en el que Natalia Zamora se desdobla, por un lado en Josefina, y por otro es una especie de reverberación de ti mismo, utilizando el texto y la danza. ¿Por qué has optado por estos lenguajes?
Natalia y yo nos conocimos con dieciocho años y estudiamos juntos la carrera de teatro de creación y gestual, que realmente es danza teatro. Creamos mucho desde el cuerpo, a veces más que desde la propia literatura y utilizamos lenguajes más contemporáneos, no realismo puro, para conectar con un público más joven. Hemos investigado sobre el cuerpo de Josefina. Hemos visto vídeos, hemos leído cosas y hemos imaginado. Natalia ha hecho una búsqueda intentando poetizar sobre este cuerpo, ver cómo se arma el cuerpo de Josefina, cómo son sus manos, cómo mira, cómo anda, y descubrir algo que conecta con la vejez, con un cuerpo diferente. Incluso cómo es su acento, por ejemplo, porque es algo que hemos investigado mucho, que Natalia tenga el acento perfecto que hay en Orihuela, en la Vega Baja alicantina. No es ni el murciano ni es el alicantino, es el de la Vega Baja. Tiene el seseo del Valencià de Alacant y luego tiene el “ico” murciano.
¿De qué manera te sirves de la propia poesía de Miguel en la pieza?
Poniéndola en boca de Josefina, sé que no es algo realista, porque Josefina no hablaba así, pero he querido que, conforme va avanzando la obra, ella vaya hablando de alguna manera a partir de lo que yo he ido rescatando de Miguel. Por ejemplo, he cogido tres poemas y unas cartas de Miguel para el monólogo final de Josefina. Le he cambiado, lo he hecho primera persona del plural en lugar de primera persona del singular, le he cambiado el género y como resultado aparece la carta con la que Josefina contesta a Miguel. Cualquier persona que haya leído a Miguel lo va a ver.
La función se mueve entre el realismo, el costumbrismo, y la ficción y lo onírico, ¿de qué manera lo habéis trasladado al escenario?
La obra es un diálogo entre Josefina y el cuerpo que le da forma. Este diálogo entre autor y personaje, en cuanto a concepto, y en cuanto a visión, es un trabajo realizado por José A. Villegas, que también es dramaturgo y creador plástico. Él ve el mundo desde las imágenes. Yo quería que el espacio representara la sencillez de Josefina. Porque si queremos hablar de Josefina, hay que ir a cómo es ella, entonces, la escenografía habla del pueblo, hay unas cortinas de macarrones, hay un caldero con verduras, una mesa camilla, unas cajitas de galletas, que es donde Josefina guardaba las cartas de Miguel y están los tambuchos con las hojas de la higuera que ella recoge, para que estuviera como gran símbolo de Miguel Hernández. Luego queríamos que la luz representara la voz de Miguel y fuera buscando a Josefina durante toda la obra y el vestuario que lo ha diseñado Berta Navas que ha apostado por la tradición, por una cosa costumbrista, pero que permite bailar a Natalia.
Hace poco el Ayuntamiento de Madrid decidió eliminar los versos del poeta del Memorial de las Víctimas de la Guerra Civil en el cementerio de la Almudena. Siendo una familia tan cercana a la figura de Josefina Manresa y Miguel Hernández, ¿cómo vivís hechos como este?
¿El legado dónde está? En Quesada, en Jaén. No está en Orihuela ni en Elche porque los gobiernos del PP no lo han querido, porque hay que mantenerlo, hay que poner un dinero para conservarlo. Mi padre le dijo en su momento a la alcaldesa que la gente si pasa por Orihuela es para ver la Casa Museo de Miguel Hernández, y ella le dijo que no se equivocara, que la gente conocía a Miguel Hernández porque era de Orihuela… O sea, ese es el nivel. Pero bueno, realmente la cosa es que Miguel Hernández es un gran exponente de la Segunda República y escribe versos que han pasado a la historia, que se han tomado como lemas contra los poderosos, sus versos inspiran la lucha de clases, han sido tratados por la izquierda y claro, como la derecha está tan radicalizada, cada vez más, todo lo que tenga que ver con la izquierda, aunque sea patrimonio cultural, va fuera por una cuestión ideológica de acallar el legado de la historia, es bastante fuerte. Igual que el que hasta el año pasado no se revisara la condena de Miguel Hernández y se le anulara. Se demostró que fue encarcelado y posteriormente asesinado por omisión. Porque, aunque él muriera de tuberculosis, murió porque nadie le atendió. Es un acto simbólico, pero es algo bastante importante porque es reconocer que un montón de condenas del franquismo y de la Guerra Civil no fueron justas. Por eso hacemos esta obra, como la derecha no quiere recordar, no quiere tener memoria, nosotros vamos a hablar de nuestro pasado reciente. Josefina de alguna manera es un homenaje a la memoria.
Esta es la primera vez que se va a poder ver la propuesta en Madrid, pero ya ha tenido un recorrido por tierras alicantinas. ¿Cómo ha respirado el público la función?
Cuando sale de la obra, mucha gente, y es algo que me deja flipado, dice: “Le voy a decir a mi madre que venga a verla”. Es una frase que me han dicho un montón de veces. No me dicen ni a mi padre, ni a mi hermano, ni a mi novio. Y eso a mí he hecho preguntarme qué hay aquí en Josefina, en una mujer mayor, que conecta, y es que es una obra de abuelas a nietas, de abuelas a nietos o de madres a hijos e hijas. Es una obra para ir a ver con tu madre, con tu abuela, para acordarte de lo que te contaba tu abuela, de qué cosas hablabas con ella. Me encanta porque el público que hemos tenido en los pueblos es bastante mayor y la reacción ha sido muy buena. Es una obra que, a pesar de tener un lenguaje contemporáneo, que es difícil de llevar a los pueblos, conecta mucho con la gente.
Es una gran labor, el poder hacer llegar los espectáculos a esas personas que normalmente no pueden ir a capitales a ver teatro, el poder llevar el teatro a la periferia.
Para nosotros ha sido un objetivo desde el principio. O sea, da igual dónde. De hecho, la escenografía cabe en un coche. Lo que queremos es que la gente la vea y que luego, a la salida, hablemos; que no sea solo ver la obra de teatro, sino que haya un intercambio cultural con el público. Ese ha sido uno de nuestros objetivos desde el principio.
¿Qué planes futuros hay para Josefina?
Estamos centrados en la distribución. Este año ya tenemos bolos por Murcia y Comunidad Valenciana y, si funciona bien, nos encantaría que la temporada que viene siguiera en el Infanta Isabel y seguir con el proyecto en Madrid y por toda España. Vamos poco a poco, somos una compañía que está empezando.
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