El traje se estrenó hace más de 12 años. ¿Dónde radica el éxito de la pieza para que siga rodando todavía tras el paso del tiempo?
La respuesta corta radica en el disfrute que es ver a Javier y a Luis. También es verdad, que cuando se estrenó la pieza por primera vez tuvo un recorrido muy corto porque ellos en esa época tenían otros compromisos y no se consiguió explotar bien. Desde entonces, querían retomarla en un momento que ellos pudieran dedicarle más tiempo y ha acabado siendo ahora. Es una reposición en la que he aprovechado para pulir. La propuesta en conjunto, ha ganado algo de madurez y solidez tanto a nivel escenográfico, como de escritura.
¿Qué diferencias se van a encontrar los espectadores que la vieron entonces respecto a la propuesta de ahora?
La pieza está un poco más liberada de esas referencias que tenía hace unos años de hablar de la corrupción política. Como eso está más distante, la mirada está más puesta en la propia dinámica del texto y en el juego de ellos dos que lo hacen muy disfrutable. Es una comedia negra, muy desprejuiciada y loca y a la vez que, de alguna forma extraña, mantiene los pies en la tierra. Me remito a ellos una y otra vez porque me parecen dos actores capaces de estar con un pie en la locura y mantener el otro en una orilla de una cosa como muy empática y muy comprensible. Tienen muy buena letra y a la vez son muy locos.
Este proceso de escritura es consecuencia de la crisis del 2008 y de la corrupción política de entonces, ¿en qué medida te viste afectada por ella como para abordarlo en un texto?
Personalmente, bastante. Fue un periodo duro para mí, parecía que sé que se desvanecía. Lo recuerdo con poca nostalgia, con bastante miedo y con muchas sacudidas. Supongo que me afectó y lo volqué como pude en el trabajo. Por un lado, con este texto que fue una iniciativa desde el principio de Javi y Luis, y luego de la película Gente en sitios que hice muy cerca de este montaje originalmente. Fueron como dos cosas con las que respondía a ese momento. Más de 10 años después, cuando ellos me proponen volver a hacerlo a mí me da miedo revisitar esa época porque además de que el montaje ya está hecho, me pregunto por qué hay que hablar ahora de eso otra vez y, al principio, me resisto un poco. Sobre todo, porque esto es una época que ya pasó afortunadamente, estoy en otro sitio, más tranquilo y más pacífico, pero bueno, me convencieron y además, es que lo tenían clarísimo, lo iban a hacer conmigo o sin mí. Me alegro un montón de que me hayan convencido porque creo que ha merecido bastante la pena reflotarla, la verdad.
Con la perspectiva del tiempo, ¿qué balance haces ahora de esa crisis?
Como me preguntas por algo que está entre lo personal y lo que es el contexto de las cosas, recuerdo a un yo que me dejaba mucho más arrastrar por las partes más amargas de las cosas que me fascinaban mucho y que tenía muy puesta la mirada en lo amargo, en lo difícil, en lo corrupto, por qué no decirlo también. Ahora me siento más en paz con todo. En teatro es un tópico hablar de las miserias humanas o de la maldad y yo lo he hecho también, pero, ahora estoy en un punto en el que creo que hay que hablar y reivindicar el lado solidario, justo y moral del ser humano. Además, creo. El mal no va a ganar. Es un poco atrevido esto que te digo, pero estoy como más tranquilo y con la conciencia en general más tranquila.
La acción se desarrolla en unos grandes almacenes, ¿qué opinas de este tipo de ocio o consumismo y qué futuro le auguras a este tipo de espacios?
Van a pasar a ser sitios que vamos a extrañar. Igual que echamos de menos ya las viejas panaderías o las mercerías de señora porque van desapareciendo por el comercio online, los centros comerciales también padecen eso. También van a ser mastodontes del pasado, no sé si los voy a echar de menos, pero, es un escenario muy teatral.
Además, la acción se desarrolla en el primer día de rebajas. Hace años, esto se retransmitía incluso por televisión…
Es un fenómeno que empieza a ser un poco vintage. Cuando montamos la obra, había que mirar hacia atrás para ver eso y ahora más todavía. Antes, en las rebajas, la gente esperaba por la mañana y cuando abría El Corte Inglés o Galerías Preciados entraba corriendo en estampida porque había que coger las cosas antes de que se agotaran. Este fenómeno está como lejano en el tiempo ahora porque las ofertas no están tan concentradas en una fecha. Todo el año hay una excusa para vender las cosas de otra manera. Las estrategias del capitalismo y del comercio son mucho más sutiles ahora. Esta imagen a los grandes almacenes era algo que les venía muy bien y era una publicidad muy buena. Ahora nos llaman a comprar de otras maneras y seguimos comprando.
Antes el consumismo era palpable así, ¿de qué manera se hace palpable hoy en día?
Estamos viviendo casi los efectos de esa cultura consumista que se empieza a detectar ya a mediados del siglo pasado. El capitalismo empieza a mostrar esa capacidad de avance y de penetración en la psique. Los efectos de eso tienen que ver con el desencanto, la despolitización, la desideologización, el auge de las extremas derechas en algunos sitios, que, como te decía, yo creo que en España no van a llegar lejos. Aquí tenemos algún tipo de frontera invisible para eso, o por lo menos lo quiero pensar. El consumismo está en la cultura de la velocidad, en la cultura de las redes, del consumo inmediato, en la impaciencia, en todos estos males de nuestra época.
¿En qué tipo de personas nos ha convertido la avaricia?
Las personas estamos habitadas por instintos, anhelos e intenciones muy opuestas. La voracidad, el egocentrismo, la supervivencia, lo lúdico, la búsqueda del placer instantáneo y están en conflicto en distinta medida con lo moral y con la solidaridad. Los dos extremos son igual de humanos. Ese es el peligro de lo humano, que somos inocentes y culpables a la vez. No creo en una maldad generalizada e inherente, o en que estamos perdidos como especie. No soy de esa opinión, no soy tan nihilista o tan escéptico. Al contrario, quiero fijarme en lo otro, aunque durante mucho tiempo me han salido relatos de lo más oscuro.
¿Cómo son los personajes que habitan el texto y qué evolución hay en ellos a lo largo del mismo?
Son dos personajes que se encuentran en una habitación trasera o en un sótano de unos grandes almacenes. Uno es un vigilante de seguridad, que es Luis Bermejo, y desde el principio se ve que tiene problemas de algún tipo: nervioso y con una mirada muy difícil de interpretar. Está reteniendo a un cliente, que es Javier Gutiérrez, porque ha tenido una pelea con una señora en esta estampida de las rebajas. Los dos van contando quiénes son sobre la marcha. Javier interpreta a un empresario de la construcción en apuros, en un momento en el que su empresa está al límite y necesita destacar o lograr un trato de favor para lograr una contrata. Es un tipo con una necesidad de no hundirse en la miseria, cosa que oculta detrás de su corbata y su aspecto impoluto y Luis es un tipo solitario con unos pensamientos muy difíciles de descifrar, que a lo largo de la obra irá desvelando lo que realmente quiere.
Ambos tienen en común, de alguna manera, que son personas que en su ámbito manejan algún tipo de poder, desde el punto de vista del guardia de seguridad o desde el punto de vista del empresario que en algún momento ha sido influyente, ¿es así?
Sí, el personaje de Javier Gutiérrez va vestido del poder ese que da un traje, que no es al que hace alusión el título, sino el que lleva puesto que le hace parecer alguien importante. Luego, está el traje que se busca para pagar a alguien de alguna manera. Javi se ha creído o quiere que los demás crean que es una persona con cierto estatus. Y luego, tenemos al personaje de Luis Bermejo que como todo buen vigilante es la apariencia de la autoridad. Los dos se van a confesar que en realidad se sienten carentes de ningún poder del que realmente les serviría de algo. Es el que tiene que ver con los afectos y con la verdadera autoestima.
El texto también habla de la corrupción del alma, ¿hay algún tipo de salvación para este tipo de personajes o están directamente abocados a la miseria?
Creo que sí hay salvación y que sobre esas frases hechas sobre la corrupción del alma o del hombre es muy fácil construir relatos de tragedia, pero incluso la tragedia tiene matices, no sólo los tiene en la comedia. Salvación es una palabra muy grande, a veces da apuro usarla. Estamos hablando del sí o el no, el blanco o negro, la muerte o la vida. A lo mejor hay que navegar en otras en otras cosas intermedias más posibles. No sé si hablaría de salvación, pero sí que hay algo posible para los personajes.
Hablando de corrupción, ¿la realidad supera la ficción? ¿Confías en que sea reversible?
En todos los géneros, la realidad está siempre por delante de la ficción y es tremendamente rica. En este caso, nosotros pensábamos que la función iba a pillar un poco descontextualizada porque los trajes de Camps ya estaban muy lejanos y resulta que, ensayando, volvió Camps al juzgado y a estar en los medios. Más recientemente, ha salido el tema de las mascarillas, tanto en el PSOE como en el PP. El más notable ha sido el de Koldo. Koldo y Ábalos son dos personajes que nos han fascinado muchísimo a los tres, igual que en su momento lo hicieron el bigotes y Camps. Creo en la rehabilitación totalmente. Uno puede equivocarse tremendamente, seducido por luces que te confunden, y luego uno puede darse cuenta y puede redirigirse. Otra cosa es que tu entorno lo acepte.
La obra tiene momentos muy dramáticos y de mucha tensión, sin embargo, la gente sale de la función recordando lo mucho que se ha reído, ¿cuál es la fórmula para lograr este equilibrio?
Ojalá la tuviera, pero hemos dado con ella de alguna forma, porque es verdad que está yendo muy bien y que la gente conecta de una forma quizá inesperada. Como somos muy Madrid centristas parece que nada se va a entender fuera de Madrid y luego eso no es así. En otros lugares, la gente tiene menos prejuicios o va a dejarse llevar por lo que sea. Luis tiene teorías muy buenas de que la gente hace su catarsis. La gente necesita soltar algo que tiene atragantado y que no se atreve a decir. Estoy hablando una mezcla por mí y por Luis. Volviendo a los actores, es un texto que funciona porque hay dos personas que manejan muy bien los equilibrios entre lo que es verdadero y lo que es una falsedad o una apariencia en el plano de lo teatral. Hay un malabarismo que consiguen ellos y que creo que no está al alcance de mucha gente.
Cuando se estrenó la función, Luis y Javier no eran tan mediáticos como lo son ahora, ¿qué evolución ves en ellos? ¿Cómo valoras su crecimiento profesional?
Javi es tremendamente sistemático, exigente y aplicado y Luis es un actor más intuitivo, caótico y al filo. Con Javi me pasa que es un tipo que es tan bueno que ya casi no me sorprende que sea capaz de todo, la palabra correcta es que me da rabia porque sé que lo va a hacer todo y bien. Tiene como unos recursos ilimitados y está dispuesto a lo que sea. Luis es más buscador. Me hace mucha gracia verlos ensayar juntos porque Javier siempre es como el hermano mayor, el exigente. Como siempre pasa, los dos tienen un poco el uno del otro. No significa que Luis no sea sistemático. ¿Cómo han evolucionado? No sé cómo decirte. Antes eran buenos y ahora son mejores. Somos amigos desde hace años. Me he sentido con una grandísima confianza siempre trabajando con los dos y cada vez tienen más solidez, están más cómodos y esa comodidad la transmiten.
Vi un vídeo de una promo en un escaparate de FNAC Callao cuando estrenasteis, ¿cómo se promocionaría una obra de teatro en la actualidad? ¿Han cambiado los recursos o las herramientas con el paso del tiempo?
Eso fue una sesión de fotos que hicimos. No sé cómo se promociona una obra de teatro hoy en día. Habría que preguntárselo a María Díaz que es nuestra jefa de prensa para ver qué cosas hace. A ella le gusta mucho comer bien, tiene muy localizados los sitios donde se come bien cuando va de gira y ha escrito la “Guía Gastrocómica” que recoge los lugares favoritos para comer de los cómicos de este país. No sé si sirve para promocionar, pero me he acordado de ella. Antes, supongo que se leían más las revistas y los periódicos y la gente se guiaba por eso y ahora no lo sabemos muy bien. Supongo que algo quedará.
¿Cómo ha sobrevivido el espíritu de Animalario en el teatro español? Por ejemplo, ese espíritu gamberro y crítico que había en el Off o en compañías como Club Caníbal.
De las últimas cosas que he visto es lo que ha hecho Club Caníbal y me trajo recuerdos, la verdad. Me gustan mucho. Soy muy amigo de Vito Sanz y de Juan Vinuesa. Animalario fue un testigo de algo inherente al teatro y necesario a lo largo del tiempo. Ese testigo lo siguen llevando otros, no es una cosa única y exclusiva. Me refiero a las energías de la contestación, del criticar, de dar la vuelta… Durante muchos años, he seguido colaborando con Andrés Lima. Él crea las cosas ahora de una forma más colectiva en lo que venimos haciendo. Luego, Alberto San Juan se montó por su cuenta y, en lo que hace hay mucho de Animalario. El resto de actores que pasaron por ahí, cada uno ha seguido su camino y curiosamente, Luis Bermejo es de los que más conserva para mí el espíritu de actuar desde algo raro, no sé cómo llamarlo, y otros han triunfado comercialmente en cines y series.
¿En qué medida un dramaturgo aborda los temas de su tiempo? ¿Hablamos demasiado de Lorca y poco de lo actual?
Puede ser, pero no sé si me atrevería a afirmarlo. Cuando empecé a escribir teatro, venía del periodismo y me he compaginado siempre con el cine y últimamente con la tele y me he sentido siempre un poco extraño en el mundo del teatro y no muy autorizado para hablar desde dentro. No es que nadie me tenga que autorizar, pero no sé si veo lo suficiente para hacer como un veredicto de ese tipo.
¿Cómo acaba un licenciado en Ciencias Políticas que ejerce de periodista escribiendo textos teatrales, series y películas de gran éxito?
Uno vuelve al principio. Cuando era pequeño y luego adolescente, me gustaba escribir y dibujar. Dibujaba personajes y les ponía diálogos absurdos con 13 años aproximadamente. Eso era lo que me gustaba hacer. Fantaseaba con el cine, porque me gustaba, pero no sabía lo que era el cine en realidad. El teatro quizá un poco más. Eso fue una fantasía que despejé para ponerme a estudiar y a hacer algo en serio, pero al hacerme mayor, me di cuenta que lo que me gustaba era dialogar. Me gustaba poner a gente dialogando con un par de trazos que eran caricaturas, pero podrían ser una acotación una obra. Entonces se cierra un círculo. Durante unos años periodista fuera de España. Fui a vivir a Nueva York y desde ahí empecé a escribir y no dejé nunca de escribir escenas que le mandaba Alberto San Juan como para hacer algún día o fantasear.