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La crueldad de los lazos familiares

María Galiana: “Este personaje es una ruptura total con lo que podría pensarse de mí»

Hablamos con la actriz María Galiana que, tras finalizar la serie Cuéntame, regresa al teatro para protagonizar La reina de la belleza de Martin McDonagh, junto a Lucía Quintana, Javier Mora y Alberto Fraga y la dirección de Juan Echanove. Una historia en la que el miedo a la soledad despierta, más allá de los lazos familiares, los instintos más crueles del ser humano. Y que nos ofrece un personaje, interpretado por Galiana, que supone un giro radical a lo que la actriz nos tiene acostumbrados.

 

Foto de portada: Sergio Parra.

La reina de la belleza nos la devuelve al teatro, ¿qué debe tener un proyecto teatral para que María Galiana se entregue a él? ¿Qué le ha decidido a embarcarse en este en concreto?

Para que yo me entregue a un proyecto tiene que tener, sobre todo, mucha verdad. Y lo que me gustó de esta función es que es muy seria, no es una comedia divertida ni halagüeña, en el sentido de que la gente lo vaya a pasar bien, es un drama y no tiene mucha ternura ni humor.  Con la edad que tengo ya pocos retos me quedan por hacer, así que estoy francamente contenta de que Juan Echanove me llamara, le estaré eternamente agradecida.

 

Es la tercera vez que Juan Echanove y usted trabajan juntos en teatro, encima del escenario en Conversaciones con mamá, y antes de La reina de la belleza ya la dirigió en La asamblea de mujeres, ¿cómo fue ese momento en el que le propuso este papel?

Cuando me llamó me puse contentísima porque esta función la conozco desde hace mucho tiempo, hace años. Cuando Juan estaba trabajando con Gerardo Vera haciendo Los sueños de Quevedo, me dijo: “En algún momento te voy a pasar un texto que te voy a tener sentada toda la función”. Él es muy irónico conmigo, pero tiene razón, porque yo me pongo siempre muy rebelde (Risas). Y es que esta vieja que yo hago es una mujer que realmente aparece bastante tiempo en una mecedora. Eso fue hace mucho tiempo, pero pasaron cosas, como que murió Gerardo Vera, como que Juan hizo otros trabajos como La fiesta del chivo de Vargas Llosa o Ser o no ser, como la película de Lubitsch; y al cabo del tiempo me llamó y me dijo: “¿Quieres hacer teatro?”, y le respondí que estaba deseando, había terminado de hacer 22 años de televisión en Cuéntame -del 2001 al 2023- y la verdad es que me apetecía muchísimo. Esto no quiere decir que hubiera dejado de hacer teatro durante todo ese tiempo, en agosto del 2022 va a hacer ahora dos años que hice la última, El abrazo, donde nos dirigió Magüi Mira. El caso es que estaba deseando hacer teatro, me había quedado prácticamente fuera de la televisión, ya cerrada la serie, y mira por dónde me da este texto que ya conocía. Estoy francamente encantada, para mí fue un gran regalo y lo estoy disfrutando, y espero disfrutarlo mucho pues nos va a tener todo el año 2025 de gira.

 

Su papel en La reina de la belleza rompe con esa imagen que el público general se ha formado de usted, digamos que aquí vamos a verla acercándose al reverso tenebroso.

Romper es un verbo suave para lo que yo pretendo (risas), y espero que me salga en el escenario. Estoy muy contenta, porque como actriz es un gran reto, es una ruptura total con lo que posiblemente podría pensarse de mí, es como darle la vuelta a un calcetín.

 

La crueldad de los lazos familiares en Madrid
Juan Echanove, María Galiana y Lucía Quintana. Director y actrices de ‘La reina de la belleza’. Foto Sergio Parra.

 

¿Cómo va a ser esa ruptura? ¿Quién es Mag, esta mujer a la que interpreta?

Es una mujer difícil, vamos, son dos mujeres difíciles, tanto la madre como la hija, que la hace Lucía Quintana, que es una actriz como la copa de un pino, una cosa extraordinaria, buenísima. Esta madre es una madre muy abandonada a sí misma, es decir, es una mujer que le ha podido las instancias de su vida. Tiene otras hijas que se han casado y se han marchado, que han hecho lo posible por salirse de ese ambiente opresivo, en el sentido de la dureza de la vida que llevan, de esa Irlanda helada que siempre llueve, que siempre hace frío, donde les cuesta la propia vida sacar adelante. No es que sean pobres de solemnidad, no, es que realmente no tienen aliciente, no tienen institución por la vida. Y esta mujer eso se le ha ido enquistando, por así decirlo, y ha llegado a una vejez en la que lo único que quiere es que la cuiden, que esa hija que no se le ha casado por circunstancias, porque es una chica que mentalmente no es muy fuerte, la cuide y se dedique a ella. Ella piensa que simplemente tiene la obligación de que la cuide. Es una mujer realmente dura, pero dura con ganas, seca, difícil y que siente que su vida en ese momento ya no tiene sentido y lo único que quiere es tener una persona absolutamente a su servicio, en su vejez, en este caso es la hija.

 

La relación entre madre e hija es de una dependencia muy tóxica y se agudiza con la llegada de los hermanos Pato y Ray Dooley, interpretados por Javier Mora y Alberto Fraga. ¿Podría decirse que el miedo a la soledad lleva a esta mujer a condenar la vida de su hija?

Claro, totalmente. Es una mujer que cree que es la obligación de esa hija. Me recuerda un poquito a aquella madre de Como agua para chocolate, esa mujer que desde muy joven había concebido que una de sus hijas fuera la que se dedicara a ella, pero su procedimiento para conseguir que esa hija esté pendiente de ella y la cuide es intentando que no se enamore de nadie, ni se vaya con alguno de los posibles pretendientes que puedan aparecer. Realmente a mí este personaje me da un poco de pena y pienso: “Pero esta mujer, ¿no hubiera tenido alguna otra forma para conseguirlo?”. Pues no, tiene demasiado miedo de que si lo hace por las buenas su hija al final acabe pensando que lo que tenía que hacer era mancharse con el chico que parece ser que la puede pretender. Esta madre es mala, es una mujer mala. Esta es una mujer que está molestando permanentemente a la hija, fundamentalmente para quitarle la posibilidad de que tenga ninguna salida. No es que quiera hacer daño a su hija por hacérselo, simplemente lo que quiere es que no se vaya, y lo hace impidiendo que se relacione, vaya a fiestas, haga una vida relativamente social. Ella, la hija, tiene alguna amiga y la madre siempre está diciendo: “me voy a caer”, “me va a pasar algo y no voy a poder hacer nada”, “me voy a quedar ahí en el suelo tirada porque tú te has ido a ver a tu amiga”. Una verdadera dominante a extremos tremendos.

 

Siempre se dice que hay que encontrar un resquicio desde el que poder empatizar con el personaje y poder convivir con él, ¿ha sido posible con este personaje?

No, pero la entiendo. Simplemente la entiendo intelectualmente. No necesito defenderla en mí misma porque sé cómo es: Es horrorosa, y la admito tal cual, porque las personas horrorosas existen y ella tiene ese extremo. Ella va a lo suyo y es de un egoísmo absolutamente refinado. Pero es que hay personas así, que piensan que esto es lo que tienen que hacer en la vida y luchan a muerte por conseguirlo. Este es el caso, no tiene mala conciencia en ningún momento. Las hay, claro que las hay, y algunas son más listas y lo disimulan más que otras que son menos listas y lo disimulan menos, esta es de las que no disimulan. A lo largo de la función no he encontrado más de una frase o dos que muestre una mínima amabilidad. Es una persona, como diría yo, como un puerco espín. (Risas)

 

¿Usted, siendo madre, comprende algunas cosas de las que hace o algunos de los miedos que tiene?

Bueno, yo es que he sido siempre una madre amiga, ¿sabes? No se puede hablar de que yo tenga, digamos, un desarrollo maternal importante. Estoy pendiente de mis hijos, pero muy a la expectativa, quiero decir que no me meto en su vida, no me gusta intervenir. Yo soy muy independiente, eso es importante. Desde que murió mi marido, hace ya 16 años, vivo sola y pasan días enteros en que no veo a mis hijos, con algunos apenas nos llamamos. Con esto quiero decir que soy una persona bastante despegada desde el punto de vista de la imagen que se pueda tener de una madre. No soy de la gente besucona en general, no soy cariñosa, pero estoy muy pendiente y procuro favorecerlos, procuro que, en mi casa, en mi familia, no haya ningún tipo de enfrentamiento, no me gusta eso, y gracias a Dios no los hay.

 

La crueldad de los lazos familiares en Madrid

 

Al teatro de Martin McDonagh lo denominan como “de la crueldad” porque en sus historias la violencia siempre está expuesta con crudeza, ¿de qué manera se ve reflejado este calificativo en esta función?

¡Y está muy bien puesto el nombre! (Risas) Aquí el drama está hecho con mucha naturalidad. Este hombre no pone énfasis en la escritura, parece que son cosas cotidianas y en esas cosas cotidianas están contenidas estas violencias, estas necesidades de dominio, este egoísmo feroz, sin necesidad de grandes aspavientos. No hay a lo largo de la función nada que te vaya precipitando hacia un final terrible como en tantas tragedias de Shakespeare, por ejemplo, o de otros autores. Nada te prepara.

 

Como comentaba, han sido 22 años interpretando un personaje como Herminia en Cuéntame, ¿qué dificultades ha encontrado a la hora de romper con esa imagen y enfrentarse a un personaje como Mag?

Pues mira, lo más difícil ha sido primero aprendérmelo, la verdad, pero toda mi vida me ha pasado eso. Yo tengo muy buena memoria, pero no una retentiva inmediata. Soy lenta, entonces, cuando mis compañeros se lo sabían perfectamente desde el primer día, yo me equivocaba muchas veces todavía. Pero siempre me ha pasado, me ha costado mucho trabajo. Y por otro lado, lo más difícil ha sido darle la violencia que tenía que aportarle. De alguna manera, yo tengo una virtud como actriz, y es la naturalidad, funciono de una manera sin que se me note nada rebuscado ni nada fuera de tono, pero en esta función tenía que tener una violencia extraordinaria sin, por supuesto, sobreactuar, y eso me ha costado mucho trabajo. Hacía mucho tiempo que no terminaba una escena con palpitaciones, en la que hubiera puesto tal cantidad de pasión, aunque sea contenida, que acabara prácticamente sin voz. Ahora ya me he acostumbrado, pero han sido veintitantos años haciendo la abuelita Herminia y eso, claro, también se nota. Además, me daba mucha vergüenza salir al escenario en un momento determinado con un genio tremendo y dando voces, dando gritos porque hacía mucho tiempo que no tenía ese cometido, no hacía un papel de ese estilo y me ha costado, francamente. Y más que a mí, le ha costado a Juan Echanove que me ha tenido que aguantar. Ha habido muchas cosas que pulir, pero trabajando en los ensayos hemos ido encarrilándolo, pero me ha costado bastante. Aunque he hecho teatro, las funciones que he hecho no eran de esta intensidad dramática, era otro tipo de teatro.

 

Usted arrancó su carrera tras jubilarse como maestra, hace 24 años, podríamos decir que de alguna manera es un ejemplo de que necesariamente no tiene que ser tarde para llegar a ciertas cosas y realizarnos.

Claro, yo me doy con un canto en los dientes porque reconozco que no es habitual una vida como la mía, como la que estoy llevando ahora, a mis recién cumplidos 89 años. Si la gira de La reina de la belleza sale, la terminaré con 90 años. Creo que sigo siendo un bicho raro, pero mira, toco madera porque de lo que estoy más contenta, a pesar de que mi movilidad física no es muy buena, es de que gracias a Dios la cabeza la tengo bien y eso es fundamental. Es que sin eso no se puede hacer nada.

 

María, en muchas ocasiones la he escuchado decir que no ha perdido la curiosidad, que le gusta continuar descubriendo cosas. ¿Qué le diría que le queda por aprender de esta profesión?

Muchísimo. De mi profesión, una barbaridad. Veo a las actrices trabajar y me quedo asombrada de lo que saben. Mi experiencia como actriz no es tan grande y tendría que aprender, te quiero decir, una carrera entera de arte dramático. (Risas) Pero la curiosidad lo digo porque todo me gusta, todo me interesa, saber lo que está pasando. Lo que me gusta es estar en el mundo.

 

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