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Genet, la censura y la obsesión por el éxito

Pablo Quijano: “Las programaciones no deben estar ligadas a un color político”

Las criadas de Jean Genet, las estrellas infantiles como juguetes rotos y la obsesión por el éxito, son los pilares sobre los que se construye La señora, propuesta protagonizada por Bibiana Fernández, junto a Xoàn Fornéas y César Vicente (y Javier Riesga como cover) que podremos ver en el Teatro Pavón -del 3 de julio al 4 de agosto-, y de la que hablamos con su joven autor y director Pablo Quijano.

 

Pablo, eres el responsable de la dramaturgia y la dirección de La señora y te has labrado una trayectoria teatral de la mano de Ernesto Caballero, pero quizá el gran público todavía no te tiene muy localizado, ¿cómo te presentarías?

Soy un director emergente que afila su voz en la cuchillería del panorama teatral, un lugar que amo. Hasta ahora he observado muchas navajas multiusos y estoy pinchando con la mía propia. He investigado en el cine que me entusiasma, pero el teatro es mi guarida. La sala de ensayos es mi pecera. Me flipan los grandes textos y los autores eternos, pero me resulta inevitable tener una perspectiva actual de sus temas. Esto es lo que me sale innato, pero me miro en lo atemporal.

He sido ayudante de Ernesto Caballero en varios proyectos y he aprendido muchísimo con él. También formo parte de la familia Teatro Urgente, compañía que codirige Ernesto con Karina Garantivá. En dicha compañía me he impregnado del valor del inconformismo artístico. Ellos son un mapa para mí.

 

¿Qué tipo de historias y temáticas son las que te interesa abordar y desde qué mirada?

Lucho por estar conectado en el hoy, pero me alimento de otros tiempos. Fluyo entre la nostalgia de una época que no he vivido y la preocupación por el presente y el futuro. Me gusta ser ecléctico y tolerante, en estos momentos de prostitución de ciertas etiquetas sociales.  Valoro mucho el riesgo artístico y me importa atraer a la gente de mi generación al teatro. Quiero que el teatro se llene de gente joven y que viajen. Me gusta pensar en Chéjov, pero también en que Greta Thunberg tiene algo que ver con Tío Vania.

 

El nacimiento de este proyecto viene de una anécdota que tiene que ver con la producción de Las Criadas protagonizada por Nuria Espert y Julieta Serrano en los 60, un acontecimiento muy relevante dentro de la historia teatral reciente de nuestro país y la censura del momento, ¿qué te llevó a poner el foco ahí?

Con 19 años me obsesioné con Nuria Espert. No solo con la Nuria actriz, si no con la Nuria empresaria, que funda su compañía, que tiene un criterio y que aporta una pieza fundamental al desarrollo del teatro contemporáneo español. Su biografía escrita por Juan Cruz me alimentó muchos años. Eso me llevó a conocer sus Criadas y a Víctor García, el director del mítico montaje. Me embriagué con su radicalidad escénica. La anécdota de que el montaje de las Criadas iba a ser un binomio de dicho texto y un texto de Arrabal y que el segundo no pasó la censura siempre me hizo fantasear con ese montaje incompleto. Tomé este punto de partida para imaginar la historia de una actriz censurada en los 70 con Las criadas y que vive obsesionada con ello.

 

 

La toxicidad en las relaciones, el miedo al paso del tiempo, la inseguridad y la decadencia tras el éxito mal gestionado, asoman en esta historia. ¿Pero en qué temas has querido incidir? ¿Qué es lo que nos quieres contar a través de La señora?

En realidad, el tronco de este árbol que es La señora encierra una visión terrible de nuestra sociedad actual: la obsesión por el éxito lo ha matado todo, incluso la ideología. Yo pienso mucho en aquellas épocas en las que se moría por la ideología, y creo que ese tipo de personalidades ya no existen hoy. No digo que esto sea para bien o para mal, pero en esta sociedad cada vez es más difícil rechazar algo propio por un fin colectivo. Es complicada la coherencia porque nadie estamos dispuestos a renunciar a privilegios. El individualismo de la sociedad lo ha impregnado todo. Con este texto no he querido poner en valor ninguna moraleja, sino incitar a la reflexión. Otro tema candente es la censura, sus aristas y sus circunstancias. Creo que la censura existirá mientras exista el ser humano, solo que en cada momento tiene una cara, y también he querido discernirlo.

 

¿Cuál crees que es la vigencia en este momento de un texto como el de Genet?

Hay muchos temas aún vigentes en el texto de Genet, porque es una obra maestra eterna. Podría haber hecho una puesta escénica con el texto tal cual, pero tomé otro camino. En mi caso los temas que más me vibran en dicho texto hoy son la búsqueda de la ficción como aliciente para soportar la realidad, y esa necesidad de imaginar de manera amoral en la intimidad, como vía de escape. Todo eso mezclado con unas imágenes que aporta el texto que conectan conmigo, como la estilización de la feminidad o la ironía sobre la frivolidad. Por otro lado, llegó a mi hace un par de años un libro sobre un caso real que sucedió en Roma en el 2016, La ciudad de los vivos. Una tragedia en la que dos chicos de la ‘high class’ romana asesinaron a un tercer chico tras varios días de morbos, sexo extravagante, drogas y fantasía. Cuando lo leí pensé: “ostras, si estos son como Las criadas, pero actuales: dos seres que cuando se quedan solos juegan hasta el extremo, porque su realidad no les gusta o no se lo permite”. Este caso junto con el episodio de Nuria de la censura me motivó para escribir y levantar La señora. Ah, también hay otro tema muy vigente en el texto de Genet que quizás yo no he explotado tanto: la lucha de clases.

 

El tema de la censura, como comentábamos, está muy presente en la función, de hecho, en un momento se plantea una pregunta: “¿Tenemos la posibilidad de hablar de lo que nos dé la gana sin miramientos?”. ¿Qué responderías tú a esa pregunta teniendo en cuenta los casos de censura y cancelación que han tenido lugar en los últimos tiempos?

Es un tema complejo. El momento actual es convulso para esto. Está claro que hay casos de censura ridícula, patética y extrema, como sobre todo casos de censura de Vox u organizaciones de ultraderecha. Creo que esos casos no tienen debate siquiera. Pero como artista me siento en el deber de poner el foco en las zonas grises y creo que la censura tiene muchas formas en la sociedad actual. En la obra se presentan dos visiones, una visión anclada en otra época, que ve el momento actual muy marcado por la autocensura, y otra que defiende que la crítica o la cancelación no es censura, que sencillamente la sociedad cambia y con ella los autores, y que estos toman nuevas perspectivas en función del momento en el que viven. Lo que fue moderno en un momento quizás ahora ya no lo es. No me parece un debate en el que una postura quede más clara que otra, pero sí que creo que el arte debe arriesgar más y no buscar siempre la aprobación social. Por un lado, por supuesto que pienso que la sociedad ya no puede hacer apología de ciertas cosas, pero por otro lado sí que creo que infundir una cierta incomodidad y provocación sobre el público son válidas herramientas que no se deben perder nunca. En ese término medio imagino que está la búsqueda que me interesa.

 

El arte y la política también se mezclan en el texto. Se critica la utilización de la Cultura como escaparate y herramienta por parte de los políticos, pero sin que estos le den el valor real que tiene. ¿Es reflejo de cómo un joven creador como tú percibe el momento político y cultural que estamos viviendo?

La intromisión política en el arte es para mí uno de los grandes problemas actuales, y particularmente en el panorama teatral. Las programaciones artísticas no pueden estar ligadas a un color, y tampoco creo que el arte tenga que ser siempre pedagógico. No creo que a la clase política imperante le interese lo más mínimo la cultura y creo que cuando muestran interés tiene que ver con utilizarlo como un trampolín para salir en una foto u obtener una imagen. No me gusta meter a toda la clase política en el mismo saco, pero sí que creo que la cultura acaba siendo la asignatura pendiente de todos los mandatos. A mi parecer, es el deber de los artistas mirar a lugares que el resto del mundo no mira, y los políticos nunca pueden ver el arte como un vehículo para conseguir votos.

 

Te has apoyado mucho en la historia y la iconografía de los niños prodigio de la época franquista que, de alguna manera, fueron devorados por esa imagen, ¿qué es lo que te llama la atención de ahí? ¿y en qué manera afecta al desarrollo de la función?

Una vez oí decir a Marisol que ella no quería ser artista, que solo quería sacar a su familia de la pobreza. Otra vez oí decir a Ana Belén que una generación de artistas era reflejo de una España en la que se hacía de todo, cantar, bailar, actuar… Aquella era una sociedad muy particular.

Siempre me ha resultado inquietante y a la vez fascinante que una niña como Marisol sin elegirlo se convirtiera en el emblema de una dictadura. Pienso en cómo viviría eso ella después cuando creció y se dio cuenta de que su imagen había sido manipulada para blanquear cosas terribles. Me parece algo terrible crecer con eso.  La explicación que ella da me parece lógica, una personalidad hiper responsable que desde niña se consideró la llave para sacar a su familia de la miseria: lo mismo que le pasa a María, la protagonista de la función. Me llama muchísimo la atención la gente que vive su infancia de manera tan expuesta, y que crece sin privacidad. Investigué mucho sobre esto también en mi anterior montaje, una versión de La gaviota de Chejov que se llamaba La gaviota o los hijos de.

 

Genet, la censura y la obsesión por el éxito en Madrid
Bibiana Fernández, César Vicente y Xoán Fórneas protagonizan ‘La señora’ de Pablo Quijano.

 

Bibiana Fernández es la protagonista, ¿cómo llega al proyecto? ¿Quién es María, su personaje? ¿De qué manera estáis trabajándolo?

Siempre he deseado ver más colores de Bibiana como actriz, y este deseo nace en mi como director, pero también como espectador. Valeria Vegas, gran amiga de ambos nos puso en contacto. Bibiana es una actriz única, extravagante, verdadera, valiente y orgánica. Lleva dentro a Medea, a Doña Rosita, y también a Genet. Hemos trabajado el personaje como se trabaja siempre, por capas. Bibiana ha sido y es muy generosa regalando cosas de sí misma al personaje y jugando con ellas en escena, poniéndolas en juego como actriz. Es un icono interpretando a otro icono. Los otros actores, Xoán Fórneas y César Vicente, han sido fundamentales en la creación también del personaje de María. La mirada que el resto de personajes hacen sobre el personaje de Bibiana, así como el vestuario y la música, eran elementos importantes pues como digo, hemos tenido que construir un personaje icónico en la ficción.

 

En un momento particularmente truculento, su personaje habla de “ahorrarles lo que no es la juventud”, una frase que contiene mucho del dolor y la personalidad de María.

María es una mujer muy imperfecta, víctima de muchísimas cosas y verdugo de otras, y eso para mí la hace fascinante. No me gustan los personajes buenos buenos o malos malos. Esta frase de María representa de alguna manera un tipo de ser humano obsesionado con el paso del tiempo, que entiende la juventud como el momento más álgido, y que vive el resto de la vida de manera decadente. María diseca gatos y esta respuesta nace a la pregunta de su hijo sobre su afición por dicha labor. Es un personaje que crea vida y un rato después la destruye.

 

Xoán Fornéas y César Vicente interpretan a dos hermanos con una relación un tanto particular, ¿cómo habéis trabajado su dualidad con Solange y Claire, La Criadas de Genet?

Son una dupla única. La pareja que ambos forman hace que vibren estos dos personajes que sienten que el mundo está ahí fuera y que luego están ellos. Tienen mucho de las Criadas de Jean Genet, de los chicos de Roma de los que te hablaba, y también de dos chicos particulares del hoy. Extravagantes, pero del hoy.  El trabajo con ellos ha estado muy focalizado en la relación de dos hermanos que se quieren de manera libre y atípica, en entender eso, en buscar referencias de un no naturalismo cargado de verdad. En definitiva, hemos querido arriesgar desde todos los puntos de vista. Xoán es un talismán, y Cesar un licor de años. Xoán es la capa de la ceremonia y César es la tila de la señora. Por eso funcionan tanto juntos. Ambos son una prolongación de Claire y de Solange, pero también dos chicos que podrían estar en Grindr buscando sexo esporádico.

 

¿Cómo has querido que todo esto quede reflejado en escena?

La creación de ciertas atmósferas sórdidas, decadentes, de personajes del hoy que admiran seres del ayer con situaciones verdaderas, pero surrealistas y extravagantes, son los pilares de este montaje. El carácter ceremonioso, las grabaciones de conciertos en directo, la música melodramática y la búsqueda de la belleza en la sordidez pretenden enmarcar a unos personajes con una psicología marginal. Además, resulta un homenaje al teatro y a sus códigos. Todo el juego está en lo que más me importa del teatro: los actores y el público.

 

¿Qué reflexión quieres provocar en quien acuda a ver la función?

Que el público decida, pero me gustaría que no se quedaran en la superficie y que pensaran un poco más allá… Que elaboraran su propio punto de vista. No sé si el arte o el teatro avanza hacia que no podamos ver piezas sin punto de vista, pero creo que el público tiene que crearlo y no conformarse con lo que le digan encima del escenario. Ojalá conecten con la ironía, el sarcasmo y la reflexión.

 

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