8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos
CELEBRAR
Creo que claramente hay que celebrar siempre la emancipación de las mujeres de las lógicas que la sujetaban/sujetan y la reducían/reducen a participar en la construcción, la producción, la reproducción del mundo desde unos roles limitantes, escasos y sobretodo subestimados. Creo que hay que celebrar las voces, los cuerpos y la singularidad de la aparición del mundo a través de la mirada de la mujer, que cada vez está más presente en nuestra actividad y nuestro mundo en general. Creo que hay que celebrar, necesariamente, y casi diría en primera instancia, el espíritu de mujeres en lucha y en militancia por el fin la opresión en todas sus formas, porque, la voz de la mujer, no se limita solamente, ni se puede limitar únicamente a hablar de «lo que pasa a las mujeres», es una voz que echa luz sobre las lógicas del mundo que sostenemos entre todos y la singularidad y la potencia, desde mi punto de vista, está en esa otra fuerza que hace aparecer otra vez y de un modo singular y muy potente y afectivo la necesidad de repensar nuestro mundo y su horror estructural.
DENUNCIAR / RECLAMAR
Hay que seguir denunciando la violencia estructural que nos sujeta hoy día. Las lógicas predadoras e impunes a las que, en general por omisión, nos adherimos todos. Las cositas esas de «el mejor no sé qué…» «llegar a no sé dónde…» «no querer quedar mal con… (quien tenga un poder dentro de la cosa)». Vamos, que las lógicas de mierda no se reproducen si no se reproducen cuando estamos ahí. Tenemos que asumir la responsabilidad de no legitimarlas, en nuestra misma relación con lo que hacemos. Somos más, ¿no? ¿Somos más?
En mi actividad en particular, creo que el teatro denuncia, piensa y llama a la acción desde el lenguaje propio, desde la perforación de las lógicas dentro de sí mismo. Si hacemos obras donde «hablamos del tema» no estamos interviniendo realmente lo estructural, que es el lenguaje dominante; el lenguaje dominante en el teatro está justamente en los lenguajes estético/éticos que se asumen sin chistar como «lo bueno», «lo malo» y mucho más. Asumir que somos capaces de intervenir desde nuestro hacer. Hoy día solo hacer discursos sobre los temas es lo dominante, el tema siempre por sobre los cuerpos presentes y en toda su potencia ahí. Hablamos de los temas y nos quedamos tranquilos. Pero el mundo no es un tema, se juega en una complejidad de fuerzas, poderes, cuerpos, sentidos que son imposibles de reducir a «hablar del tema». Eso, pensando en ser mujer, me parece fundamental.
Y, por supuesto, hay algo muy concreto que RECLAMAR y es la intervención radical para parar la violencia sobre los cuerpos y las vidas que sistemáticamente sufren mujeres por parte de hombres. La justicia no está a la altura ni judicial ni culturalmente de esto y siguen matando y violando minas. Ese horror tenemos que pararlo ya.
FOTO: ©Vanessa Rabade