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Febrero, el mes de Josep Maria Miró en Madrid

«Ser autor es una profesión de resistencia»

Febrero, el mes del amor, nos regala a las ciudadanas de Madrid el regreso de Josep María Miró al Teatro de la Abadía. Diez años después de que el autor catalán estrenara aquí El principio de Arquímedes vuelve a este espacio con su texto El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar -Premio Nacional de Literatura Dramática 2022- un monólogo dirigido por Xavier Albertí e interpretado por Pere Arquillué que Miró ha definido como ‘geoficción’. El mismo teatro acogerá también el estreno de Reyes del mundo una adaptación de la novela del escritor Sebastià Alzamora y que dirigirá José Martret. Si estas dos puestas de largo en un mismo mes nos sabían a poco, el Instituto Cervantes en colaboración con la Abadía ha programado una lectura dramatizada de Nerium Park el 8 de febrero y el Corral de Comedias estrenará en Alcalá de Henares Yo, travesti (9 y 10 de febrero).

Para celebrar este acto de amor desde la redacción de la revista nos hemos puesto en contacto con Josep María Miró para que nos anticipe detalles de todas estas propuestas que bien merecen trasladarse a Madrid por unos días para disfrutar de su teatro.

 

Venga, arranquemos contando a los lectores que no te conozcan quién es Josep María Miró.

Es un autor que escribe teatro desde ya hace unos años y básicamente intenta escribir el teatro que quiere. Me parece una máxima de libertad en este sentido.

 

Viajemos a tu infancia, ¿qué desencadenó tu amor hacia la escritura teatral? 

Sartre decía que “la infancia decide” y eso sí que es verdad, porque creo que es un espacio importante de creación de la identidad de una mirada. Yo soy de un pueblo muy pequeño y, en los últimos textos, siento que hay una revisión de estos espacios de infancia y de crecimiento. De hecho, El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar, podríamos decir que es una geoficción. Ahora que se habla tanto de las autoficciones. Yo cojo un paisaje que conozco, que es el de un pueblo de la Cataluña interior y sobre este paisaje, que es el que conozco, genero una ficción, pero que podría ser de muchos lugares. En este texto hay una cosa que es clave, que es, que este cuerpo muerto es una víctima sacrificial y por lo tanto, cuando un joven muere es un espacio para la regeneración de la comunidad, para que esta comunidad se repiense. La literatura universal está llena de ejemplos de muertes que tienen la función de regenerar la comunidad: Por ejemplo, Julieta en Shakespeare. Incluso, en la tradición cristiana hay uno de los más conocidos que es la muerte de Jesucristo. Esta permite que se construya una comunidad y esta idea para mí es muy importante y estoy manejando cosas que tienen que ver con mi imaginario. El tema de la escritura he de decir que siempre tuve afición por ella incluso por las artes en general (pintar, dibujar…) Inicialmente nunca me planteé el teatro porque vengo de un pueblo, que ni tan siquiera tenía un teatro. Llegar a la gran ciudad, Barcelona, fue llegar a la gran ciudad, sin ser una gran ciudad. Vine a estudiar periodismo y mi trayecto de un lugar a otro no fue ni convencional, ni lineal, pero el teatro me había llamado mucho como espectador. Al llegar aquí me empecé a empapar de ver teatro y creo que antes de ser escritor fui espectador y, a partir de aquí, hay un momento en que dejo el periodismo, o el periodismo me deja. No sé si escogí yo dejarlo o me expulsó. Desde entonces, empecé un viaje teatral que me parece fascinante y con el con el que estoy feliz.

 

Ahora vienes a Madrid con El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar.

Para mí es un texto importante porque era la primera vez que escribía un monólogo. Tenía muchas ganas, pero era un género que consideraba complicado y complejo. Este monólogo llega en 2020, precisamente lo escribí durante el confinamiento. La obra arranca con un cuerpo agredido, mutilado, muerto y habla de la diferencia, del abuso, del cuerpo que deseamos y, al mismo tiempo que hablamos de esto, el cuerpo en teatro nunca es materia, es una convención. Este monólogo está pensado para cualquier persona: puede ser un actor, una actriz, una persona no binaria… porque pasa por varios cuerpos y, por tanto, la materialidad del cuerpo no es tan importante como la convención. Es un texto que me ha dado muchas alegrías porque nació con el Premi Born que era mi tercero, y es un premio muy importante, y al cabo de unos años, en 2022, recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática. Es un placer traerlo a Madrid. Es un montaje que se ha estrenado en Uruguay, en abril se estrenará otra producción en Grecia, a final de año se estrena otra en Perú y vengo de un final de año que lo hemos leído en Nueva York y en México, donde habrá un posible montaje. Es un texto que ha despertado mucho interés.

 

¿Cómo se va abordar este montaje en Madrid? ¿Nos vamos a encontrar con cambios respecto al de Barcelona?

No, es el mismo montaje de Barcelona. En ese sentido, me gustaría poner en valor dos piezas que para mí son claves: Xavier Albertí, su director, y el otro es Pere Arquillué, el actor.

Cuando Xavier se leyó el texto en 2020, enseguida me manifestó que tenía ganas de dirigirlo y yo estaba encantado porque nos conocemos desde hace muchos años, dirigió Tiempo salvaje, es amigo. Me parece un director que es un fenómeno. Intelectual y artísticamente es enorme. La principal inquietud era quién lo tenía que hacer porque es un monólogo en el que no hay indicación de edad, ni de género. Puede ser todo, pero al mismo tiempo necesitas un instrumento actoral de primer nivel porque es un monólogo muy exigente con el actor o la actriz. Mandé el texto a Pere, que le conmovió profundamente, y me dijo que tenía muchas ganas de hacerlo, que le asustaba porque sentía que era un reto enorme y que sólo lo quería hacer si lo dirigía un señor que se llama Xavier Albertí. Y le dije bueno, pues esto ya está hablado.

 

¿Cómo definirías la dirección?

El montaje es híper minimalista. Es muy radical en el sentido de que es muy esencialista. Es un hombre y la palabra. Es un montaje en el que Xavier no ha buscado nada la construcción exterior, ni de máscara ni de composición, sino que ayudó a buscar estados interiores de estos personajes. Con el mínimo cambio de voz, de movimiento, de cuerpo, se produce esta mutación de un personaje a otro. Hemos ido, sobre todo, a buscar la verdad y la esencia. Todo el valor radica en la palabra y el actor.

 

¿Cómo fue la recepción en Cataluña?

La verdad que hemos tenido una recepción increíble. La gira ha sido enorme. Ha tenido dos temporadas, Pere recibió el Premio de la Crítica como Mejor Intérprete, también el texto. La recepción nos ilusionó mucho. Nos dimos cuenta de que hay muchos espectadores que buscan este encuentro con el actor y la palabra. Es un texto que reclama a un espectador dispuesto a escuchar, dispuesto a no buscar espectacularidad y, a la vez, encontrar mucha. Es un montaje que va a la verdad, a la esencia en el teatro.

 

Febrero, el mes de Josep Maria Miró en Madrid en Madrid
El actor Pere Arquillué en una escena de El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar. Foto de Felipe Mena.

 

Además, el texto forma parte del tríptico de La Epifanía. Cuéntanos un poco esto para contextualizarlo.

Cuando acabé este monólogo decidí hacer un tríptico, que son tres obras independientes en el que todo es palabra-intérprete. El primero, es El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar, que es este monólogo sin género para hacerlo de alguna forma. El segundo, es La mayordoma, que es un monólogo para actriz, y el tercero es para actor. En los tres hay esta cosa esencial de palabra, de teatro desnudo y hay una cosa que me conectan con mi imaginario geográfico de un pueblo, y en los tres el concepto de destrucción de la belleza está presente.

 

En casi todos tus textos sobrevuela la pregunta de si este es un lugar bonito para vivir, ¿qué características debe reunir un lugar, más allá de los meramente estéticos, para considerarlo bonito para vivir?

Este sería más bien el leit motiv de Tiempo salvaje porque era una frase que lanzaba el personaje de Ivanna. Es curioso porque son dos obras que tienen conexiones. La más obvia porque las ha escrito el mismo autor, pero aparte de esto, una acaba precisamente con el sacrificio de una chica de 17 años que se suicida y, por tanto, esa población tendrá que empezar a purgar el concepto de que tenga que expiar la culpa. En cambio, El cuerpo… empieza con un cuerpo que ya ha aparecido muerto y, por tanto, empieza el proceso. Son dos obras que convergen en este punto, una es un gran formato, un espectáculo de casi tres horas para 10 actores para la sala grande del Teatre Nacional de Catalunya y aquí es lo opuesto. La pregunta de si este es un lugar bonito para vivir para mí creo que la he formulado en casi todo mi teatro. En el fondo, cuando hablamos de lugares bonitos para vivir, estamos hablando, no de arquitecturas ni de paisajes, sino de si los ciudadanos hemos generado espacios para vivir. Estamos hablando de una cosa más conceptual que estética. Y aquí aparece igual que aparecería en Nerium Park. Creo que esta pregunta serviría para muchos de mis textos porque intento interrogar, intento que nos interroguemos sobre espacios comunitarios, colectivos  o individuales que hemos creado y si son espacios buenos. Es una pregunta que tiene más que ver con la ética individual y colectiva, que con la cuestión paisajística o arquitectónica.

 

Sin considerarte un autor atormentado, ¿qué cosas te inquietan o preocupan?

Soy cero atormentado, nunca he vivido la escritura desde ese lugar. Me parece que mi escritura es un espacio muy sanador y agradable. Siento que toda mi escritura es luminosa. Hay gente que podría pensar al contrario al ver El cuerpo…, pero es una obra que plantea la posibilidad de la redención, de la expiación, de encontrar mecanismos éticos para mejorar una comunidad. Luego, que la obra puede parecer que empieza en la oscuridad, pero el camino no lo es. En el último texto que he escrito, que es El monstruo, que recibió el Premio Jardiel Poncela hace muy poco, sí que siento que pone un pie en la oscuridad en este sentido. Pero insisto, siento que esa escritura es luminosa, porque en la oscuridad también puede residir la luz. Esta profesión nuestra, que es tan seria, uno también se la tiene que tomar con mucho sentido del humor y me parece que el humor es imprescindible. Yo siempre digo que un buen actor o una buena actriz siempre tiene que tener sentido del humor, pero no porque haga una comedia, sino porque el humor permite un espacio de distanciamiento siempre. El humor implica la ironía, la capacidad de irse a un espacio que no sea literal en este sentido. Yo abogo por el optimismo y por el humor, aunque mi teatro sea de drama. En nuestra profesión intentamos buscar la verdad a través de una mentira y, por lo tanto, el concepto de juego tiene que estar siempre presente.

 

Hace 10 años llegabas al Teatro de La Abadía con El principio de Arquímedes y este mes de febrero estrenas El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar y Reyes del mundo. ¿Podemos hablar de una relación amorosa con este espacio?

El principio de Arquímedes se estrenó en 2014. Era la primera vez que hacía algo en Madrid y ahora llegamos con unas fechas muy parecidas. Efectivamente, se cumplen 10 años y para mí es como una cosa significativa volver porque es un teatro referencial. Además, me hace especial ilusión llegar con la dirección artística de Juan Mayorga, que es uno de nuestros autores más importantes. Es una persona que admiro y respeto profundamente. Es un filósofo, un autor de teatro, un caballero. Tiene muchas cosas que me parecen muy admirables. Llegar ahora me entusiasma porque siento que mi escritura va vinculada a un determinado tipo de teatro, a un teatro público y, de golpe, siento que es un espacio que está muy cerca a la forma en que yo concibo el teatro. Y luego me gusta que haya esta cosa como de pequeño ciclo, en el que se programará también Reyes del mundo, que es una adaptación y es otra faceta mía diferente, que no es la de escritor, sino yo, poniéndome al servicio de un material. Es una novela de Sebastià Alzamora que pone en común el encuentro entre dos figuras claves del Siglo XX que son Joan March y Joan Mascaró. Además, tendremos la lectura de Nerium Park que es una obra también importante en mi recorrido y, por último, en El Corral de Comedias, que es familia de La Abadía, presentamos Yo, travesti que es un formato de ‘alterficción’. Yo le hago una autoficción a otro en la que hablamos del mundo del transformismo. En Barcelona, Madrid, España hay una tradición larguísima que nos lleva a finales del XIX y principios del XX, con las imitadoras de estrellas, con el mundo del transformismo que ha marcado el imaginario cultural de nuestro país. La pieza reivindica a un colectivo artístico que muchas veces se le ha tenido como un género menor y no tiene nada de menor. En todo caso, son unos generadores de imaginario cultural muy profundos y que nos parecía que era interesante llevarlo a la escena. Todo esto que pasará en febrero alrededor de la Abadía para mí es un regalo, en el sentido de poder enseñar muchas facetas de mi teatro en un espacio en el que creo. Creo en su filosofía y en su forma de hacer teatro.

 

¿Qué te sedujo de Reyes del mundo para querer adaptar esta novela?

José Martret y yo nos conocemos desde hace muchos años y me propuso esta adaptación porque es una producción del Teatre Principal de Palma. Cuando me proponen un encargo lo que digo siempre es que tengo que ver que yo puedo servir a ese material. Reyes del mundo fue un pequeño fenómeno editorial en Cataluña y las Baleares porque tuvo una repercusión de lectores importante. Cuando leí el libro me encontré con una novela nada fácil de adaptar al teatro por su extensión y porque abarcaba muchos tiempos y muchos personajes. Así que simplifiqué el número de personajes: el orientalista, traductor y pensador Joan Mascaró, Joan March, una figura, un estratega político-económico importante que se le conocía mucho como el banquero de Franco. En concreto éstos son dos personajes de una fuerza. A partir de aquí, les sumo dos personajes muy importantes que son sus satélites: El hombre de confianza de Joan March y el otro personaje, la mujer de Mascaró. Es una obra que hace un recorrido sobre qué es el poder y los valores. Es una novela trepidante. Además, conocimos a Sebastiá, su autor. Él está feliz y encantado con la adaptación y yo, como escritor, también. Para mí es importante ponerme al servicio de un material y que el autor sienta que la transcripción escénica es fiel con su texto. Ha sido un viaje fascinante que me ha dado la posibilidad de trabajar con Martret, al que le tengo mucho cariño y tenemos a cuatro actores que son maravillosos: Carmen Conesa, Jordi Figueras, Toni Gomila y Rodo Gener.

 

A la hora de abordar las direcciones de tus textos, ¿de qué depende que decidas abordarlas tú o delegar esa mirada a otra persona?

Bueno yo soy un autor sobre todo. Yo empecé a dirigirme porque no me dirigía nadie, por una cuestión absolutamente de enseñar mi teatro. Ahora, con el tiempo, la verdad, me encanta ponerme en manos de otro y además, con directores como Xavier por ejemplo. A mí me gusta dirigir, pero no soy un director natural, soy un escritor que a veces dirige y cuando lo hago me lo paso muy bien y es una cosa que me encanta.  Y cuando no dirijo me gusta estar presente en el proceso de ensayos. Como autor, no me gusta ser invasivo, ni nada fiscalizador de mi dramaturgia, de mis textos, sino que para mí siempre el lugar de ensayos es un lugar de crecimiento, de aprendizaje. Aprendo sobre mi propia escritura y, sobre todo, me prepara para escrituras posteriores.  Pere me dijo que era el autor que había venido a ver más funciones de las que había hecho con nadie.  Evidentemente, luego, hay pequeños cambios en los que se ve la mirada del director y la intuición del actor.  Cuando dirijo yo como, por ejemplo, en Yo, travesti, el proyecto sale de la compañía de Roberto G. Alonso. Roberto es amigo desde hace muchos años. Habíamos trabajado en un montón de espectáculos, pero nunca le había escrito texto, ni nunca lo había dirigido. Es un espectáculo más allá del tema del transformismo. Para mí es una carta de amor y de amistad a Roberto. A su trabajo y a su trayectoria. Yo le escribo, le hago el traje a medida.  Este espectáculo transpira verdad. Es un texto hecho para Roberto y Jordi Cornudella, el músico. No es un texto que escriba y luego aparezca un actor. Hay una parte que tiene que ver con la vivencia personal de Roberto, con su vida, con su historia, con su trayectoria como transformista. Yo siento que después de este espectáculo, Roberto y yo hemos reforzado nuestra amistad. He entendido más su mundo, su fuerza, su fragilidad y me parece que lo que nos regala Roberto es una cosa de una autenticidad muy hermosa.

 

Febrero, el mes de Josep Maria Miró en Madrid en Madrid
El reparto de Reyes del Mundo. Foto de Josep Maroto.

 

Sin duda, es necesario visibilizar el transformismo y ponerlo a la misma altura que cualquier otro género…

Sin duda, son personajes con unas historias fascinantes. Hay una cosa que cuenta en un momento Roberto, que es que nuestro país será un poco mejor el día que nuestras calles o nuestras plazas o los espacios de memoria no sean porque han apaleado, como dice Roberto, a una de nuestras amigas o la hayan matado. El día que tengamos una calle de una persona que nos dio su arte y su alegría en el escenario, seremos un poco mejores. El transformismo ha sido tratado siempre como género de segunda, de espacio clandestino y no profesional. En esta pieza les hemos querido dar una dimensión y ponerlo de la misma forma que reivindicamos a los autores y las autoras literarios; poner a un primer nivel cultural las figuras del transformismo.

 

Este montaje se exhibió por primera vez en la cárcel de La modelo en el Festival Grec y ha ido mutando por otros espacios…

Nos dijeron que querían un espacio no convencional y propusimos La modelo. Fue muy emocionante porque ese lugar había sido un espacio de represión LGTBIQ+. Y, de golpe, ponerlos allí con tacones, con lentejuelas para reivindicar la cultura que había sido torturada allí dentro. Luego estuvimos en la Fundació Joan Brossa con el mismo espectáculo, pero ya en formato teatral. Será la misma puesta en escena que se dará en Madrid con un formato teatral, mucho mejor acabado, con luces…pero la fuerza que tienen ambos montajes es distinta. Es un espectáculo profundamente político, con una mirada ideológica y reivindicativa.

 

¿Qué dificultades has tenido hasta llegar dónde te encuentras ahora y qué dificultades sigues encontrando?

Ser un autor es una profesión de resistencia. Me siento afortunado, he escrito el teatro que quería y ha tenido un recorrido tanto en mi casa, como también fuera. La experiencia internacional es muy fuerte, pero es una profesión muy difícil también. Cuando levantamos El cuerpo… no fue nada fácil encontrar un espacio. Cierto es que es un texto que nos ha dado muchas alegrías, pero nos encontramos muchos ‘noes’. Mi presencia en Madrid ha sido mucho menor en este sentido y te encuentras muchas dificultades para presentar un texto a un teatro público y que, de repente, ni siquiera te lean. Una dirección artística tiene que decir que sí o que no y tratar como profesionales a los profesionales.  Incluso habría que contar por qué descartas un proyecto. A veces tienes un texto y sientes que entra en una dimensión desconocida. Esto es muy frustrante. En nuestra profesión siempre estás comenzando desde cero otra vez. Todo lo que has hecho, a veces parece que no cuenta para nada. Por una parte, es fascinante porque cuando estrenas un montaje, el espectador va a verlo sin importarle lo que hayas hecho antes. Lo importante es lo que está pasando en ese momento con el espectáculo nuevo que estás presentando. Hay una cuestión siempre de renovación de exposición nueva y eso me gusta. En cambio, lo que me parece más difícil es el sistema teatral. El sistema público es complejo y complicado. No lo digo por la Abadía porque Mayorga tiene una cosa excelente y admirable y es que siempre te responde y te explica. Es un hombre que te lee y su función como director artístico es la que esperas de un director artístico, pero no siempre es así. Y no me hagas decir nombre (risas).

 

¿Cómo estás viviendo los casos de censura de muchos compañeros y compañeras?    

La censura siempre es un mal compañero de viaje porque es la antítesis del teatro. La Cultura siempre tiene que ser libre y se tienen que generar mecanismos para que los teatros y los directores artísticos tengan este margen de libertad. Lo importante es generar un ecosistema que esté libre de decisiones políticas. Dirigir un teatro público es una decisión política, pero no puede haber la intervención del político, eso es otra cosa. Hay que garantizar la independencia de los directores y las directoras artísticos de los teatros, porque si no es matar la cuestión más importante y es que el arte tiene que ser libre siempre. Me preocupa, no ya sólo la censura, sino la autocensura.  Me parece preocupante que haya artistas que no puedan desarrollar la forma en que entienden el arte y que su arte esté secuestrado por la necesidad de trabajar. Eso me parece que también es un problema enorme. Es fuerte que el propio creador tenga que asumir la dictadura del capitalismo cultural. Los intentos de censura han estado siempre y desde colores distintos también. Lo preocupante es que haya políticos que sientan que son los programadores, que son los directores artísticos de los teatros. Por eso hablo de la necesidad de blindar la libertad de estos directores artísticos.

 

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