¿De dónde vino la idea para crear Lagunas y Niebla?
El proyecto nace en Alemania, en la Schaubühne, que es un teatro alemán con Martín Valdés como dramaturgo. Viene de la fundación alemana EVZ que trabaja sobre memoria histórica y el impacto que tuvo el nazismo en Europa. Entonces es un proyecto internacional, hay una pata en Berlín. En la Schaubühne se estrena estos días una función sobre la Segunda Guerra Mundial y Ucrania con actores ucranianos y alemanes, y en Grecia se estrenara en unos meses otra función sobre Tesalónica, en el Teatro Nacional del Norte de Grecia. Allí también hubo un campo de concentración. En España querían hacer algo con jóvenes: entonces contactaron con La Joven y juntos han acordado el proyecto entero. Va sobre la visión de los jóvenes sobre la guerra civil española, sobre lo que saben y lo que no, y sobre como la guerra les ha afectado o influido de alguna manera.
La obra deja claro un paralelismo con el panorama político actual, esta inestabilidad y el miedo que genera, ¿por qué es para ti un buen momento para tener presente la Guerra Civil?
Cuando empecé a escribir esto, me encontraba gente me decía: «¿Que estás escribiendo de la Guerra Civil? Pero, ¿por qué hablar de la Guerra Civil ahora, si ya está todo contado?» Y esas mismas personas que me decían que estaba todo contado, al hablar de ello no tenían casi ningún conocimiento de lo que había pasado. Incluso en mí mismo, cuando me puse a leer y a estudiar, encontré mucha confusión en los datos: arrastramos una desmemoria muy grande y se habla mucho de la guerra, pero nos falta muchísima precisión y conciencia sobre lo que ocurrió para hablarlo con jóvenes. La primera generación que vivió la guerra fue la del silencio, por la represión política, y la siguiente tenia el pudor de hablar sobre ello porque sus padres lo habían sufrido. Mi generación esta en una situación de confusión, pero la que viene tiene una libertad de miras mucho mayor y creo que entiende que la memoria histórica no es una cosa de partidos políticos, sino de tiene que ser como una cosa de ciudadanía. En este momento de polarizarnos y de mucha crispación, el teatro siempre nos abre un espacio de diálogo posible, de ver al otro, de intentar entender al otro y poner cosas en común. Eso intento yo con esta obra: no ponernos en blanco y negro, ver los grises y establecer un diálogo.
¿Cómo llegaste a la compañía de La joven?
Yo ya he trabajado con La Joven en otras ocasiones, escribí para ellos Eneida y Praga 1941, que es una obra que está en gira. Pensaron en mí porque tengo trabajos sobre memoria, y para desarrollar ese proceso de talleres, de hablar con institutos, profesores, historiadores ya tenía experiencia.
No es tu primer contacto con el tema del franquismo en tus obras, participaste en el proyecto Cicatrizar que propuso Sanchis Sinisterra en 2021 con tu obra Impunidad. ¿Hay algo de esa obra en esta nueva propuesta?
Son momentos muy distintos porque Impunidad habla sobre el final del franquismo y las consecuencias de las torturas que hubo. Y esto trata sobre lo previo, todo el proceso de guerra. Los años 70 contra el 36. En la otra obra había una mirada muy concreta sobre la falta de consecuencias de los primeros años de la dictadura. Pero en esta hay una mirada más compleja porque intento dar un prisma muy amplio: sobre todo, en la guerra a veces vemos historias muy puntuales y no vemos que cualquier punto de vista se puede rebatir con otro. Me interesaba que esta pieza fuera un prisma de todo, que hubiese discursos de los dos bandos, gente neutral, gente rural y de la capital gente con ideología política o gente a la que simplemente le pilló la guerra. Es una mirada que incluso a mí me conflictúa a veces, porque hay cosas que estamos acostumbrados a contar desde un lugar y supone un esfuerzo ponerse en todos los lugares posibles.
En tus obras siempre hay un poco de reflexión existencial, un poco el preguntarse quiénes somos y porqué pensamos lo que pensamos. ¿crees que es una preocupación habitual en los jóvenes de hoy en día?
Sí, sí, sí. Cuando he tenido talleres con gente joven me he sorprendido porque me encontraba jóvenes que sabían muchísimo. Empecé el proyecto con una noticia que decía que los jóvenes españoles saben menos de la Guerra Civil que los franceses o alemanes, pero me he encontrado con chavales con muchísimo interés en historia y geopolítica, y un nivel de conciencia muy bestia de lo que han heredado. Me pareció muy interesante plantearlo en la obra: los personajes son jóvenes que saben, que se preocupan y que discuten las perspectivas con mucho mucho conocimiento. Uno de los aciertos es plantearlo no desde el “No sabemos nada ni nos interesa” sino desde el “si nos interesa, queremos saber y ver hacia dónde vamos como jóvenes”.
Lagunas y Niebla habla de la mirada que tiene la juventud actual sobre la época de la guerra, pero también de la visión de los jóvenes entonces, aquellos que ahora son nuestros abuelos. ¿Crees que ambas generaciones, la suya y la nuestra, entenderán de la misma forma la obra?
Creo que las lecturas son distintas, pero es una obra para todos los públicos, para jóvenes y para adultos, para los que la vivieron y los posteriores. Tiene muchísima fuerza ver a gente de veintipocos años hablando sobre lo que ocurrió, imaginando quiénes hubiesen sido ellos en ese contexto. Y ver cómo dialogan con los abuelos, los padres, esas generaciones.
Hablas de cómo los jóvenes desconocen la historia reciente de España ¿consideras uno de los objetivos de la obra el educar a los jóvenes en la guerra civil?
Bueno, no educar, sino compartir, compartir esos conocimientos. No es algo que haya hecho yo, se ha compartido todo el proceso con los jóvenes en los talleres, con los actores. Sí que es ampliar conocimiento, pero no solo los jóvenes. He oído a gente de mi generación decir que con Franco empezó la democracia o que la República dio un golpe de estado. Ese título de Lagunas y Niebla viene un poco de ahí, esa confusión en datos y en información que hay.
¿Con esto crees que has cerrado el ciclo del franquismo o te quedan frentes por tocar, tal vez que inspiren otras obras?
Bueno, todo se puede inspirar. Yo no elegí el tema de partida, fue una propuesta, pero ha sido un tema que me ha apasionado desde que me metí. Puede que cierre una fase aquí o puede que se pueda tirar de algún hilo concreto y encontrar otras historias, porque son muchos años de historia que es inabarcable, y no me gusta repetir historias. Pero no digo ni que sea el final de un tema, ni que vaya a desarrollar más, porque no lo sé todavía.
¿De qué forma usas las herramientas propias del teatro, la escenografía o la dramaturgia, para tratar el tema de la violencia inherente en la obra?
La obra es un abanico muy amplio, toca la comedia al principio hasta que al final llega a la encarnación sobre una situación de guerra. La violencia en puesta en escena depende más de la dirección de José Luis Arellano. Hay parte de la violencia que se imagina, no es una violencia explícita en escena. Se sugiere. Hay un momento en el que se ven armas, pero desde un plano teatral. El juego ahí es involucrar al público en esa historia porque los personajes son parte de nuestra sociedad, y ellos deciden convertirse en esa guerra.
Cada personaje de la obra parece la representación de una idea muy marcada, y cada uno toca su territorio. ¿crees que has conseguido crear personajes reales con los que identificarse, más allá de sus ideas, o son solo un vehículo de estas?
Hay personajes que parten de personas reales, algunos que vienen de los talleres con chicos desde 10 hasta 25 años. Y cada uno cuenta una cosa distinta. En un taller sobre la memoria en Gijón les pedimos que fueran portadores de mensajes distintos. Una chica habló con una señora de ciento y pico años que había vivido la guerra, otra chica contactó a una señora que fue niña de la República. Una de las actrices, Julia, es española de padre africano. Yo le hice una entrevista y ella estaba preocupada por el tema de la raza, quería hablar sobre la migración, y así fue como encontramos el tema de la guardia africana. Entonces son personajes complejos, que al principio dan un punto de vista muy distinto pero se van complejizando.
Hay dos personajes muy opuestos entre sí, Inma y Juan, una mirando siempre al pasado y otro preocupado por nuestro futuro. ¿Hacia qué lado miras tú?
Yo creo que hay que compatibilizar ambos, pasado y futuro. Hablando sobre memoria histórica con una amiga me dijo que decir eso es como cuando vas a terapia porque no puedes dormir y el psicólogo te dice: “¿qué relación tenías con tus padres?”. Y tu piensas: “qué tendrá que ver, si yo lo que quiero es dormir”. Es lo mismo. Los efectos que tú tienes ahora en tu vida siempre tienen un pasado, son consecuencias de algo. Creo que los jóvenes están enfocados al futuro, pero tienen que ser conscientes de qué ha pasado antes de ellos para poder tener un futuro pleno.
¿Cuál fue el momento más emocionante de ese proceso de recabar historias para construir el relato?
El taller en Gijón fue muy bonito porque teníamos un grupo de diez chavales del Instituto y ellos fueron generando historias. Ese taller lo hice con Irene Herrero, otra dramaturga involucrada en el proceso, y ella me dijo: ”les hemos mandado mucho que investigar y hacer, puede que hoy no traigan nada”. Pero trajeron muchas cosas, escribieron sus propios monólogos, y tomamos conciencia de que había un interés real. Otro momento muy bonito fue en el Instituto Ramiro Maeztu con un profesor de historia con el que hablamos. Quería ver como daba historia por ese tópico que hay de que la Guerra Civil se pasa por alto en el programa escolar, y él en dos horas me explicó todo lo que daba. Y fue increíble decir: “Pues sí se está dando realmente, es un prejuicio”. Después hablé con unos alumnos suyos que sabían muchísimo de historia, más que yo, me explicaron muchas cosas y esos encuentros me hicieron ver que quería presentar a personajes jóvenes que sí saben de historia.
Habéis hablado en talleres con gente joven, sí, pero también directamente con gente mayor.
Sí, hemos hablado con gente que lo vivió. La madre de David Peralto, que es el director de la compañía, fue una niña de la República y también le hice en una entrevista. A mucha gente. Había muchos que no vivieron la guerra, pero son hijos de los que sí y cuentan lo que les contaron. Ha sido un proceso muy largo, había una historiadora conmigo revisándolo todo. Queriendo dar una mirada muy prismática, necesitábamos compartir el proceso con mucha gente. Yo como autor necesitaba compartirlo.
En cierto momento de la obra un personaje se plantea cuál habría sido su papel si le hubiese tocado ser un joven más en la guerra civil española. ¿Cuál habría sido el tuyo?
No tengo ni idea, porque yo me dedico a la cultura. Cuando empezó la guerra muchísima gente por ideología o posicionamiento se tuvo que ir, y otros murieron. Puede que hubiera sido un exiliado. Una cosa de la obra que me gustó meter fue reivindicar figuras de la derecha que murieron a manos del otro bando, y se habla del escritor Pedro Muñoz Seca un poco como la otra cara del Lorca que todos conocemos. Yo prefiero no imaginar quién habría sido, pero no pinta bien.
Siempre te has caracterizado por mantener el humor en cierta medida en tus obras aunque traten temas complejos. ¿Veremos algo de ese toque en Lagunas y Niebla?
El principio de la obra entra desde la comedia de ese debate entre la importancia del futuro y del pasado, pero desde lo cotidiano, desde una pareja que decide si siguen juntos o no. Son jóvenes actuales con sus preocupaciones habituales y poco a poco van viendo que tienen más que ver con el pasado del 36 de lo que creen. Hay humor, claro, porque fueron muchos años de guerra y aunque había miseria y peligro la vida se abre paso. La gente busca la vida, la alegría, lucha por ideales maravillosos. Hay una mirada no solo de los desastres de la guerra, sino también de las posibilidades.
Conoces a María Goiricelaya del proyecto Cicatrizar y habrás visto las críticas que ha suscitado Altsasu. ¿Qué mensaje darías a posibles críticas que puedan surgir, por tratar un tema ya de por sí polémico dando voz a diferentes puntos de vista?
Yo creo que el teatro, como dicen María Goiricelaya y Juan Mayorga, es un lugar de encuentro, de debate y de reflexión. En este texto, como en Altsasu, el esfuerzo está en ver los distintos puntos de vista. No se trata de dar un mensaje y una conclusión para aleccionar al público. Yo en este caso doy puntos de vista distintos a los míos y hablo de cosas que no hay que tapar. Hay que evidenciar y dar voz a todo para posicionarnos cada uno donde queramos, pero sabiendo lo que hay. Yo creo que una sociedad madura, democrática, tiene que hacer esa reflexión sobre sí misma. Esto es teatro y tú puedes ver algo, teniendo una visión distinta, y disfrutarlo. Esto es lo que creo que se persigue en esta obra.
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