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El teatro en sí misma

Nerea Moreno: “Si no hay equidad nadie será feliz, ni hombres ni mujeres”

Nerea Moreno es la actriz protagonista de Paella, una obra de Tarambana Teatro que podrá verse en enero en el Teatro Fernán Gómez. Se trata de una comedia gastroescénica que plantea el debate sobre el papel de la mujer en la sociedad actual.

Un divertido texto escrito por David Fernández ‘Fabu’ (que también da la réplica a nuestra interlocutora en escena) y dirigido por Víctor Velasco.

Paella es una comedia que vibra sobre el escenario según la vamos descubriendo. Unas veces ácida y otras alocada, la obra nunca pierde de vista su fundamento: poner de manifiesto las desigualdades entre hombres y mujeres persistentes en nuestra sociedad y, más concretamente en el ambiente laboral, rindiendo al mismo tiempo un homenaje al teatro.

 

¿De dónde viene tu amor por las Artes Escénicas?

De mi desamor del resto de cosas.

 

Qué poético…

Es que es así. Yo hacía teatro en el instituto y era el único sitio donde me encontraba un poco en mi lugar, me encantaba hacer teatro y disfrutaba mucho sobre el escenario, así que tiré por ahí.

 

¿Dónde te formas?

En la RESAD, tuve la suerte de entrar ahí y estar 4 años, aunque a los 3 meses ya me quería ir (risas). Al principio no entendía nada, pero luego ya le fui cogiendo el gustillo.

 

¿Qué gente había en tu promoción?

Pues estaban Natalia Hernández, Elvira Cuadrupani, Alfredo Sanzol, Ana Zamora, Víctor Velasco, Lucía Quintana… y nos dio clase gente como Ernesto Caballero y Charo Amador, así que te puedes imaginar.

 

Vaya nivelazo. Salvando las distancias es como cuando ves la mítica promoción de 1927 de la Residencia de Estudiantes. En su momento eran nombres que no llamarían la atención y mira luego.

Sí, igualito (risas). Pero es verdad es que miras las carreras de todxs ellxs y es muy guay ver lo bien que les ha ido.

 

Y cuando terminas tu formación, ¿como es el primer paso hacia el abismo de empezar a trabajar?

Pues no daba un duro porque alguien me contratara, la verdad. Pero me llama Ernesto Caballero para hacer El monstruo de los jardines en el año 2000, con mucha gente de mi promoción de la RESAD. Esa es la primera piedra en el camino.

 

Y aunque no dieras un duro por ti misma, ¿en qué momento te das cuenta de que sí existe ese camino y que puedes vivir de él?

Pues cuando veo que en el teatro hay gente muy diferente. Yo pensaba que había que ser de una forma determinada para ser actriz o actor y luego ves que no, que hay sitio para todos si sabes estar ahí y esperar el momento. Yo estaba en una compañía de teatro de calle y a la vez estaba ensayando otra obra que hacía en el Infanta Isabel y ahí. Así que dejé el teatro de calle, con el que ganaba un buen dinero, para hacer este trabajo. Y después me volvió a llamar Ernesto Caballero y digamos que cada vez iba poniendo más piedras en mi caminito, pero vamos, que seguía trabajando en La Vaca Verónica poniendo filetes y carabineros… seguía sin dar un duro por mí. De hecho, en cuanto acaba un montaje me digo: “bueno, ya está, se acabó, ya se acabó, ya no trabajo más”.

 

¿Lo sigues pensando?

Sí, claro, siempre creo que nunca más volveré a trabajar, incluso ahora lo pienso.

 

Me ha llamado la atención eso que has dicho de que en el teatro de calle ganabas mucho dinero.

Sí se ganaba, sí, y era muy divertido, y ahí me di cuenta que el teatro es el mismo en la calle que en un escenario que para 10, que para 2000 personas, el hecho teatral es el mismo, y eso a mí me alucinó. Con esa compañía podíamos escribir y hacer un poco de todo y fue muy guay, la verdad.

 

Yo, que tengo idealizada la peli de Noviembre, de Achero Mañas, pensaba que en la calle estaba la pureza del teatro, no el dinero.

Bueno, es que nosotros teníamos poco que ver con Noviembre. No hacíamos cosas performáticas, era de temática medieval, pero fue una experiencia genial.

 

Aunque sigas pensando que no volverás a trabajar, ahora en enero te vamos a poder ver en el Teatro Fernán Gómez haciendo Paella, junto a Fabu. Si no me equivoco, os conocéis desde los 4 años…

Sí, desde el colegio.

 

¿Cómo ha sido esta relación tan duradera y tan fructífera en muchos aspectos?

Pues es que somos muy amigos, y eso que en el colegio yo le caía muy mal a él y él a mí, pero él dice que no lo recuerda. Fabu siempre ha sido genio y figura, siempre ha sido un tío súper capaz, súper responsable y con mucho tesón. Muy buen tío. La verdadera amistad la hacemos en el instituto, en el grupo de teatro y desde ahí ya somos como familia.

 

El teatro en sí misma en Madrid

 

¿Y cuál fue tu primera impresión cuando te pasó el texto de Paella?

Pues me encantó, me pareció un regalo súper bonito y se lo agradezco mucho, la verdad. Durante la pandemia yo estuve dando clase de Lengua y Literatura en un instituto en Campo Real. Por aquella época yo estaba haciendo una obra en el Teatro de las Aguas para una media de cuatro espectadores por función… te puedes imaginar. Llega la pandemia y un amigo me dice que falta gente para dar clase en los institutos. Yo presenté mis papeles y me cogen, y me veo ganando 2000 y pico euros al mes sin cambiarme, sin sudar, sin llorar… y vi el cielo abierto, como un buen camino que coger, incluso pensé en prepararme las oposiciones. Y en estas llega Fabu con la obra y me cambió el plan. No podía decir que no a algo así. Sentí mucha emoción al leer el texto porque sentí que había mucho de mí sin que yo hubiera puesto ni una coma en él.

 

¿En qué sentido había mucho de ti?

En que el personaje lo escribió para mí pues quizás la persona que más me conoce del mundo. Entonces cuando viene alguien y me dice: “¡Ay!, estás estupenda”, pienso, claro, es que me lo han hecho para mí.

 

La obra plantea el debate sobre el papel de la mujer dentro del ámbito laboral en la sociedad actual. En tu experiencia vital, como mujer, ¿te ves reflejada en las situaciones que ocurren en Paella?

Pues sí es verdad que hay cosas intrínsecas a ser mujer que no sabes muy bien a qué responden. Por ejemplo, a la hora de ensayar con Fabu durante la pandemia, él me decía “quedamos a las 10”. Y yo a esa hora no podía porque tenía que cuidar de mi madre, limpiar la casa, bajar a hacer la compra… es como todo más complicado, porque la sociedad nos impone el rol de cuidadoras de una forma mayoritaria. No digo que no haya hombres que cuidan fenomenal a sus madres e hijxs, digo que mayoritariamente lo hacemos las mujeres.

 

¿Y en el ámbito laboral has vivido comportamientos no igualitarios?

Pues sí, algo he visto y vivido, pero si te digo la verdad, me han puesto las mismas zancadillas hombres y mujeres. Si fuera dramaturga o directora a lo mejor te diría otra cosa, porque seguramente ellas lo han tenido más complicado para hacer oír su voz, pero yo no tanto. También es verdad que yo empecé a trabajar con un bagaje vital importante, además que soy vallecana (risas), y he podido torear las cosas de otra forma, no sé.  Nadie me ha tocado donde no he querido, me han hecho propuestas y he podido decir que no tranquilamente… pero esta es mi experiencia, no todas han podido hacer lo mismo. Yo no hablo por el resto de mujeres, que seguro que hay muchísimas que se han tenido que ver, desgraciadamente, en situaciones muy complicadas, porque aunque no queramos, vivimos en un mundo machista y si no se establece verdaderamente una equidad entre los seres humanos nadie será feliz, ni hombres ni mujeres.

 

En la obra hay crítica veladas a la profesión. ¿Hay mucho que mejorar en las Artes Escénicas?

Los que nos dedicamos a esto siempre estamos bajo sospecha. Siempre hemos sido unos nómadas desarrapados a los que nadie toma en serio. Y resulta que somos gente que vive cantando, bailando, creando y que tenemos una cultura bestial, en la mayor parte de los casos. Los intérpretes afrontamos riesgos vitales que otras personas ni se plantean, así que deberíamos estar más valorados. A medida que una sociedad vaya adquiriendo más profundamente Cultura, esto mejorará, pero es complicado, porque la gente parece que cada vez se aleja más de esta perspectiva, les seguimos dando miedo.

 

Paella no es una obra fácil de realizar, porque es una obra en la que se juega mucho, hay cambios de roles, hay cambios de perspectiva constantes… Ahí el autor os la jugó un poco, ¿no?

El autor y el director (Víctor Velasco), los dos nos la han liado pero bien. A nivel de texto todos esos juegos y cambios estaban claros porque Fabu partió de ahí, pero Víctor lo potenció. Fabu tenía muy claro los actantes, los actores, los personajes y los juegos a distintos niveles. Fabu y yo teníamos hace tiempo un espectáculo de cabaret muy chulo en el que jugábamos mucho en escena y él ha partido un poco de ahí, de ese lenguaje y esa forma de crear que teníamos.

 

En el teatro siempre se dice el tópico de que cada función es diferente, que es todo vivo, pero en vuestro caso con tanto juego, cada función sí que tiene pinta de ser una fiesta distinta, una paella distinta.

Sí, claro, cada función es distinta. Y como te digo, Fabu y yo nos conocemos mucho y podemos ir modificando algo en función de las respuestas del otro, pero es verdad que Víctor ha hecho un trabajo de cirujano, muy preciso en todo, haciéndonos pasar por todos los hitos que ha ido marcando a lo largo de la obra así que tampoco se nos puede ir la olla. Nos ceñimos mucho al trabajo que ha planificado y que hemos ensayado.

 

Estrenasteis la temporada pasada en Nave 73 y luego habéis Estado girando por España. ¿Cómo ha sido este viaje?

Ha sido genial, porque sentimos que a la gente le gusta la obra. Confiábamos en que gustara, pero no teníamos la conciencia de que iba a gustar tanto. Es una obra que mueve y que conmueve y creo que ha ido creciendo en cada función.

 

¿En qué sentido ha crecido?

La experiencia nos ha ayudado a que todo empaste mejor y creo que la hemos refinado y ha mejorado desde el estreno que tú viste en octubre de 2022.

 

En el XVII Festival de teatro y danza Santander incluso recibisteis premios.

Sí, nos dieron tres premios, el de Mejor Dirección para Víctor, el Premio del Público y a mí como Mejor Actriz. Pues te diré que en esa función se nos fue la luz en mitad de la función, no podíamos hacer ni la paella, así que estuvimos improvisando una escena de 10 minutos, cosa que pudimos hacer gracias a todo el ‘background’ que tenemos Fabu y yo.

 

¿Y en Valencia cómo se acogió? ¿Hubo críticas por vuestra paella?

La verdad es que no, nuestra paella gustó mucho allí, y de hecho vamos a volver. Si es que Fabu es un cocinillas también, no le falta detalle a este chico, e incluso la paella hecha sobre un escenario le queda bien.

 

Me has dicho antes que el teatro se hace en cualquier, ¿pero cómo afrontas ahora el salto con esta obra al Fernán Gómez?

Fabu, Víctor y yo ya hemos estado antes en el Teatro Fernán Gómez y en otros espacios parecidos. Somos actores profesionales y no tengo ninguna duda que va a ir estupendamente. Y no sé, creo que es un buen sitio para mostrar este trabajo y esperemos que la gente que se acerque lo sepa apreciar.

 

Es verdad que llevas una larga trayectoria a tus espaldas, pero el año pasaste luciste espléndida en Coronada y el toro. ¿Crees que pudo ser un punto de inflexión en tu carrera?

La verdad es que no, no lo siento así. Es un trabajo más, maravilloso eso sí, y que me ha permitido conocer a Rakel Camacho, que me parece increíble, y yo haría cualquier cosa para que Rakel despuntara y le dieran el sitio que se merece en las Artes Escénicas, pero en este trabajo todo puede ser todo y nada es nada. Es un trabajo del que me siento muy orgullosa, qué duda cabe, pero no sé si cambiará algo en mi carrera.

 

 

¿Pero no crees que hay un punto en esa carrera en el que ya no dejas de hacer?

Ni de coña, no lo creo. Puede darse el caso de algunas personas que ya llegan a un nivel en el que siempre tienen trabajo y bien remunerado, pero son una minoría. El resto nos tenemos que buscar la vida cada día y no dejamos de formarnos para estar preparados por si nos cae un nuevo papel. Creo que no tengo que recordarte las cifras de desempleo que hay en este sector, ¿verdad?

 

Cierto. Si te sirve de algo, hay un gestor cultural con muchos años de carrera en el teatro que me ha dicho que eres la mejor actriz que ha visto en su vida.

Pues no tengo ni idea de quien ha podido ser, pero dile que me llame (risas).

 

¿Qué balance haces de tu trayectoria hasta ahora?

Pues a pesar de todo esto que te estoy contando, de todos los miedos que surgen al terminar un trabajo y no saber si va a volver a sonar el teléfono estoy muy satisfecha, creo que he tenido mucha suerte de haber trabajado en los proyectos en los que trabajado y con la gente con la que he trabajado.

 

¿A qué saben los aplausos?

¡Hala!

 

Y ya te dejo en paz…

Tenía que haberte dado esta entrevista después de unas cuantas sesiones más con el psicólogo (risas). Pues la verdad es que es muy bonito terminar tu trabajo así. En ese sentido somos unas privilegiadas, en otros no tanto, pero en ese sí, porque no a todo el mundo se lo hacen. ¿Se sigue aplaudiendo a los pilotos cuando aterrizan bien el avión?

 

Yo creo que eso es algo que se ha dejado de hacer.

Una lástima que se pierdan las buenas costumbres (risas). Ya en serio, es muy bonito recibir esos aplausos y ver la cara de la gente y sentir que les ha gustado y les ha llenado. Yo me doy más cuenta de eso cuando voy al teatro como espectadora y algo me traspasa. Ahí es cuando pienso en la suerte que tengo de poder dedicarme a esto. El otro día en la televisión vi el Imprescindibles que hizo RTVE sobre Blanca Portillo y yo no hacía más que repetirme: “yo quiero esto, yo quiero ser actriz”.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

 

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