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El lugar de los afectos

“Es inadmisible que haya tantas personas sin acceso a un hogar”

Begoña Caparrós es una actriz nacida en Madrid pero que lleva consigo una mochila cargada con todas las sensaciones almacenadas en los muchos lugares en los que ha vivido a lo largo de su camino. Sobre el concepto de hogar y sobre lo que significa que te despojen de él ha escrito su primera dramaturgia, Archipiélago, una obra sobre la pérdida, los afectos y la soledad que ella misma dirige y también interpreta.

Me reúno con ella para que me cuente un poco de su amplia trayectoria profesional y de lo que nos vamos a encontrar en esta obra que puede verse en el Teatro Lara hasta el 1 de mayo todos los miércoles.

 

 

¿Dónde te nace la vocación de ser actriz?

Pues mira, supongo que se ha ido forjando con el tiempo. Tengo un primer recuerdo a los 4 años en una función teatral del colegio, esa fue la primera vez que tuve la sensación de estar actuando. Era una función de Navidad especialmente bella porque estaba basada en el Auto Sacramental de los Reyes Magos junto a muchos poemas, romances, bailes… era algo que hacíamos todo el colegio. Los más pequeños hacíamos solo un baile, pero muy bonito, y aún tengo en la cabeza recuerdos vívidos de llevar una falda naranja de pastorcita y tengo mucho cariño por esa imagen. Luego también recuerdo ir al teatro con mis padres, cuando era algo más mayor, y no recuerdo qué obra era, ni qué teatro concretamente, pero era uno de los templos teatrales de la ciudad, no sé si el Español o el María Guerrero, pero la sensación que me invadió era la de estar en un lugar sagrado. Y eso me marcó.

 

A mí me pasó de adolescente, que fui al Teatro Lara, y tuve una sensación parecida.

Sí, el Teatro Lara es maravilloso también. Son recuerdos imborrables que dejan huella.

 

A pesar de esa vocación, tú eres licenciada en Derecho…

Sí, así es, una no puede borrar su pasado (risas). Cuando yo llegué a mi casa diciendo que quería ser actriz mis padres me apoyaron, me dijeron que adelante, pero que también tenía que estudiar una carrera universitaria. En ese momento la Escuela de Arte Dramático no tenía la titulación de carrera universitaria, así que opté por hacer Derecho. En esa época compaginaba la facultad con los estudios de teatro, de danza, con el rock n’ roll… y ya eran demasiadas pelotas en el aire que no podía controlar y algo tuve que dejar, así que durante un tiempo se cayó la pelota del teatro y lo tuve que dejar durante unos años y muchas veces pienso en si no lo hubiera dejado, pero bueno, una es en función de lo que ha hecho y yo fui haciendo y eligiendo caminos. También haber estudiado Derecho me ha ayudado muchas veces en todas esas partes de la profesión de actriz que no tienen que ver con actuar, cosas de producción, de distribución, contratos… así que me sigue siendo útil también. Y cuando me toca hacer de abogada en algún papel lo bordo (risas).

 

¿Me puedes hablar de la pelota del rock n’ roll? Que lo has mencionado de pasada y esa faceta no la tenía yo controlada…

Nooooo, hoy no toca hablar de eso (risas), esa es una de las cosas que no quería decir y se me ha escapado. En aquella época en Madrid había mucha música y el rock n’ roll era una forma más de expresión que me quitaba tiempo de otras cosas como el teatro, pero dejémoslo ahí (más risas).

 

Vale, pero me quedo con la intriga… Tras ese parón, ¿cuándo decides que es el momento de volver a jugar con la pelota del teatro de nuevo?

Yo soy de Madrid, pero he vivido muchos años fuera. Ha sido un camino por muchos lugares en los que te ibas impregnando de muchas cosas. Yo viví tres años en Latinoamérica y ahí retomé mucho el tema de la danza, el cuerpo y el baile. De ahí me fui a San Francisco y allí retomé los estudios que tenían que ver con el cuerpo, allí hice los estudios más avanzados de movimiento, pero también volví al mundo de la ‘performance’, más que al teatro de texto. Allí formé parte de varios grupos e hicimos trabajos muy interesantes. En esa época conocí en San Francisco a un bailarín que, tras formarse como actor en el American Conservatory Theatre, estaba impartiendo clases en Barcelona de Técnica Meisner y decidí irme a Barcelona a estudiar con él y estuve un tiempo con un pie en cada lado del Océano. Ahí ya fue cuando volví de una manera estructurada al teatro.

 

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Begoña Caparros. ©Geraldine Leloutre

¿Por qué Meisner? ¿Fue por la técnica en concreto o por la oportunidad en sí de ir a Barcelona?

Fue por la persona que conocí en San Francisco, que es Javier Galitó-Cava, y fue esa gran conexión a la hora de entender el trabajo de la misma forma la que me llevó a Barcelona. Él es un gran referente en la enseñanza Meisner y me atrajo la propuesta de venirme y aprender ese método de trabajo.

 

¿Qué diferencias hay entre el Método Meisner y otras técnicas de aprendizaje?

Es una herramienta más, ni mejor ni peor. Cada uno va llenando su mochila con distintas herramientas a lo largo de la vida y todo sirve en un momento dado y todo suma y uno de mis primeros profesores, que fue Jesús Cracio, decía que un actor está en formación o en deformación, y eso se me ha quedado muy grabado. Meisner fue una gran formación para mí, muy profunda, pero cada día sigo aprendiendo y me sigo formando para sumar conocimiento. Me alimenta mucho el poder estar cerca de otras miradas y otras maneras de hacer teatro también.

 

Y después regresas a San Francisco, concretamente a Stanford.

En Stanford trabajé durante una temporada en el departamento de animación con ordenadores porque lo que necesitaban era gente que supiera de movimiento. Ahí estaban los cerebros en el mundo de la animación y querían crear una especie de banco del movimiento. Había un proyecto de investigación muy grande y yo tuve la suerte de trabajar en él recreando movimientos cotidianos para que pudieran captarlos y recrear después del diseño corporal en el ordenador. También en esa época seguí haciendo cosas con grupos de investigación escénica y aunque fue una época muy bonita tuve que volver… pero una parte de mi corazón se quedó allí.

 

Siempre preguntamos por la escena teatral de Buenos Aires o de otros países europeos, para ver cómo están en relación aquí. ¿Cómo era la escena teatral del San Francisco que tú conociste?

Pues a ver, San Francisco es una ciudad multicultural y es como una ciudad más europea, son las cosas que siempre se dicen y son verdad. Es cierto que es una ciudad multicultural, pero en ese momento en el que yo viví allí, cada cultura era como compartimentos estancos, no había mucha conexión entre ellos, eran como burbujas independientes y eso se apreciaba y afectaba a las propuestas escénicas, que las había de todo tipo, pero a esas propuestas teatrales siempre solía ir el mismo tipo de gente. Imagino que algo habrá cambiado con el tiempo, pero yo echaba en falta que hubiera más interrelación entre los distintos grupos étnicos.

 

También has estado en Uganda…

Sí, cuando vivía en San Francisco y tuve la suerte de estar estudiando tanto sobre el cuerpo, el movimiento, la performance, sobre el desarrollo de la creatividad… yo veía de qué manera aquello que estábamos haciendo era un privilegio en todos los sentidos, cómo aquello nos daba vida. Yo siempre he tenido mucha conciencia social, me interpela lo que nos pase y cómo puedo yo ayudar o comprometerme. Entonces yo en ese momento empecé a pensar en qué pasaría si uno comparte lo mejor que puede dar con aquellos que tienen menos. No solo me refiero a la ropa que ya no quieres, las medicinas caducadas o algo de dinero, me refiero a algo mayor. Entonces yo me fui a Uganda a hacer una investigación de campo sobre esto, sobre qué pasaría si se pone la creatividad en el centro y se trabaja con esto con un grupo que tenga un potencial enorme pero poco acceso a ello. Y eso es lo que hice. Hablé con todas las ongs grandes del momento y no conseguí como hacer este proyecto debajo de su paraguas y entonces decidí hacerlo yo. Tuve la suerte de encontrar un increíble mecenas que le gustó el proyecto y confió en mí. Y gracias a él pude empezar a trabajar y a estar en contacto con el mundo creativo ugandés, que es fascinante.

 

¿Cuál era el trabajo que desarrollaste allí?

Pues creamos un proyecto que se llamaba In Movement: Arte para el cambio social. Trabajábamos con orfanatos, que hay muchos allí, y ofrecíamos talleres de diferentes disciplinas artísticas (teatro, danza, circo, artes plásticas…). Era como una escuelita formativa en creatividad después de que los niños y niñas fueran a su escuela normal. Pudimos construir un espacio en el que dar toda esa formación y la verdad es que llegó un momento en el que tuvimos bastantes recursos para compartir con mucha gente, pasaron muchos niños por allí… hasta que llegó un momento en el que el dinero se fue acabando y el proyecto, con esa forma inicial que había tomado dejó de existir, pero quiero pensar que esa energía que pusimos allí aún sigue dando sus frutos, no de la misma manera que al inicio, pero sé que hay gente que comenzó allí o niños que formaron parte de eso que ahora siguen haciendo sus propios proyectos similares, y eso me ayuda a sobrellevar el hecho de que In Movement ya no exista, que esa energía siga transformándose en otras cosas en Uganda.

 

Y después de tus aventuras recorriendo el mundo vuelves a España y…

Pues vuelvo a España y aquí estoy (risas). Una vuelve con los años con los que vuelve que también tienen un peso, pero no es fácil, ahora hay lago más de movilidad, pero antes…

 

¿Fue difícil encontrar un hueco?

Más que fue difícil, sigue siendo difícil, es un presente continuo. Es muy complejo ir encontrando un lugar porque hay gente que ha estado aquí desde el principio que no se ha ido a ningún lado y ha estado trabajando siempre y para mí no ha sido fácil encontrar la continuidad laboral. Mi mochila está cargada de muchas cosas de muchos lugares, con muchos olores, muchos sabores y eso es lo que yo también intento ofrecer en los trabajos que me llegan, pero es verdad que siempre me hacen alusión al tiempo que yo he estado fuera no en sentido positivo, sino como algo perjudicial que no me ha ayudado a la hora de poder encontrar una estabilidad laboral aquí. También está el tema de la edad, que es un handicap en muchas ocasiones, sobre todo para las mujeres. Esa es la realidad que tengo y bueno, es lo que es, yo me rebelo contra ella intentando generar mis propios proyectos.

A ver, que ayer estuve rodando para una serie nueva que se va a estrenar llamada 4 estrellas, y hago todo lo posible para vivir de mi trabajo, toco muchos palos. Simplemente digo que no es fácil, pero sin más, no estoy instalada en la queja ni mucho menos, yo sigo haciendo sin pararme demasiado en lo complicado que es.

 

Y has hecho y muchas cosas, has trabajado con mucha gente importante como La Zaranda, David Planell, Rakel Camacho… pero un trabajo que ha llamado mucho la atención últimamente fue Criaturas domésticas, con Lucía Trentini y Gloria Albalate.

Pues sí, la verdad es que es un trabajo que nos ha dado muchas satisfacciones. Esa obra nace en plena pandemia, cuando el confinamiento duro. Un día yo estaba limpiando los cristales de casa y me llamó Lucía Trentini y empezamos a hablar de lo desesperadas que estábamos de no poder actuar. Yo estaba dándole al trapo y ahí empezamos a pensar en hacer algo sobre la limpieza, sobre el trabajo doméstico, sobre las condiciones laborales de las mujeres limpiadoras… Entonces nos juntábamos las tres, cada una desde su casa, y nos enseñábamos escenas por zoom. Y así empezamos Criaturas. Cuando ya nos dejaron salir empezamos a reunirnos en persona, pero los teatros estaban cerrados y no sabíamos qué hacer con la obra hasta que Gloria dijo: “¿y en un hotel?”. Yo conocía al dueño de Bastardo Hostel, que estaba también cerrado, pero fuimos allí, nos lo enseñaron todo, nos dieron libertad para montar la obra y allí que lo hicimos. Elegimos el subsuelo del Hostel para representarla y por allí iban pasando esas seis personas por función al principio, en aquel verano de 2020, para ver lo que estábamos haciendo.

 

Es un proyecto que os ha llevado lejos…

Sí, la verdad es que nos hemos movido mucho gracias a Criaturas domésticas, hemos ido a muchos festivales y hemos llegado hasta a Uruguay con ella. La seguimos moviendo a ver si encontramos lugares adecuados para representarla, porque no es fácil, no es un proyecto para hacer a la italiana, de forma convencional digamos, requiere otras cosas, otros espacios, pero bueno, el proyecto sigue vivo a ver si encontramos ese lugar.

 

El lugar de los afectos en Madrid

 

Y ahora estás con Archipiélago, tu primera dramaturgia.

Sí, es mi primera dramaturgia, un trabajo que me ha costado porque lo podría estar reescribiendo cada día según lo que veo que está pasando alrededor, pero ya he decidido cerrarlo y mostrarlo de nuevo. Hice una apertura de proceso en su momento y he ido cambiando cosas en todo este tiempo.

 

¿De dónde nace? Entiendo que de ese compromiso social que tienes…

Pues la espita que encendió todo fue el caso de una mujer que se suicidó cerca de aquí, cerca de mi casa, cuando vinieron a desahuciarla. Era una mujer de unos sesenta años con un hijo y a priori nadie podría pensar que iba a tener ese desenlace, no era como el perfil arquetípico, pero pasó y se quitó la vida. Y sentir esa desesperación me tocó y me hizo escribir sobre ello. Otro detonante es la compra masiva de viviendas por parte de los grupos de inversión que modifican la fisonomía de los barrios y el paisaje de la ciudad, una ciudad que nos roban poco a poco y que deja de ser para los habitantes y los vecinos. Y luego está la idea de hogar como esa necesidad básica de todo ser humano, que la Constitución lo recoge como un derecho, pero la realidad nos demuestra, y cada día más, que eso no es así y que resulta muy difícil para muchas personas tener acceso a una vivienda, a algo que puedan llamar su hogar. También yo he tenido que buscar hogar en muchos sitios porque he vivido en muchos países como ya hemos hablado y eso me ha llevado a preguntarme qué es el hogar, que es también el lugar de los afectos más allá del techo o de lo arquitectónico. Mi casa es donde está mi corazón, pero mi corazón en el sentido de donde están mis emociones.

Todo esto me interpelaba y por eso he creado Archipiélago, una obra que he creado como espectáculo unipersonal que supone un gran placer llevarla a cabo, pero también es todo un reto que asumo con toda la ilusión del mundo.

 

 

Hay una parte de la obra que la sitúas en un barco. ¿Qué significado tiene eso?

Tiene esa cosa distópica principalmente, de llevar a la gente que es desahuciada a un lugar apartado, fuera de la vista de la gente, ya que nadie quiere ver la realidad de la gente sintecho, nadie quiere tenerlos cerca. También era como la metáfora de Caronte, el barquero de Hades, el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de un lado al otro del río Aqueronte si tenían dinero para pagar el viaje y los que no tenían dinero pues tenían que vagar irremediablemente durante 100 años sin encontrar un lugar de descanso. Por eso está el barco en Archipiélago.

 

A mí, al leerlo, me sonaba a lo del barco de Piolín…

Bueno, total, total, así es también claro. No quería explicarlo abiertamente ya que en la obra aparece algo parecido, pero sí, también tiene que ver con eso porque esa imagen se me venía a la cabeza.

 

Comenzó dirigiendo Lucía Trentini y ahora ya te encargas tú también.

Sí, eso es. Cuando el proyecto nace estuvimos de residencia artística en Bogotá en Colombia y ella era la encargada de dirigirlo. Luego el proyecto estuvo parado un tiempo, como en barbecho porque no sabía muy bien qué hacer, y cuando decidí retomarlo a Lucía ya no le cuadraban las fechas, así que asumí yo la dirección y también le di otro aire al proyecto, he cambiado bastantes cosas como ya te he dicho. Patricia Roldán es una persona que me ha ayudado mucho en este caso, es mi ayudante de dirección y mi coreógrafa y su mirada está siendo fundamental. También cuento con Adrián Arias, una persona a la que conozco desde mi época en San Francisco, de hecho él sigue viviendo allí y se vino a trabajar aquí para ayudarme con el espacio escénico, lo cual es un gran regalo para mí.

 

El lugar de los afectos en Madrid

 

Tú que has investigado y has trabajo sobre la existencia de las personas cuyas vidas se han pausado, ¿sientes que tu vida también se ha visto pausada en todo ese tiempo que has estado fuera? En relación a la vida aquí, me refiero.

Es obvio que hay esa parte que dices, que yo seguí mi vida por un lado, que la vida aquí también siguió su curso y que esa pausa que yo hice en relación aquí quizá me ha impedido coger algún tren que me lleve más lejos, pero creo que cuanta más atención le das a ciertas cosas se vuelven más grandes, y eso vale también para el tema de la edad como mujer en relación al trabajo escénico, por eso no quiero pensarlo mucho. Es más fácil conservar que inventar una manera diferente de hacer las cosas, porque es más arriesgado, y por eso se siguen perpetuando ciertos sistemas y es muy difícil cambiar estructuras, pero se intenta y hay gente que lo está intentando y yo lo intento a mi manera.

 

Y entre todas las dificultades, ¿ al final es el teatro la brújula que nos orienta?

Sí, eso suele ser así en mi vida, aunque también te puede desorientar (risas), pero es cierto que todo tiene más sentido para mí a través del teatro, si quitamos todas esas capas de sinsentido o ruido de las que intento huir, todo se coloca mejor subida en un escenario. Incluso a través de la escritura lo consigo, pero no de la escritura pensada para que otros hagan, porque soy fundamentalmente actriz, sino de la escritura para mí misma, ese ejercicio me permite conocerme mejor y ser más amiga de mí misma.

 

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