Pilar Valenciano: "El juego limpio y la autenticidad me parece un mensaje muy rescatable ahora mismo"
El Teatro Español rinde homenaje a la figura de Fermín Cabal recuperando ¡Esta noche, gran velada!, , del 8 de abril al 25 de mayo. Un texto que se apoya en el mundo del boxeo como metáfora sobre las elecciones que tomamos en la vida.
Conversamos con su directora, Pilar Valenciano, sobre esta nueva puesta en escena que cuenta con Francisco Ortiz, Marta Guerras, Daniel Ortiz, Chema Ruiz, Jesús Calvo y Mario Alonso en el reparto de esta tragicomedia ochentera y muy pop.
El llevar ¡Esta noche, gran velada! de nuevo al escenario es un empeño de Eduardo Vasco para rendir homenaje a Fermín Cabal, una de las figuras fundamentales para entender el teatro independiente, ¿cuál es tu conexión con Fermín y este texto?
Yo soy vallecana, entonces, a Fermín siempre lo he sentido muy próximo. Igual que con Margallo, que nos ha dejado este mes, y toda la gente que estuvo en El Gayo Vallecano, con este sentido de lo colectivo. Eduardo Vasco, que fue profesor mío en la RESAD, y con el que luego trabajé en el Clásico, me conoce muy bien y sabía que, de alguna manera, entendía bien el universo de Fermín y me lo encargó. Me pasó el texto, me dijo: “léete esto, a ver qué te parece”. Y enseguida sentí que podía divertirme proponiendo algo un poco gamberro. Me apetecía muchísimo homenajear a Fermín, me parecía un ejercicio necesario.
¿Crees que en estos momentos contamos con alguna figura que se asemeje a Fermín o Margallo en cuanto a su compromiso y lucha por las Artes Escénicas?
A ver, ellos venían de una energía que creo que ahora no tenemos, pero porque venían de tener que inventar un teatro distinto, porque salían de plena dictadura del franquismo, de que se les impusiese una manera de contar con muchas restricciones, con muchos condicionantes. Entonces ellos estaban un poco en la obligación de inventar y proponer maneras distintas de contar. Esa motivación ahora no la tenemos, pero puede ser que, con estos tiempos que corren, surja otra vez la necesidad. Los retos que tenemos a la hora de contar de manera distinta vienen más motivados quizá por cuestiones artísticas, no tanto ideológicas. Yo creo que la ideología en aquel momento era algo fundamental a la hora de proponer nuevas dramaturgias, nuevas maneras de poner en escena, nuevos métodos para formar compañías. Es difícil, en nuestro contexto, encontrar algo que pueda asemejarse a ese espíritu con el que nació Els Joglars, La Fura… Toda esta gente tenía como una etapa política que les impulsaba a inventar desde sitios que ahora no son iguales. El impulso, la necesidad, cuando vienes de que te repriman tanto, es mucho más urgente. Creo que ahora todo es mucho más intelectual. No creo que tengamos como esta rabia de “vamos a cambiar, otro mundo es posible”. Creo que el impulso no es el mismo para nada. había un componente emocional en esa época que ahora no tenemos. Fíjate también lo que fue el principio Animalario, este tipo de compañías con este ideario. Hasta Lima, que siempre hace teatro político, y a mí me encanta, pero sigue siendo desde un sitio más intelectual.
¿Crees que actualmente se conoce y se valora el trabajo realizado por estos creadores y compañías?
A mí me parece muy injusto que pasemos página tan rápido, que nos olvidemos de todo el trabajo y del legado que nos ha dejado esta gente. Enseguida ponemos una etiqueta de casposo o desfasado, y parece algo que hay que desechar o dejar ahí en el cajón de los recuerdos, y estar siempre proponiendo cosas nuevas. No paramos a hacer un ejercicio de memoria y reflexionar sobre el legado. Yo creo que es importante echar una mirada atrás y ver qué cosas han hecho los que nos han precedido. Ahora estamos viendo lo bien que funciona Buero Vallejo, pero no nos acordamos nada de Alfonso Sastre, con la labor intelectual que hizo por nuestro teatro, a nivel de traducción, editorial, ensayos, de pensamiento sobre teatro, todo ese trabajo tan inmenso, toda esa energía que le puso a la profesión. Creo que al final nos pasa que tenemos poco sentido gremial, poco sentido corporativo y creo que tenemos que querernos más, respetarnos más y dejarnos de disyuntivas de “o esto o esto”. Cada uno tenemos una personalidad distinta y somos más eficaces contando de una manera o de otra. Creo que es interesante que tengamos en cuenta qué ha hecho gente que ha pensado mucho, que ha trabajado mucho, que le ha puesto mucho empeño, mucha energía, y la mayor parte del tiempo sin una repercusión económica. Ninguno nos hacemos ricos haciendo teatro. Para ser Castellucci hay que irse fuera de aquí. Y, bueno, creo que Fermín se merece un homenaje claramente.
¡Esta noche, gran velada! se estrenó en 1983 y no se ha vuelto a representar sobre un escenario profesional hasta ahora, más de 40 años después. ¿Qué os ha llevado a recuperarla?
Eduardo tiene muy buen olfato para el repertorio y elige muy bien. Ya lo vimos en el Clásico y lo estamos viendo ahora. Él fue quien me ofreció este título. Cuando lo leí me interesó mucho por varias razones. Primero por esto que te he contado de Fermín, que me parecía como necesario y para mí es muy apetitoso hacerle el homenaje. Segundo, porque tiene algo que ver con lo que hice el año pasado con Benet i Jornet con El perro del teniente, son textos como muy testosterónicos, muy masculinos, y me parece divertido que les atreviese una mirada femenina. Tercero, porque el mensaje de la función me parece necesario en estos tiempos que corren. Es una función que defiende el juego limpio sobre todo y la autenticidad, me parece que es muy rescatable este mensaje ahora mismo. Y por último, porque es muy teatral. Si hay algo que tiene Fermín es cómo maneja la dramaturgia, por algo fue maestro de dramaturgos. Cuando te pones a montar las escenas ves cuánto sabía de estructura dramática, de construcción de personajes, el ritmo de las escenas, de gags cómicos. Para amantes del teatro creo que es un bomboncito.
La función se apoya en los estereotipos del mundo del boxeo para hablar de ciertos temas que tienen que ver con la fidelidad a uno mismo, el bien común, el sacrificio… ¿dónde has querido que recaiga el foco?
Hay una cosa muy interesante del texto, creo que fue la edición de Cátedra, donde está Esta noche, gran velada junto a Castillos en el aire, aquella función que montó José Luis Gómez que habla sobre la corrupción del PSOE. Me pareció muy curioso que en la introducción de Esta noche, gran velada se hacían como dos pinceladas, dos apuntes, no profundizaba nada en el texto y se extendía muchísimo en Castillos en el aire. Sin embargo, creo que Esta noche, gran velada tiene toda esta cosa de la corrupción, que Fermín debía conocer muy bien porque tenía la cabeza puesta en la transición, terminar con la etapa del franquismo y en que estaba aflorando de una manera tan bestia, todos los tentáculos de la corrupción ya empezaban a extender por todo lo político y por la sociedad. Él tuvo mucho olfato y enseguida sintió que eso estaba pasando y tuvo necesidad de hablar de ello a través de esta metáfora del boxeador y de llevar al límite su apuesta por el juego limpio, pero está hablando de una opción de vida.
La obra tiene unos personajes muy estereotipados dentro de una historia muy arraigada a una época. ¿Desde dónde conecta con el público actual?
Hemos trabajado haciendo un análisis de texto brutal, desde la lógica de los personajes, de las situaciones y tomándonoslo muy en serio, y ahí es donde estamos encontrando la comedia. Este boxeador con esta historia, como un poco inverosímil, tiene un ejemplo, un referente, muy cercano que hace entender la situación; tiene esta cosa tan cercana a La isla de las tentaciones. Kid recibe la carta de la novia dejándole y se parte la camisa como Montoya (risas).
Antes calificabas el texto como testosterónico, ¿de qué manera trata la figura de la mujer?
Había leído el texto hacía muchísimo tiempo, pero no recordaba el tratamiento que le daba a la mujer. Simplemente, dándole una vuelta de tuerca y subrayándolo un poquito, te pone la carne de gallina. Esta cosa del maltrato y la utilización de la mujer como un objeto está muy en la función. Es un tema que me interesa mucho y creo que hay que mostrarlo. No hay que suprimir estas cosas porque estemos en otro tiempo. Hay que contar cómo eran entonces para mirarnos en el espejo, darnos cuenta de cuánto hemos evolucionado y hacia dónde no queremos volver; y qué comportamientos, vistos desde fuera, son totalmente bochornosos, reprobables, violentos. Hay que mostrarlos precisamente para sentir vergüenza. O sea, que dé vergüenza que unos tíos en un vestuario estén hablando de irse de putas después de comerse una mariscada, que desgraciadamente sigue siendo súper actual, o que un tío, por una escena de celos, decida dar de hostias a una mujer. Bueno, estas cosas que siguen pasando, creo que hay que verlas. El teatro siempre ha tenido este efecto espejo de mostrarnos quiénes somos y quiénes queremos ser y quiénes no.
¿Qué enfoque le estás queriendo dar a esta nueva puesta en escena?
Como punto de partida, Eduardo y yo hablamos de no tocar mucho el texto, por esta cosa de los derechos de autor, que vayan íntegros a la familia de Fermín, a sus herederos. Pero sí que me dio licencia para peinar un poco el texto, sobre todo en cuestiones como muy repetitivas y cosas que sí que llevaban a un perfume un poco antiguo, aunque la intervención es muy leve. Estamos tratando la historia como un trabajo documental muy divertido, pero muy real, porque tampoco nos queda tan lejos. Todos tenemos conocidos, gente que ha vivido en los 80 su adolescencia. Ese ejercicio retrospectivo está siendo muy gracioso. Nos estamos divirtiendo en detalles como volver a recuperar las cintas de caset o, por ejemplo, que el personaje femenino, Marina, fume Lola, el tabaco que fumaba mi tía, que tenía una peluquería y era la más moderna, y las cajetillas son súper divertidas. Hay un mundo pop, que tenían los 80, que es muy teatral y muy divertido.
La historia se desarrolla en el vestuario del Palacio de los Deportes de Madrid, y leí una entrevista de Fermín Cabal en la que decía: “esta función requiere una puesta en escena muy real”. Así que me puse a diseñar con Lua Quiroga, que es la escenógrafa. Justo la comisaría de Arganzuela, al lado de Matadero, iban a cambiar todos los vestuarios de la policía. Nos pusimos en contacto con ellos y conseguimos todas las taquillas que ellos iban a desechar y, sobre esas taquillas, van a pasar muchas cosas porque son espacios que ocultan cosas, tienen un mundo sonoro muy particular, tienen muchísimo juego. La escenografía es un parque de atracciones, es muy lúdica, da mucho juego. Ha sido como muy motivador para toda la plástica de la puesta en escena, de vestuario, para la escenografía, la videoproyección que van a hacer Álvaro Luna y Elvira Zurita. Está siendo también muy divertido a la hora de diseñarlo.
¿Cómo estás trabajando la búsqueda de esa comedia dentro del melodrama que se nos plantea?
La comedia está surgiendo de trabajarlo como súper en serio. Sin construir caricaturas, clichés, y no componer desde la forma, sino desde trabajar desde la lógica y la situación. Estamos haciendo un homenaje al cine. Pude hablar con Salvador Collado, que fue el productor de la primera puesta en escena, dirigida por su hermano, Manolo Collado. Y le pude preguntar muchas cosas. El texto fue un encargo de los Collado a Fermín, querían hacer un texto comercial y le dije claro, vosotros estabais súper influidos por Toro salvaje, que se acababa de estrenar. Hay mucho de homenaje a ese cine de las películas de Scorsese, hay apuntes sobre Madonna, bueno, hay cositas, para hacerlo como muy cinematográfico.
¿Cuál es el mayor reto que te está suponiendo enfrentarte a Esta noche, gran velada?
Ahora mismo, en este momento del proceso de ensayos, estoy súper obsesionada con el ritmo de la función. Porque está muy bien escrita y, cuando te pones a montarla, enseguida te das cuenta de en qué momentos el ritmo tiene que ser vertiginoso para que funcione y que esté la comedia. Sobre todo, por eso, porque si estás trabajando desde la lógica y no desde el cliché, el ritmo es fundamental para que luego, cuando la escena se posa, entres en la atmósfera que requiere. Ese ejercicio es el que está siendo hasta ahora más complicado y en el que tengo puestos los cinco sentidos para conseguir ese reto que yo creo que es como de pericia.
Pilar, antes de dirigir pasaste por un buen número de ayudantías de dirección con Natalia Menéndez, Pérez de la Fuente o el propio Eduardo Vasco, ¿cómo fue tu salto a la dirección?
Yo he tenido la oportunidad de trabajar con gente tan distinta como Eduardo, Natalia, Juan Carlos, también con Emilio Gutiérrez Cava, con Israel Elejalde, Carlos Aladro, Ana Zamora… con directores totalmente dispares. Cuando te apetece dirigir, enriquece mogollón ver cómo cada uno de ellos afronta su trabajo. El oficio de ayudante de dirección es un oficio al que le tengo mucho cariño. Me he divertido mucho y me encanta hacer ayudantías. Lo que pasa que, claro, hay un momento en que sientes que tienes que dar un pasado más, también porque necesito, por inquietud personal, probar otras cosas. Podría ser ayudante de dirección toda la vida y no habría ningún problema, pero bueno, como que el cuerpo te pide.
¿Cómo se aprende esta profesión?
Bueno, aquí en el Teatro Español, con las residencias de ayudantía hemos trabajado mucho en eso, con Natalia y Luis. Esta ya es la cuarta promoción de residencias de ayudantes de dirección. Es que la figura del ayudante de dirección es fundamental, cuando hay un buen ayudante de dirección, la diferencia es que todo fluye con amabilidad, las cosas están ordenadas y en su sitio y la gente está concentrada en lo que tiene que hacer. Las crisis son las inevitables, pero normalmente son mínimas, y no se enseña, no hay una especialidad, un recorrido en la RESAD o en un centro de tecnología del espectáculo donde se aprenda a ser ayudante de dirección. Se aprende con la práctica, que alguien te dé una oportunidad y te enseñe. Y aquí hemos puesto mucho empeño en poder formar a gente y que la gente se incorpore de una manera menos traumática al oficio y de una manera también más eficaz.
¿Y cuáles son tus referentes en cuanto a la dirección?
Yo es que claro, soy muy teatrera, entonces me gustan mucho diferentes tipos. Me encanta el teatro contemporáneo, me vuelvo loca con Castellucci, pero el teatro más convencional también me gusta muchísimo. Por ejemplo, La señorita de Trevélez, me divierte mucho ver dirigir a Juan Carlos. A mí siempre me ha vuelto loca Bieito, Rigola, me gusta Ostermeier. Este tipo de teatro en el que trabajas con textos muy contundentes, pero te llevan a una puesta en escena muy elaborada, sofisticada. Me gusta la tramoya, me gusta mucho la puesta en escena, pero también me encantan las artes vivas. Creo que no es excluyente. Por ejemplo, las puestas en escena de Rodrigo García, que también me ha gustado siempre mucho, leer un texto de Rodrigo es un mundo en sí mismo. Y luego sus puestas en escena, para mí es una persona con una visión teatral súper completa. Es muy clásico, aunque sea muy contemporáneo en su manera de escribir, porque escribe prácticamente poemas escénicos. Y luego es súper revolucionario, siempre inventa. Al final es el juego. En el teatro creo que lo que nunca tenemos que perder de vista es esta cosa de jugar, inventar y tener algo de niño pequeño, cuando te pones a abordar un proyecto. Creo que cuando nos tensamos, nos ponemos como súper estupendos y súper intelectuales, perdemos esa frescura, creo que es cuando empezamos a perder la deriva un poco.
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