El Teatro Fernán Gómez sube a su escenario El Grito, una producción que ha querido servirse de las artes escénicas para poner de manifiesto el largo camino que sigue quedándonos por hacer en cuestiones de feminismo e igualdad.
La ficción nunca supera a la realidad
Un espectáculo como El Grito bien merece una reflexión, pero no solo la que nos podamos llevar como espectadores y espectadoras cuando vayamos a verla, sino la que provoca en su equipo.
Este proyecto nació con la clara intención de ser gestado desde la mirada femenina; que fueran mujeres las que, desde todos los apartados que componen un espectáculo, capitanearan la embarcación. Ellas son quienes han peleado por subir a los escenarios la injusticia de un hecho real que, desde diferentes ángulos, acaba apelándonos a todos y a todas.
Hemos querido escuchar, en la voz de sus creadoras, la reflexión que despierta su materialización, conocer su verdadera dimensión y descubrir cómo se ha modelado desde la producción de Pilar de Yzaguirre, la dramaturgia compartida de Itziar Pascual -junto a Amaranta Osorio-, la dirección escénica de Adriana Roffi y la interpretación de Nuria García en representación de todo el elenco, tanto de las actrices, como de sus compañeros actores.
¿Cómo han llegado al proyecto? ¿Qué sienten perteneciendo a él? ¿Cómo esperan que cale en el público?
PILAR DE YZAGUIRRE > > > Productora
Ya era hora para mí de intentar subir a los escenarios una producción que, basada en un caso real, denunciara las discriminaciones que por desgracia siguen existiendo y llenando la prensa, una pieza teatral sobre las injusticias a la mujer. Y es así como Laila Ripoll, directora artística del Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa, a la que le agradezco desde aquí su decisión, da acogida a El Grito de Itziar Pascual y Amaranta Osorio, basada en una sentencia judicial que se reprodujo en la prensa nacional. Encargué a estas dos escritoras que dieran a la historia del caso una forma dramática, relatando los ocho años de juicio que sufrió la víctima, por culpa de la visión sesgada de la sociedad hacia la mujer, para descubrir la causa de esa tragedia.
Esta obra relata una serie de acontecimientos que cambian el rumbo de la vida de una mujer que aguanta, uno tras otro, los embates del destino. De esta manera he podido poner mi sello con el feminismo, la lucha por la igualdad que ha llenado mi vida, encima de un escenario. Y por eso El Grito es tan especial para mí.
ITZIAR PASCUAL > > > Dramaturga
Me dispongo a escribir estas líneas tras charlar con mis hijas. Llegan del instituto, meriendan. Hablamos. Me hablan de sus retos y miedos. Algunos son concretos: exámenes, notas, expectativas. Otros son más profundos. Duelen. Me quedo un rato pensando. Me pregunto qué hago como ciudadana para ofrecerles un mundo mejor. Me pregunto qué hacemos para construir una sociedad igualitaria y justa.
Mis hijas ya conocen el sentido de conceptos que yo desconocía a su edad: patriarcado, machismo, desigualdad, género, techo de cristal, misoginia… Son palabras que duelen, que dejan cicatrices en los cuerpos y en las imaginaciones de millones de personas. ¿Cuántas veces tendrán que pronunciarlas en sus vidas?
El Grito es un texto que quiere participar de un mundo mejor. Coescrita con Amaranta Osorio por encargo de Pilar de Yzaguirre y dirigida por Adriana Roffi, se inspira en unos sucesos que acontecieron no hace mucho, ni lejos; sucesos que evidencian que la tecnología ha avanzado más deprisa que las mentalidades.
El Grito habla de todas esas mujeres que no han sido creídas en sede judicial y han luchado por la verdad, la reparación y la justicia; habla del amor entre una madre y su hija; de la memoria y de la resistencia; habla del poder y de sus estrategias para imponer sus intereses, y sueña con un futuro cercano más justo.
ADRIANA ROFFI > > > Directora
Las construcciones humanas conjuntas me conmueven, esta es una de las motivaciones por las que me involucro una y otra vez en la acción teatral. Es reconfortante esta construcción integrada en su totalidad por mujeres.
Con un grupo de mujeres en la creación, a pesar de este contexto que abruma, modifica y angustia. En esta realidad vulnerable que atravesamos está el refugio, el estimulo del acto colectivo diario, confiando en el teatro como eje de mi acción. Esto genera transformación y unión en gratitud, pudiendo expandir nuestro arte unidas, junto a un grupo de actrices y actores llenos de humanidad y arte.
A la cabeza en la producción Pilar de Yzaguirre.
Anna Tussell en la escenografía, Iluminación Paloma Parra, Guadalupe Valero vestuario, Elvira Ruiz Zurita desde lo Audiovisual, dramaturgia Amaranta Osorio e Itziar Pascual.
Nosotras, mujeres empedradas en los ámbitos laborales, aspirando a construir igualdad, habitando con un mayor protagonismo para sostener el modelo de diversidad, generando recursos, consolidándonos.
Como mujer, mamá, directora y artista, me interpela contar esta historia de ficción, basada en hechos reales. No creo en las casualidades, sí en las causas que nos llevan a realidades.
Aina, la protagonista del El Grito, representa a muchas de nosotras, generando voz. Un grito, para no permitir, soportar, esconder, ser calladas ni humilladas.
Las acciones ejecutadas colectivamente también dependen de nosotras; accionando con responsabilidad, como sociedad, artistas, seres humanos habitando espacios vitales, como ahora nosotras en el teatro.
El deseo ya no es pasivo ni paciente, es activo en libertad, verdad, justicia e igualdad.
NURIA GARCÍA > > > Actriz
Hace justo un año Pilar de Yzaguirre me habló por primera vez de El Grito y pude conocer a la directora, Adriana Roffi. La historia me impactó. Soy madre y lo que le pasó a la protagonista de esta historia real me llegó muy hondo. Una mujer que lucha por defender la verdad de su historia hasta el final. Luego llegó la pandemia. Cuando en diciembre del 2020 tuvimos las primeras lecturas y conocí a todo el equipo, tuve la certeza de que nuestra directora iba a ser una gran capitana del barco. Los ensayos han sido muy intensos. Me siento muy afortunada por formar parte de este grupo humano. Mis compañeras y compañeros me inspiran todos los días para sacar lo mejor de mí y contar esta historia desde la verdad. Y tiene que ser contada porque lo que no se dice no existe. Viviendo en el siglo XXI como vivimos, la mujer sigue arrastrando “una enorme carga de estereotipos sobre su rol y su capacidad en la sociedad actual”. Tenemos que dejar atrás esos prejuicios para que por fin seamos tratadas con IGUALDAD, en mayúsculas, aunque sea un derecho fundamental que garantiza nuestra constitución.