“¿Por qué me siento culpable si no he matado a nadie?”
El Teatro Galileo recupera este mes, El ciclista utópico, un texto de Alberto de Casso que se alzó con el Premio de Literatura Dramática Fundación Teatro Calderón de Valladolid en 2014 y que se estrenó en 2017 en el mismo lugar.
Se trata de una obra desconcertante que ahonda sobre cuáles son los límites de la amistad, las relaciones de dependencia y, por ende, tóxicas, a través de un encuentro fortuito ocasionado por un atropello a un ciclista.
Yayo Cáceres (Ron Lalá) dirige esta pieza, coproducida por el Teatro Calderón, Feelgood Teatro y Emilia Yagüe Producciones y que interpretan Fernando Soto y Fran Perea. Con éste último, tengo la suerte de poder charlar sobre accidentes, utopías, la culpa y la amistad.
El ciclista utópico en Teatro Galileo
Por Ka Penichet
Fotos: Quique Marí
Revisando las producciones de Feelgood Teatro (tu compañía), observo que la selección de textos que se hace es bastante arriesgada porque, salvando a Rafael Spregelburd, el resto de autores son menos mediáticos…
Ni siquiera Spregelburd, es decir, la gente que somos asidua al teatro lo conocemos pero, como te digo, tampoco es un autor que se esté representando en España constantemente.
La estupidez era la primera vez que se representaba en España ¿no?
Sí, era la primera vez que se representaba en España y luego fue un autor que se empezó a montar más. Como compañía, lo primero que nos tiene que gustar es el texto y, nos da igual que sea un autor más o menos conocido. Si el texto es atrayente y el autor está vivo, nos interesa. Nos gusta siempre trabajar con textos de autores vivos, porque somos una compañía de hoy que nos gusta abrir un diálogo con la persona que ha escrito el texto. Con Spregelburd no pudimos tocarlo. Nos gusta dialogar, hacer propuestas y nos gusta que los autores participen del proceso, los invitamos porque, al fin y al cabo, el teatro es un elemento que tiene que estar vivo. Y luego, también nos gusta que sean comedia, pero que tenga una profundidad, que la gente pase un buen rato cuando venga al teatro y luego se vaya a su casa preguntándose qué ha pasado aquí. Lanzando algunas preguntas sobre lo que acaba de ver.
Y con Alberto de Casso, cómo se plantea la compañía la elección de este texto…
Nos van llegando propuestas que subimos a una carpeta compartida y en este caso contactó conmigo el Teatro Calderón de Valladolid y Emilia Yagüe para poner este proyecto en marcha y nos invitaron a participar con la compañía.
La obra se estrenó en 2017 pero aún no había pasado por Madrid, ¿por qué la recuperáis ahora?
Tuvo muy buena acogida en su momento, pero la rodamos poco. Quedó varada porque teníamos que asumir otros compromisos y es una función que nos gusta mucho. Durante estos meses, que hemos tenido tiempo para reflexionar, los tres socios pensamos en recuperarla. Realmente el motivo fue ese, que había tenido poco rodaje y con la sensación de que le quedaba recorrido y por eso, la traemos a Madrid con idea de volver a moverla y darle un poquito de vida.
En el caso de este texto, hablamos de un accidente de un conductor a un ciclista. En el sentido más amplio de la palabra, ¿a qué mas cosas podemos extrapolarlo?
A cualquier situación que genere una víctima y un culpable o, bueno, más que culpable, responsable. En este caso, se genera una dependencia entre dos personas que no tienen ningún vínculo y una dependencia muy desequilibrada en ese sentido porque hay una parte que demanda, hasta donde puede demandar y hay otra parte en deuda que da hasta donde puede dar.
Con la situación que tenemos ahora, ¿podemos considerar la pandemia como un accidente?
A ver, podemos buscar culpables, por supuesto, pero creo que es diferente. En cualquier situación podemos buscar un culpable y una víctima, pero a mí, lo que me resulta interesante de El ciclista utópico es que habla sobre una relación de amistad que nace coja y sirve como excusa para hablar precisamente de eso, de las relaciones humanas, de las relaciones de amistad, de los vínculos de este tipo.
¿Has sufrido algún accidente que consideres que te haya cambiado la vida?
Algún accidente he tenido y alguna vez me he sentido en estas situaciones. A mí me ha pasado ser conocido, haber entrado en las casas de las familias y, que la gente demande de ti algo que, bueno, hasta qué punto eres tú esa persona. Hasta dónde puedes dar tú lo que el otro demande. Me ha pasado mucho en ese sentido o cuando se me acerca alguien y me pregunto si se está acercando porque realmente le intereso como persona o porque le interesa la figura, o lo que represento. Ese tipo de cosas son las preguntas que yo me he hecho muchas veces y está bien hacérselas de vez en cuando porque te sirve para analizar a quién tienes a tu alrededor.
El pensador, teólogo, político, humanista y escritor inglés, Tomás Moro, creó una isla que se llamaba Utopía que puede tener dos acepciones: outopia (no lugar) y eutopia (lugar bueno). ¿Qué acepción escogerías tú?
A ver, a mí me gusta más la del lugar, pero en este caso está más ligado a algo no real. Algo que no es, porque el personaje del ciclista hace alusión a ciertas cosas utópicas todo el rato y el autor, Alberto de Casso, hace un juego de palabras con eso.
¿Qué utopías tendrías hoy en día tú?
¡Ay por favor!, como lugar posible ¿no?
Claro que sí…
Bueno, realmente la más guay de todas sería poder darle para atrás a la máquina del tiempo, esa es la no posible. La posible es que esto termine y salgamos de esto mejores porque me gustaría pensar que eso es posible.
¿Cómo son las relaciones que surgen tras un accidente?
Yo creo que no surgen, lo divertido de este texto, de hecho, es eso, que también el espectador va viendo y reconociendo comportamientos que tenemos sin darnos cuenta de que los tenemos. Eso es lo más interesante de este texto. Son dos personajes muy distintos y la gente que ha visto la función te va contando que creían que no tenían nada que ver con esos personajes y, conforme se adentran, se van reconociendo en ellos. Eso es lo bonito del teatro, que te pone un espejo delante.
Leyendo la sinopsis, me da la sensación que la obra texto tiene algo de perturbadora.
Sí, es perturbadora. La anunciamos como una comedia, pero en realidad es una comedia negra. Y ese elemento perturbador está enfocado desde la dirección de Yayo Cáceres.
¿Es la primera vez que Feelgood Teatro trabaja con Yayo Cáceres?
Es la primera vez, sí. A mí Yayo me encanta. Es un genio. Yo tuve la enorme suerte de hacer dos años con él, Don Juan de Alcalá, bueno con Yayo y la compañía, Ron Lalá. Estrenamos en 2017 El ciclista utópico y, luego, estuve en 2018 y 2019 con el Don Juan.
Con Fernando Soto también habías trabajado antes…
Con Fernando tuvimos la suerte de trabajar con él cuando dirigió La estupidez. A partir de ahí empezó a formar parte del universo Feelgood y cuando tuvimos el texto delante pensamos que, si a él le apetecía estar como actor, sería la leche.
Los personajes entablan una relación de amistad que se torna complicada, digamos que se oscurece, ¿cómo es tu relación con Fernando?
Tenemos una relación muy buena, nos llevamos muy bien. Nos entendemos muy bien, nos lo pasamos muy bien en la función pero es que, además, lo admiro mucho porque me parece que es un tipo que tiene un talentazo, es un gran profesional en el buen sentido de la palabra.
¿Qué papel juega para ti la culpa en las relaciones de amistad?
Yo lo llevo fatal. Es una de las grandes preocupaciones de mi vida. Yo creo que por eso me llamó la atención este texto. Es algo que hemos heredado. Yo tengo esa cosa con la culpa que no la entiendo bien y me fustigo con ella. La educación judeo cristiana me ha calado. Tengo la conciencia absoluta de que es algo que ha ido calando poco a poco. ¿Por qué me siento culpable si no he matado a nadie? Esta frase, a veces, me la tengo que repetir.