Sandra Kramerová es bailarina, coreógrafa y pedagoga de danza contemporánea originaria de Eslovaquia, pero actualmente residente en Madrid. Su obra gira en torno a temas como la feminidad, la opresión social y la moralidad de las nuevas tecnologías…
Su nuevo espectáculo, El amor en 100 gestos, presenta a un cuerpo femenino independiente en busca del amor. Este solo de danza parte de una búsqueda paradójica: ¿Cómo realizar un gesto de amor si no existe un otro?
Podremos ver esta propuesta los días 6, 7 y 8 de junio en Teatro Lagrada dentro del XVIII Festival Miradas al Cuerpo, un festival que fomenta la creación y otorga visibilidad a espectáculos cuyas temáticas giran en torno al cuerpo.
¿De dónde nace El amor en 100 gestos? ¿Cómo surge la idea de esta pieza?
Me interesaba la idea de que hay ciertos gestos en nuestro archivo común de expresiones humanas que comunican amor. No porque signifiquen o digan ‘amor’, sino porque hemos aprendido a asociar esos gestos con el amor. Me atrae la representación visual del amor en la pintura porque me parece emocionante convertir imágenes bidimensionales en cuadros vivos. Los gestos que aparecen en los cuadros tienen un significado, un estilo, un mensaje. Representan el anhelo, el deseo, el cuidado, la pena… Me intrigaba crear un vocabulario de gestos procedentes de estos cuadros que luego pudiera manipular en el tiempo y el espacio para alterar su significado. Tenía curiosidad por explorar si ciertos gestos de otro tiempo u otras culturas me resultaban familiares o si estos eran específicos de una época histórica y su contexto.
¿Y cómo has ido creando la coreografía? ¿En qué te has inspirado?
El título, El amor en 100 gestos, se convirtió en la guía de mi proceso. Decidí trabajar con 100 gestos sin saber realmente si serían muchos o pocos. Paso a paso fui recopilando una selección de cuadros que retratan pequeños gestos, caricias, abrazos, inclinaciones… Simplemente empecé a recrear estos gestos en el estudio y enseguida me di cuenta de que existe una especie de dramatismo innato en ellos. Explorándolos detenidamente, encontré también humor, a veces violencia, dolor. Incluso lo absurdo está presente en muchos de ellos. En la primera y la tercera parte de la pieza bailo yo sola, porque quería sumergirme en la paradoja de recrear gestos de amor en un solo: ¿quién y dónde está el otro? En la parte central me acompaña Andreea Braga, una talentosa soprano cuya voz y presencia magnifican el paisaje gestual coreográfico. A lo largo del proceso creativo me di cuenta de esta diferencia entre estar sola y acompañada hace sugerir la idea de ausencia y presencia. También se convirtió inevitablemente en una conversación entre danza y música. ¿Cómo puedo bailar sobre el amor sola y cómo se lee cuando estoy acompañada por otro intérprete? ¿Estar sola es una elección, una necesidad? ¿Cómo apoyan o contradicen mis acciones el silencio o la música?
Traduces al lenguaje de la danza contemporánea 100 gestos amorosos presentes en icónicas pinturas. Imagino que hay miles. ¿Qué característica especial tenía que tener ese gesto o la pintura en sí misma para querer replicarla?
Me interesaba el elemento coreográfico de la pintura, es decir, cómo se inclina el cuerpo, si es muy estático o se inclina hacia el espacio, hacia alguien o algo o se aleja de ellos. También fue emocionante jugar con la idea de estilo: ¿en qué se diferencia un gesto de un cuadro expresionista de un gesto de un cuadro renacentista o barroco? ¿Es tenso, ligero, dramático o simplemente funcional?
Fue una sorpresa divertida descubrir que a veces las proporciones de los cuadros, para que parezcan reales, son imposibles de reproducir físicamente. Por ejemplo, sostener la mano y el hombro de otra persona mientras se inclina hacia el espacio con el codo doblado no es físicamente posible. Sin embargo, parece muy realista cuando lo vemos así dibujado.
En todo lo que has investigado, ¿puedes decir que son universales los gestos de amor o cambian en función de dónde nos encontremos?
Como intérprete de los gestos, siento que cada gesto en sí mismo conlleva una cierta energía, una sensación. El movimiento de las manos, la inclinación del torso, la posición de las piernas y la cabeza me producen una sensación más o menos familiar. Sin embargo, es muy diferente para mí como intérprete y para un espectador que me observa desde fuera.
¿En todo este proceso de creación has descubierto nuevos lugares desde los que mirar al amor en tiempos contemporáneos?
Más que descubrir, simplemente estoy explorando lo que podría ser la comprensión del amor, la intimidad y la cercanía. Creo que el concepto de amor no está ligado a ningún momento o lugar concreto. Simplemente es interesante cuestionar y redefinir constantemente lo que significa para la persona que hace la pregunta.
¿Dónde queda el amor en estos tiempos de individualismo e incertidumbre?
Es una pregunta interesante: oímos hablar mucho del amor propio, de hecho se ha convertido en una especie de ‘trending topic’. El amor propio se nos presenta o bien en el contexto comercial de ‘te mereces comprar lo que necesitas’ o sino visto como algo egoísta, como una expresión de egoísmo, de egocentrismo. Sin embargo, el concepto de amor propio ya existía en la antigua Grecia. Creo que la idea era preocuparse por el propio bienestar, pero no a expensas o en lugar del bienestar de los demás. Y viceversa. Creo que ser un individuo plenamente realizado y amar profundamente no es excluyente, al contrario. Nada ni nadie puede existir y florecer sin amor.
Siempre hay riesgos en una relación amorosa, de diversa índole. ¿Pero para una mujer, hoy en día, elegir amar es un acto de valentía?
Creo que a veces puede requerir mucho trabajo defender tu independencia al tiempo que eliges estar en una relación. Y tengo la impresión de que, a medida que la lucha por la emancipación femenina alcanza nuevos horizontes, la mujer sigue estando sola al frente de la cruzada. ¿Elige estar sola? ¿Es esta soledad un acto de independencia, desesperación o abandono?
Creo que elegir el amor es una cuestión de curiosidad. Elegir seguir aprendiendo y descubrirse a través del amor.
¿Y elegir no amar qué significa?
Para mí, morir.
¿Qué nos puedes decir de esta iniciativa organizada por Teatro Lagrada como es Miradas al Cuerpo? ¿Sigue siendo necesario para la danza organizar encuentros así?
Desde luego. Creo que iniciativas como el festival Miradas al cuerpo brindan una gran oportunidad para darle importancia a la danza y a sus creadores dentro de una programación normalmente más centrada en el teatro. Estoy deseando ver adónde me lleva este encuentro.
Y te hago una pregunta que siempre os hacen a bailarinxs y coreógrafxs y de la que seguro estáis cansadxs ya… ¿Cómo ves la salud de la danza como disciplina artística?
Creo que la danza en general es una profesión difícil por muchas razones obvias: trabajas con tu cuerpo y dependes totalmente de él, y el cuerpo no es inagotable. Con la edad se hace más difícil mantener la danza y la práctica coreográfica sin un reembolso justo por tu trabajo. He vivido y trabajado como bailarina y coreógrafa en Nueva York, Ámsterdam y ahora en Madrid, y noto muchas diferencias entre los distintos lugares, como la cantidad de financiación disponible, la cantidad de oportunidades para artistas emergentes, la sostenibilidad, las condiciones justas… Sin embargo, siento que esta cuestión está muy relacionada con la situación política y social actual. Si el mundo y la sociedad no valora el arte como proceso, investigación, conversación y más bien pone el beneficio y la eficiencia por encima de todo, disciplinas como la danza tienen que existir en la periferia y con ella todos los que participan de la misma.
¿Es la danza lo suficientemente poderosa por sí misma para explicar la vida?
La danza encarna la vida. Animar significa tanto dar movimiento como dar vida a algo. Si consideramos el movimiento como sinónimo de vida, no hay mayor expresión de la vida que la danza.
¿Qué sientes al bailar sobre un escenario?
Alegría profunda, conexión, libertad.
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