Hay funciones que no buscan respuestas, sino que apuntan directamente al ruido ambiente, al «bla bla bla» que nos envuelve. Ese murmullo constante que exige opinión, juicio, claridad, identidad, productividad. En ese territorio incómodo, donde la sobreinformación se confunde con lucidez y la posverdad se camufla como performance, se instala Del fandom al troleo. Una sátira del «bla bla bla», la pieza de Berta Prieto que la Sala Beckett produjo y que ahora aterriza en el Teatro de La Abadía del 28 de noviembre al 14 de diciembre, en castellano y por primera vez en Madrid. Prieto ya es una de las voces más estimulantes de la nueva escena catalana. Dramaturga, directora, intérprete y guionista, con una trayectoria que va desde Chinabum hasta Autodefensa, confirma un talento que combina desparpajo, inteligencia crítica y un ojo clínico para leer el pulso de su generación.
El montaje llega precedido por dos temporadas de éxito en Cataluña y una recepción entusiasta entre público y crítica. Y todo gracias a haber articulado una propuesta capaz de dialogar con la presión existencial cotidiana de quienes nacieron entre 1994 y 2010, la llamada Generación Z, pero también con cualquiera que conozca el desgaste mental que generan las redes sociales, la exigencia de tener una postura sobre todo y la sospecha permanente de no ser suficiente. De ahí que sus criaturas dramáticas, seres saturados, irónicos, frágiles, hiperconectados y agotados, encajen tan bien con nuestro presente.

UNA FICCIÓN SOBRE EL CANSANCIO DE SER INTELIGENTES
Prieto parte de una pregunta contundente: ¿y si la única vía de escape fuera dejar de pensar? Así nace Paula Miró, una ciberactivista que, tras años defendiendo causas, conceptos y discursos, decide abrazar -sin metáforas ni ironías- la idiotez. Su lema, “ser tonta para dejar de sufrir”, funciona como un acto radical de deserción, abandonar el intelectualismo performativo que domina la conversación pública, especialmente en los entornos digitales, donde cada gesto parece exigir un posicionamiento moral.
Junto a ella aparece Ximena White, guionista, directora, feminista y figura emergente del mundo audiovisual, obsesionada con convertir la historia de Paula en un documental para plataformas. Ximena encarna, a su vez, otro arquetipo contemporáneo, el de la creadora woke que debe demostrar constantemente coherencia, pureza ideológica y compromiso. Entre ambas se despliega una relación que oscila entre la fascinación, el oportunismo y la incomodidad de mirar demasiado de cerca las propias contradicciones.
Lo que sigue en escena es una sucesión de episodios delirantes que hacen crecer la bola de nieve iniciada por la “renuncia intelectual” de Paula. La pieza transita por lo teatral, lo performativo y lo metateatral, mezclando capas como quien navega entre pestañas abiertas, fandoms furibundos, troleos digitales, activismos desbordados y un FOMO existencial que, más que miedo a perderse algo, parece miedo a no saber quién se es.

UNA MIRADA GENERACIONAL… QUE NO ES SOLO GENERACIONAL
El elenco -formado por Belén Barenys, Roser Dresaire, Irene Moray, Laura Roig Farrás y Judit Martín- aporta a la obra una energía que nace de haber crecido en el ecosistema digital. No se trata de una representación sobre la Generación Z desde afuera, sino desde dentro, desde quienes llevan años lidiando con algoritmos, pantallas, identidades líquidas y un paisaje emocional donde lo efímero es norma.
Prieto lo resume con humor: «esto es una oda a la acumulación, a las personas con déficit de atención y a la imposibilidad de encontrar verdades”. Y precisamente ahí es donde su propuesta gana dimensión política, defendiendo el derecho a la espontaneidad, al desorden, a lo inútil, a la contradicción. Un gesto casi revolucionario en un tiempo donde la productividad, también la emocional, parece tener la última palabra.
Prieto firma un espectáculo que no pretende ordenar el caos, sino habitarlo. Una sátira que se ríe del deber de tenerlo todo claro y que, con humor corrosivo, nos recuerda que quizá la verdadera lucidez está en aceptar que no siempre sabemos qué pensar… y que tal vez esté bien así.