¿Qué es lo que te mueve a la hora de tomar decisiones para poner en escena cualquiera de las propuestas que eliges dirigir?
Todo parte siempre de un impulso que tiene que ver con descubrir un texto, saber de una historia que me apetece contar, básicamente porque entiendo que hay una manera de contarla encima de un escenario. Así como hay gente que se imagina planos y hay gente que se imagina novelas y maneras de escribir, yo me imagino puestas en escena, pero no solamente ni necesariamente de una obra de teatro, sino incluso de una anécdota que me acaban de contar. Todas, de una u otra manera, están hablándome inconscientemente de mi propio presente, de lo que estoy viviendo, por mi situación personal, o por lo que siento y por lo que vivo como ciudadano. Porque soy consciente de que hablar de esto me va me va a servir para sanarme, para poder poner las cartas sobre la mesa de mi propia identidad, de mi manera de ver el mundo, de mi manera de entenderme a mí en este mundo y entender al otro. Es una pulsión más inconsciente que otra cosa y luego, en periodo de ensayos, me cae la ficha de por qué elegí esto. Siempre es en el periodo de ensayos porque la primera razón tiene que ver con las ganas que tengo de encerrarme con un grupo de gente a contar una historia. ¿Y por qué esta historia? ¿y por qué no con este elenco?
Es interesante que esas sensaciones se desaten una vez iniciado el periodo de ensayos, que el camino iniciado esté lleno de descubrimientos desde el mismo inicio.
De hecho, soy absolutamente enemigo de, en el periodo de ensayos, tener que redactar el texto del programa, generalmente me escaqueo. Si tú ves los textos de los programas de mis últimas obras, ninguna habla de la obra, hablan de cosas que me pasan, porque no me gusta ponerle palabras cuando todavía no se las he puesto al propósito de por qué hacemos esta función. Igual pasa con el hecho de hacer una entrevista, que te obliga a ponerle palabras a cosas que todavía no las tienen y desde el momento en que le ponemos palabras, estamos acotando las posibilidades, estamos yéndonos a clichés que luego no respondan exactamente a lo que a lo que estamos haciendo o lo que se va a ver encima del escenario. Nos quedan 20 días de ensayos todavía.
Bueno, cayendo en otro cliché, el teatro siempre está vivo, y de lo que tú y yo hoy hablemos a lo que veamos cuando se estrene en La Abadía, habrán podido pasar muchísimas cosas que haga que todo se modifique.
Sin lugar a dudas. Está bien que hagas estas reflexiones porque me parece que es súper importante. Es una reflexión que generalmente no se hace, o se queda en una manera tácita entre la gente que sabe de teatro, pero el espectador se piensa que el director y el equipo saben ya la historia que están contando desde el minuto uno y que eso es inamovible y no, eso es muy voluble y es perfectamente intercambiable. De hecho, tengo el ejemplo de cuando hicimos Castelvines y Monteses que fue un auténtico desastre porque no teníamos más remedio que estrenar, pero se nos había ido el protagonista, el sustituto hizo la función con un pinganillo, sin saberse el texto, o sea, te puedes imaginar lo que fue aquello, además nos pilló el COVID. En fin, la obra estaba sin terminar, pero de largo, y la gente me lo reprochaba, los programadores me reprochaban que por qué había estrenado. Incluso una programadora me llegó a decir en un momento dado: “Esto no te viene bien”. Pero es que no era cuestión de si me venía bien o mal, ¿qué hacía? ¿paraba? No podía dejar sin trabajo a cuarenta personas. No quedó más remedio, por las circunstancias que estamos viviendo, que la obra se estrenase en estas condiciones. ¿Qué pasó? Que los primeros quince bolos de Castelvines y Monteses, fueron un auténtico desastre y fuimos a plazas que habitualmente nos programan porque confían mucho en las propuestas de Barco Pirata y que se llevaron las manos a la cabeza. Hablé con los programadores y les expliqué cuáles eran las circunstancias, que eran las mismas que estábamos viviendo todos, incluidos los espectadores. De hecho, había un momento que parábamos la función y explicábamos lo que nos había pasado, porque era real, porque era lo que nos había pasado y estoy convencido de que Lope de Vega, en un momento dado, lo habría incluido si le hubiera pillado la peste o lo que fuere. Bueno, pues en este caso, más que nunca, pudimos vivir el hecho de un teatro vivo y de un teatro que se adapta a las circunstancias y que está en permanente evolución con lo que está pasando, lo que nos está pasando a todos los que estamos haciéndolo, quienes estamos impulsando e imprimiendo el latido de la propia función.
¿En qué momento confluyeron los caminos de Mouawad y Peris-Mencheta?
Está el hecho de que es teatro en francés y yo soy francófono y leo mucho teatro en francés, con lo cual tengo más cercanía a leerme textos de Mouawad probablemente que de Chéjov o de un autor inglés. Luego está que, cuando Mayorga vino a ver Ladies Football Club, me dijo: “Tengo un par de huecos en La Abadía, ¿qué te quieres traer?”. Le hice varias propuestas de cosas que quiero hacer, que me parecía que encajaban en el espacio de La Abadía y de todas me dijo: “Oye, pues Mouawad me parece maravilloso, porque además aquí se hizo Incendios y me parece que es una buena propuesta” y luego también dijo: “Me pone mucho ver a Peris-Mencheta dirigiendo a Mouawad”, y nos pusimos con ello. Es una obra que tenía en cartera, que tenía ganas de dirigir, que había leído en su momento y que había visto en Barcelona con la puesta en escena de Oriol Broggi.
¿Qué fue lo que te llevó a elegir Cielos como tu nueva incursión en el teatro?
Los que vamos al teatro conocemos de Wajdi Mouawad básicamente Incendios y los monólogos que ha ido trayendo por aquí, pero Cielos no es una obra conocida, porque aquí solamente se ha estrenado en catalán. Eso ya es atractivo de por sí. Hay también un impulso de hacerla que tiene que ver con el tema de hablar de nuestro árbol genealógico, que siempre es lo que está tocando Mouawad; de las deudas que tenemos, las racionales y las irracionales, las conscientes y los inconscientes, de los patrones que repetimos y del peso de los silencios que hay en nuestro árbol genealógico y los secretos. Quizás Cielos es la que menos está en contacto con el exilio, o con el mundo árabe, de las cuatro. Son temas que solamente roza, pero no en vano es la última de las cuatro y es la que cierra la tetralogía porque está en un lugar más separado, nunca mejor dicho, de la tierra; por eso creo que es Cielos, no solamente se refiere a la nube y a Internet y a todo el mundo que opera allá arriba, sino también porque creo que está en otro lugar más espiritual que cualquiera de las otras tres.
Ciertamente, la relación entre hijos y progenitores es una de las claves de esta función, es donde se apoyan algunas de sus reflexiones.
Totalmente. En lo que me toca a mí personalmente, evidentemente, porque soy padre con unos hijos no tan mayores como el personaje de Víctor en la obra, pero por ahí andan. Y se encuentra con las mismas discusiones, los mismos problemas y con el mismo tipo de relación, una relación probablemente más sana de la que hemos vivido nosotros cuando éramos hijos. En otro momento de las relaciones familiares. Todo el que ha tenido un poquito de contacto con constelaciones familiares o con trabajo de conciencia personal y que ha tenido que tocar el tema papá, mamá, etcétera, entiende esta obra desde otro lugar.
Viendo la trama de Cielos, es inevitable pensar en tu gusto personal por los juegos de estrategia, lo que se plantea casi es una ‘Escape Room’ que si no se supera tendrá consecuencias planetarias.
Sí, a primeras, me toca la parte lúdica de la propia función, la parte de thriller que tiene, que no estamos muy acostumbrados a un thriller en escena. Tal cual está, podrían hacer una miniserie de dos capítulos perfectamente. Es una obra un poco farragosa cuando la lees, es densa, pero tiene un componente como de El código Da Vinci donde son los personajes los que desarrollan la desencriptación de todos los secretos que contiene la función.
Como dices, son muy pocos los thrillers teatrales como este donde es la propia palabra la que hace trepidante el desarrollo de la trama y de la investigación. ¿Cómo has llevado esto a escena?
Tengo claro que después de verla habrá gente que va a decir que porqué no he hecho la peli en vez de hacer la obra de teatro. Pero es que mi teatro tiene mucha influencia cinematográfica, me lo dice todo el mundo, y tienen razón. Imprimo ritmo muy cinematográfico, hago como planos, además tengo mucha influencia del cine de los 80 y no me duelen prendas decir que esto es como una película con su banda sonora, con sus planos cortos y con su pulso interno. No he querido plantearme esto como una tragedia griega de la que está impregnadísima toda la literatura de Mouawad, creo que Mouawad mete el teatro griego en los tiempos modernos, pero para mí lo que lo hace interesante es que precisamente esté tratado con un lenguaje moderno, de una manera de decir y de pensar moderna, con una rapidez y en un primer plano moderno. Mi punto de vista desde el principio es que vamos a contarlo casi como si pudiéramos meter una cámara dentro de la escenografía y rodar esto en primer plano. Esa es mi intención, otra cosa es que eso luego lo consiga. Pero sé que si algo me pueden criticar es del hecho de que el formato, el envoltorio inevitablemente y de manera inconsciente, me está llevando a hacer una película. Además, la propia escenografía no utiliza el espacio escénico habitual. Es una escenografía que es autónoma, es decir, que actúan dentro de un espacio del que no salen, no pisan el teatro, por así decirlo, están encajonados en ese búnker. Mouawad lo plantea como un albergue en el bosque, aislado de todo, que tiene un jardín y que tiene unas habitaciones. Bueno, pues yo le planteé desde principio a Alessio Meloni lo que necesitaba y diseñó lo que yo le pedía que era una especie de corte transversal de la tierra, donde arriba está el jardín, abajo está la sala de operaciones y más abajo todavía están los nichos donde duermen estos cinco personajes.
Al leer el texto es inevitable imaginar el espacio de la función, y como yo también soy hijo de los 80, mi cabeza me llevó a Nostromo, la nave donde sucede todo en Alien, el octavo pasajero.
Sí, yo les he dado varias referencias de películas en esta línea. O del tipo de películas como Déjà vu con Denzel Washington, que es de las primeras películas que hablan de alguna manera del multiverso, o del tipo de la serie 24 horas. No me ha dado ningún pudor planteárselas a los actores porque realmente es el universo que está planteando el propio Mouawad. Creo que nuestras referencias cinematográficas, y televisivas, hay que jugarlas a favor y trascenderlas un poquito, que es lo interesante.
En esta función se cuestiona la fina línea de la desobediencia, o de la obediencia. Incluso en un momento se dice: “La desobediencia al poder es el único jabón capaz de quitar las manchas, aunque queden los olores”. ¿De qué manera has percibido tú esto dentro de la obra?
Yo creo que la función, en general, está llena de estas maravillosas contradicciones del propio ser humano. Nada es blanco ni es negro. El jefe del operativo, que deja de ser jefe, empieza a realmente ejercer el poder cuando ha sido suplantado su poder y esto es maravilloso. El que quiere el poder, y finalmente lo consigue, y justo cuando lo tiene es cuando se da cuenta, como imagino que les pasa a todos los poderosos que llegan ahí, que es mucho más fácil estar en la oposición que en el propio poder, porque cuando uno llega al poder, más allá de los condicionantes del mercado que te obliguen a decidir y las llamadas de los bancos y del Ibex 35, también hay una cuestión que es la toma de decisiones, la responsabilidad. No es la misma cuando tienes el poder a cuando no lo tienes. Y si tienes que decidir entre A o B, en la oposición lo tienes clarísimo que era A lo mejor, pero cuando llegas al poder dices: “Vamos a pensarlo dos veces lo de A, porque ¿y si fuera B? Lo mismo la voy a cagar porque me he empeñado”. Me parece que, en lo que tiene que ver con hablar de lo que es el poder en sí y cómo se ejerce, esta obra también es bastante iluminadora.
Otro asunto que llama particularmente la atención y que suele estar muy presente en el teatro y la literatura de Wajdi Mouawad es la conexión con el mundo actual, la belleza dentro del conflicto, en un punto casi visionario. La obra está escrita hace quince años y encontramos esa conexión con las protestas en museos por el cambio climático.
Y además se puede leer en varios niveles, desde el nivel más sincrónico con la realidad, que es una de las cosas que suelen pasarme, yo no sé si es como cuando lo que dicen las embarazadas, que cuando lo están solo ven embarazadas, pero siempre que hacemos una obra o tengo el foco puesto en lo que pasa en la obra y veo las cosas que están sucediendo en la vida y, de pronto, tienen relación directa o son ecos de lo que de lo que estamos contando. Me ha pasado siempre con todas las funciones que he hecho, sin ir más lejos, con Ladies Football Club empezamos a montar la obra también por una pulsión interna, como te decía antes, y nos encontramos durante los ensayos con la guerra en Ucrania, con que se bate el récord de asistencia a un partido de fútbol femenino, Alexia Putellas se lleva el Balón de Oro por primera vez. En fin, hay un auge de repente del fútbol femenino que no había antes de que empezáramos los ensayos, ni mucho menos; aunque se me ha achacado en algunos diarios que me aprovecho de lo que está pasando, pero es que son maravillosas coincidencias. En el caso de Mouawad, evidentemente tenemos una sincronía directa con lo que está haciéndose en los museos. La gente joven, precisamente, como única manera de protestar, en este caso contra el cambio climático, con la globalización y un larguísimo etcétera, quince años después de haber sido estrenada esta función resuena más que nunca. Y no solamente eso, hay una serie de cosas a nivel técnico que cuando se escribió esta función, o Mouawad estaba muy en la vanguardia del estudio de lo técnico o cómo podía saber, por ejemplo, que el sistema de palabras clave que utiliza para resolver cosas en la función es la que se usa ahora principalmente en las carteras de Criptomoneda, porque es algo que en su día si lo llegamos a plantear es absolutamente loco, pero hoy en día la gente tiene auténticos poemas como contraseña para poder entrar y salir de desbloquear carteras que tienen cientos de miles de dólares o de euros o de lo que sea en Criptomoneda. Realmente, el tipo está en muchas cosas muy a la vanguardia y no solamente de lo tecnológico, por así decirlo, sino también de lo que está pasando en el mundo, de lo que él tenía en la cabeza hace quince años, cuando escribió la función, a lo que está pasando ahora, el eco es brutal. Esta es una obra que habla descaradamente de los hijos de las guerras que ha creado el primer mundo, gente que no necesariamente ha nacido en el Tercer Mundo y que son víctimas directas, sino gente que ha nacido en el primer mundo y que son víctimas colaterales de las decisiones de los gobiernos, de arrasar en tal o cual país, aunque las bombas suenen lejos. El hecho de que ahora las bombas suenen un poquito más cerca, en el momento en el que vivimos, y que todo esté tan cerca de nosotros, pues hace que la obra todavía tenga un mayor impacto.
¿Qué tiene el arte como para acabar siendo objetivo de acciones rebeldes?
Es muy probable que atentar contra las torres de la Plaza de Castilla sea mucho más difícil, y mucho menos impactante, que el hecho de entrar en el Louvre y echar mierda encima de Van Gogh. A nivel de repercusión mediática es muchísimo más impactante. De hecho, gracias a eso salen en los telediarios pegándose las manos a los marcos y haciendo lo que hacen. Pero es que además creo que sí que hay una repercusión que no solamente es mediática, sino es una repercusión que toca en el corazón a todo el que es mínimamente sensible y le gusta el arte, es que te duele en el alma porque estás atentando también contra el pasado, contra el lugar del que venimos. Es más, te diría que incluso uno puede sentir el dolor de estos chicos haciendo eso. Es decir, no es un acto de “Mira, jodeos. Os jodemos los cuadros que venís a visitar”, que no digo que también esté eso, pero también hay una cosa de “Nosotros mismos, que amamos el arte nos vemos obligados a hacer esto para que despertéis, para que no solamente os parezca una gamberrada, sino para que os duela”, porque atentar contra el arte es doloroso. Cuando se queman los libros de la biblioteca de Alejandría es tremendo, es borrar nuestro pasado. Significa que desaparezcamos, somos porque otros nos recuerdan. Si borramos el recuerdo, dejamos de ser, dejamos de existir. Con lo cual, creo que el ‘link’ con el despertar, con remover al señorito de Occidente que le gusta ir al Louvre y mirar cuadros, está más allá del mero hecho de que él pueda ir al Louvre y los otros no, sino que hay algo que tiene que ver con una implicación emocional personal y de ciudadano en el mundo. No me parece que sea un acto gratuito de una generación que le importa un carajo el arte, ni muchísimo menos.
La poesía y la violencia, se fusionan en esta obra que cierra la tetralogía La sangre de las promesas justo en el mismo escenario, como decías, donde se estrenó Incendios en castellano, ¿qué sensaciones despierta en ti, no ya como artista, sino como lector o espectador?
Bueno, me pasa lo que me pasa siempre con Mouawad, es decir, él es descarnado y lo que te plantea siempre es descarnado, sabes que en algún momento te va a arañar el corazón y las tripas, vas viendo dónde es y te provoca pensar “no puede ser que esto se esté contando encima de un escenario”. Te voy a hacer una comparación, que me parece que no es gratuita, el otro día vi por segunda vez Súpernormales, me parece que Esther F. Carrodeguas tiene una pluma que precisamente está permanentemente haciendo que el espectador esté con la espalda separada del asiento porque está siendo interpelado, pero es que además, el lugar, los planteamientos y las escenas que atraviesan, muchas están llenas de humor, pero al segundo te están rompiendo por dentro, te están haciendo grandes preguntas que ni te habías planteado, te están haciendo partícipe de una realidad, como hace Mouawad, desencarnada, a la que tratamos de no mirar. Este tipo de autores como Esther, como Mouawad, y como tantos otros que ponen el foco encima de un escenario… ojo, no en una peli o en una serie, no, encima del escenario; es decir, que los actores que deciden hacer esa función se están implicando de otra manera, están sabiendo que van a tener que dejarse un trocito de sí mismos. Este lugar que habita el teatro, que es, que está pasando aquí y ahora, hace que textos como el de Mouawad, sean todavía más potentes. De hecho, cuando Incendios la vemos en cine no nos impacta de la misma manera que cuando lo vemos en un escenario, porque el hecho de que estén contando esa historia aquí y ahora, que nos estén llenando de esas imágenes aquí y ahora, es absolutamente descarnado. Nos saca de la comodidad, de la manera de ver el mundo que tenemos. Lejos de, como digo yo, de hospitales y de tanatorios, que parece que solo ahí es cuando realmente conectamos con el sentido de la vida y con decir “tío, que estamos aquí un rato y lo estamos desaprovechando. Que me he perdido la oportunidad de demostrarle más amor a esta persona que se acaba de ir”. Estos autores están haciéndonos conscientes, tocándonos el corazón en un lugar que nos conecta con la esencia de la vida, que es al fin y al cabo el amor. Es decir, con la gasolina que deberíamos estar usando más a menudo y que dejamos de usar. Todas estas historias, todas las historias que cuenta Wajdi Mouawad, no solamente en sus obras de teatro, sino también en todos sus escritos, tienen que ver con esa palabra de cuatro letras que puede sonar especialmente cursi, que es el ‘Amor’ y que tiene que ver con algo universal y con el hecho de que sea realmente la energía que estamos manejando día a día y usarla sin pudor, y lo digo con todas las letras, usarla, utilizarla, tenerla en nuestra caja de herramientas habitual de todos los días. Saber que la primera de todas las herramientas que tengo que poner en juego es esa porque, de otra manera, nos vamos haciendo personas muy infelices. Creo que Mouawad es un gran despertador de esto en sus textos y bueno, ¿por qué no decirlo? También Esther que es una gran desconocida, y que realmente sabe tocar molestando lo suficiente como para, como te decía, separar la espalda del asiento, pero sin invadir.
¿Es posible que estemos logrando desbloquear y utilizar sin complejos la palabra ‘Amor’?
Yo creo que lo traen las nuevas generaciones, están abriéndonos a poder sentirnos más libres desde todos los puntos de vista. Creo que, igual que hay muchas inteligencias artificiales que están entrando, hay muchas inteligencias emocionales que también están entrando a compensar. Todo siempre se compensa de una manera o de otra.
Ahora que lo dices, ¿cómo casan la Inteligencia Artificial y el teatro?
El otro día hablaba con mi socia Nuria, le decía que con tanta Inteligencia Artificial van a conseguir que el teatro sea un artículo de lujo, porque va a llegar un momento en el que uno sabe cuando entra en un cine, o se pone delante del televisor, que cualquier cosa que está viendo puede ser mentira. Yo me creí aquellas imágenes de Trump siendo detenido que salieron, lo potente de esto es que a partir de ahora ya no sé qué creer. Lo que sí sé es que cuando estoy en un patio de butacas sentado, lo que está pasando en escena está pasando de verdad y creo realmente que el hermanito pobre de las artes se va a convertir en un auténtico artículo de lujo. Tanto los conciertos en vivo, que ya lo están siendo, ya se empiezan a convertir en un artículo de lujo porque es la única manera de que se sustenten las bandas de música, como el teatro no tardando mucho, si sigue el desarrollo que tienen las inteligencias artificiales varias, va a convertirse en un artículo de lujo. Es que será ir al teatro a ver a gente de verdad, al mismo que está rodando tres películas sin ser él, pero ojo, habrá que preparar la cartera porque ese tío aquí sí que tiene que estar, en los rodajes que está haciendo ha cedido su imagen y la están componiendo por inteligencia artificial, pero es que aquí sí está y eso habrá que pagarlo.
Es sobrecogedor
Sí, sí lo es.