Tus dos últimas producciones como director, ‘El bar que se tragó a todos los españoles y ‘El Gólem’, han gozado de una gran acogida por parte de la crítica y del público, ¿es algo que pese a la hora de encarar un nuevo proyecto?
Sí, para cada proyecto necesito poner el cuentakilómetros a cero. Las experiencias de los fallos y de los aciertos se quedan grabadas en el cuerpo así que no hace falta pensar en ellas porque ahí están, lo condicionan todo de manera inconsciente, así que hago un trabajo a la contra, imagino siempre que la última obra que hago es la primera.
Fundamentalmente fantasías para la resistencia, además de un guiño al argumento, es toda una declaración de intenciones y reafirma tu gusto por el juego con los títulos. ¿Cómo nace la idea de bautizar así este texto?
Quería hacer un homenaje a la imaginación y a la fantasía porque para mí han sido esenciales para poder aceptar la realidad y para poder resistirla. La realidad hace mucha fuerza sobre nuestro equilibrio. Lo de fundamentalmente tiene algo de mitad serio, mitad broma, es una palabra cacofónica, pero remite a los cimientos, a lo que sostiene.
¿Cuál es el origen este espectáculo?
La invasión rusa de Ucrania. En febrero del año pasado tenía pensado escribir otra cosa y la guerra me hizo cambiar de rumbo. Nunca había tenido a seres queridos huyendo en un coche de las bombas. El horror y el sinsentido de la guerra volvían a Europa y un día leí que había un pequeño grupo de teatro en Kyiv que seguía trabajando en su local, la admiración que sentí por ellos me impulsó a escribir.
Como comentas, con esta obra te has metido de lleno en la actualidad internacional, ¿desde dónde has querido abordar el tema del conflicto bélico?
Lo he querido abordar desde el lugar que juega la ficción a la hora de ocuparse del trauma de la guerra. Creo que la fantasía da una respuesta a la violencia y sirve para recolocar el desequilibrio que produce esa violencia. Pero es una respuesta que no está libre de problemas, de conflictos. Se puede convertir en un acto de evasión que separa de la realidad, se puede convertir en un lugar de venganza en el que se deja la ética a un lado.
Y más allá de la guerra, ¿cuáles son los temas que has querido abordar en ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’?
El clímax de la obra tiene que ver con el valor de la vida de los personajes y sobre su capacidad de representación. La obra se pregunta sobre cómo afecta lo que imaginamos a nuestra vida. Sobre cómo afecta a nuestra vida la manera en la que creamos las ficciones. Y de manera más concreta aparece el tema de qué hacemos con los personajes que juegan el rol de ser el villano. De qué manera se pone en juego nuestra ética.
El teatro para estos personajes es evasión, es refugio y su manera de permanecer unidos, pero también su manera de aportar a la sociedad y su herramienta de denuncia, ¿así es como entiende Alfredo Sanzol las artes escénicas?
Sí, todo eso, el escenario es un refugio porque aísla de la realidad con el objetivo de tratar la realidad a través de su representación, y es un lugar de unión en el que se tratan los conflictos que nos separan, y se convierte en denuncia cuando hay una parte de la sociedad que quiere ocultar la existencia del conflicto, y la evasión es necesaria para tomar distancia de la realidad, y así poder mirarla mejor.
Metes en una coctelera el humor, el absurdo, la tragedia y lo social, la metateatralidad, la metarrealidad, e incluso a los dioses, ¿qué te ha llevado a jugar con semejante mezcla?
Creo que ser sincero con lo que experimento al vivir. Hago una mirada total de mi vivencia como autor y director de teatro que quiere contar una historia sin dejar arrinconados los problemas que produce contar una historia. Y también hay algo de agradecimiento al teatro por permitir el uso simultáneo de tantos recursos.
Recuperas a parte de tus compañeros de toda la vida, con los que trabajaste por última vez en La ternura, para conformar este elenco, ¿escribiste pensando en ellos?
Sí, escribí pensando en Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras, Eva Trancón, y además cuatro actores con los que no había trabajado, Pablo Márquez, María Moraleja, Julia Rubio y Pepe Sevilla.
Me gustaría que me hablaras de la importancia de personajes femeninos de esta función. Ellas son las que toman las decisiones, las creadoras, incluso las que imparten justicia divina.
Sí, esto tiene que ver con el tema general de la función. También es un homenaje a la fuerza creadora de las mujeres, ellas son las que sostienen el mundo de la cultura, son las que están en la base del público, de las lectoras, de los grupos de aficionados, son ellas. El problema es que esa representatividad se invierte si miramos el número de autoras y directoras, es un problema político-social, claro.
Hablas sobre el poder, e incluso la violencia, del humor, ¿hasta dónde puede llegar y qué efectos provoca?
El humor puede ser una herramienta de denuncia y también es una herramienta de venganza, tiene mucha fuerza y puede ser violento. La obra trata sobre este tema, sobre la legitimidad del uso del humor como herramienta de defensa, y de ataque. ¿En el contexto de una guerra, tiene que ponerse límites el humor? Bueno, por ahí va el tema.
Una de las cuestiones que plantea la función son los límites de la fantasía y de la imaginación, por tanto, de la creatividad. También planteas el precio a pagar por querer hacer las cosas de una manera. Algo a reflexionar a nivel humano, pero también a nivel artístico. ¿Cuáles son esos límites, internos y externos, con los que te has encontrado a la hora de crear?
La guerra produce una reacción de impotencia y de frustración que se traduce en rabia y deseos de venganza. Los impulsos que sabemos que son dañinos no se van porque sepamos que son dañinos, así que en la obra he puesto todo el debate ético y vital que vivo encarnado en los personajes. La ficción te permite además hacerte cargo de las opiniones y conflictos que viven los demás. En mis obras no estoy yo solo, esa es la grandeza de la capacidad de los personajes.
¿Qué importancia tiene la música en la función y cómo se ha desarrollado?
Es muy importante, la hace Fernando Velázquez. Hemos inventado un pequeño grupo de música que canta y baila música barroca, e impregna toda la atmósfera de la función.
Tus últimas producciones han contado con unas puestas en escena muy potentes, ¿qué nos puedes contar sobre esta?
Blanca Añón ha hecho la escenografía y ha creado un espacio que viaja desde el refugio en el que se inicia la acción hasta el Kremlin. Es un espacio que se abre y se despeja como me gustaría que le pasase al estado de ánimo del público.
La “resistencia”, además de formar parte del título de esta producción, lo es del lema escogido para esta temporada del CDN, ¿de qué manera lo encaras desde la dirección de esta institución?
Siempre que se inicia un movimiento que va en una nueva dirección se produce la oposición de las fuerzas que quieren controlar la situación. Fuerzas externas y propias. Así que desde niño sé que lo primero que hay que hacer para hacer algo nuevo es resistir el embate de las fuerzas que defienden lo inservible. Dicho de otra manera, resistir es lo primero que hay que hacer para empezar a moverse. Y lo más importante: donde mejor vive lo caduco es dentro de uno mismo. Otra paradoja de la vida.